Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales
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No. 121/122 - Noviembre/Diciembre 2001
Manglares y producción camaronera: hechos y no palabras
Existen claramente dos agendas internacionales contradictorias, una positiva y otra negativa. La primera, oficializada en foros internacionales tales como la Cumbre de la Tierra de 1992 y sus convenciones y procesos relacionados, apunta al uso sustentable de los recursos para beneficio de la presente y futuras generaciones. Pero existe otra agenda internacional que apunta a aumentar la producción, el comercio y el consumo de todo tipo de productos, sin tener en cuenta su sustentabilidad, en beneficio de la empresa privada y los gobiernos. La producción industrial de camarón constituye un ejemplo de como los pobladores locales intentan desesperadamente instrumentar la primer agenda, mientras que los gobiernos, las empresas y las instituciones financieras internacionales apoyan la segunda.
La importancia de los servicios ambientales que prestan los manglares es indiscutible, y también lo es la necesidad de asegurar su conservación y rehabilitación. Al mismo tiempo, constituyen un recurso económico vital para las poblaciones locales, cuyo sustento depende directamente de este ecosistema. Parecería entonces obvio que los gobiernos y agencias internacionales que se han comprometido a trabajar por la protección ambiental y la mitigación de la pobreza deberían asegurar la conservación de los manglares. Pero desgraciadamente, en general, no es así.
Por el contrario, muchos gobiernos de países tropicales apoyan firmemente el desarrollo de la cría industrial de camarón, como medio de aumentar las exportaciones y así obtener las tan necesarias divisas fuertes. Esa necesidad está en parte ligada a presiones de acreedores e instituciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que promueven economías orientadas a la exportación para asegurar el pago del servicio de la deuda externa. Como resultado, se destruyen áreas cada vez mayores de manglares a la vez que se empobrecen los pueblos locales. Mientras que la macroeconomía crece, las economías locales sufren impactos negativos o son destruidas.
A diferencia de los gobiernos y agencias internacionales, muchas comunidades locales están realmente comprometidas con la protección de los manglares de los cuales dependen. En todo el trópico esas comunidades están intentando detener la expansión de un sistema destructivo de producción de camarón que proporciona alimentos innecesarios a quienes están bien alimentados y quita la comida de la mesa de los hambrientos.
En esta lucha, la respuesta en muchos casos ha sido la represión. Los pobladores han sido asesinados, heridos, encarcelados, desplazados. Entre los que han caído, queremos brindar nuestro homenaje a Korunamoyee Sardar, una valiente mujer asesinada en Bangladesh el 7 de noviembre de 1990, por defender el derecho a la tierra de los pobladores locales contra un productor industrial de camarón. Korunamoyee se ha convertido en un símbolo de resistencia y su ejemplo es seguido por un número cada vez mayor de personas en todo el mundo.
Al mismo tiempo, Korunamoyee es un símbolo de coherencia entre palabras y hechos. Si se declara que es necesario proteger los manglares y los derechos de los pobladores locales, entonces, la única acción posible es, sin importar las consecuencias, trabajar para lograr esos objetivos. Eso es lo que ella hizo. Los gobiernos no sólo han expresado sus compromisos: también firmaron acuerdos internacionales. El Banco Mundial no sólo ha expresado eso oralmente: incluyo la protección ambiental y la erradicación de la pobreza en su propio mandato. Ahora es su obligación hacer que los hechos coincidan con las palabras. Por lo tanto, deben suspender su apoyo a actividades como la cría industrial de camarón, que es claramente contradictoria con los tratados ambientales internacionales y con el objetivo expresado de erradicación de la pobreza.
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