No. 121/122 - Noviembre/Diciembre 2001
Oponentes de la globalización no son terroristas
por
Chakravarthi Raghavan
Los intentos por implicar a críticos de la globalización y de la propuesta de una nueva ronda de la OMC en los atentados del 11 de septiembre de 2001 son preocupantes y despreciables.
La miseria y el fanatismo político, como todos sabemos, son una combinación que puede tener consecuencias horrendas. Poco después de los atentados en Nueva York y Washington, Chris Patten, comisario de la Unión Europea, sugirió la existencia de un vínculo entre el terrorismo y los desequilibrios del actual proceso de globalización. Lo mismo hizo el escritor italiano Darío Fo, premio Nobel de Literatura. Por lo tanto, resulta muy preocupante, en realidad despreciable, que la secretaria general de la Cámara Internacional de Comercio, María Cattaui (International Herald Tribune, 21 de septiembre de 2001), y el columnista económico Reginald Dale (en la edición del día siguiente del mismo diario) hayan intentado implicar a los activistas contra la globalización y a los opositores de una nueva ronda de negociaciones comerciales multilaterales en los horribles ataques del 11 de septiembre.
Ni el lanzamiento de una amplia ronda comercial depende de la promoción de valores democráticos o de la lucha contra el terrorismo mundial, ni la campaña contra la ronda tiene que ver con la oposición a esos objetivos. Los gobiernos de todo el mundo en desarrollo, con poblaciones azotadas por la pobreza y numerosas religiones, tienen ya suficientes problemas para construir economías y sociedades fuertes y combatir el terrorismo. No se les debe agregar más aprovechando el rechazo mundial a los atentados en Estados Unidos para impulsar una nueva ronda comercial.
Prejuicios muy arraigados
La oposición a la nueva ronda, incluso la del autor de este artículo, se deriva de una larga y atenta observación del funcionamiento del Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT) y la Organización Mundial de Comercio (OMC) por más de 20 años, así como de una cuidadosa evaluación del impacto de la Ronda Uruguay sobre los países en desarrollo en particular. La aplicación de las normas de la OMC no ha producido los prometidos beneficios económicos en gran parte del mundo en desarrollo y ha agravado las tensiones económicas en muchos países. En parte, esto se debe a la falta de voluntad de los países ricos para abrir sus mercados a los productos de los países en desarrollo y eliminar los enormes subsidios a muchos de sus propios productores, en particular los agrícolas. También se debe a las perjudiciales cargas políticas impuestas a las economías de naciones en desarrollo a través de cuestiones no comerciales (como los derechos de propiedad intelectual) que fueron infiltradas en la Ronda Uruguay, en gran parte mediante presión de empresas multinacionales.
La corrección de estos prejuicios tan arraigados en el sistema, de modo que los países en desarrollo puedan obtener su justa porción de beneficios y una reducción de la carga, debería ser la prioridad para los negociadores comerciales, y eso es lo que reclaman las naciones en desarrollo. Sin embargo, los principales países industrializados promueven la introducción de "nuevos temas" (como inversión, competencia, contratación pública) en la OMC a través de una nueva ronda, lo que agregaría una carga mayor a los países del Sur, porque las normas en esas áreas restringirían gravemente sus opciones y estrategias de desarrollo. Por eso, una nueva ronda del tipo concebido por sus proponentes no resultaría beneficiosa para la mayoría de los miembros de la OMC; por el contrario, es probable que produzca más desequilibrios e inequidades.
Tampoco resulta convincente el argumento de que la nueva ronda podría ahuyentar la amenaza de la recesión mundial, porque ni la historia ni el sentido común económico sugieren una relación de asociación entre ambas, mucho menos de causalidad. La política macroeconómica es lo que cuenta aquí, y en el mundo interdependiente de hoy eso debe significar una mejor coordinación de las medidas fiscales y monetarias expansionistas en las principales economías industriales y la provisión oportuna de liquidez internacional.
Algunos hechos positivos
En este sentido, el frágil estado de las relaciones económicas internacionales en la actualidad puede atribuirse en gran parte al continuo debilitamiento de la coordinación y la cooperación multilateral tras el colapso del sistema de Bretton Woods, a comienzos de la década del 70. Sin embargo, desde los atentados del 11 de septiembre se produjeron algunos avances que deben continuarse. Ahora está bajo una estrecha vigilancia el vínculo entre los desregulados mercados financieros internacionales y la financiación del terrorismo, incluidos los grandes beneficios bursátiles derivados de los propios atentados.
El control de los excesos y la irracionalidad de esos mercados puede y debe profundizarse. En este sentido, resulta alentador el interés del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Paul O’Neill, en una ley internacional sobre quiebra. Más alentador aún ha sido el respaldo a políticas económicas expansionistas para combatir la recesión. Hace apenas algunos años, el Fondo Monetario Internacional descartó la aplicación de tales políticas en las economías de Asia oriental y América Latina que padecían profunda recesión causada por choques financieros. Y aunque Cattaui tenga poca confianza en la ayuda económica y el alivio de la deuda para los países en desarrollo, muchas empresas multinacionales de los países industrializados más avanzados esperan ahora esa ayuda y ese alivio en tiempos económicos difíciles.
El fundamentalismo, tanto en la economía como en la religión, fue el flagelo del siglo XX. La mejor respuesta a los agentes del terrorismo internacional es sin duda la construcción de un nuevo espíritu de multilateralismo económico, y no las acusaciones ni el abuso de consignas. La perpetuación del actual orden económico internacional ya no es posible.
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Una versión abreviada de este artículo se publicó en el International Herald Tribune, el 5 de octubre de 2001.
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