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No. 121/122 - Noviembre/Diciembre 2001

El preludio de Doha

Un proceso manipulado y sin transparencia

por Martin Khor

Ante la Cuarta Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC), celebrada del 9 al 14 de noviembre de 2001 en Doha, los países en desarrollo tuvieron serias dificultades para dejar en claro tanto dentro del Consejo General de la organización como en las reuniones internacionales y regionales, que se oponían firmemente al lanzamiento de una nueva ronda de negociaciones comerciales que implicara temas nuevos. Lo que reclamaron, por el contrario, fue la revisión de algunos acuerdos de la OMC, una solución a los problemas que enfrentan en cuanto a la aplicación de algunos de esos acuerdos y una reforma del proceso de toma de decisiones en la OMC.

Pero a pesar de esos reclamos, los países desarrollados, encabezados por la Unión Europea y Estados Unidos, trataron de imponer una nueva ronda comercial. Reflejo de ello fueron las maniobras de los funcionarios de la OMC para asegurar el proyecto de Declaración Ministerial que debería salir de Doha y fijaría el trabajo y mandato del órgano mundial de comercio para los próximos años.

Ha surgido en la OMC una situación muy desventajosa y potencialmente amenazadora para los países en desarrollo. La Secretaría de la OMC y las grandes potencias -especialmente Estados Unidos y la Unión Europea- buscaron en la Conferencia Ministerial de Doha presionar a los países en desarrollo para que aceptaran una nueva ronda de negociaciones con la que lograr acuerdos nuevos centrados en temas tan críticos e impropios como inversión, competencia y contratación pública. En las semanas previas a la reunión, la OMC fue escenario de increíbles prácticas de manipulación:

* La última distribución (en la noche del 27 de octubre) de un proyecto de declaración parcial y unilateral, elaborado por el Presidente del Consejo General con el apoyo del Director General de la OMC, que favorece a los países más poderosos e ignora las opiniones de la mayoría de los países en desarrollo.

* Se permitió que mediaran unos pocos días para leer y responder al proyecto de declaración antes de la única reunión del Consejo General el 31 de octubre en la que se debatiría y decidiría sobre ese y otros tres documentos.

* La negativa del Presidente del Consejo General a aceptar los reclamos de varios países en desarrollo de que sus opiniones –opuestas, en varios temas- se reflejaran en el texto o en un anexo, y su insistencia en enviar a Doha el texto "limpio", aún sin haber obtenido el consenso o el acuerdo del Consejo General.

* La negativa también a indicar las opiniones divergentes de los miembros de la OMC en la carta con fecha 5 de noviembre que acompañaba el proyecto de declaración que fue "transmitido" al ministro de Comercio de Qatar, anfitrión de la Conferencia Ministerial.

Si bien los dirigentes de Qatar declararon que no permitirían que se repitiera el proceso antidemocrático y carente de transparencia de Seattle, la Secretaría de la OMC y los principales países desarrollados intentaron que el proceso de Doha fuera exclusivo de algunos países y sin transparencia. Procuraron la realización de reuniones de "sala verde" de algunos pocos países preseleccionados para elaborar textos sobre temas específicos, que luego se presentaron a todos los miembros para que los aceptaran: igual que el proceso de la Conferencia Ministerial de Seattle de 1999, que causó tanto alboroto y provocó el fracaso de la reunión.

La embestida con los temas nuevos

Hubo mucho en juego en Doha para los países en desarrollo. Estos no querían que la conferencia sirviera para iniciar negociaciones que derivaran en nuevos tratados en el marco de la OMC (especialmente sobre inversión, competencia, contratación pública, promoción del comercio) que permitirían a las grandes compañías extranjeras absorber el negocio de empresas y ciudadanos locales, y limitarían el derecho y capacidad de los gobiernos para diseñar y aplicar políticas de desarrollo. Enfrentaron fuertes avances de las potencias, especialmente la Unión Europea, Estados Unidos y Japón, que recurrieron a diversas tácticas para presionarlos a aceptar una nueva ronda con los "temas nuevos" como centro.

A pesar de meses de consultas en la OMC, durante las cuales surgieron importantes desacuerdos entre los países desarrollados y en desarrollo, especialmente en torno a los temas nuevos, el 26 de setiembre el Presidente produjo un primer proyecto de declaración. Esa versión ya era tendenciosa, iba en desmedro de las opiniones de los países en desarrollo, pero por lo menos ofrecía dos opciones -iniciar negociaciones o continuar estudiando la materia- para dos de los temas nuevos: inversiones y competencia. Las consultas continuaron otro mes más a ritmo frenético, pero los miembros de la OMC no se acercaron a un acuerdo. Se esperaba entonces que en la subsiguiente versión se reflejaran las diferencias por lo menos en sectores claves. Para sorpresa de los países en desarrollo, en la segunda versión se ignoraron sus puntos de vista e incluso se eliminó la opción de estudio en los temas de inversión y competencia: se comprometía a los ministros a negociar tratados nuevos, con la única "concesión" de que las negociaciones ¡estuvieran precedidas de dos años de prenegociaciones! Así, es posible un texto "limpio" en la medida que no refleja opiniones divergentes, pero es engañoso en tanto oculta las opiniones de una gran cantidad de países y favorece a una de las partes a expensas de la otra.

Críticas de los países en desarrollo

La reunión del Consejo General de la OMC del 31 de octubre y 1 de noviembre fue la única ocasión en que las delegaciones tuvieron la oportunidad de dar sus opiniones sobre el proyecto revisado de Declaración Ministerial (y otros documentos) previamente a la Conferencia Ministerial de Doha. Una mayoría de países en desarrollo que hablaron en el Consejo General criticaron severamente el proceso por el cual se produjo el proyecto de declaración así como sus contenidos. Las principales críticas fueron que:

1) El texto no tomaba en cuenta las opiniones expresadas y presentadas por los países en desarrollo, pero sí reflejaba las de los países desarrollados, especialmente acerca del inicio de negociaciones en torno a temas nuevos y aranceles industriales, y sobre un programa de trabajo amplio que sería manejado por un Comité de Negociaciones Comerciales en una nueva ronda.

2) El texto carecía de transparencia y era engañoso, ya que deliberadamente no reflejaba las diferencias de opinión entre varias delegaciones. Esto es especialmente manifiesto en los párrafos sobre los temas nuevos de inversión, competencia, contratación pública y promoción del comercio. Incluso los funcionarios de la OMC admitieron que los miembros de la OMC están "partidos al medio" en esos temas nuevos. Si bien los países en desarrollo no deseaban iniciar ninguna negociación, el texto comprometía a la OMC a iniciar negociaciones en los cuatro temas (en el caso de inversión y competencia, comprometía a la OMC a iniciar negociaciones dos años después de la Quinta Conferencia Ministerial, de manera que en los dos años siguientes habría prenegociaciones o en los hechos sería la primera fase de las negociaciones propiamente dichas).

3) El texto no ofrecía un campo de juego nivelado, ya que la mayoría de los países en desarrollo debieron defender sus argumentos sin que su posición estuviera reflejada en lo más mínimo en las partes importantes operativas del texto.

4) El proyecto (especialmente el texto sobre "organización y administración del programa de trabajo") contenía varios elementos para el lanzamiento de una nueva ronda con una agenda de negociaciones amplia, un "compromiso único" (todos los temas serían decididos en un paquete) y el establecimiento de un superorganismo denominado Comité de Negociaciones Comerciales. Muchos países en desarrollo habían criticado esta sección cuando apareció en la primera versión, pero sus críticas y formulaciones alternativas fueron totalmente ignoradas en esta versión revisada. Por último, los países en desarrollo se sintieron frustrados y muy molestos ante el proceso por el cual el Presidente del Consejo General y el Director General de la OMC transmitieron el proyecto de declaración a la Conferencia Ministerial en Doha.

El proyecto de declaración fue transmitido a Doha a pesar de no existir acuerdo o consenso sobre el texto. Varias delegaciones habían reclamado en sus declaraciones que quedaran reflejadas sus opiniones en temas en los que no había acuerdo, o que por lo menos quedaran anotadas en el texto o en un anexo o carta. No obstante, el Presidente dejó en claro que transmitiría un texto sin revisar. Este proceso de transmitir un texto parcial sin indicación alguna de divergencia de opiniones fue muy criticado por varias delegaciones.

La carta del Presidente de fecha 5 de noviembre, que encabezaba el proyecto de declaración transmitido al ministro de Comercio de Qatar, no explica las diferencias de opinión, incluso en las secciones importantes. Esto, a pesar del claro reclamo de varias delegaciones de que sus opiniones deberían, como mínimo, quedar reflejadas en la carta de encabezamiento.

Es así que los peores temores de los países en desarrollo se hicieron realidad. El proceso ha sido discriminatorio y totalmente carente de transparencia. Algunos países en desarrollo manifestaron sus críticas en la reunión del Consejo del 31 de octubre, como Tanzania (en nombre del grupo de Países Menos Adelantados) y Zimbabwe (en nombre del Grupo de Africa). El número total de países de ambos grupos se acerca a los 50.

Ambos grupos no querían que se iniciaran negociaciones en los cuatro nuevos "temas de Singapur". Varios países asiáticos y de América Central y el Caribe (entre ellos India, Indonesia, Malasia, Pakistán, Sri Lanka, Barbados y Jamaica), tampoco estaban a favor de negociar los temas nuevos. Los Países Menos Adelantados y la mayoría de los países africanos tampoco deseaban iniciar negociaciones sobre aranceles industriales y sugirieron que se iniciara un proceso de estudio en un grupo de trabajo, cuya tarea debería concluir antes de que comenzara cualquier negociación sobre aranceles industriales. Por lo tanto, es claro que una mayoría de países en desarrollo no estaban a favor de hacer negociaciones sobre los temas nuevos o el programa de trabajo amplio contenido en el texto del proyecto de declaración. Sin embargo, el texto que se presentó ante los ministros en Doha da a entender que había unanimidad de opiniones en cuanto a iniciar una nueva ronda de negociaciones sobre temas nuevos.

La conclusión que sacaría cualquier observador objetivo es que el proceso previo a Doha fue manipulado con mucha inteligencia -y perversidad- para iniciar la Conferencia Ministerial de manera tal que permitiera a los principales países desarrollados imponer su agenda impopular de negociaciones nuevas en una nueva ronda, contrariando los deseos de un gran número de otros miembros.

Los países en desarrollo enfrentaron, así, una batalla penosa y de grandes dimensiones, mucho más difícil que la enfrentada en Seattle. Si bien el proceso de Seattle fue más antidemocrático -sólo los ministros de unos pocos países fueron invitados a participar en las reuniones exclusivas de "sala verde", mientras que otros quedaron esperando en sus hoteles-, por lo menos el proyecto de declaración contenía las diferentes opiniones de los miembros, por lo que cada uno podía ver dónde estribaban las diferencias.

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Martin Khor es director de la Red del Tercer Mundo.






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