No. 127/128 - Mayo/Junio 2002
La Cumbre de Río, en 1992, fue histórica. Hubo un compromiso al más alto nivel político de una renovada sociedad entre Norte y Sur, basada en el principio de "responsabilidades comunes pero diferenciadas". Se dio un salto conceptual al integrar medio ambiente y desarrollo, y se aceptó el principio de precaución como un imperativo ambiental. Se identificaron claramente las desigualdades entre el Norte y el Sur como el principal obstáculo de la sustentabilidad. El Norte dijo que cambiaría los modelos de producción y consumo, mientras que el Sur prometió profundizar las dimensiones ecológicas y sociales del desarrollo.
La Cumbre de Río, en 1992, fue histórica. Hubo un compromiso al más alto nivel político de una renovada sociedad entre Norte y Sur, basada en el principio de "responsabilidades comunes pero diferenciadas". Se dio un salto conceptual al integrar medio ambiente y desarrollo, y se aceptó el principio de precaución como un imperativo ambiental. Se identificaron claramente las desigualdades entre el Norte y el Sur como el principal obstáculo de la sustentabilidad. El Norte dijo que cambiaría los modelos de producción y consumo, mientras que el Sur prometió profundizar las dimensiones ecológicas y sociales del desarrollo.
Sin embargo, las promesas y esperanzas de Río en gran medida han fracasado. En la Cumbre Río+5 no hubo acuerdos políticos porque la división Norte-Sur se había agudizado. Y en los prolegómenos de la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sustentable (Río+ 10) de este año, el diagnóstico oficial es que hay "una crisis de aplicación". Hay falta de voluntad política.
La globalización se ha engullido al desarrollo sustentable. Este otro paradigma rival creció al impulso de las negociaciones comerciales de la Ronda Uruguay: la Organización Mundial de Comercio (OMC) fue creada con un alcance mayor que el de su predecesor, el GATT. La globalización también fue fomentada por la liberalización financiera, que contribuyó a una serie de nuevas crisis financieras que comenzaron en México, explotaron en Asia oriental, se desparramaron a Rusia y Brasil, luego a Turquía y ahora revientan en Argentina. Y se agregan a las continuas crisis financieras de endeudamiento de África y otras regiones en desarrollo. La globalización trae consigo, además, nuevas tecnologías -como la ingeniería genética- que pueden dañar el ambiente y la salud.
La no inclusión de mecanismos de regulación del comercio, de las instituciones financieras y de las transnacionales fue una debilidad vital de Río. La autorregulación y los códigos de conducta voluntarios no funcionan, mientras que el poder de los imperios financieros y empresariales ha crecido con la globalización. El año pasado, la Conferencia Ministerial de Doha amplió el alcance de la OMC, expandiendo los derechos y privilegios empresariales. Por otra parte, la ratificación de los acuerdos ambientales multilaterales es lenta, en gran medida por objeciones de las empresas.
A muchas ONG también les preocupa que la propia Organización de las Naciones Unidas (ONU) sucumba. El Compacto Global, por ejemplo, ha generado discusiones por incluir colaboraciones entre organismos de la ONU y transnacionales. La realidad es que las empresas son una gran parte del problema. Así, en la segunda reunión preparatoria de Río+10, en enero, algunas ONG lanzaron un llamamiento mundial a un convenio marco sobre responsabilidad empresarial. El escándalo de Enron agrega elementos a las demandas públicas.
Por lo tanto, Río+10 debe reafirmar el papel y responsabilidad de los gobiernos para implementar el desarrollo sustentable actuando sobre los compromisos de los gobiernos bajo los diversos Planes de Acción de la Cumbre de la ONU. Río+10 tiene que empezar a controlar la globalización generando condiciones políticas para cambiar las normas económicas, fortaleciendo a la vez las dimensiones ambiental y social.
Las estructuras y los mecanismos existentes para aplicar el desarrollo sustentable también son débiles e inadecuados, con una influencia e incluso poder desproporcionado en manos de las instituciones financieras y comerciales. Por otro lado, para lograr un desarrollo sustentable, Río+10 debe rediseñar la arquitectura de la gobernanza internacional, incluido un marco para las empresas.
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