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No. 125/126 - Marzo/Abirl 2002

Porto Alegre versus Davos

por Walden Bello

Porto Alegre no es exactamente una ciudad del Tercer Mundo. Ubicada en uno de los estados de Brasil con mayor prosperidad, Rio Grande do Sul, y poblada principalmente por personas de origen europeo, esta ciudad de 1,2 millones de habitantes es del Primer Mundo en lo que a infraestructura y servicios sociales se refiere. De hecho, se ubica cerca de la punta de la clasificación en cuanto a los índices de "calidad de vida".

Ahora, Porto Alegre, donde se realizó el Foro Social Mundial (FSM) el año pasado y es de nuevo sede del mismo este año, se ha convertido en el símbolo del espíritu del floreciente movimiento contra la globalización dirigida por las grandes corporaciones empresariales. Galvanizadas por el eslógan "otro mundo es posible", unas 60.000 personas, casi seis veces más que el año pasado, se congregaron en esta ciudad costera de Brasil del 31 de enero al 5 de febrero.

El FSM surgió como una contrapropuesta con respecto al Foro Económico Mundial, la reunión anual del grupo global vinculado a las grandes empresas en Davos, Suiza. Propuesta por una coalición de organizaciones de la sociedad civil brasileña y por el Partido de los Trabajadores (PT) que controla tanto Porto Alegre como el estado de Rio Grande do Sul, la idea consiguió un fuerte apoyo internacional de organizaciones tales como la publicación mensual francesa Le Monde Diplomatique y ATTAC, una influyente organización europea que apoya la aplicación de un impuesto a las transacciones financieras mundiales.

Un debate televisado a través del Atlántico entre representantes del FSM y algunas lumbreras que participaban en el Foro Económico Mundial fue anunciado por el Financial Times como una colisión entre dos planetas, el de los super ricos globales y el de las grandes masas marginadas. El momento más memorable de esa confrontación fue cuando Hebe de Bonafini, de la organización argentina Madres de Plaza de Mayo, le gritó a través del Atlántico al financista George Soros: "Señor Soros, usted es un hipócrita. ¿De cuántas muertes de niños es usted responsable?"

Desde su primera reunión subieron las acciones del FSM mientras que las del Foro Económico Mundial cayeron. Ya puesto a la defensiva tras ser definido por uno de los participantes en el debate transatlántico como "un encuentro para discutir como mantener la hegemonía sobre el resto de nosotros", el Foro Económico Mundial vio como el gobierno suizo le pedía que dejara de reunirse en Davos dado que ya no podía garantizar la seguridad de los empresarios participantes. Para aislar el año pasado a Davos de los manifestantes fue necesaria la mayor operación de seguridad en Suiza después de la Segunda Guerra Mundial y para este año las autoridades helvéticas temían una pesadilla en materia de seguridad y de logística debido a los acontecimientos del 11 de septiembre. Como resultado de esa situación, el Foro Económico Mundial celebró sus sesiones de este año en Nueva York.

Las fuerzas antisistema se reunieron en Porto Alegre luego de un año tumultuoso. Quizás el apogeo del movimiento antiglobalización se produjo durante la reunión cumbre del Grupo de los Ocho (G-8) en Génova durante la tercera semana de julio pasado, cuando cerca de 300.000 personas marcharon pese a los ataques con gases lacrimógenos de la policía italiana. Poco después de los choques de Génova, en los cuales uno de los manifestantes murió a manos de la policía, hubo especulaciones en la prensa mundial acerca de que esas reuniones de la elite mundial no serían más posibles en el futuro en países no autoritarios. Y por cierto que la oferta de Canadá para que el próximo G-8 se realice en un alejado lugar de las montañas Rocallosas en la provincia canadiense de Alberta parece confirmar el hecho de que la elite global procura huir de la democracia en las calles.

Entonces vino lo del 11 de septiembre, que detuvo al ascendente movimiento en su trayectoria. La próxima gran confrontación entre el establishment y sus oponentes se suponía que iba a tener lugar en el pasado septiembre en Washington durante la reunión anual de otoño del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI). Acobardados por la perspectiva de una semana de protestas masivas que se esperaba iban a efectuar unas 50,000 personas, los dos instituciones de Bretton Woods sacaron ventaja de la conmoción del 11 de septiembre y cancelaron la reunión.

El establishment aprovechó la inesperada oportunidad para revertir la crisis de legitimidad que lo estaba atormentando antes del 11 de septiembre y presionó a los países en desarrollo para que aprobaran una declaración a favor del lanzamiento de una serie limitada de negociaciones comerciales durante la Cuarta Reunión Ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en Doha, Qatar, a mediados de noviembre. A los países del Tercer Mundo se les dijo que a menos que estuvieran de acuerdo en la realización de conversaciones a favor de una mayor liberalización serían los responsables por el empeoramiento de la recesión global, que había sufrido una aceleración debido al ataque contra el World Trade Center de Nueva York.

Para no arriesgarse, el secretariado de la OMC y la monarquía de Qatar trabajaron para limitar a cerca de 60 el número de ONG legítimas autorizadas a asistir a la reunión. Esto aseguró que las demostraciones masivas en las calles que caracterizaron a Seattle y que sirvieron como contexto para la famosa rebelión de los países en desarrollo en el Centro de Convenciones del Sheraton no se reiteraran en Doha. Y bajo esas circunstancias la oposición de los países subdesarrollados se derrumbó.

Si el mitin del FSM se hubiera celebrado en el pasado noviembre o diciembre, el humor de los participantes hubiera sido diferente. El gobierno de George W. Bush la hubiera tenido fácil luego de su devastador triunfo en Afganistán. Sin embargo, en las últimas semanas la historia, astuta como de costumbre, ha propinado a Washington dos durísimos golpes al cuerpo: el desastre de Enron y el derrumbe económico de Argentina.

Enron se ha transformado en el símbolo sórdido de la volátil mezcla de desregulación y corrupción que guió a la "Nueva Economía" de Estados Unidos en la década del 90 y ayudó a llevarla a la que posiblemente sea la mayor recesión mundial desde los años 30. Con el enorme peso de una impagable deuda externa de 140.000 millones de dólares, la industria sumida en el caos y 2.000 de sus ciudadanos que caen diariamente por debajo de la línea de pobreza, Argentina sirve como ejemplo aleccionador del desastre que aguarda a aquellos países que se toman en serio el consejo neoliberal para que liberalicen y globalicen sus economías.

En vísperas de la apertura del FSM, esos desastres gemelos pusieron de vuelta sobre el tapete la crisis de legitimidad que la elite mundial y su proyecto de globalización dirigida por las corporaciones experimentaban antes del 11 de septiembre. Porto Alegre es el emplazamiento perfecto y el momento perfecto para la contraofensiva por parte de los movimientos que creen que "otro mundo es posible".

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Walden Bello es Director ejecutivo del instituto Focus on the Global South, con sede en Bangkok, y catedrático de sociología y administración pública en la Universidad de Filipinas.






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