Nº 170 - marzo/abril 2007
Por la abolición de todas las armas nucleares
por
Mike Whitney
“Estados Unidos mantiene un riguroso doble discurso con respecto a las armas nucleares, como los alcohólicos que se quejan por los adolescentes que beben”.
Dan Presch, experto en control de armas.
En las actuales condiciones, Irán tiene argumentos válidos para nuclearizarse. La única solución es abolir todas las armas nucleares.
Se debería permitir que Irán compre o adquiera armas nucleares sin interferencia de Estados Unidos. La flagrante hostilidad del gobierno de George W. Bush hacia Irán sugiere que su supervivencia está tan amenazada como la de cualquier otro país.
Si es posible justificar el uso de la “disuasión nuclear” ante un peligro “inminente”, estamos precisamente ante ese caso. Sea como sea, la decisión debe tomarse tras un análisis calmo y razonado de los hechos. El veredicto no debería ser influido por la histeria de Washington.
El gobierno de Bush ha expresado su animosidad hacia Irán en un lenguaje inequívoco, incluyendo a ese país en el “eje del mal”. Mientras mantiene sus ataques verbales, realiza también una campaña abierta para que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) condene las actividades nucleares de Irán. Washington pretende que el Consejo de Seguridad de la ONU incluya en la eventual resolución una cláusula gatillo que lo autorice a emprender una acción militar contra Irán en caso de incumplimiento. ¿Suena conocido?
Una vez más, el gobierno de Bush pretende obtener el sello de aprobación de la ONU para validar sus planes de agresión. Por ahora, la ONU resiste y considera “desequilibrada” la postura de Estados Unidos.
Historia
También hay una historia de antagonismo de Estados Unidos hacia Irán que no puede ignorarse. En 1953, Estados Unidos tomó la extraordinaria decisión de deponer al gobierno de centroizquierda de Mohamed Mossadeq, elegido democráticamente, en un golpe de la CIA llevado a cabo por Kermit Roosevelt. Este golpe condujo a 25 años de un régimen brutal del sha Mohamed Reza Palevi, un títere de Washington.
Estados Unidos ayudó al sha a entrenar a su cuerpo de seguridad, el Savak, y le brindó suficientes armas para mantener a la población en un estado permanente de terror. Cuando una coalición de grupos fundamentalistas finalmente derrocó al sha, el presidente estadounidense Jimmy Carter instó al ejército iraní a reinstaurar al tirano, para impedir el acceso al poder del ayatolá Jomeini, que tenía mayor respaldo popular. Los esfuerzos de Carter fracasaron. Posteriormente, Estados Unidos se negó férreamente a extraditar al sha a Irán, donde habría sido juzgado.
Esta situación contrasta con la insistencia de la administración Bush en que el grupo extremista islámico Talibán entregara a Osama bin Laden después del 11 de setiembre de 2001, sin prueba tangible de su participación en los atentados. “No necesitamos que nos digan si es inocente o culpable. Sabemos que es culpable”, dijo Bush. La negativa de Talibán fue utilizada para justificar la invasión de Afganistán.
Cuando Irán solicitó la extradición de Reza Palevi, un déspota que aterrorizó a Irán durante 25 años, la postura de Washington fue radicalmente diferente. La negativa a entregar al sha fue un acto inmoral. Los países tienen no solo el derecho sino el deber de juzgar a sus líderes por crímenes perpetrados contra su propio pueblo. Estados Unidos no puede determinar arbitrariamente cómo se debe administrar justicia en otro país soberano. La hipocresía raramente se confunde con la justicia.
Hostilidad permanente
Estados Unidos ha mantenido su hostilidad hacia Irán de muy diferentes maneras. Facilitó la agresión del régimen de Saddam Hussein en la guerra de ocho años que costó la vida a un millón de iraníes y causó sufrimiento y devastación indescriptibles de ambos lados. “Espero que se maten unos a otros”, declaró el entonces secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger. (Cabe señalar que Estados Unidos y Gran Bretaña suministraron a Saddam Hussein los precursores de armas químicas que el líder iraquí utilizó contra Irán). Y, por supuesto, desde que Irán tomó el control de sus propios recursos (petróleo y gas natural), Estados Unidos ha mantenido estrictas sanciones contra ese país. El control sobre los propios recursos parece ser un crimen imperdonable.
Estados Unidos derrocó después al régimen de Saddam Hussein sin prueba alguna de la posesión de armas de destrucción masiva, y procura desestabilizar al actual goberno iraní. Bush ha llamado a esto “fortalecimiento de las fuerzas de la democracia en la región”, que puede traducirse como “actividad encubierta inclaudicable para promover el malestar social”. Hay unos 130.000 soldados estadounidenses cerca de Irak , y nadie puede saber qué tipo de provocación imaginaria podría hacer que marcharan hacia Teherán.
Nadie debería hacerse ilusiones acerca de las intenciones de Bush sobre Irán. Es más que probable que Washington haga buen uso de una eventual resolución de la ONU con un “mecanismo gatillo”.
Irán es un ejemplo de que la disuasión nuclear puede tener cierto valor práctico. No hay duda de que Bush mantendría a sus legiones detrás de la línea si se enfrentara con un adversario capaz de defenderse. Cabe recordar la actitud de contrición adoptada por Bush cuando precisó recuperar un avión espía que había sido obligado a aterrizar en una isla de China en 2001. Las disculpas se piden a los fuertes, no a los débiles. Sucede lo mismo con las armas nucleares: hacen que los bravucones se intimiden.
Criterios nucleares
Es necesario determinar de manera imparcial si se debería permitir que Irán procure o fabrique armas nucleares. Un sencillo cuestionario puede ayudar a determinarlo:
* ¿Irán ha violado la integridad territorial o la soberanía de cualquiera de sus vecinos?
* ¿Irán ha derrocado al gobierno de cualquier país extranjero y lo ha sustituido por autoridades de su elección?
* ¿Irán ha entrenado el aparato de seguridad de cualquier otro país sobre métodos de represión y terrorismo de Estado?
* ¿Irán ha tratado activamente de derrocar a gobiernos de países extranjeros para asegurarse el acceso a sus recursos?
* ¿Irán ha impuesto sanciones debilitantes a otros países como forma de coerción?
* ¿Irán ha mantenido a ciudadanos extranjeros en campos de concentración, en clara violación del derecho internacional y todas las convenciones aceptadas de derechos humanos?
Estos son los criterios que se deberían utilizar para determinar si un país es lo suficientemente responsable para tener armas nucleares. Es innecesario señalar que otros países no pasarían esta prueba, y esos son precisamente los países que deberían desarmarse.
Sin embargo, si somos realistas, sabemos que no se permitirá que Irán desarrolle armas nucleares. La actual charada tiene por finalidad debilitar las defensas de Irán, mientras los planes para robar sus recursos siguen adelante. El desarme de la víctima es común en cualquier asalto. Una vez que la farsa haya terminado, la ONU asumirá un aire de sorpresa e indignación, algo que hace con gran habilidad.
El tiempo se acaba para Irán. La administración Bush no se saldrá del camino que la llevará a los apetitosos recursos de la cuenca del Caspio. Por el contrario, esto parece inevitable. Al reflexionar sobre la frágil situación de Irán, debemos recordar la ominosa advertencia del primer ministro británico Tony Blair sobre Irak, a cuya invasión llamó “solo una prueba”.
Debemos poner fin a la discusión sobre qué países pueden y qué países no pueden tener armas nucleares. Ningún país tiene derecho a poner el cuello de la humanidad en la horca y después jugar con su supervivencia. Esto es, en sí mismo, la mayor de las depravaciones. Hay que abolir todas las armas nucleares.
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Este artículo fue publicado por primera vez en CounterPunch www.counterpunch.org el 16 de marzo de 2004.
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