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   Nº 169 - enero/febrero 2007
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Tema de tapa


Nº 169 - enero/febrero 2007

Corea del Norte: peligros y dilemas nucleares

por Ronald McCoy

La detonación de un dispositivo nuclear debería ser un llamado de advertencia a la comunidad internacional para que coloque el desarme nuclear en el primer lugar de su agenda.

Actualmente, el mundo enfrenta amenazas de salud, ambiente y seguridad debido a las centrales civiles de energía nuclear, además del riesgo de una guerra catastrófica con armas nucleares. La energía nuclear ha generado polémica desde sus comienzos, y mucho más después de los accidentes de Three Mile Island (1979) y Chernobyl (1986).
Las armas nucleares carecen de toda legitimidad en el derecho humanitario internacional y son moralmente detestables. Dos bombas atómicas fueron suficientes para borrar del mapa las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki y matar a cientos de miles de civiles en cuestión de segundos. Los propios científicos que trabajaron en el Proyecto Manhattan para producir las bombas tenían opiniones divididas. Algunos tenían serias reservas acerca del desarrollo de la tecnología nuclear.
Pese a estas reservas, en el período de posguerra creció la industria nuclear y se crearon más estaciones de energía atómica. Para el año 2000 había más de cuatrocientos reactores nucleares en treinta y un países, que suministraban cerca de un sexto de la electricidad mundial. (Energy Systems and Sustainability, editado por Godfrey Boyle, Bob Everett y Janet Ramage, Oxford University Press, 2003, p. 395.) Durante la guerra fría, la visión militar dominante de ambos lados de la brecha ideológica era la doctrina de la disuasión nuclear y la destrucción mutua asegurada. Así, se jugó con la supervivencia humana en una carrera nuclear que generó setenta mil ojivas atómicas. Ahora, la amenaza de una guerra nuclear abierta es menor, pero aún corremos el riesgo de una guerra nuclear por accidente o error de cálculo. Hoy en día, de una reserva de veintisiete mil ojivas nucleares, doce mil están en condiciones de funcionar y cinco mil están todavía en alerta.
Mientras Estados Unidos y Rusia mantengan la política de “lanzamiento sobre aviso”, corren el riesgo de responder a un falso aviso causado por error humano o mal funcionamiento. Una vez lanzado, un misil balístico intercontinental nuclear no puede neutralizarse ni hacerse volver.

Déficit moral

El mundo padece un grave déficit moral. Las tendencias mundiales indican que la humanidad ha perdido su brújula moral y flota en un mar de crisis provocadas por ella misma, no siempre conciente de que su planeta, propenso a conflictos, provisto de armas nucleares y ambientalmente amenazado, se está desmoronando. Es fundamental que comprendamos plenamente la naturaleza de las armas nucleares. Ellas representan las intenciones de los países nucleares de cometer el crimen más extremo contra la humanidad. El armamento termonuclear tiene el potencial de volver al planeta radiactivo e inhabitable de manera permanente. A diferencia de las armas químicas y biológicas, las armas nucleares no son armas de destrucción masiva. Son armas de aniquilación total, de incineración, vaporización y matanza de cientos de miles de personas en cuestión de segundos. Las armas nucleares son el colmo de las armas del terror. Por lo tanto, existen nueve países nucleares terroristas: Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Francia, China, Israel, India, Pakistán y la República Democrática de Corea.
Sesenta y un años después de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, un crimen contra la humanidad que permanece impune, el mundo sigue amenazado por la guerra nuclear. Treinta y seis años después de la entrada en vigor del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, el mundo sigue amenazado por la proliferación nuclear. Y diecisiete años después del fin de la guerra fría, la disuasión nuclear y la destrucción mutuamente asegurada siguen incorporadas a la mentalidad militar. Albert Einstein advirtió: “La división del átomo lo ha cambiado todo, salvo nuestra forma de pensar, por lo tanto nos dirigimos a una catástrofe sin precedentes”.
Kofi Annan, secretario general de las Naciones Unidas hasta el 31 de diciembre de 2006, advirtió que el mundo se dirige “sonámbulo” hacia una posible catástrofe nuclear. A menos que los países nucleares realicen un compromiso inequívoco con la eliminación de sus arsenales atómicos y lo prueben tomando medidas inmediatas en ese sentido, los países no nucleares se verán forzados a adquirir sus propias armas atómicas. Después de la guerra del Golfo de 1991, el ex viceministro de Defensa de India hizo la siguiente recomendación: “Nunca se debe negociar con Estados Unidos a menos que se cuente con un arma nuclear”.
En una conferencia de prensa realizada el 18 de abril de 2006, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, fue interrogado sobre si su afirmación de que “todas las opciones están sobre la mesa” en referencia a Irán incluía la posibilidad de un ataque nuclear. Bush reiteró: “Todas las opciones están sobre la mesa. Queremos resolver este asunto por la vía diplomática y nos estamos esforzando mucho para lograrlo”. Es difícil no concluir que Bush amenazó a Irán con un ataque nuclear preventivo. No es la primera vez que un presidente de Estados Unidos amenaza a Irán con ese tipo de ataques. En períodos de crisis, el gobierno estadounidense suele hacer ese tipo de amenazas. Algunas son directas, otras ambiguas, y otras sugieren que un ataque nuclear está en consideración. Las amenazas tienen distintos efectos. En algunos casos disuaden al adversario, en otras, tienen escaso o ningún efecto. Pero ciertamente, las armas nucleares no disuaden a los terroristas. George W. Bush, al igual que su padre y una larga lista de presidentes estadounidenses, han esgrimido la espada nuclear en respuesta a los desafíos geopolíticos.

Ciencia y tecnología de doble uso

Jano, el dios romano de las puertas, los umbrales y los comienzos, suele ser presentado con dos cabezas, una que mira hacia delante y otra hacia atrás. De muchas formas, Jano simboliza las dos caras de la ciencia y la tecnología. Una representa la “buena” ciencia que busca la verdad y sirve a fines nobles. La otra representa la “mala” ciencia, que abusa del conocimiento y sirve a fines innobles.
El descubrimiento de la fisión nuclear y la energía nuclear llegaron en momentos en que Europa estaba fermentando y Adolfo Hitler acrecentaba su poder. Una vez más, la elite militar y política de ambos lados secuestraba la ciencia y controlaba la fisión nuclear para construir un arma. Para cuando se reveló que Hitler había abandonado su proyecto, era demasiado tarde para detener el Proyecto Manhattan, impulsado por Estados Unidos. Los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki provocaron un gran remordimiento a los científicos de ese proyecto, pero la posterior lucha ideológica de la guerra fría casi aseguró que científicos de ambos lados de la brecha siguieran desarrollando armas nucleares más destructivas.
Leo Szilard, el físico húngaro que trabajó en la bomba atómica, promovió la abolición de las armas nucleares y argumentó que Estados Unidos, por poseer y haber utilizado la bomba, tenía una enorme responsabilidad: “El desarrollo del poder atómico dará a los países nuevos medios de destrucción. Las bombas atómicas a nuestra disposición representan solo el primer paso en esta dirección, y casi no existen límites al poder destructivo que estará disponible con su desarrollo futuro de esas armas. Por lo tanto, un país que ha sentado el precedente de usar estas fuerzas recién liberadas de la naturaleza para fines de destrucción tendrá que asumir la responsabilidad de haber abierto la puerta a una era de devastación en una escala inimaginable”. (Richard Rhodes, The Making of the Atomic Bomb, Simon & Schuster, 1986, p. 749.) Hoy en día, la ciencia y la tecnología son impulsadas por científicos decididos a promover el conocimiento científico, por empresarios y empresas motivados por el lucro, y por líderes políticos y gobiernos que buscan la dominación militar y la seguridad mediante aplicaciones militares de la ciencia. Este dispar complejo científico-político-militar-industrial impulsa el comercio de armas que a su vez echa combustible a las guerras.

Doble rasero nuclear

La historia de la era nuclear ha demostrado cómo los países nucleares utilizan su tecnología nuclear civil para desarrollar armas atómicas. El reconocimiento de este peligro condujo al sistema de salvaguardias de instalaciones nucleares civiles, incorporadas al Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, que entró en vigencia en 1970. Este pacto se basó en un acuerdo quid pro quo entre ciento ochenta y nueve países. Los países sin armas nucleares renunciaban a adquirirlas, y los países nucleares prometían deshacerse de sus arsenales nucleares y garantizar a aquellos el acceso a usos pacíficos de la energía nuclear. Pero los países nucleares rompieron sus promesas y así estimularon a otros a adquirir armas atómicas. India, Pakistán y Corea del Norte son buenos ejemplos de estos efectos del apartheid nuclear.
En junio de 2006, un grupo de premios Nobel de la Paz reunidos en la ciudad surcoreana de Gwangju emitió una declaración que decía: “Para tener estabilidad, precisamos justicia. Esto significa que las mismas reglas se apliquen a todos. Cuando este principio se viola, se corre el riesgo de sufrir un desastre. En este sentido, señalamos el incumplimiento por los países nucleares de su compromiso consagrado en el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares de negociar la eliminación universal de esas armas. Procurar que la península de Corea, Medio Oriente o Asia meridional sean libres de armas nucleares sin un compromiso creíble con el desarme nuclear universal equivale a que un padre trate de persuadir a sus hijos adolescentes de que no fumen, mientras él aspira un cigarro”.

El problema de Corea del Norte

La crisis nuclear en Asia nororiental es una consecuencia compleja pero inevitable de la guerra de Corea, del errático comportamiento de una Corea del Norte insegura, de la insistencia de Estados Unidos en el cumplimiento de precondiciones para iniciar las negociaciones, del agresivo discurso de Washington y de Pyongyang, que se manifiesta dispuesto a recurrir a la acción militar, y de la doble moral de Estados Unidos, que ha empujado a Corea del Norte al borde de la proliferación.
Corea del Norte procuró infructíferamente un tratado de paz con Estados Unidos para poner fin al estado de guerra entre ambos países, y un pacto de no agresión para protegerse de un ataque de la superpotencia. La garantía de seguridad más tangible y vital que Washington puede ofrecer es la normalización de las relaciones diplomáticas con Corea del Norte y su integración a la comunidad internacional, como primer paso para calmar la arraigada preocupación de ese país por su seguridad y eliminar su justificación para poseer armas nucleares. La sensación de inseguridad de Corea del Norte alcanzó su clímax cuando Estados Unidos la estigmatizó como miembro del “eje del mal” y se negó a descartar el uso de armas nucleares en su contra.
En enero de 2003, Corea del Norte expulsó a los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), se retiró del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares y ejerció su opción nuclear. El 9 de octubre de 2006 realizó su primera prueba atómica, qe representa el peligro más inmediato de proliferación nuclear. Este es otro llamado de atención a la comunidad internacional para que ponga el desarme nuclear en los primeros lugares de su agenda. Una Corea del Norte con armas nucleares podría desestabilizar a Asia nororiental al obligar a Corea del Sur, Japón y Taiwan a revisar sus políticas nucleares y de seguridad. La proliferación nuclear en la región podría dar paso a la reversión completa del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares y a una libre competencia nuclear.
Tras una negociación intermitente entre las dos Coreas, Estados Unidos, Japón, China y Rusia, se emitió el 19 de septiembre de 2005 una Declaración de Principios para la desnuclearización verificable de la península de Corea. Sin embargo, el proceso de desnuclearización ha sido demorado por disputas no resueltas sobre varios asuntos, por ejemplo de derechos humanos, armas biológicas y químicas, misiles balísticos, armas convencionales, terrorismo, actividades de lavado de activos, el suministro de un reactor de agua ligera, el enriquecimiento de uranio, medidas de verificación y el momento y la secuencia del proceso de desnuclearización. (Daryl G Kimball, “Getting Serious about North Korea”, Arms Control Today, diciembre de 2005.) Es bien sabido que las instalaciones nucleares de Corea del Norte en Yongbyon son capaces de producir plutonio para un programa de armas nucleares. Sin embargo, el estado de su programa de enriquecimiento de uranio es menos claro, aunque Pyongyang niega la acusación estadounidense de que su adquisición de tubos de aluminio y de máquinas centrífugas sea señal de producción clandestina de uranio altamente enriquecido, con grado militar.
En vista del desventurado estado de las relaciones entre Estados Unidos y Corea del Norte, la desnuclearización no será fácil ni rápida. Las conversaciones de seis partes deberán producir un paquete de medidas graduales que vinculen la desnuclearización con los beneficios de garantías de seguridad, relaciones diplomáticas normales, ayuda económica y cooperación. Estados Unidos debe volver sobre sus pasos, apoyar la política “luz de sol” de Corea del Sur y ayudar a rehabilitar la economía y la infraestructura energética norcoreanas, con la cooperación de Seúl. La primera etapa podría consistir en el congelamiento de la producción de plutonio por parte de Pyongyang, el suministro de electricidad de Corea del Sur a Corea del Norte, la reincorporación de ésta al Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares como país no nuclear y su sometimiento a las salvaguardias de la AIEA, incluso el Protocolo Adicional. La normalización de las relaciones diplomáticas incluiría la flexibilización de las sanciones y la eliminación de Corea del Norte de la lista de “estados terroristas”. La segunda etapa podría incluir la sustitución del armisticio de 1953 por un tratado de paz garantizado por China y Rusia y la aplicación de reformas económicas que aseguren el desarrollo sostenible y la reducción de la pobreza. La última etapa podría incluir el desmantelamiento de las instalaciones de enriquecimiento y reprocesamiento de uranio y la ratificación del Protocolo Adicional de la AIEA.
La estabilidad regional podría mejorarse con la creación de una zona libre de armas nucleares de Asia nororiental, que incluya a las dos Coreas, Japón y Taiwan, con garantías de seguridad de Estados Unidos, Rusia y China. Cada paso hacia el desarme total debería cumplirse con transparencia y bajo un régimen de verificación eficaz. Los principales obstáculos a la desnuclearización no son técnicos, sino políticos. Los últimos años han demostrado que las políticas hostiles y radicales de la administración Bush han sido contraproducentes y prolongado la crisis de Corea del Norte. Solo medidas constructoras de confianza, gestiones diplomáticas y negociaciones incondicionales de buena fe pueden lograr una solución pacífica. El acto final será la reunificación de la península de Corea.

------------ Ronald McCoy fue presidente del grupo Médicos Internacionales por la Prevención de la Guerra Nuclear e integró la Comisión de Canberra sobre la Eliminación de las Armas Nucleares en 1996.






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