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Tema de tapa


Nº 169 - enero/febrero 2007

Pruebas nucleares recuerdan que debe retomarse agenda de paz

por Praful Bidwai

Si la acción de Corea del Norte al detonar un dispositivo nuclear fue un golpe más al orden internacional vigente de no proliferación, los países nucleares solo pueden culparse a sí mismos. No pueden impedir la proliferación de armas nucleares sin cumplir su parte avanzando hacia el desarme.

Corea del Norte sacudió al mundo al detonar una bomba nuclear, en cumplimiento de la amenaza que propaló ese país hace seis años. La acción del régimen de Kim Jong Il es un golpe más al orden vigente de no proliferación de armas nucleares y elevará la inestabilidad en el noreste de Asia y en todo el continente. Pero la comunidad internacional cometería un enorme error al responder por reflejo a la prueba, imponiendo sanciones a Corea del Norte y reiterando la importancia de la no proliferación al mismo tiempo que ignora la agenda del desarme nuclear.
El error de las grandes potencias, en particular, sería garrafal si alientan o admiten el rearme de Japón y Corea del Sur para contener la nueva amenaza norcoreana. De ese modo, se establecería una rivalidad del estilo de la guerra fría y una carrera armamentista.
Washington es el principal responsable del fracaso de los últimos esfuerzos por contener a Pyongyang para que no cruzara el umbral nuclear. Dos aliados de Estados Unidos y vecinos de Corea del Norte, Japón y Corea del Sur, tienen parte de la responsabilidad.
En los últimos seis años, el presidente estadounidense George W. Bush ha bombardeado el proceso de reconciliación entre las dos Coreas, agravando la inseguridad regional. En enero de 2002, Bush ubicó a Corea del Norte en un “eje del mal”, junto a Irán e Irak -entonces gobernado por Saddam Hussein-, y se comprometió a impedir que ese país adquiriera armas nucleares. Eso condujo a Pyongyang a denunciar (dejar de suscribir) un Acuerdo Marco del vínculo alcanzado en 1994 con Washington, según el cual debía suspender sus actividades nucleare.
Antes, Estados Unidos había renegado de su compromiso de suministrar cada año a Corea del Norte medio millón de toneladas de fuel-oil para producción de electricidad. Tampoco cumplió con su promesa de construir, con colaboración japonesa y surcoreana, un reactor nuclear de agua liviana en territorio norcoreano.
En 2003, Pyongyang se retiró del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, para lo que se excusó en razones de seguridad. Luego, Estados Unidos, Rusia, China, Japón y Corea del Sur establecieron un mecanismo de diálogo de seis partes para lograr que Corea del Norte contuviera su desarrollo armamentista nuclear. Cuando esta instancia fracasó, en gran medida por la ineptitud diplomática de Estados Unidos, Washington puso a Corea del Norte en cuarentena.
A medida que aumentaba el aislamiento de Corea del Norte, el régimen de Kim ejercitaba su músculo militar. Condujo pruebas de misiles, incluido uno en julio pasado. Uno de esos proyectiles, el Taepodong-2, capaz de alcanzar Alaska, al parecer, fracasó.
Pyongyang observó con atención la invasión estadounidense en Irak, cuya excusa fue la acusación de poseer armas de destrucción masiva. El gobierno norcoreano tal vez llegó a la conclusión de que “la principal lección de la primera guerra del Golfo (1991) es que un estado que pretenda luchar contra Estados Unidos debería abstenerse de hacerlo a menos que posea armas nucleares”, como dijo entonces el ex jefe del Estado Mayor del ejército indio, general K. Sundarji.
Tres acontecimientos parecen haber sido el disparador de la prueba nuclear. Uno de ellos fue la designación del dirigente militarista japonés Kenzo Abe como primer ministro de Japón. El segundo, la delantera del canciller surcoreano Ban Ki-moon en la carrera por la secretaría general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). El tercero, un intercambio de palabras entre los embajadores de China y Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU.
El estadounidense, John Bolton, dijo que los aliados de Washington habían acordado emitir un fuerte llamado de alerta a Pyongyang, mientras no estaba seguro de “qué harán los protectores de Corea del Norte en el Consejo”. El chino, Wang Guangya, replicó: “No estoy seguro de a qué país se refiere, pero creo que nadie en este mundo los protegerá por mal comportamiento”.
Al poner a prueba un arma nuclear, Corea del Norte emitió una fuerte amenaza al orden nuclear mundial. Una de las claves de tal orden es el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, con el cual los países no poseedores de armas nucleares se comprometen a no fabricarlas ni adquirirlas, y se someten con ese fin a la fiscalización de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA). A cambio, los países que poseen tales armas deben realizar negociaciones serias para eliminarlas de sus arsenales en todo el mundo y ofrecer también tecnología y materiales nucleares a los países que no las tienen.
Pero las grandes potencias nucleares se han negado a contenerse y a reducir sus arsenales, para no hablar del desarme, a pesar de que la Corte Internacional de Justicia con sede en La Haya sentenció en 1996 que estaban obligadas por el derecho internacional a la eliminación completa de esas armas.
Corea del Norte era firmante del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, pero se retiró del mismo. Años antes, tres países no firmantes del tratado fabricaron sus propias armas nucleares: Israel, India y Pakistán.
La prueba de Corea del Norte será vista por el mundo como un desafío a Estados Unidos y un aliciente para Irán, que anunció que también consideraría retirarse del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares si Occidente lo arrincona para que deje de lado su desarrollo nuclear civil. Por lo tanto, promueve, y no impide, futuras denuncias del tratado.
El cruce del Rubicón nuclear por parte de Pyongyang fortalece en Tokio a quienes aspiran a reformar la Constitución de posguerra con el fin de crear un ejército ofensivo. Al mismo tiempo, Japón podría revisar su compromiso de no fabricar ni comprar armas nucleares. Ese país cuenta con 40,6 toneladas de plutonio, suficientes para construir 5.000 bombas.
También Corea del Sur podría verse tentada a desarrollar armas nucleares para “defenderse”. Técnicamente, las dos Coreas están en guerra, aunque rige el cese del fuego de 1953.
Corea del Norte demostró que incluso un país desesperadamente pobre, industrialmente retrasado y políticamente aislado, que sufre hambrunas regulares, puede obtener armas nucleares si está decidido a hacerlo. La tecnología no es difícil de dominar. Al menos otros cuarenta países podrían desarrollar estas armas. Su determinación a mantenerse libres de ellas se debilitará a menos que las grandes potencias nucleares pongan fin a su adicción.
El caso de Corea del Norte debería poner a prueba la complacencia y el doble discurso de las grandes potencias nucleares. (IPS)

------------- Praful Bidwai es un investigador social y activista residente en Nueva Delhi. Es miembro fundador de la Coalición para el Desarme Nuclear y la Paz (India) y coautor, junto con Achin Vanaik, de South Asia on a Short Fuse: Nuclear Politics and the Future of Global Disarmament (Oxford University Press, 2001).






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