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Tema de tapa


Nº 169 - enero/febrero 2007

La crisis nuclear en la era de la unificación: hora de poner fin a la guerra de Corea

por Sheila Miyoshi Jager

Dado que Estados Unidos y Corea del Norte siguen técnicamente en guerra, es necesario comprender la causa profunda de la crisis actual, que no es más que la continuación de la guerra de Corea. Washington debe reconocer el surgimiento de un nacionalismo pancoreano en Corea del Sur, que considera la reconciliación y finalmente la reunificación de la península como la única forma de resolver la crisis.

Cuando Corea del Norte realizó su prueba nuclear el 9 de octubre de 2006, pese a las advertencias de China, el gobierno de George W. Bush en Estados Unidos esperaba que ese acto precipitara un vuelco estratégico en la visión que China y Corea del Sur tenían de Pyongyang. Ambos países asiáticos son esenciales para la supervivencia económica de Corea del Norte y se han negado a adoptar políticas que puedan conducir al colapso de Pyongyang y a una convulsión regional.
Sin embargo, pronto se revirtió el optimismo inicial de la administración Bush de que finalmente se alcanzaría una política unificada sobre Corea del Norte, sobre la base de la plena aplicación de la resolución pertinente del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Pese al desafío de Pyongyang, persisten profundas divisiones entre China y Estados Unidos, y entre Corea del Sur y Estados Unidos, acerca de qué hacer con respecto al recalcitrante régimen de Corea del Norte. Esto se refleja en las diferencias sobre el significado de las sanciones de la ONU. Cuando se le preguntó al embajador de China ante el foro mundial, Wang Guangya, cómo implementaría su país esas sanciones, declaró: “Creo que los diferentes países las implementarán de diferentes formas” . Y el diputado surcoreano Kim Geun-tae, presidente del gobernante Partido Uri, fue aun más contundente, al decir que la política de su país “no cambiará porque alguien ordene hacer esto o aquello” .
Fueron precisamente esas ideas ambivalentes las que llevaron a la secretaria de Estado de Estados Unidos, Condoleezza Rice, a visitar Asia tras la prueba nuclear de Corea del Norte. “El propósito de mi viaje es conseguir el apoyo de nuestros amigos y aliados de Asia nororiental para una estrategia integral”, dijo Rice. “Cada país de esta región debe llevar tanto la carga como los beneficios de nuestra seguridad común”. Rice exhortó a China y a Corea del Sur a “aislar colectivamente” a Corea del Norte, y añadió que Pyongyang “no puede desestabilizar el sistema internacional y después pretender sacar provecho de complejas redes financieras construidas para el comercio pacífico” .

Delicado equilibrio

Hasta ahora, China ha mantenido un delicado equilibrio al ceder a presiones de Estados Unidos sin a su vez presionar tanto al régimen de Kim Jong Il como para provocar su colapso económico. China no desea dañar gravemente sus relaciones con Washington por la cuestión norcoreana, pero al mismo tiempo, la supervivencia de Pyongyang es necesaria para asegurar los intereses geopolíticos chinos a largo plazo. Lo último que Beijing desea es ver a cientos de miles de norcoreanos buscando refugio en China y trastornando sus planes nacionales de desarrollo. Mucho menos una guerra en la península de Corea. Por lo tanto, las autoridades chinas restringieron las exportaciones a Pyongyang, pero al igual que el gobierno ruso, no cedieron a la presión estadounidense para abordar e inspeccionar buques norcoreanos o intensificar los controles de fronteras terrestres.
Algunos observadores cuestionaron la efectividad de las restricciones aplicadas, preguntándose si la confiscación de té y otros artículos que pasan de China a Corea del Norte no es más simbólica que sustancial. Aunque China está muy enojada por la prueba nuclear, sigue impulsando una solución diplomática a la crisis y urgiendo a Washington a adoptar una actitud más “flexible” hacia Pyongyang. “La cuestión nuclear de la península de Corea está en una encrucijada”, dijo el primer ministro chino Wen Jiabao a Rice durante su visita. “El camino a seguir está directamente relacionado con la paz y estabilidad en Asia oriental y el mundo en general. No existe otra opción que la diplomacia y el diálogo” .
Por su parte, Corea del Sur, cuya cambiante alianza con Estados Unidos ha estado bajo intenso escrutinio en los últimos años, parece aun más ambivalente hacia la exhortación de Rice. Aunque la prueba nuclear de Pyongyang inicialmente causó enojo y temor en Corea del Sur, no tuvo el efecto esperado de reconciliar completamente las tensas relaciones entre Seúl y Washington. De hecho, es posible que se amplíe la brecha entre los dos aliados. En respuesta a las presiones de Estados Unidos, Kim Dae-jung, arquitecto de la política de compromiso de Seúl, atribuyó la crisis directamente a la postura radical de la administración Bush hacia Corea del Norte: “Desde 1994, hemos puesto énfasis en un paquete de resoluciones y el gobierno de Clinton lo aceptó positivamente. Como resultado, nuestro plan casi dio fruto. Pero la administración de George W. Bush lo ignoró y el resultado es el fracaso de hoy” .
El presidente Roh Mu-hyun abrazó esta posición, contradiciendo abruptamente su declaración inicial del 9 de octubre de que la política de compromiso con Corea del Norte debería revisarse. Solo dos días después afirmó que el diálogo intercoreano debería continuar, al igual que la promoción surcoreana del complejo industrial conjunto Kaesong y del turismo hacia Mt. Kumgang, en Corea del Norte. Casi setenta y uno por ciento de los surcoreanos respaldaron la continuación de la política de compromiso, según una encuesta publicada por Joong-ang Ilbo después de la prueba nuclear norcoreana. Según esa encuesta, 70,8 por ciento de los surcoreanos opinaban que “el diálogo entre Corea del Norte y Corea del Sur es la mejor manera de resolver la crisis actual” . Como dijo el ex embajador surcoreano ante Estados Unidos, Han Sung-joo, “existe en Corea del Sur un consenso general, no solo entre políticos sino también en la población, de que el compromiso es la política correcta” .
Sin embargo, altos funcionarios estadounidenses presionaron a Corea del Sur para que reconsiderara su política de compromiso y la continuación de su cooperación económica con Pyongyang. Con el propósito declarado de asegurar que todos los países aplicaran estrictamente las sanciones establecidas en la resolución 1718 del Consejo de Seguridad de la ONU, la secretaria de Estado estadounidense sugirió que las pruebas nucleares de Pyongyang deberían hacer que Seúl revisara sus actividades con Pyongyang. Y el secretario de Estado adjunto, Christopher Hill, máximo negociador de Washington en las conversaciones de seis partes, manifestó escepticismo acerca del proyecto turístico de Seúl en Mt. Kumgang: “Creo que (el proyecto) fue diseñado para dar dinero a las autoridades norcoreanas”, afirmó . Mientras, el embajador estadounidense en Corea del Sur, Alexander Vershbow, urgió a Seúl y a Beijing a reevaluar cuidadosamente sus lazos económicos con Corea del Norte. “Deberíamos hacer todo lo posible para cortar el apoyo a los programas de armas nucleares y de otras armas de destrucción masiva de Corea del Norte”, dijo Vershbow el 18 de octubre en Seúl. “Ese es el objetivo central de la resolución” del Consejo de Seguridad de la ONU” .
Washington también está aumentando la presión sobre Seúl para que tenga un papel más activo en la Iniciativa de Seguridad contra la Proliferación, impulsada por Estados Unidos para impedir que embarques de armas y otros cargamentos sospechosos entren y salgan de Corea del Norte. Hasta ahora, Seúl ha rechazado participar directamente en la Iniciativa de Seguridad contra la Proliferación, con el argumento de que esa medida podría provocar una escalada de acontecimientos que desemboquen en una segunda guerra de Corea (1950-1953). De acuerdo con la postura del gobierno, la mayoría de los legisladores del Uri declararon el 12 de octubre que “el registro y la detención de buques y un bloqueo naval conforme a la Iniciativa de Seguridad contra la Proliferación podrían causar un enfrentamiento físico no deseado entre las dos Coreas” .
Aunque grupos conservadores como el opositor Gran Partido Nacional no rechazan la política de compromiso hacia Corea del Norte, sí se oponen a la continuación de proyectos económicos intercoreanos después de la prueba nuclear de Pyongyang . La líder de ese partido, Park Geun-hae, declaró que, aunque es partidaria del compromiso, “esta política debe funcionar conforme a ciertas normas dictadas por el ambiente de seguridad”, que los norcoreanos “claramente han violado con su prueba nuclear” . Sobre esta base, Park y otros conservadores reclamaron el cese de sus vínculos económicos intercoreanos con Pyongyang y aceptaron participar en la Iniciativa de Seguridad contra la Proliferación promovida por Washington. Por su parte, los progresistas surcoreanos replicaron que Pyongyang se vio obligado a tomar esa medida extrema debido a la postura radical de Washington. “La prueba nuclear de Corea del Norte, su retiro del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, su expulsión de los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica y su violación del Acuerdo Marco de 1994 han demostrado el fracaso de las políticas de Estados Unidos hacia el programa nuclear de Corea del Norte”, afirmó Kim Dae-jung . Los partidarios de la continuación de la política de compromiso argumentan que aislar más a Corea del Norte empeoraría la situación de seguridad en la península e incluso podría llevar a Pyongyang a que realice una segunda prueba atómica.

Divisiones más profundas

Más allá de las obvias diferencias en las consideraciones de seguridad entre Washington y Seúl con respecto a la crisis de Corea del Norte, las últimas desavenencias entre los gobiernos de Bush y Roh acerca del destino de proyectos económicos y turísticos surcoreanos en Corea del Norte también reflejaron divisiones más profundas en cuanto a la forma en que ambos países conciben el mundo y su lugar dentro de él. Estados Unidos sigue viendo la amenaza norcoreana -y la guerra contra el terrorismo en general- a través del prisma ideológico de la antigua rivalidad con la Unión Soviética, y de una interpretación de la guerra fría que recuerda el discurso del “imperio del mal” de Ronald Reagan como medio para resolver la crisis. Cabe recordar el publicitado comentario del vicepresidente Dick Cheney en el que resumió la política del gobierno estadounidense hacia Corea del Norte: “No negociamos con el mal. Lo derrotamos”.
En contraste, una nueva generación de líderes surcoreanos ha intentado avanzar más allá de la guerra fría -y de la guerra de Corea- al tratar con su vecino del norte sobre la base del nacionalismo y los lazos étnicos y valores culturales compartidos. Como resultado, muchos líderes, intelectuales y activistas surcoreanos han comenzado a reconsiderar su dilatada lucha contra Corea del Norte con miras a poner un fin definitivo a la guerra de Corea. Ellos rechazan el paradigma de la guerra fría, que suponía una Corea dividida y una relación de subordinación hacia Estados Unidos, y han comenzado a procurar la realización del antiguo sueño de la reunificación coreana.
Estas reevaluaciones políticas en Corea del Sur tras la guerra fría, en parte basadas en el reconocimiento del enorme costo humano que tendría un colapso de ese país o una reanudación de la guerra de Corea, han tenido una enorme repercusión en la forma en que la generación más joven de surcoreanos percibe su pasado bélico y su futuro. Es por esto que los partidarios de la política del compromiso siguen presionando a Estados Unidos para que entable conversaciones bilaterales con Pyongyang. La meta es no solo resolver la crisis actual, sino también poner un fin definitivo a la guerra, de la cual esta última crisis es únicamente una manifestación. Un fin formal al conflicto -la guerra terminó con un armisticio en 1953, pero no hubo un tratado de paz entre las partes beligerantes- resolvería los problemas derivados de este estado de guerra permanente, que los norcoreanos usan como argumento para desarrollar su “disuasión” nuclear.
La inconclusa guerra de Corea es también el contexto que permite comprender el surgimiento del antiamericanismo popular en Corea del Sur. Las tensiones en la alianza estadounidense-surcoreana, que a su vez han provocado tensiones dentro de los gobiernos de Bush y Roh en sus esfuerzos por resolver la crisis nuclear, revela cómo los recuerdos de la guerra en Corea del Sur están íntimamente ligados con la política de la reunificación. Hay un creciente deseo de “normalización” de las relaciones entre las dos Coreas, y este cambio subyace a una reevaluación fundamental de las relaciones entre Estados Unidos y Corea del Sur. Hoy en día, más surcoreanos ven a Estados Unidos como una amenaza mayor a su seguridad nacional que Corea del Norte. En una encuesta de la empresa KBS, cuarenta y tres por ciento de los entrevistados culparon a Estados Unidos por la prueba nuclear norcoreana, mientras que treinta y siete por ciento culparon a Corea del Norte, y 13,9 por ciento al gobierno de Roh . Mientras, la antipatía hacia Estados Unidos ha seguido creciendo en Corea del Sur, en particular en la generación más joven. Según una encuesta de opinión pública patrocinada por el diario Choson Ilbo, 65,9 por ciento de los surcoreanos nacidos en los años 80 (de 16 a 25 años) dijeron que estarían del lado de Corea del Norte en caso de una guerra entre este país y Estados Unidos .
En esencia, entonces, la marcada diferencia en la visión y el tratamiento de la crisis de Corea del Norte por parte de los gobiernos de Bush y Roh puede atribuirse a dos visiones profundamente diferentes de la guerra fría y la guerra de Corea. Mientras la administración Bush sigue viendo la guerra fría a la luz de la “victoria” estadounidense sobre el comunismo, y su propio papel en la guerra de Corea como el “salvador” de Corea del Sur contra un régimen agresivo que sigue amenazando la paz y estabilidad mundiales, la administración Roh rechaza firmemente ese punto de vista, en un esfuerzo por poner fin a la guerra fría en la península y lograr la reunificación pacífica de las dos Coreas.

Del enfrentamiento a la comunidad

Muchos surcoreanos también creen que Estados Unidos intenta colocar una cuña entre las dos Coreas. De hecho, existe un consenso en cuanto a que la oposición ideológica entre comunismo y democracia liberal ha sido sustituida por diferencias de tradición, valores y realidades sociales entre naciones. La búsqueda de una identidad “posdivisión” en la Corea del Sur contemporánea juega un papel importante en contra del enfrentamiento y a favor de la reconstrucción de los lazos de comunidad que fueron rotos por la guerra fría. Los surcoreanos quieren reescribir la historia reafirmando un antiguo mito de la victimización nacional y uniendo a Corea del Sur y Corea del Norte como una nación que enfrenta a poderosos enemigos extranjeros (Japón y Estados Unidos). Este razonamiento ha llevado al gobierno de Roh a oponerse enérgicamente a la participación en la Iniciativa de Seguridad contra la Proliferación, con el argumento de que podría llevar a Seúl a un conflicto armado no deseado contra Pyongyang. Como presidente del Partido Uri, Kim Geun-tae advirtió: “Es imperativo recordar que seguimos en estado de guerra. Un acto trivial en el mar podría desencadenar un conflicto militar abierto entre Corea del Sur y Corea del Norte” .
Dado que la raíz de la actual crisis debe entenderse en el contexto de una crisis mayor que es la inconclusa guerra de Corea, la presión por la aplicación estricta de las sanciones de la ONU contra Corea del Norte -supuestamente la razón principal de la gira de Rice por Asia- no desalentará las ambiciones nucleares de Pyongyang, sino que por el contrario, las aumentará. Dado que Corea del Norte y Estados Unidos están todavía técnicamente en guerra, el intento de la administración Bush por aislar más a ese país a fin de promover un cambio de régimen solo provocará a Kim Jong Il a tratar de fortalecer su arsenal militar y nuclear en nombre de la “autodefensa” nacional.
Como muchos norcoreanos creen que su país está en estado de guerra -una idea promovida por su gobierno y fortalecida por las acciones de la administración Bush contra Corea del Norte-, la nación ha podido soportar las dificultades asociadas con una movilización bélica de más de cincuenta años. Cuanto más beligerante se muestra Estados Unidos, mayor es la resistencia norcoreana. Es por esto que ninguna de las predicciones de colapso del régimen se ha cumplido. Los regímenes comunistas de Europa oriental se derrumbaron casi de la noche a la mañana porque sus líderes eran vistos como ocupadores ilegítimos del poder, pero el régimen norcoreano ha sobrevivido a los ataques porque sus líderes, nos guste o no, son vistos como defensores de la patria. Así como el fundador de Corea del Norte, Kim Il Sung, era considerado un patriota que peleó contra los japoneses por la independencia de su país, se cree que Kim Jong Il ha sido capaz de oponerse al gran enemigo estadounidense.
Además, presionar a Corea del Sur para que abandone la cooperación económica con Pyongyang probablemente deteriore más las relaciones entre Seúl y Washington. Los esfuerzos de Corea del Sur por mejorar sus relaciones con Corea del Norte deben entenderse no solo como un intento de avanzar más alla de la guerra de Corea y del marco de la guerra fría que la sostuvo -incluida la alianza estadounidense-surcoreana y un comando militar combinado- sino también de retomar un consenso previo a ese conflicto, basado en los vínculos del nacionalismo, la identidad étnica y afinidades culturales compartidas. Esa reformulación de la identidad pancoreana necesariamente enfrentó a Corea del Sur con Estados Unidos sobre los mejores métodos para resolver la última crisis de Corea del Norte. La principal preocupación de Seúl es resolver la cuestión de la reunificación norcoreana e integrar pacíficamente a Corea del Norte a la región económicamente más dinámica del mundo, con o sin armas nucleares .
Esto significa que Washington debe aceptar el surgimiento de un nacionalismo pancoreano en Corea del Sur, cuyo principal objetivo es poner fin a la guerra de Corea. En términos prácticos, esto exigirá que Estados Unidos entable un diálogo directo con Corea del Norte, destinado a poner fin a las relaciones bilaterales hostiles, firmar un tratado de paz y establecer relaciones diplomáticas.
El futuro de la península de Corea depende de poner fin a la guerra de Corea, ayudando a todos los coreanos a alcanzar la meta de la reunificación nacional. Presionar a Seúl a adoptar medidas contrarias a sus intereses nacionales como forma de resolver la crisis nuclear de Corea del Norte niega esta realidad de posguerra fría y los deseos de una nueva generación de surcoreanos que buscan la reconciliación, no la confrontación, con Corea del Norte. Esta negativa y la búsqueda permanente de una política que ignora los nuevos deseos y realidades de la posguerra fría y la posguerra de Corea probablemente tense más las relaciones entre Estados Unidos y Corea del Sur y deteriore el ambiente de seguridad de Asia nororiental. Peor aún, puede provocar la reanudación de la guerra de Corea.

Notas

1. “China Inspects North Korean Cargo; Australia Bans Ships from Its Ports”, USA Today, 16 de octubre de 2006.
2. Thom Shanker y Martin Fackler, “South Korea Says It Will Continue Projects in North”, The New York Times, 19 de octubre de 2006.
3. Glen Kessler y Dafna Linzer, “Rice Trip to Push Full Sanctions for North Korea”, The Washington Post, 17 de octubre de 2006.
4. Le Tian, “Prudence Key to Resolving Nuclear Issue”, China Daily, 21 de octubre de 2006.
5. Kim Dae-jung hizo estos comentarios durante la conferencia “The Realities of the Korean Peninsula and the Four Powers”, dictada en la Universidad Nacional de Chonnam el 11 de octubre de 2006. El discurso fue reproducido en diarios surcoreanos y sitios de Internet al día siguiente.
6. La encuesta fue realizada por Joins P'unghyang-gae (research.joins.com) y publicada en Joong-ang Ilbo el 13 de octubre de 2006.
7. Norimitsu Onishi, “Tough Talk From Seoul, If Little Will for a Fight”, The New York Times, 10 de octubre de 2006.
8. Ryu Jin, “Seoul to Keep Mt. Kumgang Project Going”, The Korea Times, 18 de octubre de 2006.
9. Park Song-wu, “Vershbow Wants Seoul to Cut Economic Ties with North Korea”, The Korea Times, 18 de octubre de 2006.
10. Jin Dae-woong, “Uri Lawmakers Opposed to Expanded PSI Role”, The Korea Herald, 14 de octubre de 2006.
11. Esta cuestión refleja la profunda brecha generacional existente en la sociedad surcoreana. En general, la llamada “generación 386” (los nacidos en la década de 1960 que alcanzaron la mayoría de edad en la década de 1980) apoya una política de compromiso activo hacia Corea del Norte, en contraste con la generación que creció durante la guerra de Corea o en los años siguientes.
12. Park Keun-hae: pukhan daemunae chukul dunun opda (No podemos morir por Corea del Norte), Choson Ilbo, 18 de octubre de 2006.
13. “DJ: haetpyolchongch'aek silp'aenun': haekuihan iron” (Kim Dae Jung – El fracaso de la política luz de sol: Un punto de vista escandaloso). Choson Ilbo, 11 de octubre de 2006.
14. "Pukhaeksatae kachang k'un ch'eakim" mikuk 43%, pukhan 37%" (Principal responsabilidad por las pruebas nucleares de Corea del Norte: Estados Unidos, 43%; Corea del Norte, 37%). Encuesta de KBS publicada en el portal surcoreano OhmyNews el 17 de octubre de 2006.
15. “South Korean Opinion Polls: Majority Favors Nuclear Weapons; 1980s Generation Question US Ties”, WMD Insights: Issues and Viewpoints in the International Media, diciembre-enero de 2006.
16. Jin Dae-woong, “Uri Lawmakers Opposed to Expanded PSI Role”, The Korea Herald, 14 de octubre de 2006.
17. David Kang expresó una opinión similar en su columna “A Better Strategy”, The Washington Post, 28 de noviembre de 2005.

-------------------- Sheila Miyoshi Jager es profesora adjunta de Estudios de Asia Oriental en el Oberlin College y profesora investigadora visitante de Asuntos de Seguridad Nacional en el Instituto de Estudios Estratégicos del US Army War College. Es coautora, junto con Rana Mitter, de Ruptured Histories: War, Memory and the Post-Cold War in Asia, de próxima publicación por Harvard University Press.

Este artículo fue publicado originalmente en Japan Focus (http://japanfocus.org), un diario y archivo electrónico sobre Japón y Asia Pacífico.
Las opiniones expresadas no reflejan necesariamente la política ni la posición oficial del Ejército, el Departamento de Defensa o el gobierno de Estados Unidos.

La autora agradece a Mark Selden, Jiyul Kim, Charles Armstrong y John Feffer por sus valiosos comentarios sobre diversos borradores de este artículo.






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