Nº 169 - enero/febrero 2007
Corea del Norte ¿Una amenaza nuclear?
La prueba atómica realizada por Corea del Norte, pese a las advertencias de Estados Unidos y sus aliados, ha intensificado la crisis nuclear en la península de Corea y en Asia nororiental. La crisis se agravó con las sanciones internacionales contra Corea del Norte, promovidas por Estados Unidos. Sin embargo, es importante ver la crisis en su contexto real y comprender sus raíces para poder encontrarle una solución.
Nadie niega que la proliferación de armas nucleares sea causa de grave preocupación internacional. El Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, del que Corea del Norte era inicialmente signataria, fue diseñado para detener la expansión del “club nuclear”. Sin embargo, no logró su cometido.
Un tratado sólo puede ser eficaz si todos sus signatarios cumplen con sus obligaciones. Las potencias nucleares no pueden exigir a los miembros no nucleares del acuerdo que no adquieran armas nucleares si ellas mismas no cumplen con su compromiso de deshacerse de sus arsenales atómicos. Lamentablemente, eso es lo que ha ocurrido.
Lejos de tomar medidas para reducir el enorme arsenal nuclear que acumuló durante la guerra fría, Estados Unidos ha tratado de aumentar su capacidad de producción de armas nucleares y la potencia de esas armas (por ejemplo, propuso la fabricación de “rompebúnkeres” nucleares). Peor aún, ha comenzado a producir nuevos tipos de armas nucleares, como las llamadas “mini-nukes”.
Este tipo de comportamiento difícilmente pueda inspirar confianza en el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares o inducir a los signatarios no nucleares a cumplir con sus propias obligaciones.
El actual gobierno de Estados Unidos no solo debilitó la capacidad del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares de prevenir la proliferación nuclear sino que, con su política belicosa hacia Corea del Norte, puso a ese país en el rumbo de las armas nucleares. Al tratar de intimidar y aislar a Corea del Norte, Estados Unidos confirmó los temores de Pyongyang, en especial después de la invasión de Irak, de que Washington se proponía llevar a cabo otro cambio de régimen. Posiblemente esto haya convencido al gobierno de Kim Jong-Il de que las armas nucleares eran la única herramienta posible de disuasión.
De todo esto se deduce que la única forma de resolver la crisis es un cambio de política de Estados Unidos. En lugar de seguir aislando a Corea del Norte y tratando de intimidar a su régimen con sanciones y amenazas, Washington debe entablar conversaciones bilaterales con Pyongyang para resolver la crisis.
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