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   Nº 168 - Noviembre/Diciembre 2006
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Comercio


Nº 168 - Noviembre/Diciembre 2006

Doha: Una Ronda paralizada

Organización Mundial de Comercio

La suspensión en julio de la última ronda de negociaciones de la Organización Mundial de Comercio (OMC) fue el último y quizá el más grave revés en el tortuoso camino de las actuales conversaciones mutlilaterales sobre comercio.

Cuando esta ronda de negociaciones se lanzó en la Conferencia Ministerial de Doha, Qatar, en 2001, se dio en llamar la “Agenda de Desarrollo de Doha”. Lamentablemente, los países ricos no han demostrado ninguna voluntad auténtica de hacer realidad ese compromiso.
Ya antes del lanzamiento de esta ronda, los países en desarrollo habían resaltado los desequilibrios fundamentales de los acuerdos vigentes de la OMC, que debían ser rectificados para que ellos pudieran en verdad beneficiarse de la liberalización. Los países industrializados no solo ignoraron esta queja sino que comenzaron a presionar para obtener una mayor liberalización, agregando nuevos temas a la agenda de negociaciones. Esta actitud intransigente, en especial de Estados Unidos y la Unión Europea, hizo casi inevitable el colapso de las negociaciones.
Para los países en desarrollo, la cuestión central en las negociaciones ha sido la agricultura, o más específicamente, los compromisos contraídos en virtud del Acuerdo sobre la Agricultura. Los países ricos no han puesto fin a la práctica de otorgar profusos subsidios a sus agricultores, que ha arruinado a agricultores del Sur. En lugar de abolirla, los países industrializados tratan de “disfrazar” sus subsidios para legitimar su continuidad.
El resentimiento de los países en desarrollo ante tal intransigencia del Norte aumenta porque, a un gran costo para su desarrollo futuro, ellos han cumplido con los acuerdos de la OMC abriendo sectores de sus economías a las importaciones del Norte, como el de los servicios. La aceptación de normas mundiales de propiedad intelectual basadas principalmente en los estándares de los países industrializados fue otra importante concesión de los países en desarrollo.
Además, los países del Norte han intentado introducir nuevos y onerosos compromisos a la agenda de negociaciones. El más controvertido es el del “acceso a los mercados para los productos no agrícolas” (NAMA). La aceptación de estas propuestas abriría los mercados de los países en desarrollo a las exportaciones industriales del Norte.
Para los países en desarrollo, esta apertura implicaría un desastre. Incapaces de soportar la competencia de las importaciones del Norte, muchas de sus industrias inevitablemente se arruinarían y el resultado sería la total desindustrialización. Para muchos países del Sur que han pasado por un proceso similar bajo el colonialismo, la perspectiva de que sus industrias sean diezmadas una vez más resulta comprensiblemente aterradora.
Debe quedar claro, entonces, que la actual parálisis de la Ronda de Doha es resultado de la inaceptable postura negociadora de los países industrializados. La única forma de reencauzar las negociaciones sería que estos países reconocieran la necesidad de reequilibrar las normas del comercio internacional para tomar en cuenta los intereses y vulnerabilidades especiales de los países en desarrollo. Más específicamente, el Norte debe abrir sus mercados a las importaciones -en especial de bienes agrícolas- de los países en desarrollo y aceptar cierta flexibilidad en las normas para permitirles liberalizarse a un ritmo acorde con su grado de desarrollo. Solo esa actitud positiva haría que la “Agenda de Desarrollo de Doha” hiciera honor a su nombre.






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