No. 129/130 - Julio/Agosto 2002
Estados Unidos-América Latina
Contradicciones y aproximaciones
por
Theotonio dos Santos
Un tema en el que vinimos insistiendo es la necesidad de una mayor comprensión de las divergencias y contradicciones internas de la sociedad norteamericana. Ha sido un error muy recurrente de los intelectuales latinoamericanos juzgar la sociedad norteamericana como una totalidad, con intereses comunes hacia América Latina y el Tercer Mundo en general.
Esta visión refleja la autopercepción de una parte de la literatura sociológica norteamericana de que los intereses comunes de una sociedad posindustrial y de la abundancia predominan sobre los grupos y clases sociales.
En esta sociedad de la abundancia, los choques ideológicos son sustituidos por los issues o cuestiones concretas que cortan todo el espectro ideológico. No habría por lo tanto una diferencia esencial entre los partidos, y los procesos electorales serían la oportunidad para cada elector escoger con su voto o su ficha de juego los candidatos propuestos también como individuos, con sus calidades y ventajas personales.
Para los latinoamericanos, en general, Estados Unidos se presenta como una sociedad racista que no hace diferencias entre los no americanos, concibiendo el resto del mundo como pueblos inferiores que deben subordinarse a su voluntad.
A pesar de que esta concepción tiene algún fundamento, es necesario separar enormes sectores de la sociedad norteamericana de esta fórmula general. Si es verdad que esta ideología del gran destino norteamericano y de la superioridad de los ideales democráticos, que habrían nacido en la lucha por la independencia, sea introducida en todo joven norteamericano y hasta en los inmigrantes, se modera cada día en su contenido racial.
Estados Unidos es cada vez menos un país de blancos puritanos. En las últimas décadas, la caída de la natalidad de las poblaciones blancas y la alta natalidad de los negros y de los inmigrantes latinos y asiáticos ha cambiado y tiende a cambiar cada vez más en el futuro inmediato a la composición demográfica y cultural norteamericana.
La introducción de los conceptos del multiculturalismo se hacen cada vez más necesarios para asegurar condiciones de convivencia mínima entre los blancos pioneros y la sociedad multicultural claramente mayoritaria. La filosofía norteamericana incorpora a su pragmatismo inherente un relativismo cultural cada vez más generalizado a todos los aspectos de la vida humana.
No debemos olvidarnos que la religión que más crece en Estados Unidos es la musulmana, que las etnias que más crecen son las latinas, con sus varias diferenciaciones internas que tienden progresivamente a unificarse en una sola identidad indígena, ibérica y afroamericana. La música popular, la lengua, las artes escénicas y los deportes desempeñan un rol creciente en la afirmación de esta identidad en la sociedad norteamericana. Con ellas se mezclan símbolos religiosos, comportamientos y costumbres que cada vez más se reivindican como autónomos y hasta "superiores" dentro de una sociedad que en el pasado los había reprimido como incivilizados e "inferiores".
Lo más importante es que los "latinos" son la primera minoría étnica en los Estados Unidos. Ellos cuentan aún con la proximidad de México, el Caribe y América Central. Sin contar el hecho de que eran los nacionales de gran parte de las tierras norteamericanas actuales. Los medios de comunicación en español ganan una audiencia creciente y la preservación de la lengua castellana se identifica con una afirmación cultural y no con una idea de inferioridad que prevaleció por un largo período histórico.
Lo mismo puede decirse de una población asiática que gana fuerza cada día apoyada en el éxito económico de sus regiones de origen. Se hace cada vez más difícil reprimir sus religiones, culturas y costumbres originales. A lo que asistimos una vez más es a la afirmación de estas diferencias culturales como absolutamente legítimas, exigiendo una revisión de los cánones educativos y de la visión norteamericana u "occidental" del mundo.
No se puede olvidar la afirmación creciente de las poblaciones negras norteamericanas. Fueron los negros los primeros en desafiar el "humanismo" occidental, que establecía como meta para las poblaciones negras asumir los valores de la sociedad liberal y reivindicar el derecho de volverse "iguales" a los blancos, con sus pelos alisados, sus ropas color ceniza, su andar duro y poco sensual, su frigidez corporal, su concepción puritana de la sexualidad. Todo este paquete quedaba integrado clandestinamente dentro de la lucha por la ciudadanía y los derechos civiles.
Martín Luther King fue el primero en identificar la lucha de los negros norteamericanos con la lucha anticolonialista del Tercer Mundo. Esto ha colocado el movimiento negro en posición de avanzada en la sociedad norteamericana para exigir las políticas afirmativas y crear las condiciones para una nueva mentalidad pluricultural.
Pero la ascensión social y cultural de estas poblaciones no ha sido absorbida tranquilamente por gran parte de la población norteamericana. Existe aún un importante sector de la población que reivindica la superioridad de los valores tradicionales del self made man que, según ellos, forjaron el éxito económico y cultural norteamericano. En torno de estos valores tradicionales se constituye un fuerte movimiento restaurador norteamericano.
Una derecha reaccionaria se alimenta del liberalismo económico, combinado con autoritarismo de costumbres, puritanismo, defensa de la propiedad privada como principio ético y de la riqueza como recompensa divina a los más capaces, etc. Este movimiento ha ganado fuerza en los últimos años en torno de la campaña en contra de comportamiento sexual del presidente Bill Clinton. Si bien no ganó a la mayoría del pueblo norteamericano, esta reacción bloqueó en parte las fuerzas que estaban al lado de Clinton y su esposa, al debilitar la defensa de Al Gore del gobierno del cual formó parte.
El gobierno de Clinton puso a la orden del día gran parte de la agenda de la generación contestataria de los movimientos de 1968. La recuperación del crecimiento económico, la superación del déficit fiscal, la afirmación de las políticas sociales del gobierno demócrata, su identidad con el movimiento negro y latino (excepto el exilio cubano, que continúa apoyando lo que hay de más reaccionario) han puesto en marcha nuevas fuerzas económicas, sociales y políticas en la sociedad norteamericana.
La reacción encabezada por el presidente George W. Bush congregó el fundamentalismo neoliberal más radical, las fuerzas políticas y económicas más conservadoras, los ideólogos más cerrados del puritanismo y del ultraindividualismo. Para unificar estas corrientes retomó el mito del destino americano como centro, reivindicó el liberalismo económico bajo su versión neoliberal, pero moderó su reaccionarismo con la idea de un "conservadorismo con compasión", utilizó sus modestos conocimientos del español para abrir un canal con las comunidades latinas y prometió disminución de los impuestos como forma de utilizar el superávit fiscal construido en el gobierno de Clinton.
Si es verdad que todo este esfuerzo no fue suficiente para ganar las elecciones presidenciales, por lo menos lo hizo aproximarse de los votos demócratas, lo que, con la ayuda -ya comprobada por la comisión de los principales periódicos del país- del aparato electoral del estado gobernado por el hermano del presidente Bush y de una Corte Suprema nombrada fundamentalmente por su padre, le aseguró la Presidencia.
Es claro que estamos frente a un gobierno que representa un sector minoritario de la población. Pero los acontecimientos del 11 de setiembre de 2001 y la reacción bien articulada en torno de una guerra y una campaña contra el terrorismo aseguraran una base de apoyo mayoritaria para este gobierno.
Sin embargo no podemos concluir de ahí que las concepciones ideológicas de Bush reflejen las fuerzas mayoritarias de la sociedad norteamericana. En temas como el hegemonismo y el unilateralismo norteamericano, el aumento indiscriminado de los gastos militares, la insensibilidad frente a la cuestión ecológica, la insumisión a la Corte Internacional de Derechos Humanos y tantos otros sabemos que hay una discordancia muy evidente. En cuestiones como el proteccionismo -que se confronta con las aspiraciones de la clase dirigente en América Latina, que desea convertir a Estados Unidos en librecambistas olvidándose que hubo una guerra civil en ese país para imponer el proteccionismo del norte en contra del librecambismo del sur- estamos frente a problemas más complicados. (ALAI)
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Theotonio dos Santos es profesor titular de la Universidad Federal Fluminense, Brasil.
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