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Tema de tapa


No. 129/130 - Julio/Agosto 2002

Drama uruguayo en tres actos

Efecto mate amargo

por Carlos Viera

Como si le faltaran ingredientes al derrumbe del modelo neoliberal rioplatense, en Uruguay entró en escena una profunda crisis bancaria. En el primer acto de esta obra que bien podía también haberse titulado "Crónica de una muerte anunciada" tuvimos, como tema central, la recesión económica. Luego, en el segundo acto, irrumpió el déficit fiscal, con su trama intensa de ajustes, escenas repetidas, que lejos de aportar soluciones, acentuaban los problemas planteados desde el acto anterior. Pero el drama no había culminado aún. Habría un tercer acto donde encontraron su materialización, fantasmas como el default, la limitación del derecho de propiedad de los depositantes en el sistema bancario, la devaluación abrupta, el rompimiento de la cadena de pagos y el rebrote inflacionario.

Como en toda obra, existió un hilo conductor. En efecto, vino de la mano de la expresión rioplatense del modelo económico neoliberal, que no es un mote ni una abstracción intelectual, sino que surge del "Consenso de Washington", evento de fecha cierta, en el que participaron instituciones muy conocidas y personas de carne y hueso (ver cuadro). A partir de allí la derecha latinoamericana abandonó el anterior modelo de inflación y devaluación, adoptando uno nuevo, estabilizador y aperturista. Al hacerlo, dejó por el camino sectores empresariales vinculados a la producción nacional, que antes le eran afines y acentuó la exclusión social.

Sin este tema central, en esta obra dramática no hubieran entrado en escena la recesión, el déficit fiscal y la crisis financiera. El atraso cambiario, posibilitado por la fácil afluencia de capitales, fue el instrumento que sirvió tanto a la apertura exagerada como al desmedido énfasis estabilizador. Los países del Río de la Plata se tornaron caros (incluso en dólares) y claramente no competitivos, salvo entre ellos mismos y, por lo tanto, deficitarios con el exterior y vulnerables a la continuidad del financiamiento externo. Planteado así, el desarrollo de los actos de esta obra sólo conservaba como única incógnita saber cuándo y cómo sucederían los hechos.

En diciembre de 2001 fueron retenidos los depósitos en el sistema bancario argentino. Sabido era que la plaza financiera uruguaya dependía a tal punto del ingreso de depositantes no residentes de origen argentino que la mitad de los depósitos en moneda extranjera -algo así como 6.500 millones de dólares- tenía ese origen, de los cuales, sólo 500 millones estaban radicados en la banca estatal.

Banco de Galicia y Buenos Aires: se prende la mecha uruguaya

Es un hecho conocido que una corrida bancaria sólo se frena afirmando la confianza. Y que en la cabeza del inversor financiero resonaba con fuerza aquello de que, a modelos similares, dificultades similares. La mecha uruguaya se prendió cuando fue intervenido, con miras a su liquidación, el Banco de Galicia y Buenos Aires, que nunca debió haber sido autorizado por el Banco Central del Uruguay a transformarse de banco off shore en banco de operativa total. Se pagó caro ese error porque la primera prueba de confianza arrojó un guarismo fuertemente negativo.

En tal escenario, ¿cuales fueron las medidas adoptadas en Uruguay para evitar el natural contagio de la desconfianza de los ahorristas argentinos? Ninguna, salvo asistir financieramente a los bancos privados en forma desmedida (en torno a los 1.000 millones de dólares), consumiendo las reservas del Banco Central y luego hasta las propias reservas de la banca estatal, depositadas en ese Banco Central, recursos estos que habían sido negados una y otra vez para financiar planes modestos de reactivación productiva. Dicha radicación de recursos se concentró en dos instituciones, los bancos Comercial y de Montevideo, cuyo capital pertenecía en forma preponderante a grupos nacionales o argentinos. En los hechos, esa asistencia financió dos cosas. En primer lugar, la retirada, seguramente hacia el exterior, de los depositantes más fuertes e informados, en desmedro de los más débiles. En segundo lugar, el vaciamiento de estas instituciones bancarias en base a maniobras delictivas de sus dueños, que fueron o bien permitidas o no debidamente controladas por el Banco Central del Uruguay.

Cuando la corrida llegó al Banco de la República Oriental del Uruguay (banco estatal que concentra buena parte de la actividad del sistema y constituye la fuente de crédito más recurrida por los uruguayos), el Estado no tenía reservas para soportarla. El problema radicaba en que más del 80 por ciento de los depósitos en el propio banco estatal, estaban expresados en dólares. Como el Banco Central no puede emitir dólares, cuando sus reservas se agotan, lisa y llanamente, el Estado quiebra; o mejor dicho, quiebra este tipo de Estado, el que dejó dolarizar su economía. Fue entonces cuando se llamó a las puertas del propio Departamento del Tesoro de Estados Unidos, buscando apoyo, a sabiendas de que, como bien ha dicho Milton Friedman, "ninguna cena es gratis".

El préstamo y las condiciones

El nuevo préstamo "salvador" divide las instituciones financieras en tres situaciones: a) el Banco de la República. Ahora debe reprogramar los vencimientos de los depósitos a plazo fijo en moneda extranjera, en tres pagos anuales, de tal forma que el tercer pago se produzca después de las elecciones nacionales del 2004; b) los cuatro bancos "en dificultades" (Montevideo, Caja Obrera, Comercial y de Crédito) que ya recibieron asistencia exorbitante y carecen de respaldo externo o posibilidades de capitalización inmediata. Estos entran en proceso de liquidación, sin perjuicio de que se adelante el dinero para devolver los depósitos en cuentas a la vista, destinando para ello 420 millones de dólares, que forman parte de los 1.500 tan velozmente concedidos; c) Las restantes instituciones no recibirán asistencia y, por lo tanto, su permanencia en plaza estará supeditada al aporte de capital propio, si fuese necesario, y a las expectativas que puedan abrigar respecto de su eventual suerte en la reestructuración del sistema. En este tercer grupo están todos los bancos con casa matriz en el exterior y un banco cooperativo de capital nacional.

En resumidas cuentas, la pieza terminó mal para el país. Porque sin crédito no habrá reactivación. Y sin la banca que prestó a la actividad productiva, no habrá crédito en el país. A la hora de la verdad, esta plaza financiera, que lejos de ser sólida como se proclamaba, estaba "prendida con alfileres", tenía que ser forzosamente reestructurada. Porque con el retiro de los depósitos de no residentes -casi todos de procedencia argentina- la plaza se achicó a la mitad. En el futuro inmediato el mercado no dará cabida a tantas instituciones. Pero como la parte que más se achica es la vinculada a esa captación de no residentes, muchos de estos bancos tendrán que optar entre retirarse del país o invadir el mercado que hasta el presente fuera atendido en buena medida por el Banco de la República y en alguna medida por el segundo grupo de bancos compuesto por los ahora suspendidos, y que, mal o bien, estaban insertados en la producción.

Varias alternativas pudieron haberse analizado. Generalizar la limitación de retiros respecto de los depósitos a plazo fijo no ponía necesariamente en situación crítica a la banca estatal, a la vez que daba tiempo para buscar una mejor solución que la liquidación de las cuatro instituciones en dificultades, que son muy importantes para la actividad crediticia. En ese mismo sentido, podría haberse explorado la posibilidad de que muchos depositantes aceptasen transformarse en accionistas y otros admitieran una reprogramación voluntaria de sus depósitos a plazo fijo. También se podía haber protegido al pequeño ahorrista, por ejemplo exonerando de la limitación de los retiros a los primeros 10.000 dólares (o la cantidad que se acordase) de todo tipo de depósito, distinguiendo inclusive entre personas físicas y jurídicas. Y en tanto la restricción sobre el uso de los depósitos no fuera genérica, se debería intentar impedir la fuga hacia el exterior, mediante alguna traba de tipo fiscal a su salida. Pero el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) estaba tan cerrado que no era ya posible cambiar nada.

En definitiva, el préstamo de 1.500 dólares concedido con inusual celeridad, sin duda tuvo condicionamientos políticos y económicos. Dejando para otra oportunidad el análisis de los primeros, es evidente que vino a incidir sobre la reestructura del mercado bancario uruguayo. Porque el Banco de la República quedó debilitado, goza ahora de poca confianza para captar nuevos depósitos, en tanto tuvo que reprogramar los vencimientos de los actuales. Por lo tanto, verá seriamente resentida su actividad crediticia, con el agravante de que ha sido el mayor prestamista durante la ya prolongada recesión, lo que sin duda torna pesada su cartera, en el periodo posdevaluación. El respaldo que el dinero del crédito otorga a los depósitos a la vista en la banca oficial puede ser entendido más bien como una invitación a aprovechar la oportunidad para retirarse, ya que no existirá la natural vinculación entre operaciones de depósito a la vista y crédito, propias de todo banco. El otro destino admitido para el dinero es habilitar el retiro de los depósitos a la vista en los cuatro bancos que se pretende liquidar. El argumento de no afectar más aún la cadena de pagos es de recibo, pero también lo sería un objetivo que permanece oculto y que ineludiblemente consistiría en trasladar los buenos clientes a los bancos de capital extranjero que decidan permanecer en plaza. Debilitado como está el Banco de la República, esta conclusión parece obvia, aunque nunca será explicitada desde las esferas oficiales.

Los cuatro bancos "en dificultades", cuya liquidación está pactada con el FMI, involucran aproximadamente el 35 por ciento de la operativa bancaria. Si a ello le sumamos la delicada situación del Banco de la República, la "torta" a repartir abarca casi el 80 por ciento del negocio bancario en Uruguay. Quienes acostumbran a "cazar brujas" dicen que el dinero del crédito no lo aportó el FMI sino los propios bancos extranjeros interesados en absorber el mercado uruguayo. No existirán brujas pero algunos observadores juran haber visto pasar escobas volando en los últimos días.

¿Un cuarto acto?

Podría haber un cuarto acto, aún más dramático, si se lo construyera en base al pronóstico económico que surge de estos hechos. Entonces, en vez de un cuarto acto que plasme estructuras inadecuadas para el resurgimiento económico del país, debería haber una nueva obra que se titule "La batalla por el Banco de la República" donde no está todo dicho, ni en cuanto a los malos designios de convertirlo en un cajero de lujo, ni en cuanto al destino de los negocios radicados en los cuatro bancos a punto de ser liquidados, por los que el Estado ya ha gastado tanto dinero. El pueblo uruguayo, que supo frenar las privatizaciones de empresas públicas, tiene la palabra.

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* Utilizada por primera vez por John Williamson, del Instituto para la Economía Internacional, la expresión "consenso de Washington" no significa un consenso alcanzado en Washington por la comunidad internacional a nivel intergubernamental sino, como lo expresa Paul Krugman, "la definición convencional de los criterios del momento, en la capital de facto del mundo, por una red de líderes de opinión conformada por el FMl, gabinetes de estrategia, banqueros inversionistas políticamente sofisticados y ministros de finanzas mundanos", (Foreign Affairs, julio/agosto de 1995, vol. 74, No. 4, pp. 28-29).

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Carlos Viera es economista, profesor en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de la República Oriental del Uruguay, integrante de la Comisión de Programa del Encuentro Progresista–Frente Amplio (EP-FA), en representación de la Vertiente Artiguista, y asesor del Presidente del EP-FA, Tabaré Vázquez.


Utilizada por primera vez por John Williamson, del Instituto para la Economía Internacional, la expresión "consenso de Washington" no significa un consenso alcanzado en Washington por la comunidad internacional a nivel intergubernamental sino, como lo expresa Paul Krugman, "la definición convencional de los criterios del momento, en la capital de facto del mundo, por una red de líderes de opinión conformada por el FMl, gabinetes de estrategia, banqueros inversionistas políticamente sofisticados y ministros de finanzas mundanos", (Foreign Affairs, julio/agosto de 1995, vol. 74, No. 4, pp. 28-29).

Williamson llamó "consenso de Washington" al acuerdo de "el Washington político del Congreso y altos funcionarios de gobierno, el Washington tecnócrata de los organismos financieros multinacionales, las agencias económicas del gobierno de Estados Unidos, el Consejo de Reserva Federal y los gabinetes de estrategia" sobre las características de las reformas políticas que los países deudores deberían adoptar.




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