Nº 166 - julio/agosto 2006
Medio Oriente
El triunfo de Hamas en las elecciones legislativas palestinas de enero conmocionó a Medio Oriente y a todo el mundo. Casi nadie esperaba esta victoria; ni siquiera los propios líderes de Hamas. Sin embargo, la reacción de Estados Unidos e Israel no fue tan inesperada.
Ambos países, que calificaron a Hamas como organización terrorista, recurrieron a medidas dirigidas a aislar y oprimir al gobierno de Hamas para obligarlo a abandonar el poder. La estrategia es brutal, porque corta la ayuda financiera y los recursos de los que dependen para su supervivencia el gobierno y el pueblo palestinos.
Israel, además de imponer medidas militares y administrativas más severas, calculadas para hacer la vida de la población palestina aún más intolerable, se ha negado a cumplir su obligación legal de entregar a la nueva administración los derechos aduaneros y otros impuestos que cobra a las importaciones palestinas. Estados Unidos, por su parte, procuró oprimir económicamente al pueblo palestino al suspenderle la ayuda financiera al nuevo gobierno. Tras haberse embarcado, como parte de su “guerra contra el terrorismo”, en una cruzada para promover la democracia en Medio Oriente, este esfuerzo de Washington por revertir el resultado de una de las elecciones más libres de la región huele a hipocresía.
Sin embargo, la respuesta de la Unión Europea ha sido particularmente chocante. Tras seguir en los últimos años una línea más independiente sobre la cuestión de Palestina, su decisión de suspender la ayuda financiera hace pensar que se ha alineado con la política estadounidense.
Aún más atroz e imperdonable es la decisión de la Secretaría General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) de participar en esta campaña de aislamiento del nuevo liderazgo palestino. Bajo esta nueva política, los funcionarios deben pedir permiso directamente al secretario general, Kofi Annan, antes de hablar con el nuevo gobierno palestino encabezado por Hamas. Lamentablemente, esta medida solo sugiere que la Secretaría General de la ONU ha caído completamente bajo la hegemonía de Estados Unidos y resta más legitimidad al foro mundial.
Los esfuerzos por obligar a un pueblo que se encuentra en la miseria económica a volverse contra el gobierno que eligió legalmente, cortándole la ayuda financiera, son absolutamente inmorales.
El argumento esgrimido por Occidente para aislar a Hamas, es decir, que este grupo se ha negado a renunciar a la violencia y a reconocer a Israel, es insostenible. Como muchos historiadores israelíes han reconocido, el Estado de Israel se fundó sobre el despojo violento del pueblo palestino. A la luz de este hecho histórico, exigir que solo los palestinos renuncien a la violencia mientras Israel continúa su política de asesinatos y ocupación de tierras dista de ser una política justa o igualitaria.
El punto a destacar es que, a pesar de que Hamas recurrió en el pasado a atentados suicidas, ha observado escrupulosamente una tregua de hecho con Israel, aun cuando éste ha continuado con su política de “asesinatos selectivos”. Además, el hecho de que haya elegido participar en política electoral marca un giro positivo. Teniendo en cuenta su política históricamente intransigente hacia la existencia de Israel, el hecho de que haya ofrecido al Estado judío una tregua sujeta a la retirada israelí hacia las fronteras previas a 1967 es también una señal de cambio.
Como lo ha demostrado la experiencia histórica, lleva tiempo que un grupo de resistencia armada cambie su programa oficialmente proclamado para ajustarse a la realidad. Sería ingenuo esperar que un movimiento que ha exigido tanto sacrificio de sus miembros los persuadiera de abandonar, de la noche a la mañana, elementos clave de un programa sobre el cual ha construido su base de apoyo.
La idea básica es la necesidad de que Israel y Occidente adopten una política de compromiso, y no de aislamiento, con respecto a Hamas.
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