Nº 166 - julio/agosto 2006
El mundial de fútbol y el mundial de la vida
Gran parte de la población del mundo –en particular la masculina- está en estos días prendida a los televisores observando el campeonato mundial de fútbol. Si bien muchos son conscientes de que esto ya no es un mero deporte sino un gigantesco negocio globalizado, en el que los jugadores son poco más que gladiadores descartables al servicio de grandes empresas, igual no pueden dejar de ver, disfrutar o sufrir los partidos.
Es que el fútbol sigue siendo uno de los pocos escenarios del mundo donde parece haber igualdad de oportunidades, en el que once hombres de un país disputan el triunfo con otros once, sin importar cuán económica, política o militarmente poderoso sea el adversario fuera de la cancha. En un mundo dominado por el poder del más fuerte -tanto en el sur como en el norte- ese sentimiento de igualdad que muestra el fútbol es casi único y quizá lo más destacable de este certamen. Un campeonato en el que los países del llamado Tercer Mundo han logrado obtener el título más veces que los países del Norte: Brasil cinco veces, Argentina dos, Uruguay dos, Alemania tres, Italia tres, Inglaterra uno y Francia uno. Tanteador: Sur 9 - Norte 8.
Pero mientras ese mundo de ficción -el campeonato mundial- avanza, despertando alegrías, esperanzas y penas, el verdadero partido -donde sí prevalece el poder económico, político y militar- se sigue desarrollando en condiciones de absoluta desigualdad y donde el fair play brilla por su ausencia.
Tomemos el caso de Ecuador, uno de los equipos que despertó la expectativa de muchos luego de sus dos primeras actuaciones en Alemania. En la vida real, el país Ecuador viene perdiendo por goleada desde hace muchos años. Claro que el árbitro -el gobierno- normalmente ha sacado tarjetas rojas solo a los representantes del pueblo y a lo sumo amarillas para el sector empresarial nacional y transnacional. Ha inventado fouls y off-sides inexistentes para el pueblo y se ha mostrado ciego ante los más claros penales empresariales. Lo que en este caso sería la FIFA -el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional- ha sancionado permanentemente a los jugadores indígenas, negros y pobres, en tanto que han impuesto las reglas del juego al árbitro de turno para favorecer al equipo empresarial. El resultado se podría expresar en tanteadores como los siguientes:
Empresas petroleras 10 – Pueblos indígenas amazónicos 5; Empresas madereras 8 – Pueblos del bosque 3; Empresas camaroneras 5 – Pueblos negros del manglar 2; Empresas de palma aceitera 6 – Pueblos indígenas y negros 1; Empresas plantadoras de árboles 5 – Pueblos indígenas y negros 3.
En todas esas áreas los pueblos están perdiendo. Sin embargo, es fundamental señalar que los goles -en algunos casos golazos- que éstos han marcado son relativamente recientes, en tanto que las empresas han conquistado muy pocos en los últimos años y están a la defensiva. El propio árbitro aparece en ocasiones cobrando penales a las empresas (como en el caso reciente de la petrolera Oxy a la que se le rescindió el contrato) o fingiendo ceguera ante faltas cometidas por el pueblo (como en el caso de la reciente corta de eucaliptos de la empresa japonesa Eucapacific por parte de las comunidades locales). Hasta la propia "FIFA" parece estar mirando para otro lado.
Es importante además señalar que la consigna de la hinchada ecuatoriana es: “¡Sí se puede!” Y que su canto dice: “¡Vamos ecuatorianos que esta noche tenemos que ganar!” Lo interesante es que son las mismas consignas y cantos que se han usado en las movilizaciones para tumbar al presidente. La última noche de las pasadas movilizaciones todos gritaban en las calles: “¡Vamos ecuatorianos que esta noche se tiene que caer!” Y el presidente cayó. ¡Gooooooooooooooool!
Ecuador acaba de ser eliminado por Inglaterra en el presente mundial de fútbol, pero en el partido por la vida su pueblo está avanzando, en forma cada vez más organizada, hacia el área adversaria y conquistando bellísimos goles. Jugando de atrás, el pueblo ecuatoriano viene acortando las diferencias en el tanteador. Un equipo de negros, indios y mestizos, hombres y mujeres, ancianos y niños. Con sus propias reglas de juego. Y sobre todo, con la esperanza de que el triunfo es posible. ¡Sí se puede!
Ecuador: en la antesala de la promoción de monocultivos de árboles
En mayo de 2003 decíamos que “en casi todos los países los monocultivos de árboles a gran escala se han impuesto y desarrollado una vez que se ha logrado modificar las leyes de cada país de tal forma que empresarios nacionales y extranjeros obtienen todo tipo de beneficios, subsidios directos e indirectos, exenciones impositivas y hasta créditos blandos y reintegros por plantaciones a gran escala” (ver Boletín Nº 70, artículo sobre Ecuador).
En aquel momento el Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales fue testigo de las presiones ejercidas sobre el gobierno de Ecuador para tomar medidas en ese sentido. Participamos de un Seminario que tenía como objetivo la formulación de un "Plan Nacional de Forestación y Reforestación". La metodología del evento permitió que terminara siendo monopolizado por las empresas forestales, lo que motivó que las pocas organizaciones civiles, campesinas e indígenas ecuatorianas que lograron participar emitieran una declaración al respecto, en la que expresaban, entre otras cosas: “Para las comunidades campesinas e indígenas las plantaciones forestales comerciales a gran escala, especialmente en monocultivos, no son una alternativa de desarrollo, que por el contrario provocan problemas tales como:
* La deforestación de áreas de bosques nativos para sustituirlas por plantaciones introducidas, como es la constante en los proyectos de ‘reforestación’.
* La disminución de fuentes de agua, como la consecuencia de plantaciones realizadas, sobre todo en los páramos.
* La reducción de la fertilidad del suelo, como es el caso de las plantaciones de monocultivos de plantas exóticas desplazando nuestras especies nativas y nuestra biodiversidad.
* La apropiación de tierras de las comunidades, ya sea vía arrendamiento o hipoteca, como en el caso de las comunidades afectadas por las industrias madereras, con hipotecas hasta noventa y nueve años.
* La compra de tierras por parte de empresas transnacionales, como es en el caso de Mitsubishi en Muisne.
* La pérdida de biodiversidad, cambios en la flora y la fauna, constante en todos los proyectos de plantaciones.
* El aumento de riesgo de incendios, como el caso de SIGSIG.
* Reducción de las zonas de conservación como el caso del Parque nacional Cotopaxi”.
Más de tres años después, otra vuelta de tuerca amenaza afianzar una legislación que promovería los monocultivos en gran escala de árboles. El Ministerio del Ambiente está conduciendo un proceso denominado Diálogo Nacional sobre el Sistema de Control Forestal en el Ecuador, que incluye la organización de cinco talleres regionales y un taller nacional, con miras a implementar el Sistema en julio de este año. Este proceso ha sido duramente cuestionado por numerosas organizaciones sociales e indígenas del país, por considerar que se trata de un “diálogo” no participativo, tanto que el 9 de junio hicieron llegar una carta a la ministra de Medio Ambiente en la que reclaman, entre otras cosas, su inmediata suspensión (la carta completa puede leerse en: www.wrm.org.uy/paises/Ecuador/CartaMAE.pdf).
Entre sus reclamos figura que: “Este proceso no incluye a actores importantes afectados directamente por la destrucción de los bosques, a sus organizaciones de base y a sus organizaciones nacionales. El diálogo regional (realizado en la ciudad) de Esmeraldas evidencia la falta de participación de grupos ciudadanos y comunitarios. La representatividad mayoritaria en estos procesos corresponde a la industria maderera. Este hecho es preocupante pues sus representantes no pueden ser juez y parte en la discusión de un tema tan delicado para el país como el control de la deforestación. Esta representatividad explica que en estas reuniones se apunte más a formular una política forestal, a ampliar la superficie de plantaciones forestales (desregularizar) e incrementar incentivos a las plantaciones. Esto beneficia abiertamente a los industriales madereros y no resuelve el aspecto fundamental de la convocatoria: el control forestal.
Asumir una política de control forestal supone, desde nuestro punto de vista al menos, los siguientes aspectos:
1. La participación activa y el consentimiento de las comunidades afectadas, de sus organizaciones de base y de sus organizaciones nacionales.
2. Conservar los últimos bosques primarios que sobreviven en el país, prohibiendo totalmente su explotación y exigiendo el cumplimiento de la legislación que protege el patrimonio forestal del Ecuador.
3. Aplicar una moratoria a la industria maderera hasta determinar los impactos sociales, ambientales y económicos que ha causado al país.
4. Prohibir la ampliación de plantaciones, principalmente de eucalipto, pino y palma africana, que están terminando con bosques primarios y tierras de vocación agrícola; además de atentar contra las fuentes de agua y la vida de las poblaciones locales”.
Las organizaciones firmantes denuncian que “el sector maderero intenta establecer una nueva política forestal a su medida, ignorando por completo la necesidad de una auténtica política de control forestal ausente en nuestro país”.
Por todos esos argumentos es que las organizaciones se retiraron del proceso y piden a las autoridades que se “convoque a un diálogo con verdadera participación, representación y consentimiento, donde decidamos sobre la gestión de nuestros recursos generales y no se faciliten las condiciones para que sean los grupos de poder de siempre quienes continúen destruyendo el patrimonio natural del país”.
Ecuador todavía está a tiempo. Es por eso que se organizó una acción internacional de apoyo a las organizaciones sociales e indígenas que intentan evitar la aprobación en su país de una legislación que implicaría la expansión de los monocultivos en gran escala de árboles (para más información sobre la campaña:
www.wrm.org.uy/paises/Ecuador.html). De todas partes del mundo, quienes tienen claro que estas plantaciones sólo favorecen a las grandes empresas y para los pueblos sólo traen impactos sociales, ambientales y económicos desastrosos se han solidarizado con el pedido del pueblo ecuatoriano y han enviado cartas de apoyo al mismo, antes de que sea demasiado tarde...
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