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No. 129/130 - Julio/Agosto 2002

Brasil

El real cae en lo real

por Frei Betto

Después de ocho años de gobierno de Fernando Henrique Cardoso, yo esperaba que Brasil llegaría sin turbulencias al puerto de las próximas elecciones presidenciales. No obstante, hay nubes cargadas en el horizonte del país. El dólar se disparó, amenazando con el retorno de la inflación y revelando la fragilidad del Plan Real.

Se comprueba, así, que la divulgada estabilidad de la moneda es más un artificio político que fruto de una eficiente ingeniería económica. El real cae en lo real: felizmente, para el futuro presidente, la cuerda se rompió en el actual gobierno.

No bastó que la casa quedara destejada por los vientos especulativos, vino el Tío Sam y escupió a la familia: Paul O´Neill, secretario del Tesoro de Estados Unidos, tildó a nuestro gobierno de corrupto, acusándolo de desviar inversiones extranjeras hacia cuentas bancarias en Suiza.

Aunque se haya retractado, O´Neill demuestra que el gobierno de George W. Bush alimenta solemne desprecio por Brasil y América Latina. Y, miope, no percibe que está hablando de la cuerda en casa del ahorcado. En los últimos meses, grandes empresas estadounidenses vieron reveladas al público sus operaciones fraudulentas. Ni las actividades empresariales del presidente y vicepresidente escapan de la sospecha de haber utilizado artificios sospechosos para valorizar sus acciones en la Bolsa de Valores.

El gobierno de Cardoso optó por mantener a Brasil en la Unidad de Terapia Intensiva del sistema financiero internacional, sometido a constantes transfusiones de capital especulativo. Sólo que el enfermo da más sangre de lo que recibe: en 2001, Brasil exportó 55.000 millones de dólares. Hasta diciembre, debe pagar, sólo por concepto de intereses, 13.109 millones de dólares.

El médico, el ministro de Hacienda, Pedro Malan, quiere más transfusiones, como si durante todo el período electoral el enfermo sufriese de anemia crónica. En 1998, vinieron 41.000 millones de dólares para asegurar la reelección de Cardoso. Pero después de cada transfusión el enfermo queda más debilitado, pues nada es gratis, cuesta caro y deberá ser cancelado, como predijo Tancredo Neves, con la sangre de los brasileños.

O´Neill, con su desatino verbal, sólo agravó el nerviosismo del mercado, que ya andaba irritado con las declaraciones piromaniacas de Ciro Gomes de que, si es elegido, pondrá fin a la farra de las cuentas CC-5, que facilitan el envío de dólares al exterior. Por esas cuentas, sólo en junio hubo una evasión de 605 millones de dólares. Del 1 al 22 de julio, la fuga llegó a 1.078 millones.

En medio de la tempestad, el ministro Malan insiste en recurrir al socorro rápido del Fondo Monetario Internacional (FMI) para obtener más inyecciones de capital, ya que la salud electoral de José Serra, candidato del gobierno, está de tal modo deteriorada que no inspira confianza en los inversionistas. Pero el socorro rápido exige un cheque-garantía: las reservas monetarias del país, reducidas a 27.290 millones de dólares en junio. Con menos de 15.000 millones en caja, el paciente se queda en la calle. Afligido, el doctor Malan pide clemencia, quiere el piso reducido a 11.000 millones, pues sólo así dará paso a la ronda financiera, y continuará jugando 50 millones de dólares por día en el mercado para regular el tipo de cambio.

Sucede que el hospital no trata a sus pacientes con imparcialidad. Estados Unidos es su principal accionista. Controla el 17,11 por ciento del capital del FMI, lo suficiente como para hablar más alto que todos los otros accionistas. Incluso así, Malan tiene fe en el carácter multilateral de la institución. Pues sabe que si el paciente Brasil no resiste el permanente rastrillaje en el surco de su deuda e(x)terna, el problema no será de este gobierno, sino del próximo. Como en Argentina, donde Fernando De la Rúa enterró lo que el gobierno de Carlos Menem estranguló.

El secretario del Tesoro de Estados Unidos puede ser un desastre, pero está bien informado. Gracias a la Ley Anti-bureau, conoce todos los movimientos de capital en el mundo. Y debe estar preguntándose por qué Brasil pide auxilio al FMI, si hay tanto dinero saliendo de allí para el exterior. Al recurrir una vez más al FMI, Brasil seca el suelo, mientras la lluvia se escurre por el techo agujereado.

En otro tiempo consideré a la economía una ciencia. Después, descubrí que es una ideología dotada de un fuerte fetiche religioso. ¿Por qué Brasil no puede levantarse de la cama, dejar la Unidad de Terapia Intensiva y caminar con sus propias piernas? ¿Por qué esa dependencia crónica el capital especulativo? El país no cree en sus propios recursos y, por eso, no invierte en ellos. Sobre todo en los recursos humanos. Basta verificar la mala calidad de nuestra educación, en particular la que es ofrecida por el poder público.

El miedo del actual equipo económico, que mantiene los intereses al 18 por ciento, es que Serra no sea elegido, y que el próximo gobierno demuestre que Brasil es capaz de caminar, y mucho mejor, con sus propias piernas. En octubre 2001, Malan previó que en este año, Brasil crecería al menos un cuatro por ciento. La proyección media es ahora de 1,93 por ciento. Pero, mejor administrado, tiene potencial para crecer al menos en un cinco por ciento anual, sin romper acuerdos internacionales o faltar al pago de deudas, pero revisando las privatizaciones irresponsables, como la del sector energético; aumentando las inversiones productivas; reduciendo el desempleo y expandiendo las exportaciones hacia nuevos mercados. Y fortaleciendo nuestra soberanía, impidiendo el control de la Base de Alcántara por Estados Unidos y la entrada de nuestro país en el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que significa la libre injerencia de la Casa Blanca en los negocios internos de los países de América Latina.

Anne Krueger, primera subdirectora gerente del FMI, estuvo en Brasil y exigió a los candidatos presidenciales un compromiso anticipado con el organismo multilateral. Quien no se hace respetar escucha desafueros como éste. Felizmente la urna no muere de amor por el mercado. (ALAI)


FB

Si Lula fuera electo, los especuladores van a sentirse como los viciosos del juego cuando se cerró el Casino de Urca, en abril de 1946. Guardada la ruleta, ya no podían arriesgar su dinero. En el caso de los especuladores, el verbo correcto es multiplicar. Pues en el Casino de la Especulación, la ruleta es alterada. Quien apuesta mucho nunca pierde. Aunque el propio casino quiebre.

Al señor Geraldo, mi vecino en Belo Horizonte, le gustaba jugar en el casino de Pampulha, hoy transformado en museo de arte. Apostaba algo y casi siempre ganaba. Años después, consultado por el señor Macedo, jugador que siempre perdía, el señor Geraldo le contó el secreto de su aparente suerte: era amigo del crupier y, en común acuerdo con él, hacía grandes apuestas para atraer a otros jugadores. Quien apostaba poco, como Macedo, raramente ganaba. Sin embargo el señor Geraldo era recompensado por desinhibir a los afortunados y dar ganancias a la casa.

En el casino global, los perdedores blufean. La WorldCom, dueña de Embratel, registraba gastos como facturación. Es lo que hace el gobierno de Fernando Henrique Cardoso: registra como inversiones los empréstitos que toma de afuera. Eso explica el hecho de que, desde mayo, Brasil deba, por cada 100 reales producidos, 56 a los acreedores internos y externos. Hoy, la deuda líquida total del sector público corresponde a 56 por ciento del PIB. Es la relación más negativa deuda-PIB de la historia del país.

En la huerta de los especuladores, Lula funciona como un espantapájaros. Allá en Arizona, el pequeño inversionista escucha decir que la economía de Brasil va a empeorar si Lula fuera electo. Trata de vender barato sus papeles a los especuladores quienes, más tarde, los venderán caro en el mercado.

Si el juego económico no es suficiente para revertir el índice de aprobación a la candidatura de Lula, se recurre a las emboscadas éticas, ahora inclusive con la participación de la Policía Federal: denuncias infundadas, archivos inventados, especulaciones fantasiosas. Durante la campaña de 1994, tomé un taxi cuyo conductor declaró que no votaría por un candidato que aparentaba ser defensor de los trabajadores pero que vivía en una mansión en Morumbi, el barrio más elegante de Sao Paulo. Le desafié a que me llevara hasta allá. En caso de que quedara confirmado lo que él decía, yo pagaría el valor de la carrera multiplicado por cinco. Caso contrario, él no me cobraría nada. Evidentemente, no apostó.

El riesgo no está en que Lula gane, está en que Brasil continúe rehén de la subida de los intereses, y ahora, del dólar, más endeudado que borracho cuñado del dueño de cantina, con sus índices sociales cada vez más deteriorados. No había Lula en Argentina, el mejor alumno del FMI, condenado a la depresión. Si la situación del país va mal, la culpa es de quien gobernó en los últimos años. Si no hay un cambio, en breve seremos una Colombina, mezcla de Colombia con Argentina.

Hasta octubre, todavía hay tiempo para que todos sepan que Lula robó la Copa Jules Rimet, mató a Dana de Teffé, escondió a Elias Maluco, disparó a la prefectura de Río y tiene una fortuna en paraísos fiscales. Así quedarán todos con mucho miedo de ser felices.




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