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Nº 165 - mayo/junio 2006

Esbozo de una reforma del FMI

por Yilmaz Akyüz

A través de los años, recelos generalizados sobre el FMI y su papel en la economía mundial y en la agenda de desarrollo del Sur han generado reclamos de reforma. Pero ¿qué dirección deberían tomar esas reformas? Y ¿qué papel y función debería asumir un FMI reformado?

En los últimos años se ha generado una desconfianza generalizada hacia la cooperación económica internacional a medida que crecía la necesidad de acción colectiva mundial debido a recurrentes crisis financieras en mercados emergentes, la creciente brecha entre ricos y pobres, y la persistencia de la extrema pobreza en muchos países del mundo en desarrollo. Quizá mucho más que cualquier otra organización internacional, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha sido blanco de esa desconfianza.

Varios observadores, incluidos ex secretarios del Tesoro de Estados Unidos, un economista galardonado con el premio Nobel y varias ONG, han reclamado la abolición del FMI con el argumento de que ya no es necesario o que sus intervenciones en crisis de mercados emergentes no sólo son antieconómicas sino que también perjudican la estabilidad económica internacional, o que sus programas de ajuste en países pobres agravan la pobreza en lugar de aliviarla. Otros pretenden que el FMI se fusione con el Banco Mundial porque consideran que ambas instituciones cumplen casi la misma función, con la misma “clientela”.

Pero los que desean mantener al FMI como una institución independiente con una misión diferenciada piden que se reforme tanto lo que la institución hace como la forma en que lo hace. Todos estos grupos incluyen a individuos de un amplio espectro de la opinión política, desde defensores del libre mercado hasta activistas contra la globalización.

Debido a la inestabilidad inherente a los mercados financieros internacionales y la tendencia de los gobiernos a aplicar políticas macroeconómicas y cambiarias perjudiciales para los países vecinos existen sólidas razones para la existencia de una institución que salvaguarde la estabilidad monetaria y financiera internacional. De hecho, tales preocupaciones llevaron a la creación del FMI después de la Segunda Guerra Mundial, aunque este organismo multilateral ya no cumple las tareas para las que fue creado.

El FMI comenzó como una institución destinada a promover la estabilidad mundial a través de la disciplina multilateral sobre las políticas cambiarias, el control de los flujos de capital y el suministro de liquidez a corto plazo para el financiamiento comercial. Sin embargo, se ha concentrado por un lado en cuestiones de desarrollo, ofreciendo créditos blandos a largo plazo, y por otro lado en la administración de crisis de cuentas de capital asociadas con la inestabilidad de los flujos de capital, asignando una gran proporción de sus recursos a la financiación de flujos de salida de capital.

Originalmente, todos los miembros del FMI tenían iguales obligaciones de hecho y de derecho en cuanto al mantenimiento de tipos de cambio estables y condiciones macroeconómicas ordenadas. Con el colapso del sistema de Bretton Woods a principios de los años setenta, el establecimiento de la convertibilidad universal de divisas clave y el surgimiento de mercados financieros internacionales como fuente principal de liquidez para economías avanzadas, la supervisión de políticas por parte del FMI quedó limitada a sus miembros más pobres, que necesitan de sus créditos.

El FMI necesita reformarse para retener o restaurar su importancia y credibilidad. Los países de Europa occidental, incluso los más pequeños y los menos prósperos, se alejaron del FMI hace casi tres décadas con el establecimiento de una cooperación monetaria intraeuropea. Europa oriental ahora también está sometida a la disciplina de la Unión Europea. Los países en desarrollo más importantes de Asia también parecen haberse alejado del FMI, no sólo porque una nueva crisis es poco probable, sino también por el tratamiento que recibieron de esa institución durante la crisis de 1997-1998. Casi todos los otros países emergentes, salvo Turquía, también han escapado de la supervisión del FMI, dejando sólo a los países más pobres como clientes regulares del organismo multilateral.

Difícilmente esos clientes puedan justificar la existencia de una institución establecida para garantizar la estabilidad económica internacional. Además, esta situación plantea la cuestión de la viabilidad financiera del FMI, dado que depende de sus créditos a mercados emergentes para generar unos ochocientos millones de dólares por año a fin de cubrir sus gastos administrativos.

Por lo tanto, el FMI precisa reinventarse. No hay razones por las que deba involucrarse en cuestiones de desarrollo, incluso en créditos de largo plazo. Esto también se aplica a varias áreas políticas estrechamente conectadas con el desarrollo, principalmente la política comercial, que es materia de negociaciones multilaterales. Por otro lado, aunque la gestión y resolución de crisis financieras en mercados emergentes constituyen un área clave de interés para el FMI, en el contexto de su amplio objetivo de asegurar la estabilidad monetaria y financiera internacional no se justifican las operaciones de rescate financiero, que hasta ahora han sido el principal instrumento de las intervenciones del organismo multilateral en tales crisis. Las consideraciones originales que impedían los créditos del FMI para financiar flujos de salida de capital siguen siendo igualmente válidas hoy.
En contraste, el FMI debería prestar mucho más atención a otras dos áreas: créditos contracíclicos y de corto plazo para cuentas corrientes, y supervisión eficaz de políticas macroeconómicas y financieras nacionales, en particular de países que tienen un impacto desproporcionado sobre la estabilidad monetaria y financiera internacional. En otras palabras, una reforma auténtica del FMI requeriría tanto un redireccionamiento de sus actividades como una mejora de sus políticas y modalidades operativas. Sin embargo, ninguno de estos cambios sería posible sin la modificación de su estructura de gobierno.

------------ Yilmaz Akyüz fue director de la División sobre Globalización y Estrategias de Desarrollo y economista jefe de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) hasta agosto de 2003. También fue coordinador de la UNCTAD de apoyo a países en desarrollo (Grupo de los 24) integrantes del FMI y el Banco Mundial en investigaciones sobre cuestiones monetarias y financieras internacionales.






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