Nº 163 - enero/febrero 2006
Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información
Avances en el discurso, sin compromisos para la acción
Con el marco del nuevo milenio y la creciente informatización de las sociedades, especialmente las del primer mundo, se desarrolló la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (CMSI). El principal objetivo de esta conferencia, convocada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), consistió en buscar acuerdos globales que promovieran el uso de las nuevas herramientas de información y comunicación para el desarrollo. Este objetivo pasaba necesariamente por idear mecanismos que permitieran mejorar la equidad en el acceso y utilización de estas tecnologías.
La cumbre se realizó en dos fases: la primera en Ginebra en diciembre de 2003 y la segunda en Túnez en noviembre de 2005. La CMSI ha tenido otras características que la distinguen de procesos similares de la ONU. Primero, porque su objetivo no consistía en lograr acuerdos para paliar una catástrofe global, sino que el foco estaba puesto en medidas que se debían adoptar para hacer más inclusivo el nuevo modelo social conocido como “sociedad de la información”. La CMSI surgió, entonces, como ámbito de decisión sobre algunos de los principales retos planteados por este modelo social, tales como la identificación y/o generación de fuentes de financiamiento apropiadas para su desarrollo o el control sobre recursos globales, como la Internet.
Esta cumbre aportó, también, novedades con respecto al modelo de participación de actores no gubernamentales. A través de la implementación del formato “multisectorial” (multistakeholder) se otorgó un mayor nivel de participación a todos los involucrados en el tema –incluyendo el sector privado y la sociedad civil– y se crearon mecanismos específicos para canalizar sus contribuciones hacia el espacio de debate entre los gobiernos. Estos nuevos esquemas de participación no dejaron de plantear dificultades en la sociedad civil, en particular a la hora de la coordinación de posiciones comunes, o incluso limitaciones, para su rango de acción. Esto, sumado a la visión crítica sobre los resultados del proceso, ha llevado a reflexionar, dentro de la sociedad civil, sobre su rol en la CMSI y la conveniencia de las nuevas modalidades de participación. Si bien se ha entendido por lo general que el balance fue positivo, no han faltado críticas argumentando que, en este proceso y por su propia dinámica, la sociedad civil participante se ha despegado de los reclamos y necesidades de las comunidades.
Más allá de algunos avances a nivel político, tanto en el discurso sobre financiación como en la negociación sobre la gestión de Internet, dos aspectos centrales durante la segunda fase de la CMSI, la sociedad civil ha expresado fuertes críticas respecto a la incapacidad de los gobiernos de producir planes de acción firmes tendientes a efectivizar las medidas planteadas en las difusas declaraciones y compromisos, así como mecanismos claros y eficaces de implementación y seguimiento de las acciones acordadas. Especialmente en lo que se refiere a establecer planes sólidos para el desarrollo y utilización de estas tecnologías en el Sur, uno de los desafíos centrales de la CMSI.
La participación de la sociedad civil internacional tuvo también un carácter especial en Túnez, donde se realizaron fuertes denuncias y reclamos en relación a la situación de represión y a las violaciones a los derechos humanos en el país sede, donde los casos de violencia contra activistas y periodistas extranjeros operaron como muestra del clima reinante. Esto ha llevado a solicitar, en una carta abierta dirigida al secretario general de la ONU, la implementación de un monitoreo post CMSI en Túnez y una revisión de los mecanismos de la ONU para la asignación de países sede de este tipo de conferencias.
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