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No. 131/132 - Setiembre/Octubre 2002

Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible

Cumbre secuestrada por transnacionales

por Eduardo Tamayo G.

Ambientalistas y movimientos sociales expresaron su profunda preocupación por el peso y la gran influencia que han ganando los lobbies empresariales para torcer a favor de sus intereses privados el proceso de la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible.

"Esta es una Cumbre secuestrada por las corporaciones transnacionales". Lo advirtieron antes y lo confirmaron durante la Cumbre que concluyó el 4 de setiembre en Johannesburgo, ambientalistas y movimientos sociales.

Informaciones periodísticas dieron cuenta que varias empresas transnacionales figuraron como patrocinadores de la Cumbre. Hewlett Packard, transnacional informática con asiento en Estados Unidos, puso a disposición de los centros de prensa centenares de computadoras y la gigante automotriz Daimler Crysler "prestó" 1.000 vehículos de lujo destinados a las delegaciones oficiales. ¿Ayuda desinteresada?

Varios representantes de empresas transnacionales formaron parte de las delegaciones de los países industrializados. Así por ejemplo, el gobierno británico de Toni Blair incluyó en su delegación a directivos de Río Tinto y Anglo American, dos empresas mineras inculpadas por desastres ambientales en distintas partes del mundo, incluyendo Gran Bretaña y Sudáfrica. Paradójicamente, en principio, la delegación británica excluyó al ministro de Medio Ambiente, Michael Meacher, quien sólo fue integrado luego de fuertes críticas de las organizaciones ecologistas Greenpeace y Amigos de la Tierra, según la revista mexicana Proceso.

De contaminadoras a ecologistas

Las empresas transnacionales "son las principales generadoras de contaminación y extracción de recursos del mundo, así como también son responsables de crear modelos de consumo insustentables", sostuvo Martin Khor, director de la Red Tercer Mundo. Sin embargo, ahora las transnacionales trataron de convencer de que no forman parte del problema sino de la solución. Algunas empresas petroleras, mineras, etc, conocidas por sus actividades destructivas del medio ambiente, se han vuelto "verdes" y han asumido un lenguaje "ecologista". Hablan frecuentemente de "desarrollo sustentable" y se presentan como abanderados de la protección ambiental y hasta preocupadas por la pobreza y el hambre en el mundo, que ellos mismo ayudan a generar.

British Petroleum, acusada de complicidad de violación de derechos humanos en Colombia, se presentó en la Cumbre de Johannesburgo como líder mundial en la fabricación de paneles solares y como promotora de proyectos de energía solar en comunidades rurales de Filipinas.

Shell, a la que una ONG le adjudicó el gran premio de "la más mentirosa", no estuvo presente en Johannesburgo, pero sí asistió la estadounidense Texaco, recientemente fusionada con Chevron. Texaco tiene pendiente en tribunales de Nueva York un juicio por daños ambientales causados en la Amazonía formulado por comunidades indígenas del Ecuador. Esta corporación extrajo, en los últimos 25 años, unos 1.300 millones de barriles de petróleo de la Amazonía, pero solo dejó una zona selvática contaminada por el vertido de miles de barriles de petróleo, utilizando, para ahorrar costos, una tecnología denominada de no-inyección no permitida en los países desarrollados.

La agenda corporativa

Desde la Cumbre de Río, las transnacionales no sólo han crecido en número sino en poder e influencia. "De las 100 mayores economías del mundo, 51 son corporaciones globales y 49 son países. Noventa por ciento de esas corporaciones se encuentran en los países industriales, son responsables del 70 por ciento del comercio mundial y poseen el 90 por ciento de toda la tecnología y productos patentados", dice un comunicado de las Agencias Ecuménicas de Ayuda y Desarrollo.

En la Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro en 1992, las grandes corporaciones participaron con el Consejo Empresarial para el Desarrollo Sustentable, creado por el suizo Stephan Schmidheiny en 1990 con 48 dirigentes de empresas de todo el mundo. Este Consejo trabajó codo a codo con la Cámara de Comercio Internacional en una agenda que priorizaba el libre mercado, las nuevas tecnologías y el crecimiento económico como condiciones para lograr el "desarrollo sustentable".

A partir de entonces, algunas corporaciones han experimentado una metamorfosis increíble: de contaminadores se han transformado en socios del "desarrollo sustentable". En 1995, reorganizaron el Consejo Empresarial para el Desarrollo Sustentable, que pasó a denominarse Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sustentable, integrando a 150 empresas transnacionales de 27 países.

La Cámara Internacional de Comercio y el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sustentable crearon, en abril de 2001, un nuevo instrumento: la Acción Empresarial para el Desarrollo Sustentable que participó en el proceso preparatorio y en la Cumbre de Johannesburgo. Este organismo es dirigido por Mark Moody-Stuart, ex presidente de la Royal Dutch/Shell, una compañía que ha llevado las fronteras del camuflaje ambientalista más lejos que ninguna, según señala Corporate Europe Observatory (CEO), una organización con sede en Holanda miembro de Amigos de la Tierra Internacional.

Las empresas transnacionales, sin embargo, no han presentado un bloque monolítico en la arena internacional. Los más duros grupos de presión de las corporaciones de Estados Unidos han trabajado por salvaguardar sus propios intereses y han pugnado por frenar cualquier avance en materia ambiental para salvar el planeta. Con ocasión de la Cumbre de Johannesburgo, 31 organizaciones y dirigentes conservadores de Estados Unidos -entre las cuales se puede mencionar al Instituto para la Competitividad Empresarial, Estadounidenses por la Reforma Impositiva, Alianza por la Libertad, Estadounidenses contra el control de la ONU- presionaron para que George Bush, el presidente del país que es responsable de una cuarta de las emisiones que provocan el calentamiento global, no fuera a Río+10.

Cabe recordar también que algunas de las empresas transnacionales que hoy se han declarado partidarias del desarrollo sustentable -como Shell, Texaco, Amoco, Chevron, Chrysler, Dow Chemical, Du Pont, Exxon, General Motors, Ford- formaron parte del Global Clima Coalition (GCC) creado para oponerse a cualquier reglamentación sobre las emisiones de gases de efecto invernadero, prevista en el Protocolo de Kyoto. Teniendo como eje central este último propósito, la GCC financió una campaña publicitaria de 13 millones de dólares llevada a cabo por la Asociación Americana de Fábricas de Automóviles.

En el limbo de la desregulación

En la última década, las empresas transnacionales han ganado un enorme terreno para influir en las decisiones de los diversos organismos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Las puertas de la ONU se les ha abierto de par en par a las sociedades transnacionales con el llamado "Global Compact", inaugurado el 25 de julio del 2000, en la sede de la ONU en Nueva York, con la participación de 44 grandes sociedades transnacionales y algunos otros "representantes de la sociedad civil", sostienen la Asociación Americana de Juristas y el Centro Europa Tercer Mundo en el folleto "¿Las Naciones Unidas harán respetar a las sociedades transnacionales las normas internacionales en materia de derechos humanos?".

"Entre las transnacionales que participan en el Global Compact, agregan, se encuentran, entre otras, la British Petroleum, Nike, Shell, Río Tinto y Novartis, con densos curricula en materia de violación de los derechos humanos y laborales o daños al medio ambiente".

Cabe señalar también que la Cámara Internacional de Comercio fue un participante muy activo en la Comisión de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable, el organismo que monitoreó la aplicación de los compromisos de la Cumbre de la Tierra de 1992 y que preparó Río+10. Igualmente, esta organización patronal lleva a cabo un cabildeo muy activo en la Organización Mundial de Comercio (OMC) y últimamente en las reuniones preparatorias de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información, convocada por la ONU y la Unión Internacional de Telecomunicaciones para fines de 2003.

Las grandes corporaciones se sienten muy a gusto con acuerdos tipo Global Compac porque son de carácter voluntario y no implican asumir normas obligatorias y vinculantes. A lo que apuestan las empresas transnacionales es a la autorregulación, mediante códigos voluntarios de conducta. Para ellos basta con la "responsabilidad social de las empresas" para lograr "un mundo mejor para todos".

Un código de conducta es un conjunto mínimo de principios y normas ambientales, sociales y laborales que una empresa se compromete a cumplir, asociándose a veces con observadores externos (una ONG o una empresa auditora) que muchas veces ellos mismos contratan y pagan. Estos códigos han proliferado en la última década y han demostrado ser totalmente insuficientes para frenar las violaciones de los derechos laborales y humanos o impedir el deterioro ambiental del planeta. Como son de carácter voluntario, la empresa no está obligada a cumplir con lo que allí se estipula, conociendo de antemano que no va a ser sancionada. La principal crítica que hacen organizaciones de la sociedad civil es que estos códigos no son más que instrumentos de relaciones públicas de las empresas transnacionales, cuyo principal propósito es tranquilizar a los consumidores del Norte preocupados por las espantosas condiciones de trabajo y salarios de miseria que pagan a los trabajadores las empresas subcontratistas de las transnacionales en el Sur del planeta.

Ambientalismo de mercado

Varias redes ecologistas, organizaciones sociales, representantes de iglesias y parlamentarios se pronunciaron en Johannesburgo en contra del "ambientalismo de mercado" que proponen las empresas transnacionales y por la creación de instrumentos internacionales de carácter obligatorio que encuadren la conducta ambiental y social de las grandes corporaciones. El reverendo Martín Robra, del Consejo Mundial de Iglesias, señala que el lenguaje del proyecto de declaración de la Cumbre de Johannesburgo cambió en los últimos días. Por ejemplo, algunas referencias con respecto a la responsabilidad corporativa han sido eliminadas o debilitadas. Robra expresa sus temores de que los intereses del comercio global se impongan sobre el esfuerzo de combatir la pobreza y de proteger el medio ambiente. "Se debe adoptar un marco obligatorio para que rindan cuentas las corporaciones para asegurar que la gobernanza económica global sirva a todos y no solo a los ricos y poderosos", enfatiza. Por último, dice que la ONU debe restituir la Comisión de Empresa Transnacionales, bajo el mandato del Consejo Económico y Social (ECOSOC), para que establezca mecanismos regulatorios que aborden las relaciones entre las prácticas corporativas y las obligaciones internacionales.

Una red de 222 parlamentarios críticos con el neoliberalismo, creada en el marco Foro Social de Porto Alegre, se pronunció por la creación de un sistema contractual internacional de responsabilidad de las empresas, que exigiría a los inversores privados a atenerse a las normas sobre el empleo y el medio ambiente definidas por la legislación nacional y el derecho internacional así como la instauración de un mecanismo de control independiente.

Un primer paso en esta dirección sería la obligación de publicar un informe sobre el comportamiento social y medioambiental, así como el reforzamiento de las directivas existentes para las multinacionales. Además, todos los acuerdos multilaterales sobre el medio ambiental deberían contener cláusulas sobre la utilización de los recursos naturales y el control de las inversiones. Un código de conducta voluntario no es suficiente para garantizar los derechos de los ciudadanos y de las comunidades y el deber de las empresas, agregaron.

Finalmente, Ricardo Navarro, presidente de la Red Amigos de la Tierra, dijo a la publicación Tierra América, que el proceso oficial de la Conferencia ha sido secuestrado por las grandes empresas y que las ONG tuvieron poca incidencia en la Cumbre porque a los gobernantes les faltó voluntad política para contrariar los intereses de las compañías transnacionales.






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