No. 131/132 - Setiembre/Octubre 2002
Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible
Declaración política poco transparente y plan de aplicación débil
por
Martin Khor
La Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible terminó el 4 de setiembre luego de un extenso plenario final de seis horas, mientras los delegados regateaban sobre un segundo borrador de declaración política, que dieron a conocer una vez iniciada la sesión.
El plenario, presidido por el presidente de Sudáfrica, Thabo Mbeki, terminó adoptando la declaración política, llamada Declaración de Johannesburgo sobre el Desarrollo Sostenible, y un Plan de Aplicación, ambos documentos esenciales para dicha Cumbre. Así culminaron dos semanas de negociaciones durante las cuales predominó una sensación de incertidumbre respecto de la posibilidad de llegar a un acuerdo, ya que había fuertes disensos entre el Norte y el Sur.
Entre los puntos más discutidos del Plan de Aplicación estuvieron las finanzas y el comercio, así como la gobernanza, dos de los principios de Río de Janeiro (responsabilidades compartidas y diferentes, así como principio de precaución), y la aceptación de objetivos con un plazo de consecución, incluso para la energía y el saneamiento.
Las negociaciones sobre estos temas que figuran en borrador del Plan de Aplicación quedaron atascadas entre los altos funcionarios, de modo que fueron elevadas al nivel ministerial -en el cual participan varios ministros y funcionarios- durante la última fase de la Cumbre.
Cuando se presentó el Plan en el plenario, varios países aprovecharon la oportunidad para hacer comentarios o presentar su interpretación sobre uno u otro punto. Sin embargo, Estados Unidos presentó sus reservas respecto de cuatro área de consenso sobre el texto. El discurso de Estados Unidos fue abucheado por los miembros de las ONG que estaban en los pasillos.
El primer punto de reserva fue el Principio 7 de la Cumbre de Río de Janeiro, sobre la responsabilidad compartida y diferente. Estados Unidos no acepta la responsabilidad del derecho internacional. También, en estos términos, este principio se relaciona con problemas ambientales del mundo entero. La consecuencia es que Estados Unidos no acepta este principio, salvo en relación con los problemas ambientales del mundo entero.
El segundo punto tenía que ver con el párrafo que figura en el Plan de Aplicación sobre la responsabilidad de las empresas. Según el delegado de Estados Unidos, el presidente de la reunión principal del comité, realizada el 3 de septiembre, dijo que existía un acuerdo colectivo en cuanto a que dicho párrafo se refiere a los acuerdos internacionales existentes, y que esto debería reflejarse en el informe sobre la Cumbre.
El párrafo llama a promover la responsabilidad empresarial por medio del desarrollo completo y la aplicación efectiva de los acuerdos intergubernamentales y las regulaciones nacionales. De hecho, el delegado de Estados Unidos cometió un error al anunciar la declaración de su país. El presidente de la sesión del 3 de setiembre, Emil Salim, de Indonesia, rechazó expresamente una propuesta leída por un funcionario de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), según la cual el grupo de contacto sobre la globalización y los medios de aplicación compartían la idea de que la única referencia eran los acuerdos intergubernamentales. La decisión clara del presidente de rechazar la propuesta surgió luego de que Etiopía y Noruega presentaran fuertes objeciones. Dicho rechazo se lo confirmó personalmente el propio Emil Salim al autor de este artículo durante el plenario final del 4 de setiembre.
El tercer punto de objeción de Estados Unidos tenía que ver con el Plan de Aplicación del Convenio sobre la Diversidad Biológica y las Directivas de Bonn. La opinión de Estados Unidos era que toda iniciativa debía brindar acceso a los recursos biológicos, así como respetar otras leyes internacionales.
Se trata del principio de acceso y distribución de los beneficios relativos a los recursos biológicos y su conocimiento asociado. Mediante esta interpretación, Estados Unidos subrayó el derecho de la parte extranjera a obtener acceso a los recursos biológicos en los países de origen, ignorando el aspecto de distribución de los beneficios, que es de principal atención para los países en desarrollo y las comunidades locales. Este énfasis se vuelve aún más extremo por referirse al respeto por la legislación internacional, que puede ser una referencia al Acuerdo sobre Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio (TRIPS), que vuelve más fácil el pedido de patentes y otros derechos de propiedad intelectual por parte de extranjeros en los países de donde se extraen recursos biológicos.
El cuarto punto presentado por Estados Unidos fue que no había interpretado que las conferencias de la ONU estuvieran a favor del aborto. La intervención de Estados Unidos desanimó a todos y fue una muestra de la posición que adoptó durante la conferencia.
El mayor aplauso se lo llevó el presidente de Venezuela, Hugo Chavez, quien dijo que la Cumbre era "un diálogo de sordos" y lamentó que los jefes de Estado y gobierno no pudieran encontrar el modo de influir sobre los resultados de la misma. "Nuestras opiniones no ejercen ninguna influencia sobre la conclusión de esta cumbre", afirmó.
Otra ronda de aplausos recibió el representante de Santa Lucía, quien habló en nombre de los pequeños estados isleños y criticó a la Organización Mundial de Comercio (OMC) por no darles apoyo. "Existe un principio de trato especial y diferenciado, pero no ha entrado en vigor. Creo que la OMC no tiene alma. La liberalización comercial ha afectado adversamente a nuestra industria bananera, eso es lo que han significado la liberalización y la globalización para nosotros. Algo anda mal", declaró el delegado.
Además, la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible no logró establecer un objetivo de energía renovable, añadió el delegado de Santa Lucía. Sin embargo, su propio país se propuso que 20 por ciento de su energía procediera de fuentes renovables. "Pero el Banco Mundial nos está presionando para que privaticemos el agua, la electricidad, el servicio telefónico. Por un lado tenemos que privatizar, pero cuando intentamos poner en marcha nuestra política de energía renovable, las multinacionales frustran todos nuestros esfuerzos porque sólo tienen interés en recibir sus ganancias", concluyó.
Finalmente, casi no hubo preparación para la declaración política. En Río+5, cumbre que tuvo lugar en Nueva York en 1997, el período de negociación sobre sucesivos borradores se extendió durante varios días y de todos modos, la Cumbre se cerró sin ninguna declaración política cuando el entonces presidente de la Asamblea General de la ONU, el embajador de Malasia Razali Ismail, abandonó su ejercicio porque era imposible redactar un texto significativo.
La brecha entre el Norte y el Sur, en particular respecto de los recursos financieros, fue muy profunda. Los países en desarrollo alegaron que el Norte no cumplió con lo prometido en el área de finanzas y tecnología. Por esto, Razali declaró que lo mejor era ser honestos y no hacer declaraciones, en lugar de presentar un puñado de generalidades sin tocar ningún punto de interés. De ese modo, Río+5 no le haría creer al mundo que los gobiernos habían hecho algún progreso, dijo Razali.
Durante la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible, se adoptó el enfoque contrario. Todo intento de redactar la declaración quedó en segundo plano, ya que la mayor parte de la atención de las delegaciones estuvo centrada en el Plan de Aplicación. La última reunión preparatoria en Bali terminó sin borrador de declaración, y el presidente de la comisión preparatoria, Emil Salim, presentó un documento de su autoría luego de la reunión.
Ni siquiera ese documento se discutió en Johannesburgo. En realidad, no hubo un proceso de preparación. El país anfitrión, Sudáfrica, distribuyó un primer borrador recién el 1 de setiembre, apenas tres días antes de la conclusión de la Cumbre. Dicho borrador fue muy criticado por varios países, pero no se hizo ninguna reunión para discutirlo.
Durante la noche del 3 de setiembre, cuando se reunió el Comité Central para discutir el Plan de Aplicación, unas pocas delegaciones lideradas por Malta preguntaron qué había pasado con el proceso de declaración y cuándo habría una reunión para discutirlo. La ministra de Relaciones exteriores de Sudáfrica, Dlamini-Zuma, respondió que había habido tantas propuestas de enmienda al primer borrador como personas en el pasillo (unos 300 delegados) y anunció que se prepararía un segundo proyecto para el 3 de setiembre de mañana. La Secretaría de la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible indicó que se llamaría al Comité a reunirse a la mañana siguiente para discutir el nuevo texto. Sin embargo, cuando los delegados presionaron para saber cuándo era la reunión, nadie supo dar una respuesta.
Durante el último día de la Cumbre, las delegaciones esperaron con ansiedad el nuevo proyecto de declaración y la oportunidad para discutirlo, pero nada de eso ocurrió. Por lo tanto, el último plenario oficial, presidido por el presidente de Sudáfrica, Thabo Mbeki, empezó después de las tres de la tarde sin que ningún funcionario hubiera tenido la oportunidad de ver el nuevo borrador de la declaración. Finalmente, el mismo circuló cuando ya había comenzado el plenario, bajo el título "Proyecto de Declaración Política presentado por el presidente de la Cumbre".
Varias delegaciones y ONGs manifestaron informalmente su disgusto sobre el nuevo borrador, en particular respecto de un texto que figuraba en el primer borrador y que había sido omitido en el segundo, de modo que Mbeki anunció que se suspendía la reunión durante 10 minutos. Pero el corte se alargó a casi dos horas ya que varias delegaciones se embarcaron en fuertes discusiones entre ellas, así como con los más altos funcionarios de Sudáfrica y de la ONU.
Cuando se volvió a reunir el plenario, empezó a circular un documento con cuatro puntos nuevos o enmiendas. Así fue adoptada la Declaración de Johannesburgo sobre Desarrollo Sostenible.
El modo en que se introdujo dicha declaración, con tanto retraso y casi con la actitud de "tómala o déjala", fue bastante alejado del procedimiento normal en la ONU, donde los borradores de documentos tan importantes pasarían por meses de negociaciones, en diversas etapas, tanto en un comité de preparación, como en la misma Cumbre.
En cambio, la Declaración de Johannesburgo y el proceso de introducción y adopción de la misma fueron similares al modo en que se redactaron los dos borradores finales de la Declaración Ministerial de la OMC en Doha, en noviembre de 2001. Hasta ahora, sigue siendo poco claro quién redactó el texto final de Doha, que la Secretaría empezó a hacer circular el último día con la misma actitud de "tómalo o déjalo".
Incluso entonces, el texto había pasado antes por dos borradores en Ginebra y dos más en la propia Doha. En cambio, sólo hubo dos borradores de la Declaración de Johannesburgo, y las delegaciones no tuvieron ninguna oportunidad de examinarlo en grupos informales o comités.
Varias delegaciones manifestaron sus inquietudes acerca de la absoluta carencia de transparencia y método del proceso de declaración política. Algunos delegados, familiarizados con los procedimientos de la OMC, se quejaron de que el sistema de la ONU, habitualmente abierto y participativo, se había contagiado del perverso procedimiento de la "sala verde" de la OMC.
Al final, todos los delegados aceptaron la Declaración de Johannesburgo, a pesar de la frustración de muchos, quizá porque no había nada significativo en el texto de lo cual se pudieran plantear quejas. Se trató de un "texto inofensivo", como dijeron varios de ellos. Lo que se quiso decir con esa expresión es que la declaración contiene declaraciones generales de buena voluntad, pero no incluye ningún compromiso significativo de nadie y, por lo tanto, no tiene la fuerza necesaria para afectar los intereses de ningún país.
Quizá esa sea también una descripción adecuada para la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible. Los líderes políticos y sus principales funcionarios se reunieron, pelearon por los textos difíciles del Plan de Aplicación, acordaron adoptar algunas palabras que sonaran bien en una declaración política insignificante, y se fueron.
Sin demasiados logros, y probablemente sin provocar ningún daño, la Cumbre dejó en los participantes oficiales la sensación de que la reunión valió la pena como oportunidad para reunirse y aclarar la posición de cada uno respecto de asuntos cruciales para la humanidad y la naturaleza. Pero, por lo demás, se llegó a un callejón sin salida, no hubo progresos en las nuevas áreas, y casi se dio marcha atrás en las viejas áreas del acuerdo previo, como la dificultad de seguir aceptando los dos principios claves de Río.
Con resultados tan exiguos respecto de los altísimos costos de personal, tiempo y recursos, pasará bastante tiempo antes de que surjan argumentos convincentes para convocar otra cumbre de este tipo.
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