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Tema de tapa


Nº 162 Octubre - Diciembre 2005

El G-8 y América Latina

por María José Romero

Los líderes del G-8 anunciaron la condonación de la deuda de dieciocho países pobres, entre los que se encuentran cuatro latinoamericanos: Bolivia, Honduras, Nicaragua y Guyana. El debate sobre la pobreza se centra en este momento en la ayuda a África. Con probada razón los países africanos necesitan ser considerados. No obstante, la extendida pobreza de América Latina también hace imprescindible emprender acciones y en este sentido esta propuesta es casi insignificante.

La Cumbre del Grupo de los Ocho (G-8) en Gleneagles, Escocia, fue precedida por una importante campaña a favor de la lucha contra la pobreza. Como conclusiones de la Cumbre, los líderes de los países integrantes del grupo (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón y Rusia) anunciaron el cien por ciento de cancelación de la deuda a dieciocho países pobres. Entre ellos se encuentran catorce países africanos y cuatro latinoamericanos que califican según los requerimientos de las instituciones financieras.
Este anuncio sienta un importante precedente en relación con la cancelación de la deuda, pero es aún insuficiente en relación con el elevado nivel de endeudamiento que tienen tanto los países africanos como los latinoamericanos. Para los primeros, la deuda representa treinta y seis por ciento del producto interno bruto (PIB) total del continente, mientras que para los segundos representa treinta y ocho por ciento. Las condiciones de pobreza extrema que vive África han hecho que la ayuda a los países africanos sea el centro de todos los esfuerzos. Mientras tanto, los cuatro países latinoamericanos que calificaron son sólo una muestra de las consecuencias del endeudamiento en el continente.
Haití es el país más pobre del hemisferio occidental y ha sido continuamente excluido de las iniciativas de condonación de deuda de la comunidad internacional. Tal como describe Beverly Keene, de Jubileo Sur, tras su visita al país, su población vive en la extrema pobreza y ochenta por ciento de la misma se encuentra sin empleo. Calificado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como un “país en rápida regresión económica”, se mantiene ocupado militarmente desde hace más de un año.
Según afirma Camille Chalmers, profesor de economía de la Universidad de Haití, una de las causas principales del desplome económico es la aplicación de los planes de ajuste estructural y las medidas de liberalización comercial impuestos por Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional, a partir de la década del ochenta. Estas políticas profundizaron aún más el proceso de declinación, aniquilando la producción de caña de azúcar, de fruta y de arroz, y convirtiendo a Haití en importador de alimentos.
En este contexto, el pago de la deuda se hace cada vez más difícil, por lo que a comienzos de 2004 Haití se declaró en cesación de pagos con el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Hoy la deuda es de unos 1,4 billones de dólares, representa cuarenta por ciento del PIB y los servicios que genera se calculan en aproximadamente 70 millones de dólares anuales. Según estas cifras, Haití gasta dos veces más en servicios de deuda que lo destinado a la atención de la salud.
Parece ser, entonces, que la pobreza es condición necesaria pero no suficiente para ser un país “beneficiado” con la condonación de la deuda. El cumplimiento de los requerimientos para calificar a la Iniciativa para la Reducción de la Deuda de los Países Pobres Muy Endeudados (Iniciativa HIPC, por su sigla en inglés) es en este caso más importante.
Según las pautas del FMI y el Banco Mundial, los países que tienen deudas insostenibles deben cumplir con sus “condiciones” por un período de tres años, hasta llegar a un punto de decisión en el que se acuerda un alivio de deuda. Luego de otros tres años de ajuste estructural se produce un nuevo acuerdo. Si un gobierno no tiene éxito en persuadir a las instituciones financieras internacionales (IFIs) de que está siguiendo sus pautas, se prolonga aún más el tiempo de ajuste estructural que debe recorrer antes de llegar a ser elegible para un alivio de deuda completo.
Según analiza Gail Hurley, de Eurodad, cuando en 1996 (y en 1999) la comunidad internacional confeccionó la lista de países elegibles para una condonación de deuda (Iniciativa HIPC) se decidió excluir a países como Haití, Kenia, Angola y Nigeria, por lo que actualmente estos países extremadamente pobres se quedan sin una solución a su crisis.
En una situación no tan dramática como las de Haití y estos tres países africanos se encuentran otros países latinoamericanos como Ecuador, Jamaica y Perú. En estos casos, al igual que en el resto del continente, el pago de los servicios de la deuda ha desviado importantes recursos que de otra forma se utilizarían para el desarrollo y la cobertura de servicios básicos.
Por otra parte, más allá de los países elegibles, un aspecto importante que distingue a los países latinoamericanos es la fuerte incidencia que en su economía tienen las deudas contraídas con el BID y las deudas bilaterales, fundamentalmente con países europeos. Por ejemplo, cuarenta por ciento de la deuda externa de Honduras y veintiséis por ciento de la de Nicaragua corresponden al BID. Por tanto, el anunciado cien por ciento sólo representa una pequeña porción de lo que estos países destinan al pago de la deuda. Es decir que para Guyana la cancelación es de veintitrés por ciento, para Bolivia de treinta y dos por ciento, para Honduras de veinticinco por ciento y para Nicaragua de dieciocho por ciento.
Por este motivo, las acciones verdaderamente efectivas para América Latina tendrían que considerar la condonación de las deudas contraídas con el BID y, en última instancia, con los acreedores privados.
En todo caso, para aquellos que resultaron “beneficiados”, la propuesta del G-8 no supone una salida al problema de la deuda, ya que implica cumplir con reformas estructurales que en la práctica renuevan los términos del Consenso de Washington. Por tanto, en esta ocasión, la situación latinoamericana ha sido olvidada por los líderes del G-8, quienes tampoco reconocieron la verdadera urgencia del continente africano, otorgando tan sólo un “alivio mediático”.

----------------- María José Romero es editora del proyecto Monitor de IFIs en América Latina, del Instituto del Tercer Mundo (ITeM): http://ifis.choike.org






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