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Tema de tapa


Nº 162 Octubre - Diciembre 2005

La liberalización cuesta más que la ayuda

por Claire Melamed

Las pérdidas sufridas por países de África subsahariana y otras regiones como resultado de dos décadas de liberalización comercial, a impulso del Banco Mundial y el FMI, exceden por lejos los 40.000 millones de alivio de la deuda otorgados por la cumbre del G-8.

La liberalización comercial costó a los países de África subsahariana 272.000 millones de dólares en los últimos veinte años. Si no se hubieran visto obligados a abrir sus mercados a cambio de ayuda para el desarrollo, créditos y alivio de la deuda, esos países habrían tenido suficientes ingresos para saldar su deuda y les habría sobrado recursos para la inmunización y escolarización de todos los niños y niñas.

Dos décadas de liberalización han costado a la región más pobre del mundo aproximadamente lo mismo que ha recibido en ayuda. De hecho, esta ayuda no hizo más que compensar a los países africanos por las pérdidas que les infligieron las condiciones de la ayuda que recibían. Esas pérdidas hacen que parezca muy pequeño el alivio de la deuda de 40.000 millones de dólares acordado por el Grupo de los Ocho (G-8) en su cumbre de Gleneagles. Y si la nueva ayuda y el alivio de la deuda prometidos llegan con más condiciones de liberalización, producirán más daño que beneficio. Los líderes del G-8 deben dejar de exigir condiciones perjudiciales como precio por la ayuda y el alivio de la deuda.

La organización no gubernamental Christian Aid presentó estudios de casos de países perjudicados por la liberalización comercial. Los defensores de la liberalización sostienen que esos casos son una pequeña minoría y que la mayoría se beneficia de las nuevas oportunidades creadas por la apertura. Esto no es verdad. Complementando anteriores estudios de casos, demostramos que países enteros serían hoy mucho más ricos si no hubieran sido forzados a abrir sus mercados.

Christian Aid encargó a un experto en econometría que determinara qué habría ocurrido si el comercio no se hubiera liberalizado, utilizando modelos económicos. El trabajo, concentrado en los efectos de la liberalización en treinta y dos países (principalmente de África, pero también de Asia y América Latina), fue revisado por una junta de académicos.

Con datos del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI), las Naciones Unidas y estudios académicos, establecimos el año en que cada país comenzó a liberalizarse y el grado de liberalización comercial que experimentó. Utilizamos pruebas sobre el impacto de ese proceso en las importaciones y las exportaciones, y el efecto de todo esto sobre el ingreso nacional, para estimar cuánto ingreso se perdió por la liberalización.

Los resultados sugieren que las importaciones tienden a aumentar más rápidamente que las exportaciones tras la liberalización comercial y que esto provoca pérdidas cuantificables de los ingresos de algunos de los países más pobres del mundo.

No afirmamos que aquellos países que se liberalizan no crezcan, ni que algunos de sus habitantes no mejoren su situación económica, sino que, sin la liberalización, el crecimiento sería mayor y la reducción de la pobreza más rápida.

Cuando el comercio se liberaliza, las importaciones aumentan abruptamente y el país se inunda de nuevos productos. Los productores nacionales son entonces desplazados del mercado por mercancías nuevas, más baratas y mejor comercializadas. Las exportaciones también tienden a crecer, aunque no tanto. La demanda del tipo de productos que exportan los países de África subsahariana (materias primas) no cambia demasiado, por lo tanto no hay mucho campo para aumentar las exportaciones. Esto significa que, en general, los productores nacionales venden menos que antes de la liberalización.

A largo plazo es la producción la que mantiene en marcha a un país y si la liberalización del comercio implica reducir la producción al final se traducirá en menores ingresos. Cualquier beneficio para los consumidores a corto plazo desaparecerá a largo plazo, porque caerán sus ingresos y aumentará el desempleo.

Ésta ha sido la historia de África subsahariana en los últimos veinte años. En ese período, la liberalización del comercio costó a los veintidós países africanos incluidos en el estudio de econometría más de 170.000 millones de dólares. Según nuestro modelo, ésa es la cantidad en que habría aumentado el producto interno bruto (PIB) de esos países si no hubieran abierto sus mercados en los años ochenta y noventa. Si el modelo se aplica a toda África subsahariana, la pérdida asciende a 272.000 millones de dólares.

Aunque algunos países africanos aumentaron su PIB en los últimos veinte años, este incremento no fue tan grande como podría haber sido. Hoy en día hay más pobres en África subsahariana que hace veinte años, y parte de ellos no serían pobres hoy, a no ser por la inadecuada liberalización del comercio.

Sólo en el año 2000, África subsahariana perdió casi 45 dólares por persona debido a la liberalización comercial, en general implementada como condición para recibir ayuda, créditos y alivio de la deuda. Tal parece que fue un mal negocio: ese mismo año, la ayuda recibida por la región equivalió a 20 dólares por persona, es decir menos de la mitad de la pérdida por la liberalización. África pierde mucho más de lo que gana si la ayuda llega condicionada.

La asombrosa verdad es que los 272.000 millones de dólares que la liberalización ha costado a África subsahariana podrían haber saldado la deuda de todos los países de la región (estimada en 204.000 millones de dólares) y aun financiado la vacunación y escolarización de todos los niños.

Los efectos negativos de la liberalización comercial no se limitan a África. Países pobres de Asia y América Latina sufrieron consecuencias similares. La pérdida promedio de los países estudiados por Christian Aid fue de once por ciento del PIB en veinte años, lo que representó varios miles de millones de dólares para cada país. La pérdida total para los treinta y dos países estudiados ascendió a 896.000 millones de dólares.

Estudios académicos demostraron que el principal efecto de la liberalización sobre los flujos comerciales es aumentar la demanda de importaciones a un ritmo más rápido que la de exportaciones. Es decir que, tras la liberalización, los países tienden a comprar más de lo que venden cada año. Como resultado, su balanza comercial se deteriora y no pueden sostenerse a largo plazo sin un flujo constante y creciente de ayuda.

A medida que aumentan las importaciones, cae la demanda en el país de productos nacionales, porque la gente tiende a consumir productos importados. La demanda de exportaciones no aumenta lo suficiente para compensar la caída de la demanda nacional. Para los agricultores esto significa producir menos o vender a menor precio. Para los industriales puede significar la ruina.

Como resultado, los países en desarrollo podrían endeudarse cada vez más, dado que gastan más de lo que ganan. Sin embargo, es muy improbable que los países en desarrollo más pobres reciban los fondos que precisan para costear ese gasto, ya sea mediante créditos, donaciones o inversiones.

África, por ejemplo, ha sido un exportador neto de capital durante gran parte de los años ochenta y noventa. El comercio y la liberalización han estado asociados con una creciente fuga de capitales. El problema se ha agravado por la reducción de la ayuda a África en los años noventa. Si el continente no recibe más fondos sentirá el impacto sobre el PIB a mediano y largo plazo. A medida que la demanda de sus productos se reduce, los productores ganan menos, el ingreso total del país disminuye y las importaciones al final vuelven a sus niveles previos a la liberalización. Todo esto conduce a ingresos nacionales inferiores a los que habría sin la liberalización comercial.

Los pobres llevan la peor parte

Cuando el PIB de un país cae no afecta a todos por igual. Quienes sufren más son los pobres. Datos recientes de las Naciones Unidas demuestran que aquellos países que más liberalizan su comercio tienden a sufrir mayor incremento de la pobreza. Por otra parte, los países que se aíslan del comercio por completo tampoco logran reducir la pobreza. Los que obtienen mejores resultados son aquellos con niveles moderados de protección.

Otros datos aislados sustentan esta tendencia general. Christian Aid realizó varios estudios de casos a través de los años que demuestran cómo la liberalización del comercio ha afectado a los pobres: • La producción de tomates proveía de un buen sustento a familias rurales de Senegal. Pero después de la liberalización, el precio de los tomates se redujo a la mitad, y la producción cayó de 73.000 toneladas en 1990 a sólo 20.000 toneladas en 1997.

• En Kenia, tanto el cultivo de algodón como la producción de textiles han sido afectadas. La producción de algodón, un generador de ingresos esencial para las familias pobres, cayó de 70.000 fardos al año a mediados de los ochenta a menos de 20.000 fardos a mediados de los noventa. Asimismo, el empleo en fábricas textiles disminuyó de 120.000 a 85.000 puestos en sólo diez años.

• Las importaciones de arroz en Ghana aumentaron a 314.626 toneladas por año tras la liberalización comercial. Para los agricultores nacionales, los resultados fueron catastróficos. Uno de ellos dijo a Christian Aid: “Uno de los principales problemas que enfrentamos es la comercialización de nuestro arroz. Nos resulta difícil competir con el arroz importado en el mercado”.

Como indican estos ejemplos, en general son los agricultores pobres los que más sufren por la liberalización del comercio. La caída de la demanda nacional, resultante del aumento de las importaciones, los golpea con particular dureza. Una de las causas es su falta de acceso al capital y la tecnología para aumentar su productividad o la calidad de sus productos en respuesta a la competencia. Además, compiten en un mercado internacional extremadamente desigual, en que las importaciones de los países industrializados suelen contar con fuertes subsidios.

Mientras, las industrias manufactureras no han crecido para dar empleo a aquellos que ya no pueden vivir de la agricultura. Por el contrario, la manufactura también ha sido muy perjudicada por la liberalización comercial, como demuestran los siguientes casos: • En Zambia, el empleo en el sector formal disminuyó cuarenta por ciento en sólo cinco años tras la liberalización comercial.

• En Ghana, el empleo en el sector manufacturero cayó de 78.700 puestos en 1987 a 28.000 en 1993.

• En Malawi, la producción textil cayó a menos de la mitad entre 1990 y 1996. Muchas industrias que fabricaban productos de consumo como jabón y aceite de cocina se arruinaron, y la industria avícola se derrumbó bajo el peso de las importaciones baratas.

Las tendencias de las importaciones y exportaciones tras la liberalización muestran cómo ocurrió esto. En todos los países de los que tenía datos, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) halló que, después de la liberalización, las importaciones de alimentos aumentaron como proporción de todas las importaciones, mientras las de maquinaria disminuyeron.

Las importaciones de alimentos baratos desplazaron a los agricultores de los mercados nacionales, en tanto la reducción relativa de las importaciones de maquinaria demostró que los industriales también estaban sufriendo perjuicios, dado que importaban menos máquinas para mejorar la productividad y ofrecer más empleos.

La liberalización del comercio significa entonces un doble perjuicio para los pobres, porque sofoca el desarrollo industrial, que podría reemplazar el trabajo perdido en el sector agrícola.

Las tendencias de las exportaciones revelan esto con claridad. Aunque las exportaciones aumentaron en la mayoría de los casos tras la liberalización, la mayoría de los países exportaron más de lo mismo, en lugar de vender más bienes manufacturados o productos agrícolas con mayor valor agregado. Un estudio de la UNCTAD también reveló que muchos de los países menos adelantados perdieron su porción del mercado a causa de la liberalización, porque sus exportaciones ya no pudieron competir en mercados internacionales.

Política errada

Está claro que la liberalización del comercio no está impulsando un modelo de desarrollo más dinámico, diversificado ni favorable a los pobres. Por el contrario, está encerrando a África en una mayor dependencia de unos pocos productos agrícolas cuyos precios han estado en caída por cincuenta años. La liberalización causa un grave perjuicio a la industria manufacturera, justamente lo que necesita África para salir de la pobreza.

La liberalización del comercio no es entonces una buena política que tenga malas consecuencias para una pequeña minoría de personas. Es una política impuesta a los países en desarrollo por donantes e instituciones internacionales que sistemáticamente ha privado a los más pobres de oportunidades para desarrollar sus propias economías y poner fin a su pobreza.

Los pobres han sido desplazados de sus propios mercados y no han encontrado mercados internacionales para compensar la pérdida. El colapso de industrias y la caída de la importación de bienes de capital estancaron el desarrollo, exacerbando la crisis en el sector agrícola, dado que no hay oportunidades alternativas de empleo.

Los países africanos han perdido cientos de miles de millones de dólares en veinte años de liberalización. Esto significa oportunidades perdidas para la educación, la salud, la infraestructura y nuevas industrias. La liberalización comercial y quienes la impusieron a África deben asumir su parte de la culpa.

¿Qué se puede hacer? En primer lugar, detener la liberalización. Los países del G-8 deben: • Usar su poder de control en el Banco Mundial y el FMI para que estas instituciones dejen de obligar a los países a abrir sus mercados como condición para recibir créditos, donaciones y alivio de la deuda.

• Dejar de obligar a los países a abrir sus mercados como condición de la ayuda bilateral y el alivio de la deuda.

• Apoyar propuestas de trato especial y diferenciado en la Organización Mundial de Comercio, para permitir a los países en desarrollo la posibilidad de no aplicar acuerdos que no les resulten beneficiosos.

En segundo lugar, se debe permitir a los países en desarrollo revertir décadas de liberalización: • Esos países deben quedar libres para aumentar sus aranceles si lo necesitan para alcanzar metas de desarrollo.

• La asistencia técnica que les ofrecen las instituciones multilaterales o los donantes bilaterales debe incluir asesoramiento tanto sobre los posibles beneficios de alzar barreras comerciales como de abrir los mercados.

-------------- Claire Melamed es directora de política comercial de Christian Aid.

Este artículo se publicó por primera vez en South-North Development Monitor (SUNS) Nº 5832, 30 de junio de 2005. El documento completo del que se extractó este artículo puede solicitarse a cmelamed@christian-aid.org






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