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Sociedad


Nº 162 Octubre - Diciembre 2005

Un mundo en alerta roja no cumplirá las metas del milenio

Informe 2005 de Social Watch

La coalición de organizaciones ciudadanas Social Watch alertó en su Informe 2005 sobre pobreza y equidad de género que las metas planteadas en los Objetivos de Desarrollo del Milenio para 2015 simplemente no se alcanzarán, a menos que se produzca un cambio fundamental en las tendencias actuales. El informe se presentó el 14 de setiembre en Nueva York, en el marco de la Cumbre Mundial 2005 de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) acordados por jefes de Estado y de gobierno en 2000 incluyen metas mínimas de desarrollo. Sin embargo, con las actuales tasas de progreso los compromisos asumidos por los líderes mundiales de reducir significativamente la pobreza y alcanzar la equidad de género para el 2015 no se cumplirán.
“Al demostrar que no se cumplieron las promesas anteriores no fomentamos el escepticismo, sino que exigimos acciones. La historia sigue evolucionando y los ciudadanos sí pueden marcar la diferencia”, subrayó Roberto Bissio, coordinador de Social Watch, una red internacional de más de cuatrocientas organizaciones civiles de más de cincuenta países que monitorea el cumplimiento de los compromisos nacionales, regionales e internacionales para la erradicación de la pobreza.
El informe anual de Social Watch, publicado en inglés, español, francés, italiano, portugués, árabe y alemán, es el más reconocido documento independiente sobre desarrollo social y su aporte ha sido destacado por varios organismos de las Naciones Unidas.
Los ODM acordados por jefes de Estado y gobierno en la Cumbre del Milenio de 2000 son: 1) erradicar la pobreza extrema y el hambre; 2) lograr la enseñanza primaria universal; 3) promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer; 4) reducir la mortalidad infantil; 5) mejorar la salud materna; 6) combatir el VIH/sida, la malaria y otras enfermedades; 7) garantizar la sostenibilidad del medio ambiente; 8) fomentar una asociación mundial para el desarrollo.
El porcentaje de población mundial que vive en extrema pobreza, primera preocupación de los ODM, se habría reducido en la última década (1995-2004), pero esta reducción estuvo fuertemente ligada a la evolución de un solo país, China, cuya población representa la quinta parte de la población mundial, según el Informe 2005 de Social Watch, titulado “Rugidos y murmullos. Género y pobreza: más promesas que acciones”.
El documento toma su nombre de un comentario de Kumi Naidoo, presidente del Llamado Mundial a la Acción contra la Pobreza, quien para expresar su desilusión con el resultado de la Cumbre del Grupo de los Ocho (G-8), que tuvo lugar en julio en Escocia, comentó: “La gente rugió, pero el G-8 apenas murmuró”.
La meta de reducir a la mitad la proporción de personas con ingresos inferiores a un dólar diario fijada en los ODM se alcanzaría en Europa, Medio Oriente, Asia Central y quizás en el norte de África. Sin embargo, en América Latina la lentitud de la reducción hará inalcanzable la meta en 2015. En África subsahariana el panorama es desolador, pues la pobreza aumentó en 140 millones de personas entre 1995 y 2004, según indica el informe.
Un “Mapa social del mundo” acompaña el informe 2005 de Social Watch. El predominio de los colores rojo, naranja y amarillo muestra el elevado nivel de carencias en la mayor parte del mundo. Si en 2015 se alcanzaran las metas del Milenio, un nuevo mapa del mundo tendría el azul, o al menos el verde, como color predominante. Pero si los avances mantienen la lentitud de la década del noventa, entonces habrá aproximadamente setenta países con deficiencias inaceptables en sus capacidades básicas y al menos veinticinco seguirán pintados de rojo “crítico”.
El lanzamiento del informe anual de Social Watch tuvo lugar el 14 de setiembre en Nueva York, en el marco de la Cumbre Mundial 2005 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, la mayor reunión de dirigentes mundiales de la historia con la presencia de más de 170 jefes de Estado y de gobierno, que revisó, entre otros temas, el logro de los ODM.

Nuevos índices para medir el desarrollo social

Social Watch presentó en su informe de este año sobre pobreza y equidad de género dos nuevos índices para medir estas dimensiones del desarrollo, en lo que constituye un aporte de las ciencias sociales a un análisis más amplio de la situación de los pobres y las mujeres en el mundo.
El Índice de Capacidades Básicas y el Índice de Equidad de Género, elaborados por un equipo de sociólogos en la sede de Social Watch en Montevideo, presentan una metodología novedosa que complementa en varios aspectos los índices internacionales hasta ahora usados para evaluar el desarrollo humano.
“Estos índices, que están en sus primeras etapas de desarrollo, aportan una mirada complementaria para evaluar los logros de los países en los compromisos asumidos con sus ciudadanos en la erradicación de la pobreza y el cumplimiento de los derechos humanos”, indicó Karina Batthyány, coordinadora del área de investigación de Social Watch.
Para medir los logros hacia esos objetivos internacionales, el Índice de Capacidades Básicas (ICB) propone ir más allá de la dimensión única del ingreso y evaluar varios indicadores de las distintas capacidades de la población en los ámbitos esenciales de la salud y la educación asociados con el desarrollo social y para los cuales se fijaron objetivos internacionales.
Como no está basado en el ingreso, no requiere datos de encuestas de hogares a ser aportados por los gobiernos, y permite a instituciones independientes medir situaciones a escala nacional, regional o municipal. El ICB fue originalmente desarrollado por Social Watch Filipinas para vigilar a los gobiernos locales.
“Social Watch ha demostrado que un índice de capacidades que no incluya el ingreso puede reflejar la situación de los países de forma compatible con el índice de Desarrollo Humano utilizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y, a su vez, tiene la ventaja de poder usarse para el monitoreo de situaciones a nivel provincial o municipal”, señaló Roberto Bissio.
El ICB se basa en tres indicadores: el número de partos atendidos por profesionales de la salud, la mortalidad de niños menores de cinco años y la cantidad de niños que permanecen en el sistema escolar hasta quinto grado.
Al fusionar en un único número estos tres indicadores de fácil acceso en todos los países, el ICB hace posible comparar situaciones y sacar conclusiones globales. Es compatible con los sistemas estadísticos nacionales e internacionales y puede obtenerse mediante cálculos sencillos.
Para evaluar el alcance logrado hacia los ocho ODM, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) identificó cuarenta y ocho indicadores que, si bien son útiles para indagar en los pormenores de cada Objetivo, no facilitan la visión general. Además, muchos de estos indicadores sólo presentan información disponible para una cantidad limitada de países y carecen de series históricas.
De acuerdo al ICB, los diez países que menos satisfacen las necesidades mínimas de su población son Chad, en peores condiciones, seguido por Etiopía, Rwanda, Guinea-Bissau, Níger, Madagascar, Bangladesh, Burundi, Laos y Pakistán.
En el otro extremo, aquellos diez países donde la población tiene mejores posibilidades de desarrollo social son Suiza, Suecia, Portugal, Holanda, Nueva Zelanda, Noruega, Luxemburgo, Japón, Islandia y Grecia, en este orden.
Las peores deficiencias en capacidades básicas están en África subsahariana y Asia meridional: ochenta y dos por ciento de los países con menores capacidades pertenecen a estas regiones y casi setenta por ciento de ellos se concentran en África subsahariana.
En América Latina, seis de los veintiocho países de los que se dispone información están en niveles muy bajo o crítico, todos en América Central o el Caribe. Sólo Chile y Cuba tienen capacidades básicas altas en la región.
El desarrollo de las capacidades básicas refleja la desigualdad de la riqueza entre los países. El sesenta por ciento de los países con los niveles de ingreso más bajos está en la peor situación en el ICB. Sin embargo, algunos de ellos se ubican en un nivel medio en el Índice, lo que demuestra que es posible desarrollar las capacidades básicas de la población incluso cuando el país no es muy rico.
Por su parte, el Índice de Equidad de Género (IEG) permite medir el grado de equidad de género en los distintos países, sin conexión alguna con el promedio de desarrollo socioeconómico de la población.
El Índice de Desarrollo relativo al Género (IDG), creado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), utiliza las dimensiones del Índice de Desarrollo Humano al tiempo que incorpora las diferencias entre varones y mujeres en cada una de las variables y dimensiones que lo componen: salud, educación e ingreso.
Las diferencias entre el IEG y el IDG hacen que algunos países puedan estar clasificados de forma muy disímil según uno u otro índice. Por ejemplo, en la clasificación según el IEG de Social Watch, Moldova se ubica entre los veinticinco países con menor inequidad de género e Irlanda está sólo un escalón por debajo, en el tercer grupo de países. En cambio, según el IDG del PNUD, Irlanda ocupa el lugar número 10 y Moldova el 113.
¿A qué se deben estas diferencias? En el IDG, Moldova e Irlanda no presentan grandes diferencias en cuanto a los indicadores de esperanza de vida al nacer, la tasa de alfabetización adulta y la tasa bruta de matriculación combinada (educación primaria, secundaria y terciaria). Sin embargo, aparecen diferencias significativas entre varones y mujeres al considerar el índice de ingresos estimados (paridad de poder adquisitivo en dólares).
En Moldova, el promedio de ingreso femenino asciende a 1.168 dólares y el masculino a 1.788, pero en Irlanda esas cifras son 21.056 y 52.008 dólares, respectivamente. El ingreso estimado de los varones es más de dos veces superior al de las mujeres en Irlanda, mientras en Moldova la diferencia es considerablemente menor.
Además, el IEG incluye la dimensión de empoderamiento, que en el caso del PNUD se presenta a través de un índice específico, el Índice de Potenciación de Género.
Recientemente, el Foro Económico Mundial elaboró otro índice para medir la inequidad de género a nivel mundial. Se trata del Índice de Brecha de Género (GGI, por sus siglas en inglés), que amplía el número de áreas consideradas a participación económica, oportunidades económicas, empoderamiento político, logro educacional, salud y bienestar.
No obstante, hasta el momento esta mayor amplitud descriptiva actúa en detrimento de la cantidad de países a los que se puede aplicar el indicador. El IEG elaborado por Social Watch abarca más de 130 países, mientras el GGI sólo brinda información sobre cincuenta y ocho.
El IEG clasifica 134 países en una escala global con valores de uno a doce. Los países con el máximo puntaje son Australia, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia. Los países nórdicos tienen por lo general un buen desempeño en materia de equidad de género debido a la avanzada aplicación de políticas activas para lograr la igualdad de género y el aumento del poder y la participación femeninos. Con once puntos le sigue una mayoría de países europeos, entre ellos algunos de Europa oriental, como Moldova, Letonia y Lituania, y otros como Canadá, Colombia, Estados Unidos, Federación Rusa, Francia y Reino Unido.
Los países con peor desempeño en el IEG son Yemen (tres puntos), Côte d’Ivoire, Egipto, Pakistán y Togo (cuatro puntos), seguidos de Arabia Saudita, Argelia, Guatemala, India, Líbano, Nepal, República Árabe Siria, Sudán y Turquía (cinco puntos).

Ningún país trata a sus mujeres igual que a sus varones

La dimensión de género multiplica las desigualdades. De los 1.300 millones de pobres que hay en el mundo, setenta por ciento son mujeres. En ningún país del mundo las mujeres disfrutan de las mismas oportunidades que los varones, y en todas las regiones aún se encuentran en una posición desfavorable en los ámbitos político y económico, indica el Informe 2005 de Social Watch.
“La equidad de género está lejos de ser alcanzada. Las posibilidades de varones y mujeres en todos los países del mundo son desiguales. Recordemos que casi setenta por ciento de los pobres del mundo son mujeres. Las inequidades más evidentes se observan en las esferas económica y política”, señaló Karina Batthyány.
La brecha de ingresos es una de las desigualdades más contundentes: aun en los países en mejor situación el ingreso femenino es apenas sesenta y cinco por ciento del masculino. En los países en peor situación esta relación se ubica en el entorno de treinta por ciento. Por otra parte, en todo el mundo las mujeres están prácticamente ausentes de los parlamentos, donde en promedio representan menos de quince por ciento.
En el mundo mueren diariamente 1.600 mujeres por complicaciones durante el embarazo y el parto y 50 millones sufren daños a la salud por igual causa. Un elemento que evidencia las desigualdades entre los países es la mortalidad materna, dieciocho veces mayor en los países en desarrollo que en los industrializados.
El informe indica que la exclusión de las mujeres es muy visible en el ámbito político. A pesar de ser más de la mitad de la población mundial, en promedio sólo quince por ciento de mujeres integran los parlamentos del mundo.
De acuerdo a estudios internacionales, para que las mujeres ejerzan una influencia real sobre los procesos políticos se requiere una participación femenina de al menos treinta por ciento. Pero sólo algunos países, en su mayoría nórdicos, superan ese porcentaje, entre ellos Finlandia, Noruega, Suecia y Dinamarca.
La presencia de las mujeres en los centros de decisión es el único indicador de desigualdad de género que no varía según la pobreza de un país. Algunos de los países más ricos del mundo como Estados Unidos, Francia o Japón tienen entre diez y doce por ciento de mujeres en sus respectivos parlamentos, por detrás del trece por ciento que alcanzan los países de África subsahariana, la zona más pobre del planeta. En Rwanda, Sudáfrica y Mozambique, por ejemplo, la cuota de mujeres en el ámbito parlamentario supera treinta por ciento, mientras que en Uganda llega a veinticuatro por ciento.
Asimismo, en los gobiernos nacionales las mujeres sólo ocupan en promedio seis por ciento de los cargos. Sólo en países como Noruega, Suecia o Finlandia las mujeres alcanzan una participación superior a cuarenta por ciento en los gabinetes ministeriales.
Esta baja representación en las estructuras de gobierno inevitablemente significa que las prioridades nacionales, regionales y locales son definidas sin el aporte y la opinión de las mujeres, cuya experiencia de vida y subjetividad pueden marcar importantes diferencias en la percepción de las necesidades y prioridades de la comunidad. Ésta es una de las esferas en que la inequidad entre los géneros se hace más evidente.
Los decisores políticos nacionales, en su mayoría varones, tienden a ser reacios en el tratamiento de los temas que preocupan a las mujeres: cuarenta y siete países miembros de la ONU no han firmado o ratificado la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, adoptada en 1979, y otros cuarenta y tres lo hicieron con reservas, indica el informe de Social Watch.
En cuanto a la participación económica, a nivel mundial existe un menor acceso de la mujer al mercado laboral, así como discriminación laboral expresada en un menor salario promedio. Las mayores inequidades en estos dos aspectos se registran en países de Medio Oriente, norte de África y algunos latinoamericanos como Chile, México y Perú.
La brecha de ingresos, medida por el total de la masa salarial femenina sobre el total de salarios masculinos, indica un promedio de 0,33 en Medio Oriente y el norte de África, 0,43 en América Latina y el Caribe y 0,47 en Asia meridional. Las regiones de mayor equidad son América del Norte y Asia central, con 0,63. Europa presenta una brecha de ingresos de 0,57.
Al carecer de ingresos estables y de títulos de propiedad, las mujeres son marginadas sistemáticamente del mercado de crédito. En muchos países de África, donde representan sesenta por ciento de la mano de obra agrícola y ochenta por ciento del total de producción de alimentos, reciben menos de diez por ciento de los créditos a pequeños agricultores y uno por ciento del crédito agrícola total.
Aunque pudiera pensarse lo contrario, para eliminar las disparidades de género y otorgar iguales oportunidades a mujeres y varones, los países no necesitan tener ingresos elevados, y algunos estados con serios problemas de pobreza están avanzando hacia la eliminación de la inequidad entre mujeres y varones, señala el informe de Social Watch.
El IEG desarrollado por Social Watch toma en cuenta las dimensiones de educación, participación económica y participación en los niveles de decisión política y económica (“empoderamiento”).
Esta herramienta es un primer paso hacia la combinación de diferentes dimensiones en un mismo índice, puntualizan los autores del Informe 2005 de Social Watch. Por otra parte, agregan, la perspectiva de género debería incorporarse transversalmente a todas las dimensiones de análisis del desarrollo social, integrándose así al propio concepto de desarrollo. Una sociedad no es “desarrollada” ni “tiene equidad de género”, sino que dicha equidad es una de las condiciones necesarias para alcanzar el desarrollo.






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