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América Latina


Nº 162 Octubre - Diciembre 2005

Ecuador

Pinos y eucaliptos, símbolos de un modelo destructivo

por Ricardo Carrere

Los grandes monocultivos de pinos y eucaliptos se están promoviendo en Ecuador como solución a los problemas rurales, pero en realidad los están exacerbando. Aquí se describen las observaciones realizadas en julio de 2005 en dos regiones ecuatorianas, en una de las cuales se han implementado extensas plantaciones de pinos y en la otra de eucaliptos.

Si la lógica desarrollista funcionara, Ecuador debería ser el país más desarrollado de América Latina. En efecto, los sucesivos gobiernos han impulsado todas las políticas que se les recomendaron para salir del “subdesarrollo” y lo han hecho concienzudamente. Los resultados están a la vista: la explotación petrolera no ha cesado de crecer, las granjas camaroneras exportan sus productos a los mercados del Norte, las bananas ecuatorianas son mundialmente consumidas, se produce café y cacao para exportación, las plantaciones de palma aceitera abastecen a mercados externos, los eucaliptos son convertidos en astillas que son embarcadas a Japón para la fabricación de papel, crece la producción de flores para exportación. Pese a todo ese empuje desarrollista-exportador, Ecuador es hoy un país mucho más pobre que antes. Más bien es precisamente debido a esas actividades desarrollistas que el pueblo y el ambiente ecuatorianos están hoy mucho más empobrecidos que antes.
Sin embargo, esa realidad que salta a la vista es ignorada y se insiste en continuar por ese camino sin salida apelando a más de lo mismo. Tal es el caso de los grandes monocultivos de pinos y eucaliptos, que están siendo promovidos como solución a los problemas rurales pero que en realidad los están exacerbando. En lo que sigue se describen las observaciones realizadas en julio de 2005 en dos regiones de Ecuador, en una de las cuales se han implementado extensas plantaciones de pinos y en la otra de eucaliptos.

Las plantaciones de pinos

La primera región visitada se localiza en la provincia de Bolívar, parroquias de Simiatug y Salinas. Lo primero que se nota es un profundo cambio en el paisaje del páramo. Se mire a donde se mire se encuentran filas y filas de pinos de una sola especie: el Pinus radiata, oriundo de Estados Unidos. Los árboles están plantados tanto en grandes macizos como en pequeños rodales o cortinas rompevientos y tanto en el páramo como trepando por los cerros a más de 4000 metros sobre el nivel del mar.

La llegada de los pinos

Los pinos no llegaron por sí solos ni fueron el resultado de decisiones internas de las comunidades. Su llegada fue el resultado de una política impulsada por actores externos, en particular vinculados a la Iglesia Católica y representados por el Fondo Ecuatoriano Populorum Progressio (FEPP).
Dicha organización tuvo un rol decisivo en la implantación de los pinos. En primer lugar, aportó los argumentos necesarios para convencer a las comunidades de que plantaran los árboles. El argumento principal fue el de la obtención de importantes sumas de dinero por la venta de la madera al llegar el turno de explotación a los veinte o veinticinco años. A eso se sumaron el uso de la madera de las podas y raleos como leña a nivel local y la cosecha de los hongos que crecerían bajo los árboles. Por otro lado, las plantaciones fueron publicitadas como “bosques” y como tales servirían para regular el ciclo hidrológico y conservar suelos, flora y fauna.
Cumplida la primera etapa de convencimiento, el FEPP se encargó luego de proveer de la capacitación necesaria para que las comunidades pudieran plantar los pinos en forma adecuada. La adquisición de plantas también fue facilitada por el FEPP mediante el mecanismo de un crédito a las comunidades que fue luego pagado con fondos de asistencia externos. En definitiva, las comunidades no tuvieron que hacer desembolsos por las plantas que “compraron”, pero de alguna manera este mecanismo actuó como un compromiso asumido por ellas.
Las comunidades asumieron la parte más difícil de la operación: la plantación. Ésta fue hecha bajo la modalidad de la “minga”, es decir con cada miembro de la comunidad (hombres, mujeres y niños) aportando gratuitamente su trabajo. Según la gente local, esta tarea significó “mucho sacrificio”. En efecto, implicó hacer los hoyos, acarrear las plantas y plantarlas en las muy difíciles condiciones del páramo (pendientes pronunciadas, lluvia, viento, frío). Para colmo de males, el vivero proveyó las plantas en envases de polietileno con tierra, lo que las hace mucho más pesadas que si hubieran sido plantadas “a raíz desnuda” (es decir, sin envase), que es el método más comúnmente utilizado en la plantación de pinos.

Los cambios introducidos por los pinos

El caso de la comunidad de Tingo sirve para ilustrar los cambios ocurridos a partir de la plantación de pinos. Se trata de una comunidad de unas setenta familias (cuatrocientas personas), poseedoras de ochocientas hectáreas de tierra, de las cuales seiscientas son de páramo y doscientas destinadas al cultivo. Para la plantación se utilizaron cuatrocientas hectáreas de páramo y también se plantaron unos cien mil pinos en los linderos.
El principal impacto ha sido la disminución del área disponible para el pastoreo. Antes de la plantación, cada familia tenía en promedio unos cincuenta borregos (la más rica unos doscientos o trescientos y la más pobre veinte). En la actualidad, la familia más rica tiene veinticinco, la más pobre ninguno y el promedio bajó a diez borregos por familia. Estos cambios han significado entonces una pérdida importante de recursos para la comunidad. Pero no sólo se ha perdido tierra de pastoreo para los borregos, sino también para otros animales utilizados a nivel local como vacas, cerdos, caballos, mulas, burros, llamas y cabras.
El otro gran impacto ha sido la pérdida de agua. La mayor parte de las plantaciones tiene una edad de cinco a siete años y ya se percibe una disminución del agua disponible. La gente ha notado que “desaparecen las vertientes” y que el suelo está más seco que antes.
Por otro lado, ha habido importantes impactos sobre la biodiversidad. En un taller realizado durante la visita, los participantes locales rápidamente identificaron veintidós especies de plantas y sus múltiples usos, así como veintinueve animales locales, en su mayor parte comestibles. La mayoría de esas especies de plantas y animales ya no están disponibles debido a la ocupación de su hábitat por las plantaciones de pinos, lo que ha implicado impactos negativos para los medios de sustento de la gente local.
Con respecto al suelo, se observan raíces de pinos encima de la tierra, lo que evidencia un importante grado de erosión, al igual que en plantaciones cosechadas a talarasa en laderas. Una observación importante hecha por la gente local es que en suelos donde hubo plantaciones de pinos es posible lograr mejores cosechas de papa que antes (con el agregado de fertilizantes químicos), “porque el pino deja el suelo arenoso”. Es decir, que el pino estaría modificando la textura y estructura del suelo.

La opinión mayoritaria

Si bien no hay unanimidad total al respecto, la opinión mayoritaria de la gente es que la plantación de pinos ha sido un error y que es más lo que se ha perdido que lo que se ha ganado. En tanto los posibles beneficios se reducen a la obtención de leña, madera e ingresos por venta de madera y hongos, los perjuicios implican pérdida de medios de vida (pastoreo y venta de animales y lana, medicinas, paja para techos, alimentos, materiales para artesanías, leña de especies nativas, pérdida de agua).
Luego de esta experiencia, la gente ahora se plantea la necesidad de realizar tareas de restauración ambiental para mejorar la disponibilidad de agua, de paja, de tierra de pastoreo, así como de plantas y animales nativos. En particular, ponen el énfasis en la plantación de especies nativas como elemento central de esa recuperación ambiental, “pero no encontramos quién nos ayude en esto”.
Por otro lado, se les plantea el problema de qué hacer con lo ya plantado, que les implicó “mucho sacrificio”. Agregan: “Ahora decimos basta y pensamos en plantas nativas, pero nos da pena destruir lo que tenemos. Ya está hecho. No lo hemos hecho más desde que nos dimos cuenta. Hace más de cuatro años que no ponemos más pinos”.

Los números no cierran

Desde el punto de vista económico, la plantación de pinos parece haber sido un mal negocio. En efecto, tomando en cuenta todas las tareas ya realizadas y a realizar, así como la pérdida de recursos (en particular de pastoreo) resultantes de la plantación, el precio actual de la madera de pino no compensa ni siquiera la pérdida de pastoreo. Las tareas ya realizadas por minga para la plantación de unos quinientos mil pinos han sido: * Apertura de hoyos, con un rendimiento de quinientos hoyos/día por familia.
* Acarreo de plantas, con un rendimiento de quinientas plantas/día por familia.
* Plantación, que implicó de sesenta a cien días de trabajo por familia.
Aún resta realizar las siguientes tareas: * Poda, con un rendimiento de cincuenta árboles podados/persona/día.
* Caminos cortafuegos (que ni se han hecho ni se harán).
* Raleos (que difícilmente se hagan por requerir capacitación y equipamiento).
* Cosecha (que implicaría la compra de motosierras y combustibles).
* Saca de los troncos de la plantación.
* Puesta sobre camión.
Con respecto a precios, recientemente se han concretado ventas locales en las que los compradores han ofrecido un dólar por árbol (de quince años) en plantaciones ubicadas contra la carretera. En plantaciones de más difícil acceso, los compradores han dicho que “no cortarían esa madera ni aunque fuera regalada”. Es probable que esta situación se vaya a repetir en muchas de las actuales plantaciones ubicadas en lo alto de los cerros o en zonas muy quebradas o alejadas de las carreteras.
En el escenario más probable, las comunidades no podarían los árboles (lo cual le resta valor a la madera por tener más nudos), ni harían raleos (con lo que los diámetros serían menores) y venderían los árboles en pie (por falta de capacitación y equipamiento para la cosecha y el transporte). El resultado final sería que la comunidad habría perdido económicamente con respecto a la situación anterior con pastoreo. Pero si podaran, ralearan y cosecharan por sí mismos, el precio final de la madera no compensaría el trabajo y gasto adicional que estas operaciones implicarían, por lo que probablemente la pérdida sería aún mayor.
En la región se mencionan otros dos beneficios generados por los pinos: los hongos y una esencia extraída de las hojas de pino, que se usa como pomada. De los dos, el más importante parece ser el primero, que además se estaría exportando. Esta actividad se realiza fundamentalmente en los alrededores de Salinas, donde los niños son los encargados de salir a recoger los hongos.
Resulta interesante finalizar esta parte con lo afirmado por un participante en un taller realizado en Guaranda, quien tenía una opinión más favorable que desfavorable con respecto a los pinos. Esta persona dijo: “Si empiezan a analizar la parte económica, con el pino se pierde”.

Los conflictos

Los impactos de las plantaciones (en particular sobre el agua) afectan a las comunidades vecinas. Se han dado entonces conflictos entre comunidades. En 2003 en Moya una comunidad incendió la plantación de otra (unas treinta hectáreas) como resultado de un conflicto por el agua. A la entrada de Salinas es posible ver un cerro entero con una plantación que fue incendiada por similares motivos.

Los beneficiarios

Queda claro que las comunidades donde están instaladas las plantaciones no reciben beneficios importantes de las mismas. Sin embargo, existen actores que ya se están beneficiando y otros que en el futuro obtendrán beneficios de ellas. En el primer caso están quienes producen y venden los millones de plantas necesarias para las miles de hectáreas plantadas. Es claro que es su interés seguir promoviendo estas plantaciones y eso es lo que efectivamente hacen.
En el segundo caso están las industrias elaboradoras de madera de la región, que en el futuro dispondrán de grandes volúmenes de madera provenientes de las plantaciones. Estas industrias estarán entonces en condiciones de fijar los precios desde una posición de cuasi monopolio comprador frente a una gran dispersión de la oferta. El gran beneficiario será la empresa Aglomerados Cotopaxi, que forma parte del Grupo Durini, también propietario de las empresas madereras ENDESA y BOTROSA, tristemente conocidas por sus prácticas social y ambientalmente destructivas. En efecto, Aglomerados Cotopaxi es no sólo la única empresa con capacidad de compra de grandes volúmenes de madera, sino que además es propietaria de extensas plantaciones de pino instaladas dentro del Parque Nacional Cotopaxi.

Un futuro incierto para los pinos

Todas estas plantaciones de pinos enfrentan dos riesgos importantes. Por un lado está el tema del fuego. Ya sea intencional o accidentalmente, todas estas plantaciones pueden ser fácilmente incendiadas. En el páramo, el uso del fuego es un manejo tradicional para aumentar el forraje disponible para los animales. Los caminos cortafuegos no existen o son insuficientes. El equipamiento contra el fuego tampoco existe. Las condiciones ambientales (terrenos muy quebrados y con pendientes, fuertes y habituales vientos coincidentes con la época seca) hacen muy difícil el control del fuego. Los pinos son particularmente propensos al fuego debido a su enorme masa de material combustible, que además contiene resinas de alta combustibilidad.
Por otro lado, se trata de grandes monocultivos de una sola especie –el Pinus radiata- que es afectada por la llamada “polilla del brote” (Rhyacionia buoliana). Esta polilla está presente en varios países del continente (al menos en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay) y su ingreso a Ecuador se hace más factible a medida que se incrementa el área plantada con esta especie. En caso de que así sucediera, implicaría graves impactos sobre estas plantaciones, dado que el gusano de esta polilla ataca y seca todos los brotes terminales de los pinos. Los árboles se van deformando y debilitando y terminan siendo atacados por hongos que los matan.
Más allá de esos posibles problemas, lo cierto es que para la gente local el pino es un episodio del que se quieren ver libres lo antes posible. Si bien no se plantean eliminar las plantaciones existentes, no están dispuestos a plantar más ni a replantar luego de la cosecha. Su objetivo es restaurar el ecosistema con la incorporación de especies nativas. Que el páramo vuelva a ser páramo y que esté nuevamente a su servicio.

Las plantaciones de eucaliptos

Finalizado el recorrido por las plantaciones de pinos en el páramo, nos dirigimos a la provincia de Esmeraldas, donde la empresa Eucapacific (Eucalyptus Pacífico S.A.) está plantando eucaliptos activamente.
Ésta es una nueva empresa que se constituyó a finales de 2000 para realizar un gran proyecto de plantaciones de eucalipto en la provincia de Esmeraldas. El proyecto reúne a cuatro compañías japonesas (Mitsubishi Paper Mills, Sumitomo Corporation, Electric Power Development y Environmental Engineering Service) y una norteamericana (Waltz Internacional) y se plantea plantar unas diez mil hectáreas de eucaliptos. El objetivo es producir pulpa y papel a partir de los eucaliptos. La madera será transformada en astillas en el puerto de Esmeraldas para después ser exportada a Japón donde se la convertirá en celulosa y papel.

La opinión en Muisne

El 22 de julio se realizó la Primera Asamblea Cantonal Ambiental en Muisne, Esmeraldas, donde fue fácil percibir la opinión de los participantes con respecto a las plantaciones de eucaliptos. Por un lado había dos grandes carteles con leyendas que decían: “Eucalipto asesino” y “Eucalipto no me mates”.
Por otro lado, llamó la atención que el tema central de las organizaciones convocantes a la asamblea (la protección del manglar), pasase a segundo plano frente a la problemática generada por el rápido avance de las plantaciones de eucalipto. Fue la propia gente quien puso este tema en el centro del debate. Allí se habló largamente sobre “esta peste que se llama eucalipto” y se hicieron llamamientos a “impedir que esta peste siga avanzando”. Se denunciaron amenazas de muerte resultantes de denuncias realizadas contra la empresa y se pidió a los presentes que “por favor no vendan sus tierras” a Eucapacific.

Apropiación y destrucción

El proceso de compra de tierras de Eucapacific ha sido muy rápido y en corto tiempo la empresa se ha hecho propietaria de miles de hectáreas de tierra. La compra ha sido seguida por el desmonte de toda la vegetación existente (bosques primarios, secundarios, árboles frutales, rastrojos) y su sustitución por extensos monocultivos de eucaliptos.
Existen numerosas denuncias sobre engaños y presiones sufridos por los antiguos propietarios de las tierras, que van desde las ventas manipuladas por terceros hasta muertes vinculadas a la compra de tierras. La empresa posee un moderno vivero donde produce los eucaliptos para sus plantaciones.
Hoy existe una comunidad atemorizada por las acciones de la empresa. Abundan rumores tales como que el guardabosque dijo que “ese anda buscando la muerte” o que otra persona “tiene contados los días en que va a vivir” sólo porque se manifiestan contrarios a la empresa. Hasta se ha amenazado a niños que van a recoger cacao dentro de las áreas de protección de la empresa.

El trabajo

Como siempre, el trabajo prometido a la población local brilla por su ausencia. En la siembra de 2003 “entraron trescientas personas de afuera”. Plantaron y la gente se fue “porque ya no hubo más trabajo”. De esas trescientas personas hoy sólo quedan diez. La ayuda prometida al momento de la compra de tierras, en particular referida a la creación de fuentes de trabajo, se reduce a “cero ayuda hasta ahorita”.

El agua

A poco de implantados los eucaliptos, ya se empiezan a notar los impactos sobre el agua. La gente dice que “van quedando ríos enteramente secos. Ya no hay pescaditos ni nada”. A eso se suma la contaminación y ahora el agua está sucia y contaminada con productos químicos. Ello ha traído aparejadas enfermedades entre la población local. En determinadas ocasiones ha ocurrido que “el río apesta”, porque “envenenaron el río y los camarones y pescados muertos apestan”.

El resultado

En las zonas plantadas la gente describe la situación diciendo que “es pésima la vida ahí. Es triste”. Quienes no vendieron sus tierras viven una situación de amenazas, de temor, de la pérdida de medios de supervivencia (en particular animales de caza), la migración a las ciudades, el cierre de caminos de uso ancestral (y el consiguiente “encierro” dentro de las plantaciones) y la falta de oportunidades de empleo.

La opinión mayoritaria

La mayoría de la gente está ahora claramente en contra de estas plantaciones, que sólo han traído perjuicios para la población local. La oposición es tal que, pese al temor y a las amenazas imperantes, “alguna gente le mete machete a los eucaliptos”.
Al igual que en otras regiones del país, el eucalipto está pasando a ser el símbolo visible de un modelo apropiador y destructor de recursos y que por ende pasa a tener una personalidad propia. A modo de ejemplo de esta personalización, cabe mencionar el caso de Cayambe (provincia de Pichincha), donde los campesinos solían llamar “ocalito” al eucalipto. Ahora se niegan a hacerlo y en cambio lo llaman “ocal”. La razón es sencilla: el “ito” de ocalito parece ser un diminutivo amistoso, pero como no lo quieren, eliminan el diminutivo y lo llaman “ocal”.
En definitiva, en Ecuador tanto el eucalipto como el pino están pasando a ser símbolos de un modelo social y ambientalmente destructivo. ¿Hasta cuándo se los va a seguir promoviendo?

--------------- Ricardo Carrere es coordinador internacional del Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales.






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