Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales
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Nº 160 - abril-junio 2005
Finlandia
Un viaje por el mundo de la celulosa
por
Ricardo Carrere
Visité Finlandia del 7 al 15 de junio de 2005, invitado por la Asociación Finlandesa para la Protección de la Naturaleza, con el objetivo de recopilar información independiente acerca de fábricas de celulosa en ese país, dado que la empresa finlandesa Botnia planea instalar una fábrica de ese tipo en Uruguay. Tuve la oportunidad de recorrer el lago Saimaa, en el sudeste del país, donde se ubican las plantas de UPM (Lappeenranta), Metsa Botnia (Joutseno) y Stora Enso (Imatra). Tanto allí, como en Helsinki y Tampere, pude conversar con pobladores locales, ambientalistas, agencias de monitoreo ambiental y sindicalistas, obteniendo información de primera mano sobre el tema de los impactos sociales y ambientales de la producción de celulosa.
Las fábricas de celulosa tienen una larga historia de contaminación en Finlandia. El mismo grupo de empresas (UPM/Kymmene, Metsa Botnia, M-Real, Stora-Enso) que ahora se presenta al mundo como cuidadosas del medio ambiente contaminaron impunemente durante décadas el agua, el aire y la salud de la gente de ese país. Fueron las luchas ambientalistas de los años 80 y principios de los 90 las que finalmente obligaron a la industria mundial de la celulosa y el papel a introducir cambios tecnológicos para limitar sus emisiones y efluentes contaminantes. Como dice Esa Konttinen, quienes forzaron a las fábricas de celulosa y papel a adoptar esos cambios fueron los ambientalistas regionales y locales: “Sin esa presión ‘desde abajo’ la legislación nacional no habría sido efectiva”.
Ese pasado explica dos actitudes de mucha gente de la Finlandia de hoy. Por un lado, cuando se les pregunta acerca de olores y contaminación, inmediatamente dicen que ahora la situación es mucho mejor que antes. Por otro lado, cuando se les pregunta más acerca del olor actual, muchos responden, como un chiste repetido y sujeto a distintas interpretaciones que “el dinero huele”, dando la impresión de un fatalismo aceptado en su visión acerca del pasado y el presente de la industria de la celulosa y el papel.
La contaminación y el olor aún existen
Pese a las mejoras, la contaminación y el olor aún existen. Durante mi visita no pude percibir olor alguno, por la sencilla razón de que las fábricas no estaban funcionando, a resultas de una medida de lock-out (cierre) adoptada por las patronales en conflicto con sus trabajadores. Dicha situación fue aprovechada por dos organizaciones locales (el Centro de Naturaleza del Sureste de Finlandia y la Asociación para la Protección del Lago Saimaa), para hacer una investigación sobre la calidad del agua. Como resultado del estudio, el 10 de junio el periódico Etelä-Saimaa publicó un artículo con el sugestivo título de “Cierre de las fábricas: mejoró la calidad del agua del lago Saimaa”. Allí se explica que estando las operaciones de la fábrica suspendidas se tomaron muestras de agua cerca de la misma y se constató una fuerte caída de presencia de nitratos, de sodio y de fósforo, así como una menor Demanda Química de Oxígeno. Es decir, que en menos de un mes de inactividad, la calidad del agua mejoró sustancialmente, demostrando así que las fábricas siguen contaminando.
En la región visitada hay dos oficinas de monitoreo ambiental. Una de ellas, el Centro Ambiental del Sudeste de Finlandia, se centra en la calidad del aire, y la otra, la Asociación para la Protección del Agua del Lago Saimaa, en la calidad del agua en una amplia zona del lago, donde existe una gran concentración de fábricas de celulosa. En ambas oficinas se me proveyó de información detallada sobre el tema.
Observando las gráficas de calidad del agua, se percibe que en todos los casos hay una mejoría entre la situación de 1982 y la de 2004, pero de cualquier manera se constata que sigue habiendo contaminación en las áreas cercanas a las fábricas.
En materia de calidad del aire también se evidencian mejoras entre 1989 y 2004, pero aún persisten importantes emanaciones de dióxido de azufre y de compuestos sulfurosos olorosos. Consultados concretamente acerca de los olores, los investigadores estimaron que alrededor de una vez al mes se notan olores fuertes y desagradables. Esta opinión coincide con la de muchas otras personas a las que formulé la misma pregunta, aunque para algunas los olores son más frecuentes (dos veces al mes o incluso diarios). Prácticamente todos agregaron que la población local no es capaz de percibir niveles de olor más bajos, que en cambio son percibidos por visitantes no acostumbrados a esa contaminación.
A lo anterior debe agregarse que ninguna de las fábricas de la región tiene el porte de la proyectada para Fray Bentos, Uruguay, cuya producción sería casi dos veces mayor que cualquiera de las tres visitadas. Por lo tanto, la contaminación sería al menos el doble o quizá tres veces mayor si también se instalara en Fray Bentos la planta de 500.000 toneladas de la empresa española Ence.
El olor no es sólo molesto: es peligroso
Durante la visita también concurrí al Instituto de Karelia del Sur sobre Alergia y Ambiente, donde a principios de la década del 90 se llevó a cabo una serie de estudios acerca de los impactos de los compuestos sulfurosos olorosos sobre la salud humana. Estos compuestos son fundamentalmente el sulfuro de hidrógeno (H2S), el metil mercaptan (CH3SH) y los sulfuros de metilo [(CH3)2S y (CH3)2S2]. Los mismos son emitidos por fábricas de celulosa que utilizan un proceso con sulfato, que es el empleado por la mayoría de las fábricas de esta industria y por todas las del área visitada.
De los varios estudios realizados surge claramente que estos olores no son simplemente desagradables y molestos -que lo son-, sino que además impactan sobre la salud, en particular incrementando el riesgo de infecciones respiratorias agudas, problemas de la vista, cefaleas y problemas neuropsicológicos. Los estudios constataron, además, que estos compuestos ingresan a las viviendas de los habitantes locales, por lo que también están expuestos a los mismos dentro de sus casas.
A su vez, varias personas preguntadas sobre su experiencia en materia de enfermedades que asocian a las fábricas de celulosa, inmediatamente hablaron de asma, alergias y problemas de la piel.
El desastre ambiental de 2003
En el verano de 2003, unos 7.500 metros cúbicos de licor negro escaparon de la fábrica de celulosa de UPM en Lappeenranta y contaminaron gravemente un área importante del lago Saimaa. Según la prensa local, “la planta de tratamiento biológico no fue capaz de hacer frente a esa súbita descarga y en el espacio de unos pocos días el licor negro se esparció aguas adentro del lago. (...) El licor negro consume el oxígeno del agua, causando una elevada mortandad de peces y también oscurece el agua y contamina las orillas. Además, tiene un olor sumamente desagradable. La mitad de la población de peces resultó erradicada en un radio de tres kilómetros de la planta”.
Conversando con la gente local, se me informó que el accidente generó un enojo muy grande, ya que ocurrió justo cuando empezaban las vacaciones de verano, que en Finlandia es muy corto. Para peor, la empresa no informó a nadie acerca del problema. Una persona me dijo: “Yo estaba realmente asombrada. Era como en los viejos tiempos. El agua estaba pesada, blanca, llena de espuma. El olor era terrible. Nos estropeó las vacaciones, ya que el problema duró un mes entero”. Lo más increíble es que hasta el día de hoy el Estado no ha presentado cargos contra la empresa, lo que estaría mostrando el poder político de la misma.
Algo más sobre el agua
Uno de los argumentos que se han utilizado en Uruguay para “demostrar” que las fábricas de celulosa finlandesas no contaminan, es que la gente se baña en el lago Saimaa, donde las fábricas vierten sus efluentes. Sin embargo, se olvidan de mencionar que esas zonas de baños son precisamente las que no están expuestas a los efluentes y que el lago Saimaa es el más grande de Finlandia, con una superficie de 4.400 km2 (cuatro veces más grande que la laguna Merín), una profundidad media de 12 metros y una máxima de 93 metros. Por otro lado, tuve la oportunidad de visitar una isla que se encuentra frente a la planta de UPM, donde constaté que la propia empresa reconoce implícitamente la contaminación. La isla ha dejado de ser tal, debido a la construcción de un dique que es a la vez carretera. De un lado está la planta y la parte del lago donde vierte sus efluentes, en tanto que del otro lado del dique el agua está limpia. A poca distancia hay una bomba, que la empresa utiliza para sacar agua del lado donde está limpia para enviarla a la planta para su uso en el proceso industrial. O sea, que reconoce que el agua del otro lado no es apta ni siquiera para la industria. Además, se me mencionó –aunque no tuve la oportunidad de verlo- que en otras plantas las empresas utilizan un sistema de bombeo para empujar sus efluentes lejos de las costas.
También es importante mencionar una diferencia importante con Uruguay: el largo y muy frío invierno. En efecto, durante muchos meses el agua del lago permanece totalmente congelada, a tal punto que pueden transitar vehículos pesados sobre el mismo. Eso hace que los efluentes fluyan por debajo de la capa de hielo durante todo ese tiempo, una situación que no es comparable a la de Uruguay.
Una zona llamada “Pulp”
La fábrica de Botnia se encuentra en Joutseno, en una zona llamada “Pulp”. Lo interesante es que “pulp” ni siquiera es una palabra en finlandés, sino que significa celulosa en inglés. Más interesante aún es que antes se llamaba Haukilahti, que en finlandés quiere decir “Bahía de los Hauki” (una especie de pez). De más está decir que ese nombre es cosa del pasado, ya que son pocos los peces de esa especie que han logrado sobrevivir. Una pobladora local nos acompañó a orillas del lago y nos contó los problemas sufridos a lo largo de su vida por causa de la fábrica de celulosa. Nos dijo que si bien la situación había mejorado, la pesca estaba prohibida cerca de la fábrica y que no se podía alimentar “ni a los gatos” con esos pescados. Si bien ahora el agua está mucho menos sucia que antes, igual es frecuente ver espuma sobre el agua. Nos contó, además, un chiste del humor negro local: “Ésta es la mejor playa para quienes quieran adelgazar, porque uno se mete en el agua y sale sólo con los huesos”.
Joutseno era una región eminentemente agrícola. Ya no lo es. Ahora su casi única actividad económica es la fábrica de celulosa. Su otra actividad es de “servicios”: una cárcel. Hasta un hospital para enfermos mentales dejó de funcionar. El turismo no existe y no pude pernoctar allí como quería, por la simple razón de que no hay ningún lugar donde alojarse.
El peligro químico latente
Es importante saber que las fábricas de celulosa utilizan grandes cantidades de compuestos químicos peligrosos. Entre ellos se encuentra el dióxido de cloro (utilizado para el blanqueo de la celulosa), que es un gas violentamente explosivo. Sumado a todos los demás productos químicos que se utilizan en la producción de celulosa, resulta claro que estas fábricas implican un peligro químico latente y permanente. De acuerdo con informaciones de una integrante del Partido Verde finlandés, el Director del Organismo de Ordenamiento Territorial de la ciudad de Lappeenranta dijo que nadie debería vivir en el entorno de cinco kilométros de la fábrica de celulosa. Afirmó que ésa era una directiva de la Unión Europea y que la razón principal era, precisamente, la posibilidad de accidentes vinculados a los productos químicos utilizados en las plantas. Se nos dijo, además, que en las escuelas locales hay prácticas mensuales de seguridad, que incluyen el uso de máscaras antigás.
El misterio de las dioxinas
Uno de los principales problemas ambientales asociados a la industria de la celulosa ha sido el de la liberación de un conjunto de sustancias sumamente tóxicas conocidas bajo el nombre genérico de dioxinas. Imaginé que éste sería uno de los principales aspectos del monitoreo ambiental en esta región. Para sorpresa mía, cuando pregunté a las personas encargadas del monitoreo del aire y a las responsables del tema agua, me respondieron que ni se hacía ahora ni se había hecho antes un seguimiento de estos contaminantes. Es más, no tenían ni idea de si alguien estaba haciendo ese monitoreo en otras zonas del país. Esto resulta un misterio, ya que de acuerdo con las afirmaciones de los representantes de UPM/Botnia en Uruguay y de los delegados finlandeses a la Conferencia de las Partes del Convenio de Estocolmo -que incluye a las dioxinas entre los contaminantes a ser eliminados-, parecía que en Finlandia el tema estaba bajo total control. Sin embargo, al menos en la zona recorrida (con tres grandes fábricas de celulosa), el tema dioxinas ni siquiera es conocido y mucho menos controlado.
Un turismo muy particular
En Uruguay, los representantes de UPM/Botnia han utilizado como “prueba” de que la planta de celulosa prevista para Fray Bentos no va a incidir negativamente sobre el turismo local el hecho de que tanto en Lappeenranta como en Imatra hay una importante corriente turística. Sin embargo, se olvidan de mencionar dos temas importantes. El primero es el ya mencionado de los baños en zonas donde la contaminación no llega, que no sería el caso de Fray Bentos, donde los efluentes de la fábrica deben necesariamente ir aguas abajo, donde se encuentra el Balneario Las Cañas. El segundo es la diferencia entre el tipo de turistas que van a esa zona de Finlandia y el que llega a Las Cañas. A Lappeenranta e Imatra concurren fundamentalmente finlandeses y rusos. Como vimos, los finlandeses parecen aceptar el olor como algo que forma parte de su realidad y confían en el gobierno en materia de control de la calidad del agua. A su vez, los rusos tienen fábricas de celulosa más vetustas y olorosas que las finlandesas -entre ellas, una de la estadounidense International Paper cerca de la frontera con Finlandia-, por lo que tampoco les ofende el olor que se percibe en Finlandia. Totalmente distinto es el caso de Las Cañas, donde los turistas vienen al “Uruguay Natural” a respirar aire puro y a bañarse en las aguas del río Uruguay, y donde no existe demasiada confianza en los controles ambientales del Estado.
Exportando problemas ambientales
El economista del sindicato de papeleros de Finlandia me explicaba que en su país se hace un manejo bastante bueno de los bosques, tratando de utilizar el recurso sin agotarlo. A eso se suma la muy fuerte presión ambientalista para la conservación de los bosques. Sin embargo, la producción maderera del país ya no es suficiente para abastecer a las fábricas de celulosa existentes y alrededor de un tercio de la madera utilizada proviene de Rusia. En ese país, la producción maderera está dominada por mafias cuyo interés central es la obtención de ganancias a costa de los bosques del país. Pero la corrupción no sólo existe en Rusia. Pocos días atrás, las policías de Rusia y de Finlandia anunciaron que un ejecutivo de la empresa finlandesa UPM estaba bajo sospecha de haber estado recibiendo millones de euros en la comercialización de madera rusa, en una maniobra en la que tanto la empresa vendedora como UPM evadían impuestos en Rusia y en Finlandia. A eso se suma que últimamente UPM ha sido objeto de duras críticas en Finlandia, por considerársela corrupta y de poca confiabilidad (Marcus Kröger, com.personal).
El resultado final es que la importación de madera de Rusia a Finlandia implica una forma de exportar los problemas ambientales. Si bien por ahora los bosques rusos son percibidos como minas inagotables, lo cierto es que son finitos y que en algún momento se va a restringir su uso. Es por eso que las empresas papeleras finlandesas están comenzando a buscar nuevas fuentes de materia prima –en particular de fibra corta- y nuevos sitios donde instalar otras fábricas de celulosa y papel.
A principios de este año, cuatro empresas finlandesas de este sector dijeron que actualmente estaban invirtiendo en fábricas de celulosa en América del Sur y China, y que en el futuro lo harían en India. En materia de papeleras, afirmaron que no instalarían nuevas fábricas ni en Finlandia ni en Europa, y que las futuras inversiones para la fabricación de papel las harían en mercados de consumo creciente, como China e India. Dado que América del Sur no es percibida como un mercado futuro importante para el consumo de papel, cumpliría el rol de producir celulosa para la exportación.
La nueva materia prima para la producción de celulosa provendría de las plantaciones de monocultivos de eucaliptos en países como Uruguay, donde crecen a un ritmo diez veces más rápido que en Finlandia. Es decir, que también aquí las empresas finlandesas estarían exportando los problemas ambientales asociados a esos monocultivos y a la producción de celulosa a terceros países.
Patronales como tantas
Las patronales de la celulosa y el papel de Finlandia han demostrado ser iguales a tantas otras. En efecto, el 18 de mayo desencadenaron un serio conflicto, al decretar un lockout patronal en todas las fábricas de celulosa y papel de ese país. Durante toda mi visita a Finlandia las fábricas permanecieron cerradas.
¿Cuál fue la “grave” causa de este conflicto? La causa aparente fue que el sindicato adoptó la medida de suspender las horas extras. Sin embargo, según fuentes sindicales, las verdaderas causas son otras. Entre ellas se destacan que las empresas exigen: que la fábrica siga funcionando durante las vacaciones de verano y Navidad, sin compensación para los trabajadores; la tercerización discrecional de todas las tareas que las empresas deseen pasar a la órbita de subcontratistas; la suspensión de trabajadores durante ciertos períodos; jornadas de doce horas diarias en lugar de ocho; y acortar las vacaciones de verano a una semana.
El argumento de la patronal es que ésas son prácticas comunes en otros países productores de celulosa y papel. Es decir, que se intenta rebajar las condiciones de trabajo en Finlandia a los niveles más bajos posibles. ¿Hace falta mencionar por qué Uruguay les resulta tan atractivo?
Los sindicalistas finlandeses también mencionan otra posible razón para explicar la inflexibilidad patronal en el conflicto: se trata de una maniobra para elevar el precio del papel. En efecto, el largo cierre de las fábricas en Finlandia -a lo que se ha sumado el paro solidario en fábricas ubicadas en otros países- ha tenido un impacto sobre los precios, que se han visto incrementados frente a un posible desabastecimiento. Es decir, que quienes tenían importante stock de papel se han visto beneficiados por el cierre de las fábricas.
Problemas sociales
Una táctica utilizada por los sectores políticos de derecha para dividir a la opinión pública consiste en decir que los trabajadores de la celulosa y el papel son los mejor pagados de Finlandia. Sin embargo, se esconde el hecho de los problemas que han sufrido y sufren. Por un lado, la modernización de la industria a partir de principios de los años 90 implicó un proceso de automatización importante, que dejó a muchos trabajadores sin empleo. Por otro lado, la propia automatización está dando lugar a problemas de salud debido al aislamiento en que muchos trabajadores desarrollan sus tareas, sentados todo el día o la noche frente a una computadora. Además, el sistema vigente de turnos de trabajo rotantes (diurnos y nocturnos) también resulta en impactos sobre la salud de los trabajadores, en particular vinculadas a dificultades para dormir en forma adecuada. En base a esos problemas, el sindicato vincula la muerte de unos trescientos trabajadores a factores de alguna manera relacionados a las condiciones laborales. A eso se suman problemas de alcoholismo relacionados con despidos y condiciones de trabajo, que a su vez resultan en violencia familiar. O sea, que estos trabajadores no son tan privilegiados como se los quiere presentar frente a la opinión pública.
A modo de conclusión
De todo lo anterior surge una serie de elementos que aportan nuevos datos al debate instalado en Uruguay sobre las fábricas de celulosa. Poco de ello pudo ser percibido por quienes viajaron a Finlandia invitados por la principal parte interesada -la empresa Botnia- que mostró lo que quería mostrar y demostró lo que quería demostrar. De ninguna manera cuestiono la honestidad de legisladores y periodistas que participaron en dichos viajes y que sacaron sus conclusiones a partir de lo que efectivamente tuvieron oportunidad de ver. En este relato intento mostrar la otra cara de la moneda, que entiendo se acerca mucho más a la realidad a la que nos podremos ver enfrentados –uruguayos y argentinos- en caso de instalarse una o dos plantas de celulosa en Fray Bentos, con una capacidad de producción dos o tres veces superior a cualquiera de las tres fábricas de la región que visité en Finlandia.
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Ricardo Carrere es coordinador del Secretariado Internacional del Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales.
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