No. 145/146 - Noviembre/Diciembre 2003
Costa Rica
El amigo americano y la guerra comercial
por
José Merino del Río
Cuando en vísperas de la agresión a Irak, Harlan Ullman le propuso a su jefe Donald Rumsfeld, secretario de Defensa, el concepto de “impacto y terror” para iniciar las operaciones de castigo contra el pueblo iraquí, no sabía que su fórmula sería copiada por Robert Zoellick para aplicarla a la guerra comercial que Estados Unidos lleva a cabo en diversos lugares del planeta.
Ullman, miembro del Centro de Estudios Estratégicos y hombre de confianza de Rumsfeld, recomendó lanzar en pocas horas un ataque selectivo y demoledor sobre puntos estratégicos de Irak, cuyo impacto ocasionaría el terror generalizado entre la población y la caída del régimen iraquí. Impacto y terror se concibió así como el binomio destinado a matar y con el horror de la muerte extender rápidamente el pánico y la rendición.
La estrategia comercial de la Administración Bush está supeditada a la dominación militar y económica de Estados Unidos, tal como reza en el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (PNAC), convertido tras el golpe de Estado fáctico que llevó a George W. Bush al poder, en la política oficial estadounidense. Todos los miembros fundadores y firmantes de las declaraciones del PNAC controlan hoy el gobierno de Estados Unidos. Zoellick es “uno de los nuestros”, dijo la Administración cuando defendió su nombramiento. Es un equipo ultraderechista con pocas fisuras en su seno; como en los tiempos de Monroe o de Theodore Roosevelt, creen fervientemente que el mundo es para los americanos, y que el destino manifiesto necesita del gran garrote.
Así que cuando Zoellick llegó a Zapote e irrumpió en el despacho del presidente Abel Pacheco, con la amenaza de que si Costa Rica no se retiraba del Grupo de los 20 (G-20), constituido en la conferencia de Cancún de la Organización Mundial de Comercio (OMC), y no privatizaba sus telecomunicaciones quedaba fuera del Tratado de Libre Comercio, fue como si hubiera arrojado la madre de todas las bombas, para desatar inmediatamente una campaña de guerra psicológica, dirigida a provocar el miedo y la pronta rendición.
Asistimos desde entonces a una campaña feroz que pretende descalificar y aislar mediante el insulto y la manipulación a los diversos sectores sociales del país que expresan críticas al Tratado de Libre Comercio, mientras se elogia sin mesura las supuestas bondades de un tratado cuyo texto permanece escondido y se anuncia una catástrofe nacional si Costa Rica no cede a las presiones del gobierno de Bush. Se trata de una política de intimidación y chantaje que busca quebrar las posiciones del Estado y de la sociedad costarricense en temas clave como telecomunicaciones, energía, agua, seguros, finanzas, hidrocarburos, producción de alcohol, salud, educación, agricultura y biodiversidad, y radicalizar las políticas neoliberales de privatización, liberalización y desregulación de nuestra economía y nuestros recursos, incluidas las funciones del Estado democrático en cuanto a sus responsabilidades frente a las necesidades de desarrollo soberano de la nación.
Paul Kennedy, historiador y profesor emérito de la Universidad de Yale, comentaba que un sondeo del Proyecto Pew de Tendencias Globales, con una muestra de 38.000 personas en 44 países y 16.000 entrevistas en 20 países, colocaba a Bush como la persona más impopular de la Tierra. “El sondeo es asombroso porque mide el espantoso alcance del miedo y el odio que inspira la Administración Bush en todo el mundo”, concluía Kennedy (El País, Madrid, 19 de junio de 2003). La directora del Informe sobre Desarrollo Humano 2003 de las Naciones Unidas, Sakiko Fukuda, y el economista de la Universidad de Columbia Jeffrey Sachs publicaron también un artículo conjunto en el que denuncian cómo la globalización se ha convertido en un “bastión de los ricos” y critican duramente las políticas egoístas de los países ricos, en la que destacan el caso de Estados Unidos, donde la ayuda proporcionada a los países pobres es la más baja de todo el mundo donante en función de sus ingresos, el 0,1 por ciento del Producto Interno Bruto.(El País, Madrid, 6 de agosto de 2003).
Sirvan las referencias anteriores para ilustrar la catadura del gobierno con el que ¿se negocia?, un tratado de libre comercio. Y hablamos del gobierno y no del pueblo estadounidense. Detrás del Tratado de Libre Comercio están las transnacionales. Precisamente la política de Bush ha llenado de dinero los bolsillos de los más ricos, y ha batido las marcas de pobreza, desempleo, déficit y gasto militar de las últimas administraciones.
¿Con quién estamos negociando entonces? Lo aclaró el mismo Zoellick el 16 de mayo, en un discurso ante el Instituto de Economía Internacional de Washington: “Negociar un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos no es algo a lo que alguien tiene derecho, es un privilegio”. Para la selección de un socio, dijo el virrey del comercio, se toma en cuenta su colaboración con la política exterior y las metas de seguridad de Estados Unidos, su posición en la OMC y en el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Hasta un “moderado” de la administración Bush, como el secretario de Estado, Colin Powel, señala abiertamente que el objetivo “es garantizar a las empresas norteamericanas el control de un territorio que va del polo ártico hasta la Antártica, libre acceso, sin ningún obstáculo o dificultad, para nuestros productos, servicios, tecnología y capital en todo el hemisferio”.(Citado por Osvaldo León, “Movilización continental contra el ALCA”, 24 de enero de 2002: htpp://alainet.org).
Tras el fracaso de Cancún, donde los países ricos se negaron a terminar con el régimen de subsidios a sus agricultores, que asciende a mil millones de dólares diarios, Estados Unidos ha sido todavía más claro en señalar qué es lo que espera de un Tratado de Libre Comercio con América Central. El objetivo estratégico es apuntalar su hegemonía en todo el continente, pero ante la emergencia de un nuevo bloque regional latinoamericano liderado por Brasil que opone serios obstáculos al ALCA, la táctica es intensificar las presiones y los acuerdos bilaterales con países pequeños y débiles, con los que se puede utilizar los recursos financieros, políticos, económicos y de seguridad, para asegurar en escala nacional y regional lo que todavía parece lejano a nivel continental. Es la aplicación del unilateralismo agresivo que el imperialismo norteamericano pone en práctica en todos los ámbitos de la vida internacional. La huída de los espacios multilaterales, para agarrar por el cuello, uno a uno, a gobiernos que en todo caso son proclives al vasallaje. Así han jugado, por ejemplo, en relación con la Corte Penal Internacional, rechazando el acuerdo multilateral y asegurándose después acuerdos bilaterales que conceden a los estadounidenses inmunidad e impunidad ante acusaciones de crímenes contra la Humanidad. “El CAFTA(siglas en inglés del Tratado de Libre Comercio con América Central) es la base de algo mucho más importante”, ha dicho Zoellick. Negocian con los más débiles para crear situaciones de hecho que permitan, luego, romper la resistencia de los más fuertes.
Como era de esperar, después de haber apoyado la invasión a Irak y presionar a la Asamblea Legislativa para que apruebe la instalación de la academia policial de Estados Unidos en Costa Rica, el gobierno de Abel Pacheco empezó a comportarse como administración de “república bananera”, retirándose inmediatamente del G-20, que apenas es un modesto pero significativo intento de proteger a los agricultores de los países pobres. También el presidente Pacheco comenzó a recular de su posición inicial en el tema del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), y ya aceptó que podría negociarse algún tipo de apertura en telecomunicaciones. En realidad, las negociaciones están en las manos de un grupo con una trayectoria más cercana a los intereses de las trasnacionales estadounidenses que a los de Costa Rica, el colmo de la desvergüenza es que son los propios norteamericanos los que financian buena parte de los gastos del equipo negociador costarricense, tal como se puso de manifiesto al revelarse las andanzas financieras de la Fundación Costa Rica-USA.
La visita de Zoellick a Costa Rica no fue fortuita. Llegó cuando ya se había fraguado un acuerdo con sectores de nuestra oligarquía político-empresarial, para trazar una estrategia que les permita revertir la derrota que sufrieron con el Combo energético (“Proyecto de Mejoramiento de los Servicios de Energía y Telecomunicaciones y de la Participación del Estado”). No es una casualidad que la campaña de guerra psicológica se iniciara inmediatamente, una campaña bien orquestada y lujosamente financiada. La ofensiva la inició el oligopolio mediático del periódico La Nación, que convirtió la libertad de prensa en libertad de empresa y libertad de difamación, acompañado de las cúpulas de las cámaras empresariales y del ex presidente Oscar Arias, que puso su Nobel de la Paz al servicio de este neoliberalismo de guerra.
Norman Birnbaum, profesor emérito de la Universidad de Georgetown, escribió que Washington se vale de siervos menguados para imponer su nuevo totalitarismo: “Se incita a la opinión pública a que rechace a los que critican al imperio, a los que se califica práctica o auténticamente de traidores(...) Las subvenciones de la CIA a intelectuales, burócratas, propagandistas y políticos en ‘el mundo libre’ ascienden a miles de millones de dólares”.(El País, Madrid, 31 de agosto de 2003). Un destacado funcionario estadounidense le dijo al economista Jeff Faux: “Lo que usted tiene que entender es que nosotros negociamos con personas que pertenecen a las clases altas de aquellos países que comparten con nosotros gran número de intereses económicos y políticos”.( Faux: Rethinking the Global Political Economy, EPI, 2002).
Eso es lo que debemos entender: los ricos de Estados Unidos negocian con los ricos de Costa Rica. Los perdedores siempre serán así los mismos: los trabajadores, los campesinos, los pequeños y medianos productores, la gente que vive honrada y duramente de su trabajo.
Funciona en Costa Rica una telaraña de intereses neoliberales que liga a políticos, empresarios, economistas , dueños de medios de comunicación, cámaras, centros ideológicos y fundaciones , en una especie de Estado paralelo, que mantiene relaciones carnales con los centros de poder del imperio, que reciben recursos cuantiosos y que son los escuadrones de Zoellick para desacreditar y machacar no sólo a los sindicatos, sino a cualquier costarricense por cuyas venas corra la sangre de Juanito Mora y no la de William Walker.
A pesar de que los apologistas del Tratado de Libre Comercio no pueden explicar cuáles son los beneficios netos que obtendría el país, insisten en una política del miedo presentando un escenario catastrofista si no cedemos a las presiones de Estados Unidos. La Coalición de Iniciativas para el Desarrollo(CINDE) dice que sin Tratado de Libre Comercio podríamos quedar tan aislados como Cuba (La Nación, 13 de octubre de 2003); es decir, que este influyente grupo de presión de las transnacionales anuncia que Costa Rica podría sufrir la política criminal de embargo y bloqueo padecida por Cuba en los últimos 40 años, nos amenazan así con la política del gran garrote, demostrando que el imperio no quiere ni necesita amigos, sólo vasallos.
Esta campaña infame de la ultraderecha indigna y levanta el sentimiento patriótico de la mayoría del pueblo. Desde los sectores populares que conformamos la mayoría social de Costa Rica, hemos ido construyendo un proyecto del país en el que queremos vivir y que estamos dispuestos a defender. Decía Martí que “trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras”; ellos tienen la fuerza del dinero y de las armas que las usan sin escrúpulos ante cualquier disidencia o rebeldía, nosotros tenemos la fuerza de la razón y de las convicciones. Los derrotamos en las jornadas luminosas del Combo energético, podemos vencer de nuevo al gigante de las siete leguas, si somos capaces de marchar unidos y de andar, como quería el Apóstol, en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes.
La diversidad de posiciones críticas hacia el Tratado de Libre Comercio, lejos de ser un problema puede convertirse en la riqueza de una oposición plural que se unifique alrededor de unas reivindicaciones democráticas básicas y de unos ejes centrales que definan la Costa Rica que queremos.
Es necesario insistir en la denuncia del secretismo con que se llevan a cabo las negociaciones y exigir la publicación del texto íntegro en discusión. La llamada cláusula de confidencialidad impuesta por el gobierno de Estados Unidos, y aceptada por los gobiernos centroamericanos, es democrática y éticamente inadmisible. También es repudiable que las negociaciones sigan secuestradas por un equipo que recibe financiación estadounidense y que no representa la pluralidad democrática de la sociedad costarricense. Como dice el ex presidente Rodrigo Carazo, “a lo largo de nuestra historia patria jamás un gobierno, una Asamblea Legislativa e incluso una Asamblea Nacional Constituyente, tuvo en sus manos la potestad de modificar tan profunda y radicalmente la naturaleza de nuestro Estado Nacional y la administración de justicia”.
No debemos aceptar que se le pongan fechas límites y perentorias al Tratado de Libre Comercio. Está claro que la Administración Bush fija el mes de diciembre para cerrar la negociación y firmar, preocupada por el desarrollo de una campaña electoral en Estados Unidos que aumentará las críticas a las consecuencias de un libre comercio a la medida de las transnacionales. No debemos dejarnos atropellar. Apoyar una moratoria es ganar tiempo para la información, el debate y la movilización del pueblo.
Debe intensificarse la presión sobre el gobierno para que no entregue los intereses del país, y sobre la Asamblea Legislativa para que los diputados y diputadas sientan que la ciudadanía está despierta y vigilante, exigiendo que el parlamento cumpla su papel democrático de controlar las acciones del Poder Ejecutivo, de abrirse al conocimiento y a la participación, y no limitarse al papel de simple convidado de piedra.
Es necesario distinguir entre sectores nacionales que tienen dudas y temores legítimos sobre las consecuencias de no firmar el Tratado de Libre Comercio, y la camarilla neoliberal que con tratado o sin tratado siempre defenderá el desmantelamiento del Estado Social y pondrá sus negocios por encima de los intereses del país y de las mayorías. Con los primeros hay que establecer canales de diálogo, a los segundos hay que desnudarlos como el grupo de poder que en los últimos años ha estado detrás de las políticas neoliberales y de la corrupción, son los mismos que siempre han querido robarse el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) y asaltar el patrimonio nacional.
Las enormes reservar intelectuales y morales que hay en nuestra sociedad debemos ponerlas en movimiento. Desde los sectores populares se han generado documentos valiosísimos, que no se limitan a criticar con rigor el libre comercio neoliberal y las experiencias de los tratados de libre comercio, sino que también presentan alternativas fundamentadas en el comercio justo y nuevos estilos de desarrollo que nos permitan abatir la pobreza y construir un país justo y próspero. Si el neoliberalismo tiene a sus intelectuales orgánicos, las fuerzas populares y de la cultura deben articular una alianza necesaria y urgente para levantar las ideas de la resistencia y de la alternativa. Como en los días del Combo energético, hay que poner en marcha una red eficaz de comunicación, información, debate; hay que llegar a los colegios, universidades, barrios, centros de trabajo, para que se escuchen nuestras posiciones y recibir las inquietudes y propuestas de los y las costarricenses.
Finalmente, la democracia cuando es secuestrada y mancillada debe recuperarse y palpitar en la calle, ahí nació y ahí se recupera y vigoriza cada vez que es traicionada. La desobediencia civil, pacífica y democrática, es una herramienta de la lucha de los pueblos cuando los canales institucionales formales son bloqueados o dinamitados por poderes oligárquicos extrademocráticos y extranacionales. La unidad en la acción de las fuerzas de la soberanía nacional y de la democracia debe expresarse en la lucha de ideas y en potentes manifestaciones populares en las calles.
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José Merino del Río es coordinador del Foro de Acción Política “Otra Costa Rica es posible, otro mundo es posible”.
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