Nº 157-158 Noviembre-Diciembre 2004
Actos de terror.
Soluciones de fondo.
por
Martin Khor
En los últimos meses, ha habido un acto de terror tras otro en todo el mundo. Sea en Rusia, Israel o Irak, la violencia es perpetrada por más de una parte y debería ser resuelta en su origen, con soluciones a largo plazo, y no aplicando más brutalidad.
Los actos de violencia han aumentado en todo el mundo alcanzando últimamente nuevos umbrales alarmantes. Constituyen una tendencia fatal que plantea la pregunta de cómo resolver esta crisis del siglo XXI.
Hace poco, el mundo observó con estupor en la pantalla de la televisión escenas del pueblo ruso de Beslan en el que algunos militantes incursionaron en una escuela tomando 1.200 personas como rehenes. Las autoridades rusas prometieron a los padres que negociarían pacientemente una solución para proteger vidas, pero al final, los soldados tomaron la escuela por asalto. El caos subsiguiente dejó un saldo de más de 300 muertos y otros 700 heridos, muchos de ellos niños. Y una nación de duelo.
El incidente rápidamente puso de relieve el conflicto de Chechenia, que tiene un fuerte movimiento que reclama su independencia de Rusia y exige que las tropas rusas se retiren de la región. Se supone que fueron grupos chechenos quienes estuvieron detrás del incidente de Beslan, así como de otros dos actos de terror recientes: la colisión de dos aviones rusos aproximadamente a la misma hora, que mató a 89 personas, y una explosión de bomba en un subterráneo de Moscú, que provocó 10 muertos y 50 heridos.
Esas acciones han sido fundadamente condenadas, en especial porque cobraron vidas inocentes. Sin embargo, también han dejado de relieve la desesperación de los chechenos, que desde que declararon su objetivo de independencia a comienzos de la década del 90 han sufrido miles de muertes por el conflicto con las autoridades rusas.
Desde su incursión en Chechenia en 1994, los dirigentes y el ejército rusos han causado “tanta miseria inenarrable, tal rematada injusticia, tal furia y desesperación que, como los estadounidenses en Irak, crearon un campo fértil para el surgimiento de los extremistas religiosos que luchan por extirpar”, escribió Simon Tisdall en The Guardian el 3 de setiembre. Diez años de un conflicto asolador, violaciones de los derechos humanos, desplazamientos en gran escala de refugiados y la burla flagrante del derecho internacional han hecho de Chechenia un tema de innegable preocupación internacional, añadió Tisdall.
“Evitar nuevos ataques terroristas está ligado fundamentalmente con la habilidad que tenga Moscú para manejar los agravios cometidos a Chechenia”, escribió Ben Wetherall, analista investigador de Rusia para la organización londinense World Markets Research Centre. “De último, sólo negociando con los rebeldes nacionalistas seculares de la república de mayoría musulmana podrá encontrarse una solución a largo plazo”.
Mientras tanto, el 31 de agosto, suicidas palestinos provocaron la explosión de autobuses en Beersheba, en el sur de Israel, dejando 12 muertos y 44 heridos. Esas acciones fueron ampliamente condenadas, incluso por la Autoridad Nacional Palestina. Los días siguientes, tropas israelíes respondieron matando cuatro palestinos, volando dos bloques de apartamentos de cinco pisos en el campo de refugiados Khan Yunis y dejando a numerosas personas sin hogar.
Nuevamente, si bien los actos de terror son horribles y condenables, por el otro lado el Estado israelí también comete actos de violencia y terror que en los últimos años han matado y herido a miles de palestinos -entre ellos gente inocente- y han dejado muchos de sus hogares y campos en escombros. Esos actos de violencia de Estado son fuente de amargura y furia, y a su vez provocan la respuesta de los palestinos.
Para romper el círculo de violencia es obvio que debe haber una solución basada en la justicia para los palestinos y su largo sufrimiento y opresión, que incluya el establecimiento de su propio estado lo más pronto posible. Lamentablemente, Israel parece salirse casi siempre con la suya y el apoyo que le brinda Estados Unidos ha llevado a que la mayoría del mundo árabe y del mundo en desarrollo considere que la superpotencia ha tomado partido, no es confiable e incluso es culpable.
Una de las razones que dieron el presidente de Estados Unidos, George Bush, y el primer ministro británico, Tony Blair, para iniciar la guerra contra Irak fue que la supresión del régimen de Saddam Hussein crearía condiciones favorables para acelerar el proceso de paz en Medio Oriente. Eso no ha ocurrido. De hecho, la situación en Medio Oriente es peor que antes.
En el propio Irak, las fuerzas de ocupación están atrapadas en un pantano. La ocupación es cada vez más impopular y multiplica la feroz resistencia iraquí, que no ha disminuido después de que Estados Unidos hiciera traspaso de la “soberanía” al gobierno interino de Irak. Nuevamente, los ataques brutales de las fuerzas de Estados Unidos contra la resistencia han sido contraproducentes, ya que engendraron más odio contra los ocupantes y abrieron nuevos círculos de violencia.
En los últimos meses, los grupos iraquíes han tomado más de 100 rehenes como forma de presión para sacar del país a las tropas y trabajadores extranjeros. Doce nepaleses que trabajaban en Irak fueron tomados como rehenes y ultimados. Por el otro lado, miles de iraquíes han sido matados y muchos más heridos por las fuerzas de ocupación en batallas en Najaf, Fallujah, Bagdad y otros lugares. La espiral de violencia seguirá hasta que las fuerzas de ocupación se retiren y se instale un gobierno legítimamente elegido por los iraquíes.
Los casos mencionados parecen contar una historia similar: que los habitantes de países ocupados o quienes se sienten oprimidos por potencias extranjeras, seguramente van a responder. Ahora están recurriendo a explosiones en líneas aéreas y hoteles, a hombres bomba suicidas y a toma de rehenes para infligir pesar en las sociedades de quienes perciben como sus enemigos. Se trata de actos desesperados cometidos por personas que se sienten víctimas de la brutalidad de su enemigo y que responden para que el enemigo -incluso su gente inocente- sienta la angustia y la presión, y finalmente se vaya.
Deberían resolverse las causas que están en el origen de los actos individuales si se desean encontrar soluciones permanentes.
La aspiración de independencia del pueblo checheno, la largamente esperada búsqueda de un Estado y de justicia por el pueblo palestino y el deseo de Irak de liberarse de las fuerzas de ocupación y recuperar la soberanía es lo que debe resolverse. Para que esto ocurra, las potencias deben estar dispuestas a dejar de cometer actos brutales de represalia y comenzar a implementar soluciones a largo plazo con la ayuda de instituciones multilaterales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Lamentablemente, la Convención realizada por el Partido Republicano en Nueva York se mofó de las soluciones multilaterales. El gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, fue vitoreado cuando proclamó: “Si usted cree que este país, y no la ONU, es la mejor posibilidad de democracia del mundo, ¡entonces usted es un republicano!”.
El derecho de Estados Unidos a adoptar acciones militares unilaterales fue también un clamor expresado en la reunión. El senador demócrata Zell Miller, hablando en la Convención del Partido Republicano, atacó al candidato presidencial demócrata, John Kerry. “El senador Kerry ha dejado en claro que utilizaría la fuerza militar únicamente si es aprobada por la ONU”, expresó Miller. “John Kerry, quien dice que no quiere la tercerización, desea tercerizar nuestra seguridad nacional. Esa es la tercerización más peligrosa de todas”.
Queda mucho camino por recorrer antes de que quienes detentan el poder en el mundo abandonen la tentación del brutal criterio unilateral a favor de soluciones a largo plazo, respaldadas por la ONU y basadas en la justicia y la equidad.
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