Nº 157-158 Noviembre-Diciembre 2004
El proceso de reorganización del poder económico en el mundo en el marco de la globalización, con sus implicancias políticas, la presencia de actores titulares de un enorme grado de influencia y poder (las multinacionales), la acción de estados de dimensiones continentales (Estados Unidos, India, Rusia, China) y de configuraciones supranacionales (Unión Europea), la importancia, complejidad y diversificación de la agenda internacional y lo que se juega en ella plantean desafíos que claramente no pueden ser abordados desde el aislamiento o la soledad.
En este marco general tan brevemente dibujado, el Mercosur ha visto reavivada su importancia, con el agregado de que ésta ahora trasciende abiertamente a los países firmantes del Tratado de Asunción, el 26 de marzo de 1991: Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.
Desde el comienzo de los gobiernos de Néstor Kirchner, en Argentina, y de Luiz Inacio Lula Da Silva, en Brasil, parece afirmarse una oportunidad de reformular el Mercosur sobre bases nuevas. Ambos mandatarios han desarrollado una política de marcado acercamiento, se han reunido e intercambiado opiniones con intensidad y frecuencia insólitas, han suscrito declaraciones -como el Consenso de Buenos Aires (16 de octubre de 2003) y el Acta de Copacabana (16 de marzo de 2004)- cuyos contenidos ratifican una visión compartida mucho más profunda, abarcativa y comprometedora del pacto subregional. Más allá de las aproximaciones formales y de la retórica diplomática es realmente significativo que las declaraciones y los documentos se hayan visto respaldados por una cantidad y variedad desacostumbrada de acciones concretas de cooperación y solidaridad recíproca.
El amplio triunfo electoral del Frente Amplio en Uruguay el 31 de octubre refuerza esta perspectiva optimista para el Mercosur. El presidente electo, Tabaré Vázquez, ha ratificado sin vacilaciones la prioridad que tendrá para su gobierno el pacto subregional.
|