Nº 155-156 Setiembre-Octubre 2004
Torturas en Irak
El precedente sentado en América Central.
Las recientes pruebas de las torturas practicadas en la prisión de Abu Ghraib en Irak han motivado que numerosos sobrevivientes de las guerras civiles de Guatemala, El Salvador y Nicaragua recordaran experiencias similares vividas en América Central.
Las fotos han arrojado dudas, una vez más, de la participación de Estados Unidos en la violación de los derechos humanos en la región. En otras palabras, ¿esos soldados estadounidenses retratados junto a pilas humanas de prisioneros iraquíes desnudos representan sólo algunas “manzanas podridas” o son la prueba de la violación sistemática de los derechos humanos?
Mario Polanco, director del Grupo de Apoyo Mutuo, una organización dedicada al apoyo de las víctimas de conflicto armado de Guatemala, declaró a Central America Report (CAR) que el problema es que “la gran mayoría de casos de tortura son conocidos sólo en teoría o por lo anecdótico”.
Como escribió el director de la Fundación Rigoberta Menchú, Gustavo Meono Brenner, en su informe 2002, “Guatemala: laboratorio del terror de Estados Unidos”, “la desclasificación en años recientes de los documentos publicados por el Pentágono, el Congreso, la CIA y el FBI ha permitido la reconstrucción de sucesos dudosos del pasado militar de Estados Unidos”.
En efecto, según los documentos desclasificados publicados el 12 de mayo en el Archivo de Seguridad Nacional por la Universidad George Washington, los manuales de interrogatorios de la CIA redactados en los años 60 y 70 revelan “técnicas coactivas” similares a las practicadas recientemente en Abu Ghraib.
El Archivo también publicó un informe secreto de 1992 elaborado por el entonces secretario de Defensa de Estados Unidos, Richard Cheney, en el que advertía que los manuales de inteligencia de la marina de ese país que incorporaron el trabajo anterior de la CIA para entrenar a oficiales militares latinoamericanos en técnicas de inteligencia y contrainteligencia, contenían “material ofensivo y objetable” que “socava la credibilidad de Estados Unidos y puede provocar situaciones muy embarazosas”.
Los dos manuales, “KUBARK, Interrogatorio de contrainteligencia”, publicado en julio de 1963, y “Manual de Entrenamiento para la Explotación de los Recursos Humanos”, publicado en 1983, fueron obtenidos originalmente en 1997 por el The Baltimore Sun en el marco de la Ley de Libertad de Información.
El manual KUBARK incluye una sección detallada sobre “El interrogatorio de contrainteligencia coactivo de fuentes resistentes”, con evaluaciones concretas sobre el empleo de “Amenazas y Temor”, “Dolor” y “Debilidad”. El lenguaje del manual de 1983 se inspira en gran medida en el de su predecesor. Según el manual de 1983, el interrogador “puede manipular el entorno del sujeto para crear situaciones desagradables o intolerables, para alterar los patrones de tiempo, espacio y percepción sensorial”.
Después que el Congreso comenzara a investigar los informes de las atrocidades cometidas en América Central a mediados de la década del 80, especialmente en Honduras, el “Manual de Entrenamiento para la Explotación de los Recursos Humanos” de la CIA fue editado a mano para alterar pasajes que parecían proponer el uso de técnicas de coacción y estrés en los prisioneros. Los funcionarios de la CIA añadieron una nueva página de prólogo al manual en la que se declaraba: “La utilización de la fuerza, la tortura mental, las amenazas, los insultos o la exposición a todo tipo de tratamiento inhumano, como ayuda para la interrogación, está prohibida por el Derecho, tanto internacional como nacional. No está autorizada ni permitida”, dejando en claro que las autoridades eran bien conscientes de que esas prácticas abusivas eran ilegales e inmorales.
Alfred W. McCoy, profesor de historia de la Universidad de Wisconsin-Madison, confirmó a CAR que, “en resumen, hay una línea directa que va desde la investigación de la CIA sobre la tortura, de la década del 80, al manual de interrogatorios KUBARK de 1963, luego al Manual de Explotación de los Recursos Humanos de 1983 (elaborado para un seminario de entrenamiento MTT de la marina de Estados Unidos en Honduras), y finalmente a Abu Ghraib”.
Tal como escribiera el académico: “Las fotos de la prisión Abu Ghraib de Irak son tomas no de simple brutalidad o de una violación a la disciplina sino de las técnicas de tortura de la CIA que en los últimos 50 años se han propagado como la metástasis de un cáncer no detectado dentro de los círculos de inteligencia de Estados Unidos” (The Boston Globe, 14 de mayo de 2004).
McCoy añade que desde 1950 a 1962, la CIA dirigió investigaciones secretas en técnicas coactivas que llegaron a ascender a 1.000 millones de dólares y señala que las investigaciones de la CIA produjeron un nuevo método de tortura sicológica, no física. Describe este descubrimiento como “la primera revolución real desde el siglo XVII en esta ciencia de la crueldad”.
Siguiendo el nuevo paradigma sicológico de la CIA, los interrogadores utilizan dos métodos para lograr sus objetivos: el primero aplica técnicas simples, no violentas, que implican encapuchar al sujeto o privarlo del sueño para desorientarlo. A veces también se utiliza la humillación sexual. La segunda etapa implica someterlo a una situación de incomodidad autoinfligida, tal como estar parado durante varias horas con los brazos extendidos. En esta etapa, la idea es hacer que las víctimas se sientan responsables de su propio dolor y así inducirlas a buscar alivio rindiéndose al poder del interrogador.
Cuando el ex jefe del centro de detención de Guantánamo y ahora comandante de la prisión de Irak, el general Geoffrey Miller, comentó sobre las reformas realizadas en mayo en Abu Ghraib, inconscientemente hizo un resumen de esta tortura en dos etapas: “Ya no encapucharemos más, bajo ninguna circunstancia, a los detenidos (...) ya no utilizaremos más posiciones de estrés en ninguno de nuestros interrogatorios, y no utilizaremos más la técnica de privación del sueño en ninguno de nuestros interrogatorios”.
Después de la codificación en los manuales KUBARK, el nuevo método fue divulgado mundialmente a las policías de Asia y América Latina a través de la Oficina de Seguridad Pública de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Luego de que en Brasil se denunciaran casos de tortura cometida por policías entrenados por la USAID, el Senado de Estados Unidos clausuró la oficina en 1975.
Sin embargo, la CIA continuó divulgando sus métodos de tortura a través de Equipos de Entrenamiento Móvil de la marina de Estados Unidos, que fueron activos en América Central durante mediados de la década del 80.
Gabriel Aguilera Peralta, de la Universidad de San Carlos, declaró a CAR que fue precisamente en esos años que surgieron críticas en torno a “la Contra”, que tenía su base en Honduras pero peleaba en Nicaragua contra los sandinistas, por utilizar manuales de tortura como parte de su estrategia de combate. De manera similar, durante ese periodo varios prisioneros políticos de Honduras acusaron a sus captores de haberles infligido torturas.
Material similar a ese de los primeros manuales fue incorporado en siete guías de entrenamiento en castellano. Más de un centenar de esas guías fueron distribuidas para utilizar en países como El Salvador, Guatemala, Ecuador y Perú, y en la Escuela de las Américas entre 1987 y 1991. En 2001, la escuela fue rebautizada con el nombre de Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad. (ver recuadro).
El coronel retirado Otto Noack, quien integró el ejército guatemalteco durante 27 años, hasta 2001, y quien recibiera y diera entrenamiento en la Escuela de las Américas durante la década del 80, declaró a CAR que los ejemplos de tortura que se conocen ahora de Irak son puramente circunstanciales, influenciados sobre todo por las experiencias vividas en el pasado por ciertos individuos.
Durante todos estos años en el ejército, Noack adujo no haber enseñado nunca cómo torturar prisioneros. “Aprendimos técnicas de interrogatorios que implicaban quebrar mentalmente a la gente, pero lo que aprendimos y practicamos nunca podría haber sido calificado de tortura”, añadió. Y negó tener conocimiento de los manuales del Archivo de Seguridad Nacional.
Sin embargo, la condena a la Escuela de las Américas continúa. Sus críticos denuncian que en los últimos 50 años más de 300 de los graduados en la escuela han estado vinculados a violaciones de los derechos humanos.
En el mismo periodo, asegura McCoy, “los métodos de tortura no física de la CIA han sido tan ampliamente aceptados que los interrogadores de Estados Unidos parecen no darse cuenta que, de hecho, participan de torturas sistemáticas. Pero ahora, con estas fotografías de Abu Ghraib, podemos ver la realidad de esas técnicas”.
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Este artículo fue publicado en Central America Report (18 de junio de 2004), editado por Inforpress Centroamericana.
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