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   Nº 155-156 Setiembre-Octubre 2004
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Desde el Sur


Nº 155-156 Setiembre-Octubre 2004

Hace 60 años, en julio de 1944, se realizó una importante conferencia internacional en Bretton Woods, en Nueva Hampshire, que llegó a tener una influencia decisiva en el orden económico mundial de la posguerra. A pesar de haber recibido el nombre de “Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas”, se trató esencialmente de un acontecimiento organizado y patrocinado por Estados Unidos del que participaron representantes de 44 países. Muy pocos de los invitados eran del Sur, ya que la mayoría de los países del mundo en desarrollo estaban aún bajo regímenes colonialistas.

Para Estados Unidos, se trató de una oportunidad para marcar su supremacía respecto del poder imperial británico y asumir un rol claramente hegemónico en la posguerra. El sistema financiero ideado consistía en la vinculación de todas las monedas nacionales al dólar estadounidense mediante un sistema de tasas de cambio fijo, cuya paridad sería en relación al oro.

Se instaló un banco cuyo objetivo era otorgar créditos de largo plazo para reconstrucción y desarrollo (el Banco Mundial) y otra institución aún más importante que fue el Fondo Monetario Internacional (FMI). Este último fue creado para promover la consulta y la colaboración cuando aparecieran problemas monetarios internacionales, vigilar el cumplimiento de los Artículos del Acuerdo con el FMI por parte de los integrantes y otorgar préstamos de corto plazo a fin de superar las dificultades de algunos países con la balanza de pagos. En esta área y según los Artículos del Acuerdo, los países miembros también podrían emplear controles de capital para eliminar la volatilidad financiera.

Sin embargo, el sistema de tasas de cambio fijo colapsó en 1971, cuando el Departamento del Tesoro de Estados Unidos –sometido a una presión cada vez mayor y viendo el acelerado vaciamiento de las reservas de oro- cerró la “ventana de oro”, es decir, se negó a cumplir con su promesa de cambiar dólares estadounidenses por oro. Así, con la aparición de un sistema libre de cambio, empezó un nuevo período de volatilidad financiera y turbulencia económica que resultó una característica de nuestro tiempo.

Si bien mantener la estabilidad cambiaria es algo que le compete al FMI más que a cualquier otra entidad, la institución ha fomentado la volatilidad financiera. El FMI convenció a sus países miembros de llevar a cabo una liberalización financiera prematura y les recomendó levantar todos los controles y restricciones que pesaran sobre el movimiento del capital, pero fue eso lo que exacerbó la especulación financiera hasta límites desconocidos y provocó una crisis en varios países del mundo en desarrollo. A pesar de la historia de turbulencia financiera generada por sus desacertados consejos y exigentes condiciones, justo antes de que estallara la crisis financiera de Asia, el FMI trató de imponer su punto de vista y ejerció presión para lograr que se enmendaran los Artículos del Acuerdo a fin de que la liberalización fuera obligatoria para todos los países miembros.

El FMI tuvo que detener su carrera de liberalización luego de la crisis asiática, debida en parte a sus órdenes y recomendaciones, pero nunca admitió formalmente sus errores, ni abandonó en forma explícita su postura.

Aunque sólo tiene potestades para otorgar créditos de corto plazo a los países miembros con dificultades en su balanza de pagos, el FMI ha actuado como complemento de la principal vocación de su “gemela”, el Banco Mundial, ofreciendo préstamos sujetos a condiciones a los gobiernos endeudados. Esto ha hecho que ambos organismos tengan poder para “cobrar” sus préstamos mediante la imposición de políticas económicas y sociales muy discutibles. Dichas medidas de “ajuste estructural”, que incluyen la liberalización, desregulación y privatización generales, y un recorte despiadado del gasto público en salud, educación y otros servicios sociales, afectan el corazón de las políticas nacionales para el desarrollo.

El 60 aniversario de las “gemelas” de Bretton Woods ha puesto sobre el tapete no sólo su oscuro historial, sino también el problema de su gobernanza –algo que ha sido notorio a raíz del nombramiento del español Rodrigo Rato para el cargo de director gerente del FMI. El monopolio que tienen Estados Unidos y la Unión Europea de los cargos clave es una faceta de lo poco democráticas que son las prácticas y políticas de ambos organismos, que han institucionalizado la práctica de “un dólar, un voto”.






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