N° 153-154 Julio-Agosto 2004
Entre el 13 y el 18 de junio tuvo lugar en Sao Paulo, Brasil, la Undécima Sesión de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, (UNCTAD XI).
Dicha conferencia culminó con la firma de dos declaraciones, el “Consenso de Sao Paulo” y “El espíritu de Sao Paulo”, en los cuales se reafirman algunos conceptos de gran importancia para los países del Sur, entre ellos, el multilateralismo, la colocación del desarrollo como elemento central de la agenda global, la necesidad de cooperación internacional para combatir el hambre y la pobreza. Se ratificó, asimismo, el Programa de Doha, subrayando el compromiso de todos los miembros de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en “lograr que los resultados de las negociaciones comerciales estén auténticamente en concordancia con las preocupaciones del desarrollo”.
En la sesión de apertura, el secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, en una clara señal de respaldo a los reclamos de los países pobres, abogó por un régimen de comercio internacional apto para promover el desarrollo, así como el cumplimiento de la agenda de Doha que, aseguró, “sólo puede ser alcanzado si se garantiza al Sur acceso pleno a los mercados del Norte, y si los subsidios agrícolas son reducidos o eliminados”.
Pero el alcance de la UNCTAD XI es bastante mayor y el balance resulta francamente favorable a los países en desarrollo, que lograron hacer oír su voz y obtuvieron valiosos reconocimientos de sus posturas en la redacción final de las declaraciones aprobadas y firmadas. Corresponde destacar, además, que en forma paralela se desarrollaron otras reuniones –la mayoría de ellas entre países del Sur- orientadas a consolidar agrupamientos activos existentes –como el G-20- y a la búsqueda común de una apertura de nuevos espacios para profundizar las relaciones Sur–Sur, sobre bases equitativas y de interés común. El presidente de Brasil, Luis Inácio Lula da Silva, utilizó la expresión “una nueva geografía del comercio” como el objetivo que alienta tras estos procesos de negociación.
La construcción de espacios de cooperación Sur-Sur, articulados a partir de los problemas y las dificultades comunes, parece ofrecer una perspectiva diferente en cuanto tiene como finalidad buscar soluciones para los problemas de la pobreza y el hambre, diseñar nuevos caminos hacia el desarrollo, defender las autonomías nacionales y las potestades soberanas. De alguna manera, este conjunto de problemas requiere de soluciones distintas a las que se negocia –bajo considerable presión- en los espacios globales y, sobre todo, exige poner en práctica la solidaridad entre los países pobres como factor de cohesión y cooperación recíproca para la solución de sus problemas específicos, fuera del área de influencia de las grandes potencias económicas. Tal vez pueda ser éste un motor hasta ahora casi inexplorado, capaz de conducir a acuerdos de nuevo tipo, con otra inspiración y otras finalidades.
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