No. 151/152 - Mayo-Junio 2004
Inmigración laboral en Medio Oriente
por
Ray Jureidini
Aunque no se puede afirmar que todos los trabajadores inmigrantes sean maltratados en Medio Oriente, lo cierto es que el marco legal, administrativo y contractual vigente los vuelve vulnerables a la esclavitud, el racismo y la xenofobia. Es necesario aprobar y aplicar leyes laborales nacionales y convenios internacionales para proteger a esos trabajadores.
La historia de la inmigración hacia el Medio Oriente árabe obedece a motivos laborales y, por lo tanto, no se puede hablar realmente de inmigración. Se trata de personas que emigran por períodos contractuales prefijados y no para establecerse en otro lado.
Desde el descubrimiento de petróleo en los países del Golfo ha habido una gran demanda de trabajadores especializados y no especializados para la producción de petróleo para la exportación, así como para modernizar la infraestructura y la economía en general, a fin de construir ciudades globalizadas como Dubai, en Emiratos Arabes Unidos. Sin embargo, todos los países de Medio Oriente se han mostrado firmemente decididos a mantener el control sobre la exclusividad étnica de la ciudadanía y los derechos de sus habitantes. El flujo masivo de trabajadores inmigrantes que ingresaron a los países del Golfo desde que se disparó el precio del petróleo, en los años 70, el consecuente desplazamiento de importantes contingentes de árabes (desde mediados de la década del 80) del sur y el este asiático, y los que siguen desplazándose hasta hoy constituyen una de las principales sagas migratorias de la segunda mitad del siglo XX.
Desde 1975 hasta 1985, entraron alrededor de cuatro millones de trabajadores especializados y no especializados a los países del Consejo de Cooperación del Golfo -integrado por Arabia Saudita, Bahrain, Emiratos Arabes Unidos, Qatar, Kuwait y Omán-, procedentes de Egipto, Jordania, Líbano, Palestina, Sudán y Yemen, y también de India y Pakistán. El resultado fue que casi se duplicó la población de Arabia Saudita y Kuwait. La introducción de los asiáticos se debió en parte a que recibían salarios más bajos, pero también estaba la idea de que una diversificación de nacionalidades serviría para diluir una posible invasión política de árabes de otras zonas (en particular, yemenitas, palestinos y egipcios). Así, la inclusión de asiáticos del este y el oeste obedeció a razones tanto políticas como económicas.
“Exportación” de mano de obra
Es importante conocer las cifras para ver cuán significativos son los niveles de migración de otros países hacia Medio Oriente. Desde la perspectiva del comercio, este tipo de inmigración es una empresa lucrativa para los países del mundo en desarrollo y genera significativas ganancias de divisas cada año. En otras palabras, “exportar” mano de obra se ha convertido en un gran negocio.
Por ejemplo, en diciembre de 2001, 7,5 millones de personas de Filipinas trabajaban fuera de su país. En 2002, las remesas que llegaron a dicho país sumaron 6.900 millones de dólares. Casi 1,5 millones habían emigrado a Medio Oriente, sobre todo a Arabia Saudita (915.000 personas) y a Emiratos Arabes Unidos (167.000). Estas cifras incluyen una proporción muy pequeña de inmigrantes que se establecen en el país de destino, mientras que 1,2 millones son “a término” y 123.000 se clasifican como “irregulares” o ilegales, ya sea porque emigran a través de agencias de contratación no aprobadas y no figuran en los registros del gobierno de Filipinas como Trabajadores Filipinos en el Exterior, o porque no cuentan con visas de trabajo en el país receptor. La gran mayoría de los trabajadores emigrantes de Filipinas en Medio Oriente son mujeres que hacen trabajo doméstico.
En 2000, Filipinas recibió 276 millones de dólares en remesas procedentes de Arabia Saudita. En 1998, llegaron casi 2.000 millones de dólares a Pakistán, enviados como remesas de los trabajadores en el exterior. Los trabajadores indios enviaron, ese mismo año, 2.600 millones de dólares a su país, en su mayoría desde Medio Oriente. En 1999, las remesas de Sri Lanka llegaron a los 1.000 millones de dólares, una cifra más alta que el déficit comercial de ese año. Sólo de los países del Golfo, la colectividad de trabajadores extranjeros envía 25.000 millones de dólares por año a sus países de origen.
En 2000, la cantidad de trabajadores extranjeros de Kuwait, cuya fuerza de trabajo es de 1,2 millones de personas, incluía 295.000 indios, 274.000 egipcios, 157.000 bengalíes, 101.000 pakistaníes y 100.000 ciudadanos de Sri Lanka. Sin embargo, en todos los países árabes, los kuwaitíes ocupan cerca de 90 por ciento de los puestos de trabajo del sector público, cuyos salarios y beneficios son más altos que en el sector privado.
En Emiratos Arabes Unidos, la mayoría de los extranjeros son indios (781.000), que representan la mitad de la fuerza de trabajo extranjera, seguidos de los pakistaníes (262.000) y otros asiáticos (225.000). Cerca de 70 por ciento de los trabajadores indios son de la región de Kerala. Los procedentes de otros países árabes suman un total de 155.000. Con una población de casi 2,7 millones de habitantes, el sector de trabajadores de Emiratos Arabes Unidos está compuesto en 88 por ciento por extranjeros.
Desde 1993, Israel empezó a admitir inmigrantes no judíos que suplantaran a los trabajadores palestinos (casi 180.000) de Cisjordania y Gaza, ya que a estos últimos se les prohibió la entrada durante y después de la Guerra del Golfo. Muy pocos obtuvieron permiso para volver. Desde 1996 hasta ahora, diversos cálculos indican que han ingresado entre 100.000 y 300.000 trabajadores extranjeros mediante un programa de recepción de trabajadores invitados. Sus países de origen son, sobre todo, Tailandia, Filipinas, Kenia, Rumania y Bulgaria. En ese momento se calculó también que unos 100.000 habían dejado al empleador de dicho programa y circulaban ilegalmente en busca de mejores salarios. El resultado fue un aumento de los incidentes debido al desempleo, el alcoholismo y la delincuencia, sobre todo con los europeos del Este, lo cual sigue generando un grave problema social hasta hoy, sobre todo en Tel Aviv.
“Patrocinio” de los trabajadores
Se ha informado de muchos abusos físicos, emocionales y sexuales, así como de retención de salarios y pasaportes, y de un número importante de muertes -calificadas, en general, de suicidios-, aunque pocas veces llegan a los tribunales las violaciones de los derechos humanos de los árabes. Aunque los profesionales pueden contar con el tiempo y los recursos necesarios para obtener compensaciones a través de lo que se supone un sistema jurídico justo, los demás trabajadores quedan librados a la benevolencia de sus patrocinadores de empleo o a la asistencia de sus embajadas y unas pocas ONG dedicadas a estos temas.
Parte de lo que se conoce como “feminización” del mercado laboral internacional, el servicio doméstico femenino constituye hoy la mayor parte de la demanda internacional, pero esto es particularmente cierto en Medio Oriente. Si bien no se conocen cifras ciertas, se calcula que en 2002, cerca de 1,8 millones de empleadas domésticas asiáticas fueron contratadas en los países árabes de Medio Oriente. La cifra más alta corresponde a Arabia Saudita, con cerca de 1,05 millones, seguido de Kuwait (250.000), Emiratos Arabes Unidos (200.000), Líbano (160.000), Omán (55.000), Jordania (45.000) y Bahrain (40.000). Los principales países de origen de las empleadas domésticas fueron Filipinas (830.000), Sri Lanka (550.000), India (200.000) e Indonesia (200.000).
A pesar del importante interés económico de estimular la inmigración laboral a Medio Oriente, los países que envían mano de obra al exterior han intentado hacer que se respeten mínimas condiciones de contratación mediante la creación de agencias privadas de colocación, pero la propuesta ha tenido muy poco éxito. Los gobiernos de Bangladesh, Filipinas, India y Tailandia sólo han logrado impedir el envío de empleadas domésticas a ciertos países donde hubo casos de abuso físico y sexual. Por ejemplo, el gobierno filipino prohibió el envío de empleadas domésticas a Arabia Saudita en 1982, pero cuando los saudíes dejaron de contratar filipinos para todos los demás sectores, la prohibición quedó en el olvido. En 1987, Filipinas permitió que fueran trabajadoras domésticas sólo a los países que estuvieran dispuestos a firmar acuerdos bilaterales de protección de los derechos laborales. Pero los acuerdos que realmente establecen las condiciones, el trato y la protección de los trabajadores invitados no se han firmado.
En 2001, casi 3.000 empleadas domésticas de Sri Lanka que trabajaban en Arabia Saudita huyeron de sus puestos de trabajo y pidieron ayuda en su embajada. Entre los motivos alegados para la pérdida del empleo se mencionaron exceso de trabajo, crueldad física por parte de la “señora”, abusos sexuales y retención de salarios. Lo mismo ha ocurrido en otros países del Consejo de Cooperación del Golfo, Líbano y Jordania. En estos dos últimos, y en Bahrain y Emiratos Arabes Unidos, una empleada doméstica ilegal e independiente puede ganar más dinero y vivir fuera de su lugar de trabajo, pero eso mismo las vuelve vulnerables y a menudo caen en las redes de la prostitución. Además, no hay leyes laborales locales para el trabajo doméstico porque, en general, el servicio doméstico se emplea en casas particulares, de modo que las trabajadoras quedan bastante aisladas.
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Ray Jureidini es profesor adjunto del Departamento de Ciencias Sociales y del Comportamiento en la Universidad Americana de Beirut.
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Este texto fue elaborado en base a dos publicaciones del autor: “Middle East Guestworkers”, en: Matthew Gibney y Randall Hansen (eds), Global Migration in the 20th Century: An Enciclopedia (Oxford: ABC-CLIO); y “Temporary Contract Labour and Xenophobic Practices in the Middle East”, en: Boletín del Instituto de Investigación para el Desarrollo Social de la ONU, Otoño/Invierno 2002, número 25.
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