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Desde el Sur


No. 151/152 - Mayo-Junio 2004

Una de las consecuencias de la globalización ha sido la notable aceleración del proceso mundial de migración. Las cifras son sorprendentes. En todo el mundo hay 175 millones de migrantes, y una de cada 34 personas es un migrante.

Una de las consecuencias de la globalización ha sido la notable aceleración del proceso mundial de migración. Las cifras son sorprendentes. En todo el mundo hay 175 millones de migrantes, y una de cada 34 personas es un migrante. Cada minuto, al menos 10 personas -sin contar turistas ni visitantes de corto plazo- cruzan fronteras nacionales.
Aunque la tendencia general de la migración mundial es del Sur al Norte, quizá sea más preciso describirla como un fenómeno que se dirige de países pobres a países ricos. Así, algunos países de medianos ingresos, como Malasia, Singapur y los estados petroleros de Medio Oriente, atraen grandes cantidades de trabajadores procedentes de países más pobres del Sur.
Otra tendencia notable en la migración es la relativa al género: hoy en día hay más mujeres migrantes que nunca. Asia es paradigmática en este sentido. Numerosas mujeres de Filipinas, Indonesia, Bangladesh, Sri Lanka, China y Vietnam cruzan cada día las fronteras en busca de trabajo.
El movimiento de tantas personas de países pobres a ricos, en gran parte sin garantías institucionales ni legales, inevitablemente conduce a la explotación económica y otras graves violaciones a los derechos humanos. En los últimos años, ha crecido la preocupación por proteger adecuadamente los derechos de esos trabajadores. Aunque existen numerosas normas de derecho internacional y nacional que deberían garantizar esa protección, la falta de especificidad en cuanto a los migrantes se ha convertido en un obstáculo para la protección de sus derechos humanos.
Resulta clara la necesidad de aumentar los esfuerzos para proteger a los migrantes y reconocer su derecho a migrar, pero es esencial reconocer que la migración, salvo algunas excepciones, es síntoma de problemas nacionales. Pueden existir muchas razones para que una persona abandone su país natal, pero en el análisis final, las personas migran porque no pueden vivir en paz y dignidad en su país.
Tan importante es el derecho a migrar como el derecho a no migrar, como destacó el papa Juan Pablo II en el 90º Día Mundial de los Migrantes y Refugiados. Por lo tanto, es imperativo corregir las condiciones nacionales que obligan a las personas a migrar.






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