No. 147/148 - Enero/Febrero 2004
Sadam Hussein
¿Captura o entrega pactada?
por
José Carlos García Fajardo
Varios signos permiten plantearse si el ex presidente de Irak Sadam Hussein ha sido capturado gracias a la eficacia de los servicios de inteligencia angloamericanos o después de un acuerdo con puesta en escena incluida.
El asesinato de sus dos hijos y el escándalo para un musulmán por la exhibición de sus cuerpos desnudos ante las cámaras de televisión han tenido que influir en las perspectivas que podían aguardar a sus hijas y a sus nietos, que lograron huir a Jordania pero siempre al alcance de quienes, desde el ataque del 11 de septiembre, han recuperado la “licencia para matar”.
Por otra parte, al igual que sucede en todos los regímenes tiránicos, en tiempos de Sadam Hussein, no había terrorismo fundamentalista. Después de la invasión por Estados Unidos, han afluido a Irak terroristas desde varios focos del integrismo islámico, que ni él mismo podría controlar.
Junto a una auténtica resistencia por parte del pueblo iraquí, han aparecido bandas que anuncian un peligro mayor que el del régimen anterior, el del integrismo que convertiría en un volcán gran parte del mundo musulmán. Ni Estados Unidos ni nadie cree ya que fueran ciertas ninguna de las cinco causas por las que invadieron Irak en una guerra injusta e ilegítima: armas de destrucción masiva, nucleares, biológicas o químicas, terrorismo islámico o fundamentalismo integrista. Si se trataba de derrocar a un dictador, eso está explícitamente condenado por la Carta de la ONU.
Durante más de 20 años, las grandes compañías transnacionales, y muchos gobiernos occidentales, han depositado a nombre de Sadam Hussein ingentes cantidades de dólares del petróleo en bancos en el extranjero de las que sólo él o su familia conocen las claves. Esta práctica criminal ha sido costumbre generalizada entre los dirigentes de las grandes compañías petrolíferas y los dictadores de los países productores de petróleo: Elf Aquitaine, Shell, Texaco, Chevron.
Más que de una traición, pudiera tratarse de un acuerdo con arreglo a condiciones muy importantes: ser reconocido como prisionero de guerra con todas las garantías de la Tercera Convención de Ginebra que señala que “los prisioneros deberán ser protegidos en todo tiempo contra los insultos y la curiosidad pública”, que “no tendrá obligación de declarar, cuando sea interrogado, más que sus nombres y apellidos, su graduación, la fecha de su nacimiento y su número de matrícula o, a falta de éste, una indicación equivalente”.
La declaración del secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, garantizando esos derechos contrasta con la inimaginable estancia de Sadam Hussein en un zulo como el escogido para “la captura”, sin ningún medio para comunicarse, sin agua ni comida, sin mantas, sin útiles para sus necesidades, sin posibilidad de sobrevivir durante largo tiempo sin ayuda inmediata.
Sadam Hussein no había perdido ni un kilo de peso, como confirmaron los médicos, lo que sería impensable en un hombre que hubiera vivido en zulos durante nueve meses. Una vez removidos los disfraces, apareció cansado pero en buen estado aunque con evidentes signos de haber sido drogado, como ha denunciado su hija Raghad Hussein.
Algunos analistas han llegado a escribir que ni era soldado ni había hecho nada por Irak durante su mandato, que era musulmán integrista (sic) y que apoyaba al terrorismo de Al Qaeda. No se puede negar que había hecho de Irak el estado laico y progresista más avanzado de Medio Oriente. Olvidando que la imposición de un régimen calcado de las democracias de Occidente podría ser contraproducente en una sociedad como la iraquí con otra concepción de la vida familiar y de las relaciones sociales. Tampoco si no se recupera lo mejor de los planteamientos básicos del partido socialista Baas (Resurgimiento), fundado en 1948, y que el dictador confundió con sus propios intereses. El esfuerzo realizado para capturar al ex presidente iraquí con vida podría anunciar una voluntad de hacer las cosas con un cuidado que prefigurara el que deberá aplicar en el inmediato futuro para todo el país.
Un juicio con todas las garantías formales podría aclarar los crímenes de los que ha sido responsable Sadam Hussein, así como sus alianzas como instrumento de diversos países occidentales, contra el régimen iraní de los ayatolás. Si no sucumbe ante una insuficiencia cardiaca repentina. No se puede olvidar que los servicios de inteligencia norteamericanos ayudaron en 1979 a Sadam Hussein a hacerse con el poder, una vez depuesto el presidente Asan al-Bakr, que mantenía unas estrechas relaciones con Moscú.
Llamó la atención la declaración del oficial responsable de la “captura” cuando dijo que “Sadam tenía unos 20 o 30 agujeros semejantes en los que nunca permanecía más de cuatro o seis horas ya que se cambiaba continuamente”. Ante semejante imbecilidad era tan lícito dudar de la veracidad de la escena como tuvo que serlo después de conocer que el pavo, que tan heroicamente George W. Bush llevó a sus tropas el Día de Acción de Gracias, era de plástico.
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José Carlos García Fajardo es profesor de Pensamiento Político y Social en la Universidad Complutense de Madrid y director del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS).
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