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Sociedad


No. 40/41 - Enero/Febrero 1995

SOCIEDAD BOLIVIA

Los desheredados del neoliberalismo

por desde La Paz, por Washington Estellano (*)

Los niños son uno de los pilares de la economía del país. Niños de nueve años trabajan en las minas de Potosí. Miles viven y duermen en las calles. A la pobreza estructural se suma hoy el impacto del modelo neoliberal. No obstante, los niños y jóvenes se están organizando para defender sus derechos.

En otras épocas la pobreza y la miseria infantil no tenían el peso avasallante y, sobre todo, visible que tienen hoy. La descomposición y disgregación de la familia y de los nucleamientos organizados en la comunidad campesina o barrial, y el consecuente debilitamiento de los sindicatos como centros de vida colectiva de la clase trabajadora, contribuyen a la dispersión y ¿anomia? que afecta en la actualidad a la niñez y a los adolescentes en la sociedad boliviana. Esta es una constatación que realizan a diario diversos institutos y estudiosos oficiales y privados preocupados por el clima angustiante y de desolación que muestra este segmento etario de la población.

Pilares de la producción

Según el Censo Nacional de 1992, en Bolivia hay 569.000 niños y adolescentes trabajadores, lo que significa un 30 por ciento de la población comprendida entre los 7 y 19 años, o de otra manera el 20 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA). Esto supone el más alto índice en América Latina de incorporación del niño al trabajo. Se han registrado 124 actividades laborales en las cuales se incorpora a los niños. Entre ellas destaca la ocupación masiva de las niñas en el empleo doméstico como también en la venta callejera.

El costo social y el riesgo que entraña trabajar a esa edad se expresa, entre otros indicadores, en que el 70 por ciento de los niños y adolescentes que ingresan a la escuela, la abandonan en la búsqueda de un empleo como medio de sobrevivencia.

A fines de octubre se realizó en La Paz un seminario sobre trabajo infantil y según el Dr. Ignacio Mendoza, Consultor del Ministerio de Desarrollo Humano, existe un total de 98.998 niños y niñas trabajadores entre los 7 y 12 años. Esto significa el 9, 65 por ciento de la población nacional en esta edad. De ese total nacional solamente en el área rural realizan tareas productivas, remuneradas o no, 81.431 niños trabajadores de esas edades. De ellos el 48,07 son mujeres y el 51, 92 por ciento son varones. Y el 12,25 por ciento no tienen ningún nivel de instrucción.

Los niños en las minas

Por su parte el Centro de Promoción Minera (CEPROMIN) ha denunciado que niños de entre 9 y 16 años trabajan en los socavones del Cerro de Potosí. "La mayoría de los niños trabajan dentro de la mina ayudando en el recojo de mineral, fabricando explosivos, carreteando la carga, llevando y trayendo herramientas y materiales de trabajo", señaló una publicación de dicho Centro.

Una de las causas que empujan a los niños a la calle para buscar trabajo desde los siete años, es que los bajos salarios y la calidad de los empleos deteriora la vida de las familias. Según el Centro de Estudio y Desarrollo Laboral (CEDLA), 5 de cada 10 (el 50%) de las familias no gana lo suficiente para su alimentación. Mientras que 8 de cada 10 (el 80%) no cubren sus gastos de vestimenta, vivienda, salud y otras necesidades básicas. De acuerdo a este estudio, realizado en las ciudades de La Paz, El Alto, Cochabamba y Santa Cruz, en el periodo 1987/1991, mientras la semana laboral aumentó en 4 horas, crecía el empleo eventual y disminuían las remuneraciones.

El neoliberalismo y la disgregación familiar

Si bien la pobreza en Bolivia viene de lejos y tiene un carácter estructural, el modelo neoliberal aplicado desde 1985, ha profundizado el deterioro de las condiciones de vida de una gran parte de la población. El ingreso real, en los cuatro años del estudio antes citado, cayó al 80 por ciento del que se percibía en 1987. El Salario Mínimo, luego de una larga lucha de la Central Obrera Boliviana (COB), fue aumentado este año al equivalente de 40 dólares. El 15 por ciento de la población ocupada recibe el 50 por ciento de la masa de los ingresos, mientras que el 85 por ciento restante, se distribuye la otra mitad.

La cesantía de miles de trabajadores mineros, fabriles y de empresas del Estado, desquició la vida de las familias obreras acostumbradas a una vida pobre pero estable, poseedoras de una rica tradición cultural comunitaria y organizadas colectivamente.

Grandes contingentes de familias obreras tuvieron que abandonar los campamentos mineros y las barrios obreros hacia otras regiones con otras costumbres, climas y formas de vida diversas. Muchos jefes de familia dejaron a los suyos en viviendas precarias de barrios marginales recién construidos en las grandes ciudades y se trasladaron al Chapare tropical, para incorporarse a la producción de hojas de coca.

A consecuencia del abandono de sus padres o por la muerte de ambos, alrededor de 9 mil niños se han transformado en jefes de hogar, es decir, tienen bajo su responsabilidad el cuidado de su familia. A un promedio de tres niños por hogar, significa que aproximadamente 27 mil niños, sobreviven en el más bajo nivel del desamparo humano.

No obstante, es difícil cuantificar una cifra aproximada de los niños y niñas que viven en la calle. Ellos frecuentan y duermen en espacios públicos, parques y plazas y en muchos lugares inaccesibles y clandestinos, incluso para aquellas organizaciones que tratan de ayudarlos.

Tradición organizativa

Quizá el rasgo más característico y alentador de la sociedad boliviana sea la tendencia natural e instintiva a organizarse colectivamente. A fin del año pasado se realizó en La Paz el Primer Congreso Nacional de Niños y Adolescentes Trabajadores. Y de ahí surgió un organismo denominado "Coordinadora Nacional de Trabajo con el Niño y Adolescentes". También existe el "Comité Nacional del Niño Trabajador" y muchas otras organizaciones privadas que les dan apoyo, los orientan, gestionan becas de estudio, atención médica, etc.

Walter Rivas, es un niño como los otros pero quiere rebelarse contra la injusticia y se ha acercado a una de esas organizaciones y dice: "nos dan ideas, nos hacen levantar la cabeza para que podamos sobrevivir en este vida tan cruel. Para eso hemos organizado la Unión de Niños y Jóvenes".

Esta situación de alto riesgo en que sobreviven decenas de miles de niños en las ciudades de Bolivia plantea un serio desafío para toda la sociedad. Es el futuro mismo de una estructura económica, social y humana la que está en juego. Es una fuerza de trabajo que no se forma y educa como un sostén sólido del porvenir, sino que se ejerce nomás en los avatares inciertos de la sobrevivencia cotidiana.

(*) Periodista y sociólogo uruguayo, corresponsal de la "Revista del Sur" en Bolivia.






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