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No. 40/41 - Enero/Febrero 1995

TRATADO ANTÁRTICO

Apretón de manos

El consultor de Greenpeace Cono Sur en el monitoreo del Tratado Antártico, Marcelo López Alfonsín, relató el lento proceso de ratificación al que se han sumado casi todos los miembros latinoamericanos, pero que no cuenta con el mismo compromiso entre "los grandes" del Norte.

El Protocolo sobre Protección del Medio Ambiente Antártico fue firmado el 4 de octubre de 1991 en Madrid por unos 40 países que forman el Sistema del Tratado Antártico. Hasta entonces no existía un instrumento jurídico especial para proteger el medio ambiente del "continente blanco". Los países firmantes son los que mantienen un interés geográfico directo por su cercanía a la Antártida o por razones geopolíticas, como Gran Bretaña, EEUU, Rusia y Japón.
"Después de largas luchas se firmó este protocolo, que en síntesis prevé una moratoria por 50 años de la explotación de todos los recursos minerales de la Antártida. "Pero después de firmado hubo una sensación de que la cosa se terminaba ahí", relata López Alfonsín. "Para Greenpeace no es así, pues justamente para que un tratado internacional tenga vigencia debe ser ratificado por todos los gobiernos firmantes".

Latinoamericanos

Tres años después, sólo 10 países lo han ratificado. "El sistema del Tratado Antártico es muy particular: no tiene plazo para su ratificación y es el único que adopta resoluciones sólo por consenso. Ante la lentitud en el proceso de ratificación, es importante señalar que en los últimos meses dos países han cumplido con sus obligaciones: Chile y Uruguay", agregó López Alfonsín.

El presidente chileno Eduardo Frei firmó recientemente el instrumento de ratificación y Uruguay lo hizo a través de la ley 16.518, promulgada por el presidente Luis Alberto Lacalle en diciembre pasado.

"Uruguay, Argentina y Chile son los países que han tenido alguna preocupación en el tratamiento de sus bases para mejorar temas como el de los residuos,la energía no contaminante y la cooperación internacional en materia científica, así como el turismo, que es un tema preocupante. Pero por ahora esto carece de fuerza legal, no es más que un simple apretón de manos. Por eso Greenpeace está empeñada en este proceso. De hecho, hace poco Argentina tuvo un problema serio en su base Marambio, con un importante derrame de petróleo que tiene que ver con el mal manejo de la energía contaminante" asegura López Alfonsín.

Los demás países latinoamericanos que ya han firmado son Perú, Ecuador y Argentina, sólo queda pendiente Brasil. "Es muy probable que uno de los primeros actos del gobierno electo de Henrique Cardoso sea impulsar la ratificación del tratado", opina el consultor de Greenpeace.

¿Y en el Norte?

"Lo que importa son los grandes, y de los grandes el más reacio a firmar este protocolo es Japón, así como Estados Unidos y Gran Bretaña, aunque en menor medida. El caso de Gran Bretaña se debe a su propio sistema legislativo, según el cual el país debe adaptar primero toda la legislación interna para cumplir con el tratado y luego adoptar el tratado. Hoy se encuentra en esa etapa, al contrario de lo que sucede con los demás países".

En cuanto a Estados Unidos, el Poder Ejecutivo no ha enviado aún el proyecto para su ratificación ante el Congreso. "Ni la administración de Bush ni la de Clinton han tomado la iniciativa", explicó López Alfonsín. En Japón no se ha dado ningún paso en concreto y existe una gran resistencia a acelerar el proceso.

No obstante, el consultor resalta que "en la Antártida hay un sistema de cooperación internacional que no existe en otras regiones del mundo, sobre todo en materia de investigación científica. Hay que avanzar en cuestiones como el turismo y el manejo de residuos, para los cuales los países desarrollados tienen tecnologías mucho más apropiadas. Y si no cumplen es por falta de voluntad política".

Los recursos vivos

"El otro gran tema es el de los recursos vivos. En mayo se firmó, a instancias de Greenpeace, el Santuario Ballenero, una suerte de moratoria de la explotación de los recursos vivos, con excepción de las ballenas y los delfines, que tienen un tratamiento particular". En este caso hay algunos países mucho más reacios, como Japón y Rusia. "Sobre ellos Greenpeace tiene puesta la mira", finalizó López Alfonsín.






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