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Mujer


No. 47 - Agosto 1995

MUJER BEIJING EN EL PROCESO DE LA ONU

Objetivo mínimo: no retroceder

por Sonia Correa (*)

El contexto histórico y coyuntural en que tiene lugar la próxima Conferencia Mundial sobre la Mujer sugiere una agenda mínima para el movimiento de mujeres que, de múltiples maneras, luchan por sus derechos de género: no retroceder en lo alcanzado hasta hoy.

El mayor desafío político para el movimiento de mujeres en el proceso de la globalización, es asegurar el flujo de información y la simultaneidad de energías y objetivos en los distintos planos: local, nacional, regional e internacional.

Así como quien actúa en el plano local lamenta la falta de coordinación con lo que sucede en los otros niveles del proceso, la experiencia señala que también puede ser angustiante percibir que lo que sucede en el plano internacional no siempre es trasmitido y traducido al lenguaje adecuado y en los tiempos reales para los demás ámbitos donde se construyen objetivos de transformación para las mujeres.

Creo, no obstante, que todos los caminos que llevan a Beijing valen la pena. Esta es sin duda una ocasión para afinar instrumentos y recorrer esta ruta de muchos caminos y atajos, sin perdernos entre los obstáculos del debate internacional o atropellarnos entre nosotras mismas.

Por eso es valioso ubicar el proceso de Beijing y de la propia conferencia en el contexto más amplio de las conferencias de la ONU, e intentar esclarecer sus posibles "impasses".

Profundo sentido histórico

En primer término, la Cuarta Conferencia tiene un profundo significado histórico, pues se llevará a cabo en el mismo año en que la Organización de Naciones Unidas (ONU) conmemora su 50 aniversario.

Si bien la ONU no siempre ha logrado cumplir plenamente sus objetivos originales de asegurar un mundo solidario, abierto al diálogo y capaz de resolver sus conflictos por otros caminos que no sean la guerra o la destrucción; continúa siendo, sin embargo, el espacio más democrático de negociación en el plano internacional, y como tal puede y debe cumplir un papel fundamental en el marco de un mundo cada vez más globalizado.

En la Carta de Fundación de Naciones Unidas aprobada en 1945 ya estaba contemplado el principio de igualdad entre los sexos, como eco del camino abierto por las pioneras feministas del siglo XIX y de comienzos del siglo XX. La Cuarta Conferencia efectuada exactamente cincuenta años más tarde, tiene el sentido de afirmar el papel de la ONU como mecanismo democrático de alcance global y rescatar todo lo obtenido a partir de aquella igualdad formal entre hombres y mujeres.

Acercándonos más a nuestros días, Beijing está vinculado directamente a los procesos y resultados de las tres conferencias anteriores sobre mujer y desarrollo: la primera celebrada en México en 1975, la segunda en Copenhague en 1980, y la tercera en Nairobi, Kenia, en 1985, que enmarcaron la llamada Primera Década de la Mujer.

En el contexto de la Primera Década se produjo asimismo la aprobación de la Convención contra Todas las Formas de Discriminación de la Mujer, en 1979.

Pero además, la preparación de la Cuarta Conferencia se efectuó en un ciclo coincidente de varias conferencias sociales de Naciones Unidas de los años 90. Este ciclo se inició con la Conferencia de la Niñez, siguiendo por la ECO 92, la Segunda Conferencia de Derechos Humanos de Viena, en 1993, la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo, en 1994, y la Cumbre Mundial de Desarrollo Social, efectuada este año en Copenhague.

En cierto modo, el contexto político que envuelve a la conferencia de Beijing, así como sus "impasses" y desafíos están más directamente influenciados por estos acontecimientos de los años 90, que por las tres conferencias anteriores.

Este fenómeno se debe a dos razones: todas las conferencias de ONU celebradas antes de 1989 tuvieron lugar en un período histórico internacional radicalmente distinto: la guerra fría, que tenía efectos directos sobre las condiciones en que se efectuaban las negociaciones oficiales. La segunda diferencia se refiere a la presencia y calidad de participación de las organizaciones no gubernamentales (ONGs) como expresión de las sociedades civiles.

Presencia y calidad en la participación de las ONGs

Para comprender este aspecto basta analizar algunos datos:

Al Foro de México asistieron 5.000 mujeres, a Nairobi 14.000. En la ECO 92 participaron 30.000 personas, mientras en el Foro Mundial de Beijing seremos 36.000, conformando la mayor conferencia realizada por la ONU.

Sin embargo, más que el número de personas, las conferencias de los años 90 representan un enorme salto cualitativo en términos de capacidad diplomática de la sociedad civil, de las ONGs y, en particular, de las organizaciones de mujeres, que influyeron positivamente en las posturas oficiales en los ámbitos nacionales y en las propias reuniones internacionales.

No hay duda de que los resultados de la ECO 92, de Viena, de El Cairo y de Copenhague, hubieran sido muy distintos sin la presencia y la intervención de las mujeres con una agenda política clara y una gran capacidad de argumentación y negociación.

En la experiencia más reciente de la Cumbre de Desarrollo Social, por ejemplo, fue evidente que las representantes de las redes de mujeres conocían mejor los acuerdos anteriores y el propio texto en negociación que la mayoría de los diplomáticos.

Como consecuencia de esa diferencia cualitativa, los documentos aprobados en los años 92, 93, 94 y 95 no sólo retoman y profundizan la perspectiva de género, -sostenida por las conferencias de 1975, 1980 y 1985- sino que en varios casos, las resoluciones internacionales de la década del 90 -aprobadas en conferencias no específicas- van mucho más allá del documento de Nairobi o de la propia Convención sobre Discriminación de la Mujer.

Ejes: desarrollo y derechos humanos

Las conferencias de la ONU y en particular las de esta última década, tratan de temas muy diversos. Pero es posible afirmar que dos fenómenos centrales se encuentran en el eje de todas las discusiones internacionales de este fin de siglo: la cuestión del desarrollo y el debate sobre los derechos humanos, que incluso deben ser considerados en forma conjunta.

Una rápida reseña señala cuánto ha contribuido la perspectiva feminista a las revisiones fundamentales de estos aspectos.

No es tarea fácil pensar la cuestión del desarrollo en este momento de la historia humana. Las referencias teóricas e ideológicas anteriores se encuentran en proceso de revisión. Los indicadores de pobreza a nivel mundial son inaceptables: mil millones de personas padecen hambre a diario, y sabemos que en su mayoría son mujeres y niños. Este dato adquiere proporciones escandalosas si consideramos que en el mundo existen recursos financieros, científicos y tecnológicos suficientes para superar la pobreza absoluta. Además, la perspectiva de que las libres fuerzas del mercado son el mejor camino -según algunos, el único- para el desarrollo, tiende a dominar el debate.

No obstante, es posible vislumbrar señales positivas:

* La crisis ambiental señala la existencia de límites físicos para el crecimiento económico.

* Se está cuestionando la idea de que desarrollo significa apenas crecimiento económico; mientras se anuncian nuevas vertientes, como la perspectiva del desarrollo humano, que no es perfecta, pero representa un avance significativo sobre las visiones anteriores.

* Los temas de la igualdad y de la necesidad de "creación de un ambiente favorable" para permitir la realización plena de los individuos y de las sociedades han sido retomados a diversos niveles.

Los límites del mercado para responder a las necesidades humanas han sido señalados por varios autores. En cierto sentido, la Cumbre de Desarrollo Social -pese a sus múltiples limitaciones y contradicciones- exhibió estas nuevas tendencias en el debate sobre desarrollo.

El aporte teórico feminista en la concepción de desarrollo

Desde los años 70 el movimiento de mujeres ha contribuido en gran medida a la renovación teórica en este campo específico.

Si bien no es posible aquí explorar en profundidad dicha contribución teórica, estableceremos algunos elementos fundamentales:

Entre 1975 y 1985 -México y Nairobi- las feministas cuestionaron la idea de que las mujeres debían ser integradas a los procesos de desarrollo, demostrando que ya estaban integradas a la producción económica y al sostenimiento cotidiano de las sociedades. Las feministas también pusieron en tela de juicio el propio sentido de desarrollo, al afirmar que desde el punto de vista de las mujeres, no siempre los procesos de crecimiento económico eran positivos pues destruían las bases de producción anteriores, muchas veces perjudicando a las mujeres. Incluso cuando éstas lograban integrarse a las nuevas formas de producción económica, lo hacían en condiciones de desigualdad. Brasil es un buen ejemplo: desde los años 50 se multiplicó la participación de las mujeres en el mercado formal de trabajo. Sin embargo, continuaron recibiendo promedialmente el 50% de los salarios masculinos.

En Nairobi, las feministas demostraron que la desigualdad entre hombres y mujeres al interior de cada casa y de cada sociedad tenía relación directa con la desigualdad en los niveles de riqueza y desarrollo entre los distintos países. Sabemos que la pobreza profundiza la desigualdad y la violencia entre hombres y mujeres y que está relacionada con la distribución de la riqueza dentro de cada país y en el mundo.

Durante la década de los 80, las feministas probaron de manera consistente los perversos impactos de los programas de ajuste estructural, en especial sobre la vida de las mujeres y de los niños. Estas mismas investigaciones están en la base de las teorías sobre feminización de la pobreza. O sea, la demostración de que cuando la pobreza no se soluciona o se incrementa, las mujeres son las más pobres entre los pobres.

En la ECO 92, las feministas hicieron ver a los ambientalistas que no era posible diseñar una agenda de desarrollo sustentable sin las mujeres.

Desarrollo, población y poder

En El Cairo la propuesta de las mujeres alteró radicalmente una premisa fundamental de la teoría de desarrollo de los años sesenta: la necesidad del control del crecimiento poblacional. El Plan de Acción de El Cairo reconoce que el mejor camino para llegar a la transición demográfica en el plano mundial es la mejora en la calidad de vida, asegurando la igualdad entre hombres y mujeres, estableciendo programas efectivos de salud reproductiva, reconociendo la sexualidad como un tema de desarrollo y centrando la atención en la responsabilidad masculina con relación a su sexualidad, fecundidad y apoyo a la crianza de los niños.

La Conferencia de El Cairo también superó definitivamente la idea de que todo estaría solucionado en caso de que se mejorase el status de las mujeres. El Plan de Acción de El Cairo afirma que la igualdad y la equidad sólo se conseguirán si las mujeres tienen acceso a más poder y a más recursos en las familias, en las sociedades y en los programas de desarrollo.

El capítulo III del Plan de Acción de El Cairo -aun con el lenguaje neutro de la ONU- recuerda a todos que el debate sobre género y desarrollo estará siempre marcado por contradicciones y conflictos relacionados con el poder y el acceso a los recursos.

En Copenhague, las organizaciones de mujeres presentaron una agenda clara para temas arduos como la deuda externa y el ajuste estructural. Y por primera vez en una conferencia no específica se recomendó la necesidad de contabilizar el trabajo no pago -generalmente hecho por las mujeres- en las cuentas nacionales. Esto es calcular cuánto contribuimos las mujeres con el trabajo doméstico al PBI nacional.

Derechos humanos: universalidad y diversidad

La contribución de los movimientos de mujeres en el debate sobre los derechos humanos ha sido incluso más importante.

Durante doscientos años, las sociedades han debatido los alcances de los derechos humanos. En los últimos cincuenta se produjo una gran controversia acerca de la disociación de los derechos políticos y los derechos económicos y sociales. Una segunda polémica se desarrolló en torno a la universalidad de los derechos humanos. Los resultados de Viena y de El Cairo representan un punto de inflexión definitivo en esta trayectoria, con la contribución efectiva del pensamiento feminista:

* La indivisibilidad de los derechos humanos: para que las mujeres ejerzan sus derechos civiles y políticos necesitan tener asegurados sus derechos sociales y económicos.

* La universalidad de los derechos humanos: el respeto a los derechos humanos de las mujeres no amenaza ni destruye la diversidad cultural.

* Repudio al racismo, al genocidio y a la violación en situaciones de guerra, actos que pasan a ser considerados como abusos a los derechos humanos fundamentales.

* Los hechos que se manifiestan en el ámbito privado -derechos sexuales y reproductivos, violencia y estupro- también son objeto de estos principios de los derechos humanos.

* El reconocimiento de varias formas de familia, tal como fue formulado en El Cairo, que altera radicalmente la noción tradicional del "derecho natural, pre-jurídico, que regularía las relaciones familiares".

Beijing: campo de batalla

Esta agenda construida y confirmada en conferencias anteriores hace de Beijing una oportunidad única para revisar las Estrategias para el Futuro definidas en Nairobi. Además deben establecerse mecanismos efectivos de aplicación para que no se reitere lo ocurrido con la mayor parte de las resoluciones de México y Nairobi, que no fueron puestas en práctica.

En esta nueva conferencia deben ser definidos con claridad los recursos necesarios para asegurar, en el siglo XXI, la igualdad y la equidad entre los géneros en todos los terrenos.

En definitiva, Beijing debería ser la confluencia de los últimos veinte años, abriendo y reafirmando una agenda visionaria para la civilización humana en el tercer milenio. Una agenda tan poderosa y atrayente como fue la creación de Naciones Unidas, cincuenta años atrás.

Sin embargo no ha sido así. El juego político que envuelve las negociaciones oficiales de la Cuarta Conferencia pone en grave riesgo la firma de esta agenda.

En todo juego político, las victorias significan también perdedores, y los perdedores de Viena y de El Cairo -los sectores que resisten la igualdad de género en todos los campos- han hecho de Beijing un campo de batalla: el Vaticano y los países que lo acompañan sistemáticamente, entre ellos algunos países latinoamericanos como Argentina, los fundamentalistas y la propia China, sede de la Conferencia.

La sede del conflicto

No podemos olvidar que esta ruta nos lleva a un país donde no predominan reglas democráticas. China es una nación que anhela más integrar el Grupo de los 7 (países más industrializados), que tener una fuerte influencia en el Grupo de los 77 (países no alineados). Se trata de un país que tiene un crecimiento económico del 15% anual, y que destina el 14% de su PBI al presupuesto militar. En China se implementa una de las políticas de control de población más coercitivas del mundo y se practican abortos selectivos relacionados con la preferencia por los hijos varones.

La sumisión de la ONU al gobierno chino tiene implicancias mayores que el impacto negativo sobre el Forum Paralelo de la Cuarta Conferencia. Estas fuerzas se fueron aglutinando a lo largo del proceso de debate de Copenhague, en seguida de las victorias de El Cairo. Por eso fue mucho más difícil mantener en Copenhague las definiciones de El Cairo en cuanto a salud reproductiva y familia.

Fundamentalismo político y económico

En verdad el lenguaje de El Cairo sobre el tema ya había quedado comprometido en el documento final de la Cumbre, que hace mención explícita a marido y mujer, una terminología que no se utiliza desde hace muchos años en los documentos internacionales.

En Copenhague estos sectores cuestionaron los principios como la universalidad de los derechos humanos y no hay duda que lo hacen porque no quieren reconocer los derechos humanos de las mujeres.

El documento de la Cumbre llegó a Copenhague sin consenso. En el texto había tantos corchetes sobre las cuestiones de género como en los temas económicos referidos a deuda, ajuste y recursos para el desarrollo.

Cabe entonces señalar un hecho fundamental: los fundamentalismos son esencialmente políticos, y entre ellos debe incluirse el fundamentalismo económico de quienes continúan apegados a un modelo de desarrollo que significa apenas crecimiento y competencia. Ambos -el fundamentalismo religioso y el económico- generan una ideología perversa de "re-domesticación" de las mujeres.

Desde la Conferencia de El Cairo es evidente que cuando los países desarrollados se tornan inflexibles acerca de los temas económicos, se abre el espacio para que el Vaticano y las fuerzas fundamentalistas avancen en su agenda contraria a los derechos de las mujeres.

Esta tendencia puede comprobarse en la propia sociedad brasileña: cuando el estado y la sociedad no logran dar respuesta a las necesidades básicas de la población, las ideologías conservadoras ocupan el espacio cultural y social.

La desigualdad y la pobreza crean el caldo de cultivo donde crece el oscurantismo. Desigualdad y pobreza son resultado de las distorsiones del proceso de desarrollo, tal como viene sucediendo.

En muchos sentidos, el combate de los intereses económicos poderosos de naturaleza mundial y de los objetivos oscurantistas se juega en torno a la vida y el cuerpo de las mujeres.

Otros peligros

Pero existen también otros factores que ponen en riesgo los resultados de la Cuarta Conferencia:

* Falta de definición acerca de los recursos. Recordemos que en El Cairo estaban en juego inversiones por valor de 17 mil millones de dólares hasta el año 2015. Aun los países que no estuvieran de acuerdo con el contenido del Plan de Acción no perderían la oportunidad de luchar por este generoso presupuesto.

* Falta de priorización política por parte de los gobiernos y de la propia ONU. En Viena y en Copenhague existió un mayor compromiso político por parte de estos actores.

* Un Secretariado sin la fuerza que tenían los secretariados de las conferencias anteriores. Esto se revela en la calidad de la Plataforma Global, que no refleja las reuniones preparatorias regionales y está muy por debajo de los planes de acción de Viena, El Cairo y Copenhague.

* Las dificultades de Beijing son también resultado de la debilidad de los órganos dedicados a las cuestiones de género, tanto en la ONU como a nivel de los estados. La experiencia brasileña es ejemplar en este sentido. En 1985, Brasil fue uno de los primeros países en desarrollo en crear un consejo específico para las cuestiones de la mujer. Este consejo fue desmantelado en 1989 y recién este año fue reconstituido.

Una agenda mínima

Esta visión pesimista no debe provocar nuestra desesperación. Creo que las circunstancias políticas mundiales no permiten que en un año tan significativo como 1995, esta conferencia internacional sea tomada por la agenda del pasado. El movimiento internacional de mujeres no permitirá que se pierda su agenda, porque nos costó años de nuestras vidas.

Pero para lograrlo es fundamental un amplio consenso entre las mujeres -por encima de todas nuestras diferencias- con relación a los puntos no negociables. Los objetivos mínimos incluirían, por ejemplo, no admitir retrocesos con respecto a las conferencias anteriores. Reconociendo que todas las formas de llegar a Beijing valen la pena, debemos establecer con claridad la división de tareas entre nosotras, para asegurar la sintonía entre el Forum paralelo y lo que se negocie en la arena oficial.

Finalmente es necesario definir con nitidez lo que esperamos del gobierno brasileño en relación al plano de las negociaciones internacionales. Nuestras autoridades han asegurado que la postura brasileña en El Cairo no fue revolucionaria, sino apenas consistente con la legislación del país y las aspiraciones de la sociedad civil. Por tanto nos cabe explicitar nuestras expectativas con respecto a la posición oficial de nuestro país ante las diversas dificultades que se presentarán en las negociaciones oficiales de setiembre de 1995.

(*) La autora es coordinadora del Area de Elaboración de Acción Política del Instituto Brasileño de Análisis Sociales y Económicos, IBASE.






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