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Tema de tapa


No. 49 - Octubre 1995

Derechos de las mujeres y relaciones internacionales

por Martin Khor

La mayor reunión internacional sobre temas de la mujer culminó con la firma de la Declaración de Beijing y de una Plataforma de Acción que seguramente se convertirán en un punto clave de referencia en las discusiones que de aquí en más se realicen sobre normas internacionales de los derechos de la mujer.

La última semana de la IV Conferencia Mundial de la Mujer, del 11 al 15 de setiembre, se manifestaron intensos desacuerdos entre las delegaciones gubernamentales presentes en la reunión oficial sobre cómo tratar temas tan sensibles como "derechos sexuales" y "orientación sexual".

Por un lado, algunos gobiernos de Occidente, reflejando la influencia de sus grupos feministas, quisieron incluir puntos y términos que pensaban asegurarían mayores derechos a personas con distintos tipos de orientación sexual y más derecho a la "salud sexual y reproductiva", y también permitirían a los jóvenes tener mayor acceso a la información sobre sexo.

A esto se opuso un grupo formado por el Vaticano, algunos países en desarrollo, cierta mayoría musulmana y los países de mayoría católica, que opinaban que la inclusión de ese tipo de lenguaje en el documento de Beijing contribuiría a transferir elementos indeseables de la cultura occidental a sus países.

En especial objetaron términos que, en su opinión, podrían estar indicando la aprobación del aborto, las relaciones homosexuales y la maternidad o paternidad individual, o dar a entender que se avala que las muchachas jóvenes tengan derecho a pasar por encima de los derechos parentales para recibir información sobre temas sexuales.

Al final, a último momento se logró una solución de compromiso: el documento se terminó recién a las cuatro de la madrugada del último día de la Conferencia. Según informes de prensa, al no lograrse consenso sobre el término "orientación sexual", la presidenta de la conferencia lo eliminó, pero en la Plataforma de Acción figura una declaración de que los derechos humanos de la mujer incluyen el derecho a controlar y decidir asuntos relacionados con su sexualidad.

No obstante, se permitió que en actas figuraran todas las reservas expresadas por las delegaciones acerca de cualquier parte del documento, y más de veinte países lo hicieron. Muchas de esas reservas fueron manifestadas abiertamente en las sesiones plenarias del día final.

Ventajas y desventajas de las conferencias internacionales

Los desacuerdos en temas delicados, en los cuales las diferencias culturales y religiosas ejercen tanta influencia, demostraron una vez más las posibles ventajas y desventajas (según la perspectiva del participante o el observador) de los eventos internacionales.

Por un lado, estos sucesos mundiales sirven para divulgar valores positivos como el respeto a los derechos de los individuos, la responsabilidad de los estados de impedir la discriminación social y satisfacer las necesidades de sus pueblos. Por ejemplo, la reunión de Beijing sirvió de mucho para aumentar la conciencia así como el compromiso de revertir las múltiples formas de discriminación y violencia a las que se ve sometida la mujer, y hacer campañas en su contra.

Las conferencias internacionales son importantes también para encaminar a los países hacia la cooperación como forma de resolver problemas urgentes, como los que aquejan al medio ambiente, la pobreza y la falta de vivienda. Temas como el calentamiento de la atmósfera, la eliminación de residuos tóxicos y las desigualdades económicas entre el Norte y el Sur no pueden ser resueltos a nivel nacional solamente, ya que implican actividades o instituciones que traspasan las fronteras nacionales.

No obstante, por otro lado existe la preocupación de que las decisiones adoptadas en esos eventos internacionales podrían ser usadas más tarde en contra de los países más débiles y pobres. A veces esos países ni siquiera son totalmente conscientes del contenido o las consecuencias de lo que han firmado.

Las declaraciones de las conferencias o los planes de acción se utilizan en especial para fijar los términos de los enfoques o los condicionamientos nuevos a la ayuda y los préstamos futuros que se prestarían a los países en desarrollo. Estos países se ven sometidos a la presión de tener que cambiar sus políticas nacionales para poder estar en condiciones de recibir nuevas financiaciones externas para programas de desarrollo.

Esto no es, necesariamente, intrínsecamente malo. Muchos programas de ayuda fueron correctamente criticados por sus nocivos efectos a nivel social y ecológico, y cualquier reforma en la dirección correcta debe ser bien recibida.

Condicionamiento selectivo

Pero surge el problema de que los condicionamientos a la prestación de ayuda se aplican selectivamente. Por ejemplo, sólo sobre los países que no son del agrado del donante, mientras que los aliados políticos pueden hacer de las suyas, que el donante mira para otro lado y sigue brindando ayuda.

Un claro ejemplo de esto es la continua y elevada ayuda prestada a Israel a lo largo de los años -a pesar del reiterado abuso contra los derechos humanos de los palestinos (condenado por numerosas resoluciones de la ONU), mientras que se cortó la ayuda a otros países, especialmente de Africa, por no respetar los derechos humanos o la democracia.

Por lo tanto, si bien a veces se imponen nuevos condicionamientos a la ayuda como parte de un cambio de interpretación del sentido de desarrollo, también a veces se utilizan por parte de algunos países del Norte como un instrumento político para maniatar a los países del Sur que no les gustan.

Otro problema es que las declaraciones y planes de acción de las conferencias internacionales generalmente incluyen distintos compromisos por parte de gobiernos del Sur y del Norte. Los documentos reconocen que tanto el Norte como el Sur necesitan reformas internas, pero también que los países ricos deben ayudar a ofrecer ayuda financiera y de otro tipo para permitir que se den cambios en el Sur.

En el caso de la CNUMAD, la Declaración de Río también reconoció que las sociedades del Norte tienen mayor responsabilidad de cambiar sus modelos de consumo y producción, ya que son la mayor causa de la crisis ecológica mundial.

Aquí radica otro problema de dualidad, esta vez en la puesta en práctica de los compromisos. El Norte puede utilizar la presión de la ayuda para lograr que los países del Sur cumplan los compromisos de la conferencia. Pero el Sur no tiene un poder equivalente para obligar al Norte a asumir sus responsabilidades.

Es así que si los países ricos no hacen nada para cambiar sus estilos de vida y reducir los residuos, el Sur no podrá disciplinarlos. Si el Norte no cumple sus promesas de aumentar la ayuda o reducir la carga de la deuda del Sur, no existe ningún mecanismo práctico que lo obligue a hacerlo.

La experiencia de la Eco'92

En efecto, después de la Conferencia sobre Medio Ambiente de Río, el Norte renegó de su compromiso de aumentar la ayuda y los niveles de ayuda bajaron en la mayoría de los países donantes. Sin embargo, el Norte impuso nuevos condicionamientos sobre el Sur en cuanto a que los proyectos de ayuda no deben ser nocivos para el medio ambiente.

Si bien dichas condiciones pueden ser correctas para proteger el medio ambiente, no se ofrecen recursos adicionales para que el Sur sea más "sustentable".

Esta experiencia estuvo en las mentes de las delegaciones del Sur en Beijing, cuando pidieron a los países del Norte que se comprometieran con partidas nuevas de ayuda para poner en práctica los planes de acción de la Conferencia.

Ya en vías de reducir drásticamente sus actuales presupuestos de ayuda, no hay probabilidades de "recursos nuevos y adicionales". Seguramente, el menguante presupuesto de la ayuda sacará fondos de otros programas para destinarlos a proyectos relacionados con la mujer. Los donantes también insistirán en que los proyectos y préstamos para ayuda sean concebidos a la luz del problema de género, para mejorar la condición de la mujer. Por lo tanto, probablemente uno de los resultados de la Conferencia de Beijing sea un mayor énfasis en el "condicionamiento de género".

Otro resultado posible es que los grupos de mujeres del Norte presionarán para vincular los temas de género con el comercio en la Organización Mundial de Comercio (OMC), de forma similar a como algunos sindicatos cabildearon para vincular el comercio con las normas laborales.

Funcionarios de las Naciones Unidas presentes en un seminario sobre comercio realizado en Kuala Lumpur en setiembre de 1994, manifestaron que algunos grupos de mujeres de Estados Unidos les preguntaron cómo podrían introducir los temas de la mujer en la OMC. Un alto funcionario de Naciones Unidas que trabaja en temas de la mujer en Nueva York, también reveló que algunos grupos de mujeres con sede en el Norte están planeando movilizarse para incluir los derechos de la mujer y las relaciones de género como temas que deben figurar en la agenda de la OMC.

Estos grupos consideran que la OMC es un foro eficaz para lograr que los gobiernos hagan respetar "derechos de la mujer reconocidos internacionalmente". La Declaración de Beijing y la Plataforma de Acción firmada por más de cien países la semana pasada podría citarse como una fuente importante de esos derechos y normas reconocidos internacionalmente.

Relaciones entre comercio y los derechos de género

Los que están a favor de hacer ese tipo de relación entre temas de género y comercio argumentan que los países que no aplican estas disposiciones tienen menos costos y están subsidiando de modo desleal sus exportaciones. Frente a eso, podría amenazarse con aplicar multas comerciales contra los países que se descubriera que están practicando esta forma de "dumping social", en el entendido de que el temor a las sanciones haría que cambiaran sus políticas internas y respetaran los derechos de la mujer.

Que no nos sorprenda, por lo tanto, si en la discusión futura sobre temas comerciales, por lo menos dentro de los círculos de las organizaciones no gubernamentales (ONGs), aparece el concepto de "derechos de la mujer relacionados con el comercio" o "comercio y derechos de la mujer".

Durante las negociaciones multilaterales de comercio de la Ronda Uruguay, en el marco del viejo GATT, Estados Unidos y otros países industrializados trataron de ampliar la "competencia" del GATT en aspectos del comercio internacional de productos y bienes, con el simple mecanismo de adosarles la frase "relacionados con el comercio".

Ahora, en la OMC, abandonan este pretexto y habitualmente hablan de "comercio y..." para incluir todo lo que les daría poder sobre los países del sur.

Si este escenario se hace realidad, es muy probable que el Sur enfrente problemas similares a los que tiene ahora en torno a la relación entre el comercio y los derechos de los trabajadores. Si el tema finalmente ingresa a la agenda de la OMC, ¿cómo se definirán los "derechos de la mujer" o las "relaciones de género"?

¿Se tomarán como patrón las normas culturales de algunos países poderosos para juzgar a los demás? ¿Los países de menor nivel de desarrollo económico se verán injustamente afectados? ¿Los países del Norte estarán tentados a utilizar el tema como un instrumento de proteccionismo en lugar de mejorar genuinamente la condición de las mujeres? En realidad, ¿mejorará o empeorará la condición y los intereses económicos de las mujeres más pobres en caso de que se haga esa relación en la OMC?

Estos temas pueden no ser demasiado cercanos todavía, y tal vez no surjan nunca en los círculos comerciales. Pero por lo menos un país ya está sintiendo -y bastante hondo- las consecuencias de la presión del Norte en los temas internos.

Las presiones sobre China

China, el país anfitrión de la conferencia oficial sobre la mujer y del Foro de ONGs, fue bombardeada por los medios de prensa occidentales y muchos grupos y gobiernos de Occidente por su presumiblemente horrible atropello de los derechos humanos en general y los de las mujeres y niñas en particular.

La relación entre derechos comerciales y derechos humanos ya fue aplicada por Estados Unidos en sus relaciones comerciales bilaterales con China. Y probablemente después de la Conferencia de Beijing la extenderá para incluir los derechos de la mujer.

Habitualmente los huéspedes de una conferencia internacional agradecen profusamente a todos los participantes por haber organizado el encuentro, pero en este caso China pareció haber sido dilapidada en los medios de difusión y por algunas delegaciones del Norte bastante importantes.

Muchas participantes del Foro de ONGs pertenecientes a países en desarrollo se sorprendieron cuando regresaron a sus países al comprobar que los informes de las agencias de noticias publicados en la prensa local se habían detenido más en los casos de represión por parte de China que en los propios acontecimientos del evento, que de hecho significó para ellas una experiencia enriquecedora.

El último día del Foro de ONGs, 700 grupos de base de mujeres publicaron una Carta Abierta de Agradecimiento a sus huéspedes chinas, expresando su gratitud por la calurosa acogida y la hospitalidad brindada.

También criticaron a los medios de difusión por la imagen negativa que dieron de la conferencia, lo que demostró insensibilidad cultural y prejuicio. Para ellas, "el único mensaje de las mujeres reunidas en Beijing al mundo es: NO a todas las formas de violencia cometidas por el hombre."

Un mensaje apropiado del mayor evento mundial sobre temas de la mujer realizado hasta el presente.






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