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Ecología


No. 51 - Diciembre 1995

ESTADOS UNIDOS

Ambientalistas inermes ante la ofensiva republicana

por Víctor L. Bacchetta

Los ambientalistas estadounidenses se sienten inermes frente a la ofensiva de la mayoría republicana en el Congreso, que pretende anular la legislación ambiental implantada en los últimas décadas, pero las causas de esta situación estarían en el enfoque unilateral y elitista mantenido hasta ahora por esos ambientalistas.

La realización en Boston, del 26 al 29 de octubre último, de la primera conferencia de la Federación Internacional de Periodistas Ambientales (FIPA), junto con la 5a. Conferencia Nacional de la Sociedad de Periodistas Ambientales de Estados Unidos (SEJ), fue una oportunidad excepcional para conocer el presente y las perspectivas del movimiento ambientalista norteamericano.

Los dos eventos reunieron a cerca de 600 periodistas, más de 500 venidos de las diversas regiones de Estados Unidos, y unos 30 provenientes de Africa, América Latina, Asia y Europa, que pudieron participar en más de 25 paneles sobre la problemática ambiental y el ejercicio del periodismo, con la participación de los más destacados profesionales y especialistas de aquel país.

Fue muy significativo que la reunión se hiciera en Boston, capital del estado de Massachusetts, considerado cuna del movimiento ecologista estadounidense, y dentro del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), uno de los centros de Investigación y Desarrollo más famosos del mundo, hoy centrado en el estudio y aplicación de tecnologías armónicas con el medio ambiente.

En el curso de los debates, para los periodistas del Tercer Mundo constituyó una sorpresa escuchar, en reiteradas oportunidades, a especialistas y periodistas de Estados Unidos hablar de "la revolución" que estaría teniendo lugar en ese país. Estaban refiriéndose a la puesta en práctica, en diversos planos de la economía y la sociedad, de acciones de preservación del medio ambiente.

¿Una revolución? No tanto ...

Pudimos palpar directamente esa euforia en una de las visitas organizadas para conocer el proyecto de limpieza de la Bahía de Boston, que llegó a ser el puerto más contaminado de Estados Unidos. El Boston Harbor Project, a cargo de la Dirección de Recursos de Agua de Massachusetts, es una obra de ingeniería gigantesca, a un costo estimado de 3.400 millones de dólares.

Las aguas residuales de 850.000 hogares y 6.000 industrias -casi dos millones de metros cúbicos diarios- se tratarán en una usina de última generación construída en una isla de la bahia que, luego de diversos procedimientos de recuperación y desinfección, terminará lanzando el desecho en el océano, por medio de un túnel submarino de 17 kilómetros de largo y 7 metros de diámetro.

Iniciada en 1989, la finalización de la obra está prevista para 1999, pero desde la primera fase de operaciones, inaugurada en 1991, el agua de la bahía mejoró al punto de permitir la vuelta de la gente a sus playas. Sin embargo, el entusiasmo con que directores e ingenieros mostraban la obra contrastó con las opiniones de algunos miembros de la comunidad que debía ser beneficiada.

"Es curioso que se utilice a la ciencia para hablar de algunos logros del proyecto. Cuando se tomó la decisión de ponerlo en marcha, no se hizo una evaluación de sus impactos", comentó Mary Loebig, de la asociación civil "Paren el Túnel de Desagüe" que, desde 1991, se opone a la obra. Loebig dice que el problema se traslada 17 kilómetros mar afuera, sin saber las consecuencias.

Tampoco se consultó a la población sobre la financiación de la obra, que se cubre con las tarifas de agua y desagüe. Los contribuyentes de Boston pagan las tarifas más altas del país, que llegarán en el 2000 a un promedio anual de U$S 1.021 por usuario. "Nuestra opinión no les interesa, sólo quieren que sigamos pagando. Dos años más y aquí habrá una rebelión", advierte un líder comunitario.

De hecho, sólo los empresarios agrupados en la Boston Harbor Association se mostraron satisfechos con la obra. Si es así, esta forma de administrar servicios públicos para hacer negocios privados es también conocida en nuestros países del Sur. Pero incluso este modelo empresarial y tecnocrático de preservación del medio ambiente parece estar amenazado hoy en Estados Unidos.

De la euforia a la frustración

El discurso del vice-presidente Al Gore, en el acto de clausura de la conferencia de Boston, fue otra sorpresa para los periodistas internacionales presentes. Gore es uno de los líderes políticos más representativos de esa concepción empresarial y tecnocrática de defensa del medio ambiente. Pero su alocución no parecía la de un miembro del Poder Ejecutivo sino la del jefe de la oposición.

La presentación de Al Gore hecha por David Ropeik, presidente de la conferencia de los periodistas estadounidenses, constituyó una declaración de apoyo político que resaltó aún más esa imagen. "Estamos asistiendo a una verdadera revolución en nuestro país -afirmó el representante de la SEJ-, en la forma cómo nuestro gobierno asumió la defensa y la regulación del medio ambiente".

"Pero en el momento en que esta revolución esta teniendo lugar -agregó-, en los medios hay menos noticias sobre el medio ambiente y no más". Ropeik recalcó que, para la SEJ, la función primordial de los periodistas ambientales no debe ser opinar sino informar para que las personas puedan actuar. Pero, "sin información -agregó-, las personas carecen del poder necesario para actuar".

Después de hacer algunos chistes, para mostrar que se encontraba en casa, Al Gore pasó a atacar directamente al actual liderazgo del Partido Republicano en el Congreso y describió la situación en términos dramáticos. "El presupuesto aprobado por la mayoría republicana desmantela todo lo realizado en los últimos 25 años en materia de salud pública y medio ambiente", afirmó.

El vice-presidente demócrata acusó a los republicanos de imponer una agenda ambientalista "extremista, radical y dañina", de permitir que los representantes de las empresas más contaminantes del país se instalen en el Congreso y redacten de nuevo toda la legislación ambiental, contrariando completamente las opiniones y deseos de la mayoría de la opinión pública estadounidense.

"¿No es una desgracia?", preguntó Al Gore. "Es una desgracia", se contestó a sí mismo. Y agregó: "es la venta de la democracia al mejor postor". De hecho, una manifestación de esa índole traía otras preguntas. ¿Porqué no se convoca al pueblo a movilizarse contra ese retroceso? Y ¿qué pasa con los ambientalistas estadounidenses?, ¿No tienen capacidad de movilización?

Medio ambiente y sociedad

Las últimas actividades de la reunión de periodistas ambientales tuvieron como marco la reserva de Walden Pond, donde el escritor Henry David Thoreau pasó dos años, a mediados del siglo pasado, y elaboró una teoría sobre los bosques que sería base después de los estudios de ecología. El Instituto Thoreau fue la sede de un panel sobre pasado, presente y futuro del ecologismo.

El panel fue moderado por Noel Grove, ex-redactor de National Geographic, con la presencia de Philip Shabecoff, historiador del movimiento ecologista, editor de Greenwire; Bill MacLeish, autor de "El Día Antes de América: Transformando la Naturaleza de un Continente" y Bill McKibben, de "El Fin de la Naturaleza", "La Era de la Información Perdida"; y "Esperanza, Humana y Silvestre".

Entre la reconstrucción de MacLeish de la historia pre-colombina, que valoriza las formas de vida armónicas con la naturaleza de los primeros pueblos americanos, y la futurología de McKibben, quien leyó un texto aterrador en donde se imaginaba cómo sería dentro de 50 años una reunión de periodistas ambientales, el estado de ánimo de los asistentes al debate era francamente pesimista.

Indagados sobre el porqué de la declinación del movimiento ambientalista, sólo uno de los panelistas aventuró una explicación. Para Shabecoff, el ecologismo en Estados Unidos se ha venido desarrollando al margen de otros graves problemas de la sociedad actual, tales como la discriminación, el desempleo, la pobreza, la falta de vivienda, y por eso no moviliza a los sectores más populares.

A esta altura, algunos periodistas del Tercer Mundo que asistíamos al panel nos sentimos interpretados. Porque en el Sur se tiende más naturalmente a vincular los temas ambientales con los económicos y sociales. Los problemas ecológicos, y por tanto del periodismo ambiental, no pueden ser enfocados al margen de los problemas globales de la sociedad e incluso del modelo de sociedad.

La crisis del ambientalismo estadounidense -expresada dramáticamente por la reacción republicana en el Congreso, que puede alcanzar la Presidencia en las próximas elecciones-, es más bien la crisis de una alternativa que no cuestiona el modelo de desarrollo actual de esa sociedad y que no quiso hasta ahora llamar a los sectores populares para defender con ellos al medio ambiente.






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