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Campesinos


No. 55 - Abril 1996

ARGENTINA

Donde el reclamo por la tierra no está de moda

por Diana Cariboni

Argentina, país agrario que durante mucho tiempo se ufanó de ser "granero del mundo", está viviendo un proceso de modernización y trasnacionalización del campo como consecuencia del cual los pequeños productores y trabajadores agrícolas son empujados a los cinturones de pobreza de las ciudades, con la consiguiente pérdida de su raíz cultural, su forma de vida tradicional y su aporte al consumo local de pequeñas ciudades y pueblos del interior del país.

El Movimiento Agrario de la Región Pampeana (MARP), una pequeña y reciente organización campesina, reclama una reforma agraria y la apertura de créditos que puedan pagarse "según los ritmos del campo". El MARP integra una coordinadora nacional que nuclea a pequeños productores familiares, asalariados rurales y cooperativas indígenas.

Revista del Sur dialogó con su secretario general, Alvaro Lamas, ingeniero agrónomo y ex productor agrícola.

En los años 70

Al referirse a los antecedentes históricos, Lamas recuerda que "en la década del 70 existía en Argentina una organización nacional, la Unión de Pequeños Agricultores de la República Argentina (UPARA), que es el antecedente inmediato del MARP. La UPARA reunía a pequeños productores familiares, trabajadores rurales y otros vinculados al mundo rural como tractoristas, docentes de zonas rurales, obreros..." Con unos 20.000 afiliados, estaba considerada una organización grande "para lo que es la Argentina", aclara Lamas. Su influencia alcanzaba a la región pampeana, el noreste y el noroeste y en menor medida el sur -una región donde prevalecen los latifundios.

Si bien sus dirigentes pertenecían a grupos políticos de izquierda -socialistas, comunistas y de la izquierda del justicialismo- la UPARA era un movimiento independiente.

Con el advenimiento de la dictadura y la represión, la organización se disolvió. "Vuelta la democracia comenzamos a reagruparnos, pero algunos consideraron que no tenía sentido levantar la bandera política de los años 70 -acceso libre a la tierra y reforma agraria- mientras otros creímos que la democracia era un paso importante, pero no aseguraba los cambios que buscábamos", señala Lamas.

Su vinculación al movimiento campesino fue "a principios de los años 80, cuando se produjo el reagrupamiento que dio origen al MARP. Yo había estudiado en una escuela agrotécnica en el campo y ya conocía a varios compañeros. El movimiento se constituyó oficialmente en 1989. Durante esos años, entre el 83 y el 89, trabajamos con cooperativas, tratando de organizar a los pequeños productores familiares y trabajadores rurales", recuerda.

Ingeniero agrónomo de profesión, asegura que "mi caso es un poco especial, ya que fui productor de cerdos durante un tiempo pero ya no lo soy. Sin embargo, los productores son los que dirigen la organización, porque además los estatutos así lo exigen".

Una región complicada

Lo que se conoce como región pampeana abarca toda la provincia de Buenos Aires, parte de La Pampa, sur de Santa Fe y sur de Córdoba. Es una región de unos 60 millones de hectáreas, "con una situación de por sí complicada: es la zona de producción de cereales, ganado y leche por excelencia, con propiedades de grandes extensiones". Con ellas coexisten los pequeños agricultores, a pesar del "mito de que en la llanura pampeana no hay campesinos, lo cual es una absoluta mentira. Hay muchísimos, pero están desapareciendo por el modelo neoliberal que los empuja hacia las ciudades".

¿Cuántos son los pequeños productores de la región?: las cifras oficiales no resultan confiables, ya que pertenecen al último censo nacional agropecuario de 1989. Si bien se efectuó un nuevo censo, sus datos aún no han sido revelados. Las estimaciones del MARP para la región son de 50.000 pequeños productores. De éstos, un diez por ciento integran el movimiento. "No es mucho, reconoce Lamas, pero en Argentina está todo tan desmovilizado que esa cifra cobra otra dimensión. Debemos crecer más..."

Se trata de propietarios de predios de entre 3 y 15 hectáreas, dedicadas sobre todo a tambos con pequeñas producciones lecheras que se venden localmente. También existen huertas, apiarios o cría de cerdos. "Se diversifican para no quedar vulnerables con un solo producto y porque es producción de subsistencia", explica Lamas.

Incluso los créditos para microempresas que el gobierno del presidente Menem llama "blandos" son inalcanzables para estos trabajadores. Los tamberos viven situaciones muy precarias. "La leche que se vende en el pueblo tiene que competir con la industrializada. Además, según la nueva ley impositiva, los productores deben presentar facturas y pagar impuestos", relata el dirigente. Entonces trabajan clandestinamente: la venta se hace en bicicleta o con un carro y caballo, repartiendo entre unos pocos clientes que son vecinos. Para sustentarse debe trabajar toda la familia, no sólo en su parcela, sino en otros trabajos para asegurarse algo de dinero.

Las penas y las vaquitas

Con la Argentina inmersa en un agudo proceso de liberalización y apertura, la región vive transformaciones. "Aquel viejo campo -dice Lamas- de las inmensas extensiones donde pastaban las vacas ha desaparecido. Se están instalando grandes complejos agroindustriales, con un perfil empresarial. Se utilizan tecnologías de punta y gran cantidad de insumos".

Las empresas trasnacionales han generado una movilidad de capitales "impresionante", afirma el argentino. Los complejos agroindustriales son "aceiteras que adquieren enormes producciones de girasol, soja y maíz, o industrias que procesan la cebada cervecera, como la Brahma, de Brasil, que cuenta con unas 80.000 hectáreas en la provincia de Buenos Aires". Esta concentración de empresas trasnacionales, con grandes compras de tierras, trajo muchos cambios.

En cinco años, 200 mil productores menos

En primer lugar, "la composición social en el campo argentino ha cambiado en los últimos veinte años de manera absoluta. No fue casual: coincidió con el comienzo de la dictadura. Pero el modelo está afianzado y tiene formas de dominación más sutiles", asegura Lamas.

El productor medio se encuentra ahogado por la situación económica, el endeudamiento y las condiciones del mercado en las que no puede competir. Los productores pequeños y el campesino están desapareciendo. "Según un estudio que hicimos con varias organizaciones, desde el año 1990 hasta hoy han desaparecido en todo el país casi 200.000 productores familiares..., una barbaridad", resume Lamas.

A la problemática particular del campo se suma la situación nacional de la salud y la educación, completando un difícil panorama.

"El hospital público, que siempre fue un baluarte en cuanto a calidad y atención hoy está destruido. En el campo no hay médicos; con lo único que se cuenta es con salas de primeros auxilios", relata Lamas.

"La escuela rural es un lugar donde los chicos pasan todo el día: desayunan, almuerzan. Muchos van solamente por la comida. La maestra es también directora, limpiadora y cocinera. Muchas compañeras del MARP son maestras. Por eso también nos unimos a las luchas por mejorar el sistema de educación".

Un funcionamiento difícil

Las dificultades económicas y de distancias también se reflejan en el funcionamiento de un movimiento en el que los productores se encuentran a cientos de kilómetros unos de otros. Para combatir la dispersión y el aislamiento, el MARP funciona a través de tres regionales, donde se realizan reuniones y asambleas. La oficina central se ubica en donde viva el presidente de turno. Cuando éste rota, cambia la sede. Existe otra oficina en Buenos Aires, donde está el secretario general. La asamblea anual reúne a todos los afiliados y debe prepararse con mucha antelación para asegurar los traslados y los tiempos de los productores.

Coordinación nacional y latinoamericana

A nivel nacional el MARP integra la Coordinadora Nacional de Movimientos Campesinos. Su formación es reciente: "El MARP integra la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo, que reúne a movimientos similares de toda Latinoamérica. En el primer congreso efectuado en Lima hace dos años, los grupos nacionales resolvieron iniciar una coordinadora en cada país, para integrar a todas las organizaciones nacionales".

"Después de muchas idas y vueltas, armamos la Coordinadora Nacional de Movimientos Campesinos, integrada por cinco organizaciones con el espíritu de que se vayan sumando otras".

Esta agrupación abarca a unos 100.000 productores y trabajadores rurales, e incluye a dos organizaciones indígenas: la Unión Campesina Poriajú (Por la tierra) -integrada por grupos tobas y kollas del norte- y el Consejo Asesor Indígena en el sur, conformado por cooperativas mapuches.

También integra la Coordinadora el Sindicato de Trabajadores de la Fruta y la Agricultura, de la provincia de Río Negro. "Son unos 30.000 trabajadores que se ocupan en la cosecha de frutas en el sur del país", explica Lamas."Son una excepción, ya que los asalariados del campo en general no están sindicalizados". (Ver nota aparte)

Una realidad diferente se da en el noreste del país. Allí hay muchísimos más campesinos que en la llanura pampeana. "Se trata de producciones destinadas casi íntegramente al mercado interno con alguna pequeña industrialización. Por ejemplo: tabaco, algodón, papa, maní. Son predios muy pequeños, con mayoría de productores familiares cooperativizados. Allí existen muchas organizaciones zonales".

El peón de estancia

Si bien en Argentina el proceso de expulsión de la tierra es grande no existe un movimiento de campesinos sin tierra como el de Brasil. Las causas son diversas: "Los que se vieron expulsados tienen dos caminos: o se van a las ciudades o trabajan como asalariados en otros campos, como peones en condiciones casi de esclavitud": Los peones muchas veces ni siquiera duermen bajo techo; tienen jornadas de 15 horas y en muchos casos no reciben dinero, sino "vales" que tienen que cambian por alimentos en el almacén del pueblo.

Reforma agraria, créditos y protección regional

Hablar de reforma agraria en la Argentina del menemismo puede sonar muy extraño. Sin embargo, el MARP está "elaborando un proyecto de reforma agraria para presentar al Congreso, en colaboración con algunos diputados". Lamas explica que se trata de "entregar tierras fiscales improductivas a quienes quieran trabajarlas, abriendo registros de interesados; habilitar líneas de crédito que puedan devolverse en los tiempos de la producción agraria, no en los tiempos económicos, con períodos de gracia".

Para coordinar estas políticas debe existir un instituto de reforma agraria, que regule las entregas de tierra y fiscalice que las mismas sean destinadas a la producción.

Los créditos estarían destinados al funcionamiento en cooperativas, con la instalación de pequeños establecimientos que permitan agregar valor agregado a los productos como la leche.

Otro reclamo del MARP se sitúa a nivel local: la defensa de las producciones regionales a través de los municipios. La idea es evitar que en una zona de huertas los intermediarios traigan hortalizas de otras zonas del país o de la misma provincia. Los productores locales reclaman alguna protección: liberación de impuestos municipales o instalación de un puesto de venta comunitario en las ciudades, etcétera. Este tipo de reclamos varía según la localidad. "En algunas zonas -dice Lamas- estamos discutiendo con los comerciantes, con los consumidores, con las cooperativas. Tratamos de involucrar a toda al comunidad, porque los problemas del campo en realidad son de toda la población".

"Debemos crear una conciencia en la gente: es importante que el consumidor empiece a meditar de dónde proviene lo que está consumiendo".

Erosión y después

La región pampeana es consideraba tradicionalmente como una de las zonas más fértiles del país. Sin embargo, existen fenómenos crecientes de agotamiento y erosión de los suelos. En efecto, "toda la modernización de la agricultura ha hecho estragos con los suelos y con el medio ambiente. La agricultura argentina implementa cada vez más insumos. El tipo de trabajo del suelo ha provocado erosiones eólicas e hídricas muy fuertes". Para compensarlo cada vez se emplean más fertilizantes químicos.

Esto ha generado varios problemas conexos, como "muchos casos de intoxicaciones por aplicación de agroquímicos, que el gobierno intenta tapar".

El MARP trabaja en este aspecto sensibilizando a los productores "sobre todo en el cordón del cinturón urbano de Buenos Aires, que es una zona hortícola donde se emplea mucho el sistema de producción en invernáculos". "Allí -sostiene Lamas- el uso de agroquímicos es indiscriminado e incluso otras prácticas como el riego con aguas servidas"

Respecto a este problema, el movimiento intentó una acción con pobladores y organizaciones barriales. "Hicimos un trabajo de denuncia y de presión ante los municipios para que se tomaran medidas de control, pero no tuvimos mucho éxito. Algunas cooperativas de productores allí son muy fuertes y trataron de frenar las denuncias. El gobierno dio apenas una pincelada y el tema quedó tapado. Pero se siguen dando esas situaciones".

Para Lamas, si bien "el campesino tiene algo innato que lo hace producir tendiendo a cuidar el suelo, muchas veces se ve obligado a pasar un herbicida o a fertilizar, por la urgencia de todos los días. Cambiar las formas de producción es un proceso lento de transición". Existe una vertiente de capacitación "que llevamos adelante con un grupo de compañeros". Pero la visión tradicional de la formación universitaria no ayuda. La mayoría de los agrónomos "tienen una actitud de burla; tildan las prácticas ecológicas de 'ingenuas'. Para ellos de esa forma no se produce y la única opción es 'modernizarse y reconvertirse' o desaparecer. Recuerdo algo que decía el mexicano Víctor Toledo: 'Esa agricultura ingenua en manos de campesinos politizados se vuelve dinamita'".

El campo y la ciudad

La situación de los campesinos guarda estrecha relación con la de toda la sociedad. La gente del MARP no lo ignora: "Creemos que tenemos que abrirnos. En cada lugar mantenemos relaciones con el movimiento cooperativo, con partidos políticos, intendencias y organizaciones barriales, con agrupaciones estudiantiles, tratando de generar ámbitos de discusión porque la transformación debe ser de toda la sociedad", finaliza Lamas.


Campesinos Opciones a un sindicalismo devaluado

El Sindicato de Trabajadores de la Fruta y la Agricultura reúne a los asalariados que trabajan en la sureña provincia de Río Negro en la recolección de manzanas, peras, ciruelas y duraznos.

Burocracias y malandrines

La existencia misma de este sindicato es excepcional, ya que el nivel de organización de los trabajadores rurales es casi nulo. Las últimas elecciones de la agrupación fueron ganadas por un movimiento interno ajeno al oficialismo de la CGT (Confederación General de Trabajadores, justicialista). Pero "los burócratas de siempre solicitaron la intervención de la central obrera -unos malandrines-", que terminó expulsando del sindicato a los integrantes de la opción renovadora. Con ellos se fueron el 80% de los afiliados, unos 30.000 asalariados rurales que hoy integran un nuevo sindicato, independiente de la central.
Este tipo de prácticas explica un aspecto del desinterés general de los trabajadores por integrar las filas de un sindicalismo devaluado.
"Salvo excepciones se han formado grandes burocracias atornilladas a los escritorios, que no han permitido que el movimiento sindical se desarrolle y el caso de los trabajadores rurales es un ejemplo. Hay tal mafia entre la dirigencia que los trabajadores ni siquiera se sindicalizan", sostiene Lamas. Por otra parte, "hay mucho temor de salir de la estructura tradicional".
Pese a su "riquísima tradición, hoy no se puede entender que con un 20% de desocupación real -la más alta en los últimos cincuenta años-, más una subocupación que en algunos sectores llega al 45%, la central obrera esté apoyando al gobierno públicamente".

Nuevos caminos

Sin embargo también pasan otras cosas. Como la creación del Congreso de los Trabajadores Argentinos (CTA), una central alternativa que agrupa a las líneas internas independientes de los sindicatos.
En un intento por crear nuevas formas de militancia sindical, el CTA está integrado por la CTERA, sindicato de docentes, la Asociación de Trabajadores del Estado, la Unión de Trabajadores de Prensa, el ya nombrado Sindicato de Trabajadores de la Fruta y la Agricultura, además de corrientes internas de gráficos, metalúrgicos y trabajadores independientes. El MARP también se encuentra integrado a algunas actividades del CTA.
"Una de las cosas novedosas de esta central -dice Lamas- es que admite afiliaciones individuales, un mecanismo antes imposible. Por ejemplo, yo soy trabajador de una fábrica y si la conducta de mi sindicato no me satisface puedo afiliarme directamente al CTA". Esto da al trabajador el poder de castigar a la dirigencia tradicional con lo que más le duele: la desafiliación. (D. C.)
Campesinos Indígenas argentinos

En la Argentina, según fuentes no gubernamentales, existen unos 500.000 indígenas integrados por unos 15 pueblos ubicados en el norte y sudeste del país. Los mapuches, los tobas y los kollas son los grupos más importantes.
Preguntado sobre las relaciones con los campesinos indígenas, Lamas explicó que la Coordinadora Nacional de Movimientos Campesinos está integrada por dos organizaciones indígenas: "En el norte estamos en contacto con grupos tobas y kollas, que forman la Unión Campesina Poriajú (Por la tierra), y en el sur con los mapuches del Consejo Asesor Indígena. Estos últimos se dedican a la cría de ovejas y cabras. Tienen un nivel de organización interesante en forma de cooperativas. La coordinadora hace suyas las revindicaciones de los pueblos indígenas".
La situación de éstos es "terrible. Ocupan zonas muy marginales en todo sentido, económica y socialmente". No cuentan con acceso al agua potable y carecen completamente de atención médica o medicinas.
En el norte del país el índice de mortalidad infantil dentro de las comunidades indígenas es tan alto como el de algunos países africanos.
En el sur la situación también es dura, y se le agrega la inclemencia del clima. "Las nevadas que se prolongan durante todo el invierno los dejan aislados mucho tiempo, a veces sin posibilidad de trasladarse en caso de emergencias", explica Lamas.
Las comunidades organizadas han mantenido la forma tradicional de trabajo agrícola. "Lo que sucede es que se ven expulsados de la tierra. Antes era hacia las localidades más cercanas, pero ahora ya están llegando a las grandes ciudades".

Tierras sin tíulos

Esto se debe, entre otras causas, a que no existe ningún régimen de tenencia de tierras para los pueblos indígenas. "Hace un tiempo -recuerda Lamas- el gobierno hizo una pequeña entrega de tierras con gran propaganda, pero nosotros decimos que con eso no alcanza, porque debe ir acompañado de créditos y ayuda para asegurar la comercialización, al menos por un tiempo hasta que se encamine un proceso autónomo. Fue todo un manejo político..." El episodio fue una entrega de 50.000 hectáreas a indígenas en las provincias de Chaco y Formosa. "Pero -advierte el dirigente- ni siquiera se entregaron los títulos de propiedad, lo que es peligroso".
Sin embargo, el régimen federal argentino permite a las provincias adoptar sus propias leyes de reforma agraria. En la provincia del Chaco, por ejemplo, existe una legislación sobre tierras. "Pero ya se inició una campaña proveniente de sectores conservadores para derogarla, lo cual haría mucho más difícil el reclamo por la tierra" en esa provincia.(D. C.)




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