No. 56 - Mayo 1996

ECOPOLIS

El gigantismo farmacéutico

por Santiago Vilanova (*)

El capitalismo ha entrado en una fase de concentraciones mastodónticas. Los directivos de las grandes corporaciones industriales están obsesionados por los efectos de la globalización de la economía y optan por unificar imperios.

Ya no es suficiente ser grande o enorme, hay que ser gigantesco y controlar una parte del mercado. En el sector armamentista Martin Marietta y Lockheed se han fusionado. Han seguido su ejemplo los grupos franceses Aerospatiale y Dassault como también Thomson y Matra, en el terreno bancario hemos visto como el Chase Manhattan -entidad que ha concedido créditos para la construcción de centrales nucleares en terceros países- y el Chemical Banking han provocado una de las concentraciones financieras más importantes de los últimos decenios.

El sector farmacéutico no podía quedar al margen de esta estrategia. Primero fue la unión de las multinacionales británicas Glaxo y Wellcome. Hace poco se ha producido la fusión de las suizas Sandoz y Ciba-Geigy, que han constituido el grupo Novartis convirtiéndose en el segundo grupo farmacéutico del mundo.

Sin embargo, el análisis que podríamos hacer de la concentración en este sector parte de una peculiaridad de enorme trascendencia: afecta a la salud de la población. Novartis parece consciente de ello al presentarse bajo un marketing ambientalista: "Life sciences for new generations" (Ciencias de la vida para las nuevas generaciones").

Esta publicidad, hasta cierto punto cínica, me obliga a efectuar algunas reflexiones que no serán ninguna novedad para los lectores de mi admirada Vandana Shiva.

La industria químico-farmacéutica se ha caracterizado por el fuerte impacto ecológico de sus productos y de sus procesos industriales que han ocasionado verdaderas catástrofes como Seveso, Bhopal y Basilea, entre las más tristemente famosas.

La polución de los ríos y capas freáticas en los países industrializados -cuya descontaminación pagamos todos los ciudadanos mediante fuertes impuestos en las tarifas del agua- ha sido mayoritariamente generada por productos fabricados en estas empresas; elementos químicos que se han ido acumulando en el ciclo biológico y han ocasionado muchas enfermedades, algunas aún no detectadas y que aparecerán en los próximos decenios.

Es un hecho real que miles de personas mueren envenenadas por plaguicidas cada año en el Tercer Mundo. En una dinámica diabólica probada que, para huir de las drásticas reglamentaciones europeas y norteamericanas, estas multinacionales se instalan en países en vías de desarrollo, incrementando la polución y siendo responsables de un fuerte "dumping" ambiental.

Estas empresas han logrado levantar un imperio económico gracias a no restar de sus copiosos beneficios los costes de la degradación ambiental que ocasionen.

La segunda "Revolución Verde"

Ahora, la nueva etapa que están iniciando destinada a preparar la entrada al siglo XXI es fruto de una nueva operación de monopolio y acumulación.

Detrás del grupo Novartis, por ejemplo, está el control de la segunda "revolución verde" basada en la ingeniería genética. Efectivamente, la manipulación de bacterias y la modificación de las relaciones ecológicas de las plantas es el objetivo de la nueva fase de expansión que moviliza miles de millones de dólares por cada nueva molécula obtenida.

Pero esta nueva fase comportará también enormes riesgos para la Humanidad que obligará a una amplia movilización social, ya que nuestros parlamentos democráticos y los medios de comunicación no parecen dispuestos a exigir un moratoria y un debate democrático previo.

La introducción de plantas y bacterias manipuladas genéticamente puede ocasionar un impacto imprevisto sobre el ciclo biológico. El protocolo de bioseguridad en la conferencia de las Partes de la Convención sobre Biodiversidad Biológica es una muestra de la reacción del Sur sobre esta amenaza global. Y debemos seguir vigilantes.

Los peligros de la biotecnología serían aún más graves que los ocasionados por la industria química, ya que los organismos biológicos se reproducen mientras que los químicos no, aunque hemos de valorar sus graves efectos acumulativos.

Otro falso mito de la biotecnología que promueven los grupos farmacéuticos es el de la biodiversidad. El nuevo presidente del grupo Novartis, Alex Krauer, que fue promotor junto a Stephan Schmidheiny del Consejo de Empresarios para el Desarrollo Sostenible, considera la biotecnología como la solución del problema de la erosión genética, y cree que esta nueva industria proporcionará las herramientas necesarias para un "crecimiento sostenible". (**)

El reformismo del doctor Krauer no evitará que la comercialización de la diversidad biológica a través de la industria farmacéutica y química cree nuevas amenazas de vulnerabilidad y nuevos peligros de uniformización de la plantas y de los animales.

Lo que provoca estas concentraciones empresariales es la voluntad de tener más y más poder, y no la decisión de resolver los verdaderos problemas ecológicos de la agricultura y de la biodiversidad.

Por último, estos poderosísimos grupos químicos y farmacéuticos actúan como lobbies ante los Gobiernos para frenar las ayudas fiscales y financieras a la agricultura biológica y el acceso de la población a las medicinas alternativas apropiándose de las patentes genéticas de los países pobres.

Cautela, pues, y menos triunfalismo mediático para el gigantismo farmacéutico.

(*) Ecologista y escritor catalán, miembro de la Federación Internacional de Periodistas Ambientales (FIPA) y director de Gea-Consultors Ambientals.
(**) "Eco Eficiencia", Stephan Schmidheiny y otros, Editorial Oreja Negra Lta., 1992, Santa Fe de Bogotá, Colombia.