Instituto del Tercer Mundo  
   EDICION | TEMAS
   No. 57 - Junio 1996
  Tema de tapa
  Campesinos
  Ley Helms-Burton
  Derechos
  Energía Nuclear
  Ecología
  Comunicación
 
   Ediciones
   Anteriores
   Ultima edición
 
   Otras publicaciones




Energía Nuclear


No. 57 - Junio 1996

A DIEZ AÑOS DE CHERNÓBIL

De la clausura al remiendo

por Diana Cariboni

Luego del desastre de Chernóbil, la industria nuclear así como los políticos de todo el mundo reaccionaron inmediatamente llamando al cierre de ese tipo de reactores en Europa central y del Este. Diez años más tarde, sin embargo, es claro que esto no se ha convertido en realidad.

El debate sobre las plantas de energía atómica en Europa del Este giró del inmediato cierre de las plantas a formas de modernización de las mismas. La industria nuclear ha iniciado programas para la extensión de la vida útil de estos reactores. ¿Por qué?

Uno de los principales factores detrás de este cambio político se debe a la fuerte campaña emprendida por la industria atómica, que logró imponer la idea de que los reactores del Este europeo son extremadamente peligrosos pero, en contraste, los reactores fabricados en Occidente son muy seguros.

En 1992, el Grupo de los siete países más industrializados (G-7) lanzó el plan de crear el Fondo de Seguridad Nuclear (Nuclear Safety Account, NSA) diseñado para ayudar a los países del ex bloque soviético a modernizar sus reactores nucleares.

El peligro para la industria atómica

Para comprender este cambio es necesario remitirse a un accidente nuclear ocurrido mucho antes, y en territorio estadounidense. En 1979, el corazón del reactor de Harrisburg, en Estados Unidos, se fundió y comenzó a emitir energía radiactiva. Las consecuencias para la industria atómica no se hicieron esperar. Todos los pedidos de fabricación de nuevos reactores en Estados Unidos fueron cancelados. De un plumazo, algunos de los mayores fabricantes del mundo perdieron sus mercados más importantes.

Luego de Chernóbil sucedió algo similar. Varios países de Europa Occidental decidieron suspender -temporalmente al menos- la construcción de nuevas plantas.

La campaña de la industria se focalizó entonces en los defectos de los reactores rusos tales como la falta de contención segura. La contención puede ayudar a mantener la radiactividad dentro del reactor después de un accidente. Si bien la mayoría de los reactores occidentales cuentan con una contención segura, no todos la tienen y en algunos casos no es buena. Por otro lado, un buen número de los modernos reactores rusos cuentan con contención.

Además, algunas de las deficiencias de los reactores rusos pueden hallarse en los occidentales, como la ausencia de ciertos sistemas de seguridad. Y ciertos reactores occidentales tienen un mantenimiento tan malo como algunos de los rusos.

Programas de asistencia

A instancias del G-7, el grupo de los 24 (los países de la OCDE y Turquía) estableció en 1991 el NUSAC (Nuclear Safety Assistance Coordination) para coordinar diversos programas de asistencia. Las opiniones diferían acerca de cuánto dinero era necesario para hacer más seguros los reactores del Este. La Sociedad Alemana para la Seguridad de los Reactores estimó en 1991 que se precisarían entre 10.000 y 15.000 millones de dólares para modernizar los reactores del Este según los estándares occidentales. En 1992 la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) y las industrias occidentales evaluaron en 50.000 millones de dólares la cifra necesaria para hacer menos peligrosos los reactores. La enorme diferencia entre ambos cálculos demuestra que la seguridad es una noción muy elástica.

Los diagnósticos de la AIEA

Dos años después del accidente, la AIEA inició las primeras investigaciones sobre la seguridad de las plantas nucleares de energía. En 1991, señaló al gobierno de Bulgaria que debía detener las operaciones de los reactores VVER-440/230 de Kozloduy.

Ese mismo año, la AIEA estudió la seguridad de los reactores tipo VVER-230. El resultado fue una lista de casi cien defectos en este modelo. Al mismo tiempo la AIEA reconocía que muchos desperfectos no podían ser resueltos en forma inmediata. El organismo presentó un resumen sumario de su informe al público, anunciando que carecía de fondos para publicar el estudio completo. Según parece la AIEA encontró dificultades en dar a conocer abiertamente que los diez reactores VVER-230 que estaban operando debían ser cerrados tan pronto como fuera posible.

La organización extendió una investigación similar a los reactores modelo RBMK. Las conclusiones fueron aun más apremiantes: los 16 reactores de ese tipo debían cerrarse inmediatamente.

Inercia de la comunidad internacional

A pesar de los varios programas bilaterales de asistencia, los reactores VVER-230 y RBMK no han sido clausurados en absoluto. Solamente el reactor RBMK 2 de Chernóbil fue detenido en 1992 luego de un peligroso incendio. Los gobiernos del Este europeo fueron acusados por las instituciones occidentales de emplear métodos burocráticos.

Las compañías occidentales han rechazado permanentemente iniciar los trabajos mientras no existan acuerdos claros sobre responsabilidades legales. La industria no quiere asumir riesgos financieros con respecto a posibles accidentes. La insistencia en los acuerdos de responsabilidad muestra a las claras que las compañías ven como algo muy real la posibilidad de graves accidentes de grandes consecuencias.

Las autoridades rusas, por su parte, están mucho más preocupadas por la imagen de la industria nuclear nacional. El viceministro ruso de Energía Nuclear, Reshetnikov, afirmó que veía los resultados de los expertos occidentales como un ataque a la industria rusa. Afirmó que los reactores RBMK podían operar hasta el año 2000 como mínimo y que "los reactores rusos son los más seguros del mundo".

El NSA

En la cumbre del G-7 de julio de 1992, se propuso establecer un fondo de 700 millones de dólares para programas de asistencia dedicados a hacer más seguros los reactores rusos. Dicho fondo fue establecido en abril de 1993. Las razones quedaron claramente expuestas en las palabras de L.J. Brinkhorst, director general de Medio Ambiente, Seguridad Nuclear y Protección Civil de la Unión Europea: "Si una catástrofe como la de Chernóbil vuelve a suceder, la opinión pública no aceptará nunca más nuevas plantas de energía nuclear". El fondo no sólo representaba una inversión para la seguridad de los reactores del Este, sino también una inversión para el futuro de la industria nuclear de Occidente.

El fondo de necesidad fue llamado Nuclear Safety Account (NSA). Además de la Unión Europea, catorce países se convirtieron en donantes, con una participación mínima de 1,5 millones de ecus.

Los donantes se reúnen en la Asamblea de Contribuyentes, integrada por la Unión Europea, Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia, Canadá, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Holanda, Noruega, Suecia y Suiza.

Los proyectos del NSA pueden ser suscritos sólo por compañías de los países donantes o receptores. La adjudicación de las órdenes se realiza según los montos que cada país donó, por lo que un país que efectuó una gran contribución al NSA podrá obtener importantes contratos para sus empresas. De tal forma, los donantes recuperan su dinero.

Si bien los países del Este pueden también calificar para los proyectos, las compañías occidentales logran la mayoría de los contratos. Según un reporte del NSA de abril de 1995, hasta entonces sólo el 2,9 por ciento de las órdenes para proyectos relacionados con las plantas de Kozloduy, en Bulgaria, e Ignalina, en Lituania, fueron a compañías orientales. Ninguno de los donantes ha cuestionado la política de modernización de los reactores más viejos.

Proyectos de modernización

En julio de 1993 se aprobó el primer proyecto para el ajuste de los reactores de Kozloduy, que ya tenían establecida una fecha de cierre definitivo. El NSA decidió invertir 24 millones de ecus en su reparación. Poco después se aprobó un proyecto de 33 millones de ecus para reparar los dos reactores RBMK de Ignalina, los más grandes de su tipo. Lituania había prometido clausurar ambos reactores veinte años después de construidos, aproximadamente en 1998. Pero el NSA resolvió gastar otros 7,3 millones de ecus en investigar si los reactores pueden seguir funcionando por otro período suplementario.

En el verano de 1995 se aprobaron otros tres proyectos: 30 millones de ecus para los reactores RBMK de Leningrado, 45 millones para los reactores VVER en Kola y Novovoronezh y 900 mil ecus para la Autoridad Rusa de Seguridad. Ninguno de estos proyectos prevé las fechas de cierre definitivo de los reactores.

En el futuro, el NSA iniciará un proyecto para reparar el reactor 3 de Chernóbil. Según la NSA, el reactor 1 es demasiado viejo para ser reparado y será cerrado antes que el 3. Este -ubicado en el mismo edificio que el accidentado reactor 4- es de gran peligrosidad, a raíz de la inestable construcción del sarcófago que actualmente cubre el reactor 4.

Sin progresos

En 1993 el Banco Mundial publicó un informe sobre los posibles escenarios con respecto a los reactores VVER-230 y RBMK. Las conclusiones fueron muy claras: los reactores podían ser cerrados sin provocar un colapso energético. Costaría unos 18.000 mil millones de dólares reemplazar los viejos RBMK por plantas generadoras a gas, mientras que modernizar los reactores tendría un costo de 24.000 millones. Poco antes de la reunión del G-7 en julio de 1994, el Banco constató que las clausuras ni siquiera habían comenzado.

La experiencia de Chernóbil muestra cómo y por qué el punto de vista occidental cambió tan radicalmente en sólo una década. Examinando con lupa los acuerdos de asistencia y los compromisos, parece claro que la política energética del G-7 es dictada por la industria nuclear occidental, temerosa de seguir perdiendo mercados.

La situación en Ucrania

En octubre de 1991, el Parlamento ucraniano resolvió clausurar los restantes reactores de Chernóbil a fines de 1993. En ese año, sin embargo, la decisión fue revocada con el argumento de que Ucrania necesitaba la energía producida por los dos reactores aún operativos. Durante ese período de más de un año, los países occidentales en conjunto no fueron capaces de ofrecer a Ucrania un sustituto del 6 por ciento que proveen los reactores de Chernóbil a la producción energética del país. Al mismo tiempo, Ucrania aún exporta electricidad, pero sus exportaciones han caído del 12 al 3 por ciento de la producción en 1993.

En marzo de 1994 la AIEA alertó nuevamente sobre la deplorable situación de los reactores 1 y 3 de Chernóbil. Las fallas de diseño del reactor 1, que aún no han sido corregidas, eran particular causa de ansiedad. Otros problemas mencionados fueron la continua pérdida de personal calificado y la falta de actualización del equipamiento. La AIEA reiteró que la situación del sarcófago del reactor 4 estaba empeorando continuamente.

Fuente: WISE News Commmunique, abril 1996


Efectos sobre la salud y el ambiente

* La radiactividad total liberada por el reactor 4 de Chernóbil fue 200 veces superior a la liberada por las bombas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki, principalmente de iodo 131, cesio 134 y cesio 137.
* De todos los países afectados, Belarús fue el más dañado, ya que el 70 por ciento de las sustancias radiactivas cayeron en su territorio.
* Más de 1,8 millones de personas viven aún en zonas severamente contaminadas. Los niveles de radiación que reciben son promedialmente 15 milisieverts por año, cifra 40 veces superior a los límites considerados aceptables de 0,4 milisievert por año.
* Algunas regiones de Rusia y Ucrania se encuentran tan contaminadas como Belarús.
* Excepto en la zona inmediatamente cercana a Chernóbil, la agricultura continúa practicándose, incluso en áreas altamente contaminadas.
* La producción individual de alimentos, que provee más del 50 por ciento de los alimentos consumidos, no se encuentra bajo ningún control.
* Productos como la leche, la carne y los hongos han acumulado grandes cantidades de cesio, estroncio, plutonio y americio.
* Más de 30 millones de personas podrían ser contaminadas por la radiación acarreada por los cursos de agua desde la planta de Chernóbil.
* Las corrientes arrastran desechos radiactivos aún diez años después del accidente. El lago más contaminado -Kojanovskoe, en Rusia- se encuentra a 250 kilómetros de la planta. Los peces del lago tienen niveles de radiación sesenta veces superiores a las normas de la Unión Europea.
* Los reservorios de agua que pasan por Chernóbil proveen de agua para consumo humano a 9 millones de ucranianos y para riego y pesca a otros 23 millones.
* El radioisótopo liberado en el accidente de mayor impacto sobre la salud humana es el iodo 131 que se acumula en la glándula tiroides.
* En algunas áreas el cáncer de tiroides entre los niños se ha incrementado 200 veces desde 1986.
(Fuentes: WISE News Communique y Who Report)




Revista del Sur - Red del Tercer Mundo - Third World Network 
Secretaría para América Latina:  Jackson 1136, Montevideo 11200, Uruguay
Tel: (+598 2) 419 6192 / Fax: (+ 598 2) 411 9222
redtm@item.org.uy - www.redtercermundo.org.uy