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Campesinos


No. 57 - Junio 1996

BRASIL

La masacre de Eldorado dos Carajás

por Paulino Montejo

Diecinueve muertos y 46 heridos según datos oficiales fue el resultado de la masacre cometida el 17 de abril contra trabajadores sin tierra en el municipio Eldorado dos Carajás al sur del estado de Pará, en la Amazonía brasileña.

La masacre del 17 de abril em Brasil fue atribuida a la policía militar del estado de Pará, bajo el mando del comandante de la policía militar de Marabá, Mario Collares de Pantoja, quien cumplía -según relato de un oficial próximo al comandante Pantoja- órdenes expresas del gobernador del estado, Almir Gabriel, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB) al que pertenece el actual presidente de la República, Fernando Henrique Cardoso.

Según declaraciones del comandante divulgadas por la prensa, el gobernador Almir habría pedido a sus subordinados desalojar a cualquier precio la carretera 150 que habían ocupado 1.800 trabajadores entre hombres, mujeres y niños para llamar la atención y reivindicar expropiaciones de tierras en el sur del estado, entre ellas la de la hacienda Macaxeira en la cual están acampados desde hace algún tiempo.

Los sin tierra protagonizaban una marcha en dirección a la capital del estado, Belem, pero a cierta altura después de 7 días y 40 kilómetros andados decidieron parar y negociar con el gobierno. Pedían transporte y alimentación para desplazar a un grupo que realizaría manifestaciones en Belem y entraría en negociaciones con el gobierno y el Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (INCRA).

La negociación sobre los ómnibus y la alimentación parecía estar resuelta hasta el día 16 pero al día siguiente las orientaciones oficiales habían cambiado de rumbo. Llegaron los ómnibus, pero no para transportar a los trabajadores sino repletos de policías militares que según testimonios de las víctimas sobrevivientes traían órdenes expresas de matar porque iban armados de revólveres y ametralladoras y habían retirado del bolsillo de sus camisas la insignia que los identifica como policías militares.

Una periodista de la TV Liberal que estuvo en el lugar declaró que la tropa de Marabá llegó tirando bombas de gas lacrimógeno. No fueron a negociar, llegaron disparando.

La policía ejecutó efectivamente una operación de guerra o mejor dicho una masacre aparentemente premeditada. Los pelotones vinieron por los dos frentes uno de cada lado de la carretera para no dar a los manifestantes posibilidades de escapar.

Responsabilidad gubernamental

La dirección nacional del Movimiento Sin Tierra (MST) ha responsabilizado al gobernador Almir Gabriel por todo lo que aconteció. El fue quien autorizó la acción de la policía militar y él es el responsable legal por sus actividades.

El MST responsabiliza también al Gobierno Federal, a través del Presidente de la República y del Ministro de Justicia, Nelson Jobim, porque dicho gobierno no ha hecho nada para cumplir las promesas que en setiembre de 1995 hizo al Foro Nacional de la Reforma Agraria cuando éste le presentó un pliego de recomendaciones para acabar con la violencia en el campo y resolver por fin el problema de la democratización de la tierra.

Calificada como una vergüenza nacional, la masacre de El Dorado de Carajas ha sido condenada unánimemente por la opinión pública nacional: parlamentarios, partidos políticos, iglesias, entidades y organizaciones del movimiento popular, etc.

No se podía esperar otra reacción ante una acción cruel que según el médico forense costó la vida a varias personas, que presentaban tiros a quema-ropa, tiros de gracia, miembros mutilados, cabezas reventadas y pedazos de cerebro derramados por el suelo.

Para no quedarse atrás, después de sentir la creciente presión internacional, el propio Presidente de la República Fernando Henrique Cardoso la calificó como una masacre inaceptable. "Estoy convencido de que los responsables serán juzgados. De veras", agregó.

Respuesta de los Sin Tierra

Joao Pedro Stedile, uno de los líderes nacionales del MST, ha dicho en cambio: "Señor Presidente, vamos a ver si esta vez hace la reforma agraria de verdad, y no sólo en la televisión. Misión pesada para un gobierno que hasta la fecha no ha asentado a ninguna de las 60.000 familias que prometió asentar este año. La distribución de la tierra es mientras tanto una de las más injustas del continente: en el país existen 371 millones de hectáreas aptas para la agricultura pero sólo el 14% de esas tierras tienen algún tipo de sembradíos. Otro 48% son destinadas a la cría de ganado. Y lo peor: casi la mitad de la tierra cultivable está en manos del 1% de hacendados mientras que menos de 3% de la tierra pertenece a 3,1 millones de productores rurales. El Movimiento Sin Tierra exige como toda la sociedad nacional investigaciones rigurosas y castigo a los culpables y alerta, pues nuevas masacres podrán acontecer si el gobierno presidido por un sociólogo que se dice democrático y moderno no toma medidas prácticas para implementar la reforma agraria en el país".

(Fuente: ALAI)


Brasil

Dios y el diablo en la tierra del latifundio

En los orígenes de la Creación, dijo el Señor a los ángeles: "Esta tierra será bautizada Brasil". Y dio al inmenso territorio un nombre ecológico, extraído del árbol perfumado. "Será una tierra sin males. En ella no habrá terremotos o volcanes, desiertos o huracanes, nieve o heladas. Todo el suelo será fértil y sus frutos, abundantes".

por Frei Betto

Miles de millones de años más tarde, las carabelas de Cabral llegaron al litoral del Brasil. Y el escribidor a bordo, Pedro Vaz Caminha, confirmó la promesa divina: "Aquí, se planta, y da".

Mal sabía él que, al crear Dios el mar, en frente el diablo abriera un bar. Y las tierras del Brasil fueron retaceadas por la única reforma agraria habida en toda la historia del país: su división en capitanías hereditarias.

Heredero de las capitanías, el latifundio masacró indios, importó esclavos, expulsó a posesionados e impuso, sobre 600 millones de hectáreas, el privilegio de la propiedad de unos pocos sobre el derecho a la vida de millones.

Dios, sin embargo, no entregó escritura al latifundio. Creó la tierra para todos. De esta conciencia nació la indignación y, de ella, la reacción. Expulsados de la tierra, los agricultores se negaron a engrosar el cinturón de "favelas" que cerca a las ciudades. Se apostaron en campamentos, promovieron ocupaciones, plantaron asentamientos.

El diablo vio crecer sus cifras. Se tornó capataz, corrompió jueces, evadió impuestos, eligió diputados, arrancó subvenciones, armó pistoleros, lanzó policías contra los sin tierra, los sin techo, los sin libertad.

Entonces, la tierra llamada Brasil se tornó Santa Cruz, de tantas cruces clavadas en su cuerpo espléndido: Palmares, Vila Rica, Canudos, Contestado... Ahora, Volta Redonda, Candelária, Vigário Geral, Carandiru, Corumbiara, Eldorado dos Carajás...

Tierra donde se entierra a quien quiere tierra. Valle de lágrimas para la mayoría, montaña paradisíaca de prosperidad para los latifundistas y sus socios.

Del alto de sus riquezas, ellos contemplan el panorama por el monóculo de la globalización. Descubren, aterrorizados, que viven en un isla de opulencia cercada de sangre por todos los lados.

A lo lejos, un pequeño bote navega en su dirección. Grabado en su casco, un nombre: "Justicia".

(Fuente: ALAI)




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