No. 57 - Junio 1996
Dos denominaciones que hasta hace poco eran virtualmente desconocidas por el público general -Encefalopatía Espongiforme Bovina (EEB) y Enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (ECJ)-, disfrutan hoy de una amplia difusión en los medios de difusión internacional. La circunstancia que las catapultó a la primera escena mundial fue el reconocimiento por el gobierno británico de que la Encefalopatía Espongiforme Bovina, más popularmente conocida por "la enfermedad de la vaca loca", puede haber pasado a través de la ingestión de carne a seres humanos. En este caso es conocida como la Enfermedad de Creutzfeldt-Jakob.
Dos denominaciones que hasta hace poco eran virtualmente desconocidas por el público general -Encefalopatía Espongiforme Bovina (EEB) y Enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (ECJ)-, disfrutan hoy de una amplia difusión en los medios de difusión internacional. La circunstancia que las catapultó a la primera escena mundial fue el reconocimiento por el gobierno británico de que la Encefalopatía Espongiforme Bovina, más popularmente conocida por "la enfermedad de la vaca loca", puede haber pasado a través de la ingestión de carne a seres humanos. En este caso es conocida como la Enfermedad de Creutzfeldt-Jakob.
El reconocimiento oficial desató una ola de pánico en Gran Bretaña, pero el shock generado por ese reconocimiento se está sintiendo en todo el mundo. En un mundo turbado por la emergencia de nuevas enfermedades como el Ebola y el Sida, las noticias sobre una nueva enfermedad incurable, que podría afectar a millones de personas, no pueden sino tener un efecto inquietante.
Es más, ni la EEB ni la ECJ son enfermedades "nuevas". El primer caso de EEB fue reportado hace más de una década y en 1988 había más de 731 casos de bovinos contaminados por la misma. Y a pesar de que el número de bovinos y otros animales afectados por la enfermedad continuó multiplicándose, se negaba la existencia de un vínculo entre la EEB y la ECJ -que se suponía afectaría sólo a las personas más viejas y que, según las estimaciones mundiales, se creía que sería fatal apenas en un caso por cada millón de personas. Un informe de 1989 del gobierno británico aseveraba que "es muy poco probable que la EEB pueda tener algún efecto sobre la salud humana". Esta afirmación fue repetida ad nauseam por cada nuevo ministro británico de Agricultura y, tan recientemente como en diciembre de 1995, el ministro de turno, Douglas Hogg, dijo en forma categórica que "la EEB no es trasmisible a los seres humanos".
Sin embargo, al ir en aumento los fallecimientos debidos a la ECJ, cada uno sugestivamente vinculado con el consumo de carne, y al hacerse notoria la incidencia de la enfermedad entre los jóvenes (en los últimos meses se produjeron 10 muertes por la ECJ entre personas menores de 42 años), era difícil mantener tal afirmación. Enfrentado a estas evidencias, el gobierno británico, con el debido asesoramiento médico, fue forzado a reconocer ante un mundo consternado que la EEB puede trasmitirse a los seres humanos por la alimentación.
Si bien es claro ahora que millones de personas se encuentran en peligro por haber comido esa carne contaminada, el tema más importante es cómo las vacas contrajeron en primer lugar la EEB. Aunque la enfermedad en las vacas ha sido atribuida a su alimentación con restos de ovejas y otros animales infectados con la misma enfermedad, la causa fundamental debe buscarse en los métodos actuales de cría de animales. La granja intensiva moderna, con su énfasis en "el máximo rendimiento de carne, leche y huevos, con el mínimo de recursos", ha llevado a la adopción de métodos de cría que no condicen con la salud pública. Las reducidas condiciones en que son mantenidos y transportados, el tipo de alimentación que se les administra, la utilización de hormonas artificiales para engordarlos y el uso indiscriminado de antibióticos, hace a estos animales (y eventualmente a los seres humanos) vulnerables a tales enfermedades.
Desafortunadamente, a pesar de las advertencias de diversos expertos, estos métodos de producción se están extendiendo en los países del Sur. En gran medida, ellos forman una parte integral del proceso de globalización económica -con su énfasis en los mercados, exportaciones y beneficios- impulsado desde las instituciones de Bretton Woods. Esos métodos de producción están sustituyendo cada vez más a los sistemas tradicionales, mucho más apropiados que aquellos, tanto desde el punto de vista ecológico como del de la salud pública.
Por esta razón, el tema de la EEB (y de la ECJ) no puede ser subestimado como apenas un asunto de "vacas locas" y de ingleses. Este es un asunto de vital importancia para los pueblos del Sur en la medida en que están diseminándose por el mundo los mismos métodos que dieron origen a estas enfermedades. Ese es el motivo por el cual lo hemos elegido como el tema de tapa de este número. Los artículos no se limitan a analizar los aspectos técnicos y científicos, sino que incluyen también los métodos de cría, el modelo de mercado y la ideología que los sustenta. Esperamos contribuir así a una revisión crítica de los desarrollos que han tenido hasta ahora estas cuestiones en los países del Sur.
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