No. 57 - Junio 1996
Deterioro de la alimentación por la ideología del lucro
por
Jeremy Seabrook (*)
La expansión de la "enfermedad de las vacas locas" y la amenaza que representa para la salud pública ha puesto en tela de juicio la naturaleza y la dinámica misma del sistema de mercado y su ideología de lucro.
Las revelaciones acerca de la Encefalopatía Espongiforme Bovina (EEB) y su posible trasmisión a los seres humanos revela un defecto de fondo en el sistema socioeconómico que la ha producido. No es sorprendente que el gobierno del Reino Unido haya intentado negarlo, cubrirlo y evadirlo, porque pone en tela de juicio toda la base lógica del propio sistema de mercado.
A lo largo de la crisis, escuchamos mucho acerca de la industria de la carne, la industria de la alimentación, la industria agrícola, la industria de la reproducción, la industria forrajera, la industria lechera, la industria frigorífica, inclusive la industria de productos cárnicos.
La industrialización de la agricultura está destinada a tener algunas consecuencias extrañas. Aplicar criterios industriales a la producción de alimentos solamente puede ocurrir en una cultura que esté tan desnaturalizada que la amplia mayoría de las personas haya quedado tan alejadas de la cría y la producción, en un mundo de papas fritas pre-fritas, pan listo para hornear, omelettes congelados y platos pre-cocidos, alejadas incluso de preparar sus propios alimentos.
Una división del trabajo que es a veces presentada como algo que hace nuestras vidas tanto más fácil y más agradable, se convierte en un desastre si nos enemista con la base de recursos de la cual nosotros, y todos los sistemas económicos, dependemos.
Una cosa es evitar la tediosa tarea de azadonar y desmalezar y cosechar, así como cortar verduras, cocinar y preparar comidas, pero algo muy distinto es encomendar estas funciones a organizaciones y procesos sobre los cuales tenemos muy poco control y de los cuales sabemos todavía menos.
Economía de mercado
El tratamiento de la naturaleza como si fuera, no meramente una mina inagotable de recursos, sino también como una mera industria más a ser procesada, es la contradicción que todavía no llega a conformarnos. Ha habido, por supuesto, críticas a la toma de la agricultura por parte de la industria, el daño causado a los pequeños agricultores del Tercer Mundo por la excesiva dependencia en fertilizantes y plaguicidas, por ejemplo, y el riesgo para la salud de los desperdicios agrícolas en el suministro de agua y la cadena alimenticia.
Pero la posible presencia de encefalopatía espongiforme bovina en la carne pone en tela de juicio la propia naturaleza y dinámica de la economía de mercado, puesto que dentro de ella, existe una constante presión por "mejoras", "productividad", "reducción de costos", en las cuales los valores comerciales y monetarios priman sobre todos los demás, incluida la salud, el respeto por el mundo natural y la justicia social.
Ya no hay, siempre se nos repite, una ideología superior en el mundo. Pero la hay. Es la ideología del lucro.
El modelo de mejorar la "eficiencia" industrial para que sea más "rentable", no significa meramente que responder a nuestras necesidades básicas, como alimento, vivienda y vestido, deba atravesar el mecanismo del mercado, sino que todas nuestras instituciones sociales deben ahora ser remodeladas a imagen de la empresa comercial, inclusive la atención de la salud y la educación. Crea niveles crecientes de distorsión social y disturbios ambientales.
Pero el remedio para todos los productos secundarios perjudiciales de esta forma de desarrollo es intensificar los procesos que los han causado: de este modo, se nos dice, la biotecnología, las mutaciones transgénicas, los cultivos de super-rendimiento son el único recurso para un mundo que ha agotado sus recursos, interferido con las formas de vida, agotado sus bosques y cursos de agua.
Estamos atrapados en un espiral de enfermedad yatrógena, por el cual todos los males se agravan con los remedios. Que todo el mundo debería ahora ser objeto del dictado improductivo de Occidente de que no hay alternativa, es, seguramente, prueba, no del triunfo último del sistema de mercado, sino de la desesperación más profunda.
Porque el "lucro" es una ideología. Depende de la transformación de toda la riqueza del mundo en dinero. Es una ilusión, una prueba de ilusionismo, una estratagema para robar a los pueblos del mundo todas las variedades de riqueza --el reaprovisionamiento propio de la naturaleza, los conocimientos y la ingenuidad de los seres humanos, los objetos preciosos intangibles que podemos hacer para los demás-- y sustituirlos por productos, compras, artículos, bienes, servicios que se compran en el hipermercado global.
Toda la variedad evidente y las opciones de la mercadería reluciente es el producto de un monocultivo, la fundición de la riqueza del mundo en dinero. ¿Unico camino?
La "necesidad" de continuar por este camino es con frecuencia invocada como el único camino por el cual se pueden resolver los problemas de alimentar al mundo. La aplicación industrial de los descubrimientos científicos y tecnológicos es -según esta versión de las cosas- la fuente de toda la amenidad, confort y progreso de los cuales se ha beneficiado la humanidad a lo largo de la era industrial.
Pero alimentar al mundo significa más cultivos de lujo en el Sur para exportar al Norte rico, en lugar de subsistencia para el pueblo, que ahora tiene que comprar alimentos más caros para compensar la desaparición de su sustento. La seguridad alimentaria ahora está siendo descartada en un país tras otro del Tercer Mundo, de manera que puedan, a cambio, convertirse en dependientes de la deformidad de la agroindustria, para alimentar el hambre de lucro de las trasnacionales.
Y la bendición de los adelantos tecnológicos trae en su despertar inconvenientes tales como la contaminación de los elementos de la vida, contaminación de tierra y agua, desnutrición comerciogénica, toxinas en la cadena alimenticia, incluida la encefalopatía espongiforme bovina y su posible vínculo con la Enfermedad de Creutzfeldt-Jakob.
Inclusive cuando la "industria de alimento para animales" estaba siendo liberalizada durante el decenio de los 80, muchas personas deploraban el alimento a base de remanentes de animales enfermos a herbívoros como un medio para usar el cuerpo de la vaca como si fuera una fábrica de proteínas. El vegetarianismo creció a gran escala en el Reino Unido, como consecuencia de gallinas a batería, terneros encajonados y vacas alimentadas con ovejas enfermas.
Sólo resta esperar que los gobiernos que han mirado al sistema de mercado como si fuera infalible (Usted no puede ir contra el mercado pero, aparentemente, sí puede ir contra la naturaleza), empiecen a responsabilizar a los demás. Inclusive los consumidores han sido señalados con el dedo por "demandar" alimentos baratos. Porque hay una cosa: la carne no es barata, y gran parte de las sustancias alteradas, artificiales (!'"productos bovinos"!) a los cuales muchos de nosotros nos hemos entregado en los últimos años, prácticamente no alimentan.
El objetivo más sublime de la industria de la alimentación es, aparentemente, extraer los nutrientes mientras se presta atención a la "cosmética" de la apariencia. La misma falsedad se repite cuando los consumidores "demandan" naranjas o manzanas perfectas, de manera que son las personas, no los productores, quienes han reducido las variedades de frutas, limitado las opciones, han agregado valor a lo que es simple y natural, porque conjuntamente con la demanda de alimentos baratos está la demanda más enérgica todavía de que se alcancen ganancias.
Este aberrante modelo se ha convertido en los últimos años en objeto de consenso universal: porque en la marcha triunfal en curso de la economía de mercado radica la esperanza de salvación para toda la humanidad. Ha sido exportado a la fuerza a través de las fronteras de todo el mundo por las potencias industriales, por medio de sus instrumentos de coerción, las instituciones financieras internacionales y la Organización Mundial de Comercio (OMC).
El hecho de que escándalos como el de la EEB puedan estallar en el centro mismo de la economía de mercado demuestra qué frágil, insustentable y peligrosa construcción es esa de un mundo que ha sido receptor de implacables presiones para emular a los países ricos.
Y todos los expertos, científicos, asesores, profesionales han sido llamados a formar en las filas para contener las "repercusiones" de los rumores alarmistas de la EEB, ¿cuál es el verdadero propósito? Es impedir que contamine la economía de mercado, adelantarse e impedir una crisis de fe en todo un sistema y limitar el perjuicio a una industria única.
Parece que en los últimos años Gran Bretaña se ha convertido en el principal país abastecedor de historias de horror al mundo; asesinatos masivos, masacres de niños y ahora el riesgo de enfermedad por un tratamiento muy desdeñoso de la Naturaleza por parte de la industria. Los esfuerzos por manipular todas las malas noticias son transparentemente la labor de aquellos que preferirían ver al pueblo perecer antes que admitir un error en el sistema al cual rinden devoción.
Algunas veces exhiben los límites de su ternura humanitaria, cuando hablan píamente de la protección de los medios de subsistencia -ya sea en este caso de quienes están en la industria de procesamiento de la carne o en la manufactura de armamento para la aniquilación, en las industrias de defensa, industria atómica, industria del tabaco, de las bebidas alcohólicas o de productos farmacéuticos.
Lo que vemos aquí es el medio de sustento vuelto contra la vida. Esta es una metáfora para todo el sistema industrial, que está cada vez más en guerra con el planeta y todas las formas de vida de éste, no solamente la humana.
El verdadero escándalo aquí es la negativa a abordar la enormidad de lo que nos enfrenta. En efecto, el intento de presentar esta negativa como la forma más sublime de la ética. A lo largo de los años, no se ha escatimado esfuerzo alguno para proteger al sistema de mercado: la exclusión de quienes se enfrentan a él, los medios de comunicación que se autocensuran, la manipulación de las personas por parte de los "formadores de opinión", la supresión del debate, el silenciamiento de científicos que han expresado dudas acerca de la sabiduría de convertir a todo el planeta en un laboratorio, la negativa a enfrentar preguntas difíciles, la destrucción de los medios de vida de los disidentes. Las personas han quedado cautivas del mercado libre.
¿Cuántas vidas han sido puestas en riesgo para evitar cualquier atisbo de escándalo en lo relativo a los santificados, exaltados y sagrados misterios del sistema de mercado? Sabemos la respuesta. ¿Este tema potencialmente desastroso abrirá una discusión más amplia, o será manipulado para volver al silencio nuevamente, al implacable silencio que niega todo excepto las verdades santas, sagradas e inapelables del mercado? Sabemos también la respuesta a eso.
(*) Jeremy Seabrook es un periodista londinense independiente.
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