No. 58 - Julio 1996
OTROS "SIN TIERRA" EN BRASIL
La tragedia de los guaraníes
El pueblo guaraní, que una vez fue libre habitante de amplios territorios en América del Sur, hoy sufre la tragedia del suicidio: sus hijos e hijas más jóvenes prefieren morir a enfrentar un destino en el que el derecho a la tierra -su sustento y su valor más ancestral- les ha sido robado.
Fortunata Escobar se quedó en casa un domingo de tarde del mes de agosto del pasado año, mientras su hermana mayor salía a lavar la ropa de la familia. Sola en su casa buscó una cuerda, la ató al techo y se colgó. La encontraron algunas horas más tarde, con su hermana más pequeña llorando a sus pies.
Una ola de suicidios ha sacudido a la comunidad guaraní radicada en Brasil, la segunda comunidad indígena más numerosa del país. Semana tras semana, los periódicos locales relatan los detalles amargos: Pedro Gonçalvez, de 18 años, se colgó con su propia camisa; Orides Ramires, de 14 años, peón de campo; Antonio Araújo Mendes se envenenó con plaguicida. Desde 1982 se han suicidado 232 guaraníes, y las cifras aumentaron abruptamente en los últimos cinco años.
Tan sólo el año pasado se quitaron la vida 54 guaraníes en el estado occidental de Mato Grosso do Sul, más de la mitad de ellos niños y adolescentes. Fortunata fue una de las más jóvenes.
Hace doscientos años los guaraníes ocupaban casi la mitad de los 140.000 kilómetros cuadrados de Mato Grosso do Sul (Gran Bretaña ocupa 88.776). Se movían por grandes extensiones donde practicaban la caza y la recolección, y vivían en aldeas de 300 a 500 personas bajo la autoridad de líderes religiosos.
Gradualmente fueron desplazados por las estancias, la agricultura para la exportación y los agricultores que producen para la venta en el mercado, un proceso que se aceleró en los últimos veinte años.
Actualmente, casi 30.000 guaraníes viven en 22 reservas pequeñas, en lo que constituye menos del 1 por ciento de sus tierras originales. Reubicados en nuevas aldeas lejos de su hogar ancestral ahora habitan pequeñas cabañas de madera o chozas cubiertas de plástico negro. La tuberculosis y la desnutrición son endémicas. Los estancieros se han apropiado de grandes extensiones de tierra indígena utilizando títulos falsificados o directamente por la fuerza. De las 22 reservas donde viven los guaraníes, sólo un tercio están demarcadas u oficialmente reconocidas como de su propiedad. Se les deja lo peor: tierra degradada, deforestada, en parcelas demasiado pequeñas para sobrevivir con ellas.
La tierra, un regalo de Dios
Sin tierra, ¿cuáles son las opciones? Cortar caña, trabajar en una fábrica de carbón o en una destilería de caña de azúcar, como peón en una estancia o como empleada doméstica en un pueblo cercano, por salarios miserables.
"La idea que predomina es la de explotar a los indígenas como una reserva de mano de obra esclava", dice Nereu Schneider, de la Misión Indígena Católica (CIMI), asociada al grupo Christian Aid que trabaja con los guaraníes. Para este pueblo, la tierra es un regalo de Dios. "Somos parte de la tierra y la tierra es parte nuestra", decía una mujer guaraní de Jaguapiré. "Esa es la razón por la que no podemos vivir sin nuestra tierra. O bien se resuelve la situación o moriremos con nuestra tierra."
Tan profundo es el vínculo a la tierra que muchos observadores señalan que la cultura indígena se está desintegrando. En las aldeas pequeñas, creadas artificialmente, los líderes religiosos están especialmente preocupados por los jóvenes. El pasado mes de octubre, un mes después que la pequeña Lucienne Ortiz, de 9 años, se colgara en Porto Lindo, se suicidaron cinco muchachos más, de entre 12 y 21 años. "No podemos seguir así", escribió el año pasado un grupo de guaraníes al gobierno brasileño. "Si el gobierno no toma medidas urgentes, será responsable de la grave situación en la que nos encontramos."
Apenas un paso
La FUNAI, el órgano gubernamental que se encarga de los temas indígenas, afirma que la solución es aumentar la productividad agrícola. Para esto ha donado 23,5 toneladas de semillas. La Cámara de Diputados, por su parte, pidió una investigación de las Naciones Unidas. Luego de una visita realizada en diciembre a la reserva Dourados, la más superpoblada -días después que Francisco Duarte, de 13 años, se suicidara- el ministro de Justicia Nelson Jobim firmó un documento para demarcar una nueva reserva después de acrecentar su territorio. Pero a pesar de esta victoria, durante su visita se produjeron otros dos suicidios.
Aún no se sabe si los guaraníes podrán realmente establecerse en esa tierra, ahora ocupada por estancieros. La oposición de éstos es férrea: "Sólo un idiota podría pensar que estos primitivos pueden ser propietarios de tierras", expresó el hermano de uno de los estancieros, refiriéndose a la medida del ministro. Pero la tierra es la solución, dice el CIMI. "El alcoholismo, las crisis personales, las sectas religiosas, la desintegración cultural, la degradación de la dignidad del pueblo, todas esas no son las causas sino las consecuencias de la política oficial para con el pueblo indígena", denuncian.
(Fuente: Christian Aid)
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