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Tema de tapa


No. 58 - Julio 1996

EL MENSAJE DE LAS ONGs

"No roben el alma de la UNCTAD"

En su exposición en nombre de las ONGs ante la UNCTAD IX, Martin Khor afirmó que la Conferencia "debe estar guiada por las demandas y necesidades de los países en desarrollo y no por los intereses de los donantes. Quienes aportan el grueso de los fondos no deben aprovecharse de esa circunstancia para desvanecer las funciones reales de la UNCTAD, robándole el alma y dejándola vacía".

Hay unas 120 organizaciones no gubernamentales (ONGs) presentes en la UNCTAD IX. Nos complace que en el texto de algunos documentos y en los discursos del Secretario General de la ONU, del Secretario General de la UNCTAD y de algunas delegaciones se reconozca el destacado protagonismo de la sociedad civil y las ONGs.
Estas han desempeñado un papel importante en las numerosas Conferencias de la ONU llevadas a cabo en los últimos años y también en el trabajo de muchos organismos. En efecto, en aquellas actividades de la ONU en las que las ONGs han tenido una participación importante, ha habido mayor interés público en los temas discutidos. Por lo tanto la UNCTAD también tiene que cambiar, y concitar en sus actividades la participación de más ONG.

Una UNCTAD revitalizada debe facilitar el ingreso de más organizaciones en su ámbito y en su quehacer a través de mecanismos de acreditación más abiertos. Debería mejorar su mecanismo de divulgación de la información a las ONG y el público en general. Deberían organizarse talleres regulares y sesiones informativas. Las ONG deberían tener más espacio y posibilidades de participación, así como más oportunidades para hablar e intervenir, para asistir a reuniones y más lugares donde presentar sus documentos.

Acerca de la propuesta de establecer un Senado para el Desarrollo para la UNCTAD, consideramos que es una propuesta interesante y en principio la recibimos con beneplácito, pero debe ser parte de una política general de participación de las ONG en la UNCTAD, y no un sustituto.

En la composición del Senado propuesto no hay representantes de los trabajadores ni de los pequeños agricultores. Esta situación debería rectificarse e incrementarse la participación de las ONG y de esos movimientos sociales a por lo menos el 40 por ciento. El mandato del Senado para el Desarrollo debería decidirse después de realizar las consultas apropiadas a las ONG. También estamos en contra de la propuesta de que el Senado sea financiado por grandes empresas ya que esto lo induciría a la parcialidad ante los intereses empresariales. Consideramos que la financiación de ese organismo debe partir del presupuesto de la UNCTAD o de un Fondo Fiduciario aparte. Los gobiernos deberían asegurar una representación adecuada de las ONG de países en desarrollo asegurando su financiación.

Distribución injusta

Las ONG presentes en la UNCTAD IX han tenido también muchas discusiones sobre los temas de la "globalización" y el futuro de la UNCTAD. Nos preocupa mucho el proceso de globalización y liberalización ya que somos conscientes de que sus efectos están distribuidos de manera desigual. Mientras que algunos países e individuos más fuertes pueden beneficiarse enormemente del crecimiento y las exportaciones, muchos otros países y personas sufren sus efectos adversos a través de mayor marginación y pobreza. Esto lo confirma la amplia experiencia de ONGs que trabajan en comunidades en todo el mundo.

La política de una red de seguridad que preste ayuda a aquéllos que han sido afectados negativamente no es lo suficientemente buena. Las ONGs consideran que no se debe ser pasivos ante los efectos de la globalización y que los gobiernos y los organismos internacionales deben controlar, regular y canalizar la globalización para que este proceso asuma su responsabilidad a nivel social y ambiental.

Nos preocupa que los poderes de organismos de la ONU, como la UNCTAD, -que han tenido un amplio enfoque social orientado al desarrollo- pasen ahora a las instituciones de Bretton Woods y la Organización Mundial del Comercio (OMC), cuya orientación al crecimiento, por naturaleza, es más estrecha. Debido a este cambio, los intereses sociales y de desarrollo han cedido paso a los intereses comerciales. En la formulación de las políticas económicas y comerciales, la dimensión social se abandona cada vez más, causando graves problemas sociales e inestabilidad política.

También nos preocupa que aquí, en la UNCTAD IX, algunos gobiernos del Norte están intentando restringir el trabajo de la UNCTAD a sólo una ayuda técnica a los países menos adelantados (PMA). Las ONG exhortan a una revitalización de la UNCTAD con un mandato fuerte también para el trabajo analítico, y un papel de apoyo de los países en desarrollo, y a ofrecer un foro de discusión para el desarrollo que incluya vínculos comerciales con la inversión, las finanzas y la tecnología.

Tener una UNCTAD que sólo preste ayuda técnica para aplicar políticas decididas en otro lado, robaría al mundo sus funciones más importantes y necesarias. El trabajo analítico es la clave en la medida en que establece el marco y el diseño de la política macroeconómica y de desarrollo. Si la formulación política es errónea, entonces las operaciones estarán erróneamente dirigidas, provocando pérdidas y problemas sociales. Es necesario, entonces, cambiar el diseño.

En el caso de la política macroeconómica, está ampliamente reconocido, incluso en la Cumbre Social de 1995, que los programas de ajuste estructural provocaron en muchos países pobres mayor pobreza, desintegración y agitación social. La falla principal radica en que a la hora de diseñar la política faltó el elemento social, y que se aplicó un mismo y único modelo a todos los países, a pesar de sus condiciones diferentes. La Cumbre Social resolvió que debe cambiarse el diseño del ajuste estructural incluyendo la dimensión social. En este sentido, la UNCTAD puede desempeñar un papel de importancia. Tiene un proyecto basado en la experiencia del este asiático para analizar los factores que hicieron posible el crecimiento. Es posible aplicar las lecciones que se extraigan de ese análisis a otros países, por ejemplo de Africa, para ofrecer una gama de posibles opciones de política.

Fuerza complementaria y de contrapeso

En el ámbito comercial, la función analítica y política de la UNCTAD es aun más importante, especialmente con el surgimiento de la OMC. Hace medio siglo, el concepto original de la Organización Internacional del Comercio (OIC) previó la necesidad de un organismo con múltiples funciones, entre las cuales la elaboración de normas para regular el comercio entre países era tan sólo una. Otros cometidos eran promover el desarrollo de la capacidad de los países pobres, el empleo, los precios justos de los productos básicos y la regulación de las prácticas restrictivas de las grandes empresas.

Por supuesto, la OIC nunca se materializó. La elaboración de normas para la liberalización del comercio pasó a ser de competencia del GATT y la OMC. Se reconoció que seguían necesitándose las otras funciones, de manera que se formaron otros organismos: la UNCTAD se hizo cargo de la dimensión del desarrollo, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) del empleo y los derechos laborales, y así sucesivamente. La coexistencia de organismos es necesaria para lograr un sistema comercial y económico más equilibrado y amplio que sea más justo y por lo tanto más sustentable. Por lo tanto es un gran error confundir la OMC con el concepto original de la OIC y decir que con la creación de la OMC podemos ahora erosionar a la UNCTAD o eliminarla. La realidad es que con el fortalecimiento de la función de liberalización del GATT y la OMC, con las injusticias que genera, necesitamos a la UNCTAD y a su dimensión social y de desarrollo mucho más que nunca, como fuerza complementaria y de contrapeso.

El día de apertura de UNCTAD IX escuchamos al Director General de la OMC decir que el cometido del sistema comercial es favorecer a los productores más competitivos y aumentar los recursos a través de la forma más eficiente. Cómo se usarán o distribuirán esos recursos no es responsabilidad de la OMC sino de otras instituciones internacionales o de los gobiernos. En otras palabras, la equidad o la distribución de los beneficios y los costos de la liberalización comercial no son competencia de la OMC. Y sin embargo hemos escuchado a muchos delegados de países en desarrollo plantear el tema de la equidad y los problemas surgidos por la aplicación de los acuerdos de la Ronda Uruguay. Predecimos que un sistema de normas comerciales no equitativo provocará problemas y levantamientos sociales. Estamos a punto de cometer los mismos errores que con el ajuste estructural, con graves fallas en el diseño de políticas y normas.

Es mucho más justo y económicamente efectivo incluir el concepto de justicia y la dimensión social en las normas comerciales, que basar esas normas sobre competencia equitativa entre partes desiguales y luego tener que enfrentar las gravosas consecuencias de los marginados.

La función de la UNCTAD no debería, entonces, restringirse a ofrecer ayuda técnica para aplicar las normas sino ayudar a asegurar que las normas sean justas. Por lo tanto, la UNCTAD debe monitorear y evaluar las normas actuales, identificar problemas que pueden ser mejorados, ayudar a analizar los aspectos sociales y de desarrollo de los temas nuevos.

Como sugirieron algunas delegaciones, antes de que los temas nuevos surjan en la OMC, en una atmósfera de negociaciones tensa, deberían ser discutidos en la UNCTAD, donde es posible discutir más a fondo sus diversas facetas. Por este proceso sólo deberían ser discutidos en la OMC, y dentro del marco contextual apropiado, los temas (o los aspectos de un tema) que se consideren apropiados.

Los países en desarrollo también están enfrentando graves problemas provocados por las estructuras económicas internacionales desiguales, que ocasionan el traspaso de millones de dólares de recursos financieros del Sur al Norte. La UNCTAD debe reforzar su contribución al alivio de la deuda, mejorando la ayuda y enfrentando el problema de los productos básicos.

Eficiencia, no eliminación

Algunos países, como Canadá, opinaron que la UNCTAD abarca demasiados temas y debería abandonar aquéllos de competencia del Banco Mundial, el FMI o la OMC, con el argumento de que existe duplicación. Esos mismos países deberían prestar atención a las infladas burocracias y salarios de otras instituciones.

Estamos de acuerdo, por supuesto, en que la UNCTAD debe cambiar, modernizar la forma en que trata los asuntos de la sociedad civil. Pero no se debería utilizar el argumento de que la UNCTAD necesita ser más eficiente con el fin de eliminar los contenidos más importantes de las funciones de la UNCTAD. Como demuestran los ejemplos que acabamos de dar sobre el ajuste estructural, es vital que la UNCTAD participe en el diseño de políticas macroeconómicas y comerciales integrando la dimensión del desarrollo y la social. Esto puede hacerlo a través del trabajo analítico de la Secretaría así como a través del papel de la UNCTAD como foro de discusión y creación de consenso.

No es conveniente restringir la función de la UNCTAD a una mera ayuda en la aplicación de políticas formuladas en otro lado -en la OMC, el Banco Mundial o el FMI-, o a manejar los trastornos sociales y los efectos adversos de dichas políticas. En lugar de eso, la UNCTAD debe poder llevar a la mesa donde se diseñan las políticas sus perspectivas propias, o ayudar a los gobiernos a crearlas. La UNCTAD debe estar guiada por las demandas y necesidades de los países en desarrollo y no por los intereses de los donantes. Quienes aportan el grueso de los fondos no deben aprovecharse de esa circunstancia para desvanecer las funciones reales de la UNCTAD, robándole el alma y dejándola vacía.

Es necesario preservar el papel de la UNCTAD como promotora de los intereses de la gente, del desarrollo nacional del Sur y de un mayor equilibrio y equidad de la economía internacional.

Discurso de Martin Khor, en nombre de la Red del Tercer Mundo y de las ONGs participantes de la UNCTAD IX, en la Mesa Redonda Ministerial sobre el futuro trabajo de la UNCTAD, pronunciado en Midrand, Sudáfrica, el 3 de mayo de 1996.






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