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   No. 59 - Agosto 1996
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No. 59 - Agosto 1996

HÁBITAT II EL RIESGO DE LAS MÁQUINAS INDUSTRIALES

Un diseño que respete las leyes de la naturaleza

por William McDonough

Los sistemas de diseño actuales crearon un mundo que crece más allá de la capacidad del medio ambiente para sustentar la vida en el futuro y se corre el riesgo de crear una vasta máquina industrial, no para vivir en ella sino para morir en ella.

Si lo que construimos con nuestras manos debe ser sagrado y honrar a la Tierra que nos da la vida, entonces las cosas que hagamos deben no sólo salir de la tierra sino retornar a ella, sin causar daño a ningún sistema viviente. Eso es ecología. Eso es buen diseño.

Si observamos la historia de la arquitectura veremos que los arquitectos siempre han trabajado con dos elementos: masa y membrana. Están las murallas de Jericó -masa- y las tiendas -membranas-. Los pueblos antiguos practicaron el arte de edificar con masa construyendo chozas con paredes de adobe. Sabían el espesor que debía tener una pared para transmitir el calor del día en las noches invernales y crear un ambiente fresco en los días de verano.

Basta observar las carpas de los beduinos para ver un diseño que cumple varias funciones al mismo tiempo. En el desierto las temperaturas a menudo superan los 48 grados centígrados, sin sombra, sin brisa. La carpa negra beduina crea una sombra profunda que baja sensiblemente la temperatura a 35 grados. Su tejido muy grueso crea un interior agradablemente iluminado que refleja miríadas de delgados focos de luz. El tejido abierto y la superficie oscura hacen que el aire caliente del interior se eleve y salga por la membrana. Esto crea una brisa que hace caer la sensación térmica a unos 32 grados. Cuando llueve, las fibras se hinchan y la carpa queda absolutamente impermeable. Además, es posible plegarla y llevársela a cuestas. La carpa moderna no tiene nada que hacer al lado de estas construcciones increíblemente elegantes.

Nuestra cultura industrial moderna, no obstante, adoptó una estrategia de diseño cuya estratagema es la siguiente: si el empleo de fuerza bruta o de grandes cantidades de energía no funcionan es porque no se está usando lo suficiente. Hicimos edificios de vidrio, pero la esperanza de que el vidrio nos conectara con el exterior quedó absolutamente desterrada por el tipo de construcciones herméticamente cerradas, un diseño que provoca estrés. Se suponía que la gente debía conectarse con el exterior, no quedar atrapada adentro.

Le Corbusier dijo a principios de siglo que una casa es una "máquina para vivir en ella". Lo que sucedió es que ahora las creaciones de los diseñadores son para la máquina y no para la gente. Se habla de edificios con calefacción solar incluso de catedrales. Pero no es la catedral la que necesita calefacción, es la gente. Para calefaccionar una catedral es necesario calentar los pies de las personas, no el aire a 36 metros por encima de sus cabezas.

Materiales, energía y vida

Tres características que definen un diseño podemos aprenderlas de la naturaleza. La primera es que los elementos con los que tenemos que trabajar ya están aquí: piedras, arcilla, madera, agua, aire. Todos los materiales que nos proporciona la naturaleza son devueltos a la Tierra sin el concepto de residuo tal como lo entendemos. En la naturaleza todo cumple un ciclo y todos los residuos se convierten en "alimento" de otros sistemas vivos.

La segunda característica es que la energía que sustenta este ciclo de vida viene de fuera del sistema, en forma de radiación solar. La naturaleza no extrae energía del pasado, no usa sus reservas de capital y no pide prestado a futuro; actúa en "ingreso corriente". El diseño natural emplea un sistema extraordinariamente económico y eficiente de creación y procesamiento cíclico de los nutrientes, al cual los métodos de fabricación modernos ni se aproximan. Por último, la característica que sustenta este sistema de metabolismo y creación es la biodiversidad. La relación milagrosamente intrincada y simbiótica entre millones de organismos es lo que impide que los sistemas vivos se agoten y sobrevenga el caos.

Como diseñador de edificios y sistemas me pregunto cómo aplicar estas tres características a mi trabajo. ¿Cómo aplicar al diseño los conceptos de "residuo igual a alimento", "ingreso solar corriente", "proteger la biodiversidad?"

Me crié en el Lejano Oriente y cuando vine a Estados Unidos me quedé estupefacto cuando me di cuenta que sus habitantes no eran personas con vidas sino consumidores con estilos de vida. ¿Cuándo dejó Estados Unidos de tener personas con vida? En la televisión se habla de nosotros como consumidores, no como personas. Pero lo somos; somos personas con vidas y debemos construir y diseñar cosas para las personas. ¿Y si soy un consumidor, qué puedo consumir? Alimentos, jugos, pasta de dientes. Pero en verdad muy poco de lo que se vende puede ser consumido. Tarde o temprano casi todo debe tirarse. No puedo consumir una televisión o un aparato de video o un automóvil.

Trabajo con Michael Braungart, un químico ecológico de Hamburgo, Alemania, con el que nos dedicamos a tres tipos de productos. En primer lugar, los "consumibles", que, una vez comidos, usados o tirados se convierten en alimento para otros organismos vivos. Estos productos no deben ir a los vertederos sino a la tierra, a restaurar la vida, salud y fertilidad del suelo. Esto significa que las telas deben volver a la Madre Tierra sin toxinas persistentes, mutágenos, cancerígenos, sustancias bioacumulables, metales pesados o desorganizadores endócrinos.

En segundo lugar, están los productos de servicio, también conocidos como "durables". Para eliminar los residuos, estos productos -televisores o automómiles- no deberían venderse sino darse en licencia al usuario final, que los usaría todo el tiempo que deseara e incluso podría vender la licencia, pero al final se devolvería al fabricante, convirtiéndose en "alimento" para sus sistemas de fabricación. Actualmente se puede tirar un televisor a la basura y al hacerlo estamos depositando toxinas persistentes en todo el planeta. Los productos de servicio deben continuar más allá de su duración inicial, deben ser de propiedad de sus fabricantes y estar diseñados para ser desguasados y reutilizados.

El tercer tipo de productos es el de los llamados "no comercializables". Bienvenidos al mundo de los residuos nucleares, las dioxinas y los contaminantes. Los productos no comercializables son productos o subcomponentes de productos que nadie quiere y que, en muchos casos, la gente ni siquiera se da cuenta que está comprando. Estos productos deberían dejar de venderse y los que ya lo fueron deberían ser guardados hasta que podamos inventar una forma segura y no tóxica de deshacernos de ellos.

Cuando un grupo ambientalista contrató a nuestra empresa para hacer el diseño de sus oficinas, su director manifestó preocupación por el aire viciado del encierro, por lo que decidimos buscar materiales que no provocaran malestar al estar dentro de un edificio. Descubrimos que no existían. Consultamos con los fabricantes para saber qué contenían sus productos y nos dimos cuenta de que todo el sistema de la construcción es esencialmente tóxico. Todavía estamos trabajando para crear materiales nuevos que resuelvan el tema de la calidad del aire de los ambientes cerrados.

Para una casa de ropa masculina de Nueva York hicimos un lambriz de roble y acordamos plantar mil árboles para reemplazar los dos robles ingleses utilizados en la obra. Nos inspiramos en una conocida historia sobre el New College de Oxford, Inglaterra, contada por Gregory Bateson: El colegio tenía una sala principal construida a principios de 1600, con gruesas y largas vigas de madera. Se formó un comité para tratar de encontrar árboles de reemplazo porque las vigas se estaban pudriendo. Si una plancha de roble inglés puede llegar a costar 0,7 dólares el metro cuadrado, el cambio de las vigas resultaba un gasto prohibitivo. Un miembro de la facultad sugirió preguntar al guardabosques de Oxford si en las tierras de la institución habría árboles suficientes que se pudieran utilizar para ese fin. "Nos preguntábamos cuándo nos harían esta pregunta'', respondió el guardabosques. ''Cuando este edificio fue construido hace 350 años, los arquitectos especificaron que se plantara y mantuviera una arboleda de robles para reemplazar las vigas del techo cuando se pudrieran". Nuestra pregunta es: ¿hicieron luego lo mismo?.

En Francfort, Alemania, creamos una guardería diseñada como para ser manejada por los niños. Tenía un techo de invernadero con múltiples funciones: iluminación, calefacción del aire y el agua, refrigeración, ventilación y protección de la lluvia, igual que la carpa beduina. En la etapa de diseño los ingenieros, que querían automatizar completamente el edificio, como si fuera una máquina, preguntaron: "¿qué pasa si los niños se olvidan de cerrar las persianas y entra demasiado calor?" Les respondimos que abrirían una ventana. "¿Qué pasa si no abren una ventana?", insistieron. En ese caso, los niños probablemente cerrarían la persiana. "¿Qué pasa si no cierran la persiana?" Por último les dijimos que los niños abrirían las ventanas y cerrarían las persianas toda vez que fuera necesario, porque los niños no estaban muertos, estaban vivos.

Los niños tendrían ahora 10 minutos de actividad en la mañana y 10 en la tarde abriendo y cerrando las ventanas y las persianas. Tanto a los niños como a los maestros les encantó la idea. Como el diseño incluía colectores solares de agua caliente, agregamos un lavadero público para que los padres pudieran lavar la ropa mientras esperaban a sus hijos. Debido al avance en materia de cristales, la guardería no necesitaba combustible fósil para calentarse o refrigerarse. Dentro de cincuenta años, cuando los combustibles fósiles escaseen, la guardería seguirá teniendo agua caliente y el edificio habrá reembolsado la energía "que pidió prestada" para su construcción.

La ética del diseño

Nuestros sistemas de diseño crearon un mundo que crece más allá de la capacidad del ambiente de sustentar vida en el futuro. El idioma industrial del diseño no cumple con los principios de la naturaleza y sólo puede violarlos, produciendo residuos y daño. Si destruimos más bosques, quemamos más basura, pescamos más peces, quemamos más carbón, blanqueamos más papel, destruimos más suelos, envenenamos más insectos, construimos sobre más hábitats, embalsamos más ríos, producimos más productos tóxicos y residuos radiactivos, estamos creando una vasta máquina industrial no para vivir en ella sino para morir en ella. Se trata de una guerra a la que sólo unas pocas generaciones más podrán sobrevivir.

Debemos reconocer que toda manifestación de la naturaleza es "diseño". Vivir dentro de las leyes de la naturaleza significa expresar nuestra intención humana como especie interdependiente, consciente y agradecida, de que estamos a merced de fuerzas más poderosas que nosotros y obedeciendo esas leyes para honrar el carácter sagrado de nuestros prójimos y de todas las cosas. Debemos estar en paz con la naturaleza y aceptar nuestro lugar en ella.

William McDonough, es decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Virginia y miembro fundador del Comité sobre el Medio Ambiente.

El presente artículo fue publicado por primera vez en Earth Island Journal (Primavera 1996, vol.11, Nº 2)






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