No. 61 - Octubre/Noviembre 1996
BIODIVERSIDAD
La amenaza del desarrollismo verde
por
Kathy McAfee
Como fue revelado en el debate de la Tercera Conferencia de las Partes (COP3), muchos gobiernos y miles de organizaciones indígenas y rurales reconocen que la gente constituye la clave para salvar la diversidad biológica.
Una multiplicidad de formas tradicionales de conocimiento, de prácticas agrícolas y culturales así como de valores han coevolucionado- y continúan haciéndolo- adaptadas a una gran variedad de ecosistemas locales, al servicio de las necesidades de la gente, como bases de la vida y para la preservación de la diversidad de la vida.
Esta integración con la naturaleza está siendo amenazada por la creciente influencia de una forma de pensar a la que llamo "desarrollismo verde". El desarrollismo verde es impulsado por una coalición de países "desarrollados" junto con algunas ONG internacionales, empresas trasnacionales farmacéuticas, agroquímicas y -jugando un papel crucial- el Banco Mundial. El desarrollismo verde define la "sustentabilidad" de manera compatible con el crecimiento económico rápido, la preservación de las estructuras políticas existentes y la distribución actual de la riqueza.
El desarrollismo verde exige que la naturaleza pague por el derecho de existir en una economía globalizada. Trata de encajonar los problemas ecológicos en el marco económico neoliberal, asignando derechos de propiedad sobre la naturaleza y poniendo precios al "capital natural". La teoría es que el mercado es quien debe definir qué partes de la naturaleza y por quiénes deben ser compradas, vendidas, producidas o destruidas.
El desarrollismo verde trata de convencer a los conservacionistas que la biodiversidad puede ser "salvada" mejor si sus componentes son tratados como mercancías y por tanto, sujetos al mercado. Trata de persuadir a los países del Sur, a las ONG y a las comunidades indígenas y rurales que conseguirán una proporción justa de los beneficios de la biodiversidad si se permite a los "expertos" económicos asignar derechos de propiedad internacionalmente negociables a los bosques, los ríos, los genes y los conocimientos sobre la naturaleza.
Un enorme problema es que el desarrollismo verde asigna valores a los recursos naturales, genéticos y aún culturales de acuerdo, básicamente, a los precios (actuales o hipotéticos) de los mercados internacionales. El efecto de esto es ganar mayor acceso a estos recursos para los individuos, empresas y países de altos ingresos a expensas de los países de menores ingresos y de los pobres de todos los países. Lo anterior significa que los intereses en las ganancias de corto plazo de las compañías trasnacionales y las élites locales pueden fácilmente prevalecer sobre los intereses de largo plazo de las comunidades rurales y de las futuras generaciones.
Una alternativa al desarrollismo verde enfatiza la subsistencia y los valores culturales locales así como el intercambio de valores en los mercados locales y regionales de los recursos genéticos y otros recursos. Una estrategia viable para salvar la biodiversidad debe derivar de la importancia de los recursos naturales para la gente que recolecta, cultiva, pesca y vive en directa interdependencia con la naturaleza y no del cálculo de los precios que deben ponerse a los recursos para venderse a los ecoturistas ricos, a las compañías madereras o a las empresas farmacéuticas.
Por esta razón, no se puede aplicar ningún modelo único -diseñado en las oficinas centrales del Banco Mundial, por ejemplo- para priorizar y valorar la inmensa diversidad de los ecosistemas del mundo. La conservación y los planes de manejo de los recursos deben tomar en cuenta las necesidades locales -definidas por la misma gente local- así como las necesidades nacionales de desarrollo. Y las comunidades locales -especialmente las mujeres- deben ser tomadas en cuenta, desde el principio, desde una posición de poder en la conceptualización de los proyectos de biodiversidad.
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