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No. 137/138 - Marzo/Abril 2003

Un nuevo poder imperial

por Emir Sader

La guerra del Golfo de 1991 fue para expulsar a Irak de Kuwait. El entonces presidente de Estados Unidos, George Bush, confesó que era una guerra por el petróleo, porque hay varios casos de países que invaden a otros, pero ningún otro mereció una invasión, porque no había petróleo de por medio.

Esta vez, la guerra va a rediseñar el mapa de toda la región, introduciendo un nuevo poder imperial. Todos saben que Estados Unidos pretende instalarse en el corazón de Medio Oriente por tiempo prolongado o indefinido. Siria y Arabia Saudita quedarán totalmente cercados por tropas y bases militares estadounidenses. Irán quedará parcialmente cercado. Estados Unidos podrá intervenir en cualquier país de la región sin tener que pedir apoyo terrestre a ningún país, como actualmente depende de Kuwait o Turquía para poder invadir a Irak. Estados Unidos pasará de ser una potencia con fuerte influencia regional a través de la coalición con sus aliados locales, a ser una potencia regional, capaz de operar con sus propios medios.

Más allá de que, una vez instalado en Irak, Estados Unidos se apropiará de la segunda reserva mundial de hidrocarburos, pudiendo transformar significativamente el mercado mundial de petróleo. Estados Unidos podría doblar rápidamente la producción, haciendo disminuir los precios del petróleo, debilitando a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y, con ella, a países como Libia, Irán y Venezuela. Estados Unidos podrá reconstruir las reservas a su disposición, distanciándose de su actualmente incomodo aliado Arabia Saudita y favoreciendo la reconquista del desarrollo de la economía estadounidense.

Con esta guerra Estados Unidos comienza a poner en práctica su nuevo proyecto para Medio Oriente, de importar a la región los modelos de democracia liberal y de economía de "libre mercado", considerando que esto significaría "modernizar" a los países árabes, partiendo del modelo "occidental" en la región: Israel. Se trata de instalar la "guerra de civilizaciones" en el corazón del Medio Oriente. Las tentativas de derrumbar al gobierno de Arafat hace parte de la obsesión actual de que la misión de Estados Unidos es "modernizar", "democratizar" e introducir el capitalismo de mercado en el conjunto de la región, comenzando por Irak y por Palestina, para después, sea por presión y por amenazas -con bases militares en la frontera de Irán, Arabia Saudita, Kuwait, Siria, Turquía y Jordania-, sea por nuevas intervenciones directas, extender esa mancha de "civilización" desde dentro de la "barbarie" del mundo árabe.

Estados Unidos dispone de superioridad militar suficiente para teóricamente imponer una guerra de corto plazo, pagando un precio relativamente bajo por actuar sin las condiciones políticas básicas para una intervención de ese tipo, no importando el número de víctimas. Internamente estará iniciada la campaña electoral para la reelección –o como dicen algunos, para que Bush pueda ser por primera vez presidente elegido de Estados Unidos- del actual presidente, al finalizar el próximo año. Tendrá revitalizado el clima histérico de país sitiado por los "terroristas" que le ha rendido tantos frutos.

Externamente, en caso de que pueda resolver favorablemente esta guerra, Estados Unidos habrá conseguido transformar la fuerza en argumento, con la llamada "comunidad internacional" adhiriéndose o adecuándose a los intereses y a la acción belicista estadounidense. El mundo será más inestable y no menos, porque ésta es la primera de una serie de guerras y de demostraciones de uso indiscriminado de fuerza y de desprecio por cualquier legalidad internacional.

Habrá surgido un nuevo imperio. Aquel liderado por Inglaterra, de carácter colonial, ocupaba militarmente territorios como si fuesen partes de su imperio. La hegemonía imperial estadounidense del siglo XX combinó influencia ideológica, explotación y dependencia económica, con intervenciones militares. Este nuevo imperio estadounidense del siglo XXI combina elementos de dominación colonial –como ya hizo con Afganistán y pretende hacer con Irak-, con los otros -ideológicos y económicos-, pretendiendo construir un imperio global centrado en su indiscutible superioridad militar.

Todo esto está articulado con valores liberales -políticos y económicos-, incluidos derechos humanos y libertad de expresión. Cae así, con el modelo económico neoliberal que generaliza que "todo se compra o todo se vende", la farsa del liberalismo como sistema político e ideológico que pretende encarnar la libertad y la democracia, mas disemina la discriminación, el desprecio de la ley y la dominación de los más débiles.

Ha llegado la hora de otro mundo, de otra política, de otra economía, de otra cultura, de otros valores, que apunten hacia el renacimiento del humanismo y de la solidaridad. Estados Unidos, hijo directo del "milagro" privilegiado del capitalismo, exhibe sus vísceras y expone los límites de una sociedad donde triunfa el más fuerte y el más rico. O salimos de ese mundo o sucumbiremos con el.

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Emir Sader es Sociólogo, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro y miembro del Comité Brasileño del Foro Social Mundial (Porto Alegre).






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